No habría deuda si hubiera impuestos justos
Ronald Reagan y Margaret Thatcher iniciaron hace tres décadas una
sistemática rebaja de impuestos a los más ricos, personas y empresas.
Desde entonces no ha cesado esa política de menos impuestos a los que
más ganan y tienen. Y de menos impuestos se pasó a más endeudamiento de
los estados. Por eso un político español pudo decir cargado de razón que
“a los gobiernos les cuesta menos pedir prestado que subir los
impuestos”. Aunque, para ser exacto, debería haber dicho que los
gobiernos prefieren endeudarse antes que recuperar el sistema de
impuestos más justo que había hace treinta años. No hay que molestar a
los ricos.
La crisis de la deuda en Europa y sus feroces consecuencias sociales
tienen todo que ver con el adelgazamiento progresivo de la fiscalidad
(los impuestos) y con el fraude fiscal. Mucho más que con excesos o
irresponsabilidad en el gasto público.
Como recuerda Sam Pizzigati, según el IRS (la agencia tributaria
estadounidense), en 2008, quienes ganaron en Estados Unidos más de
200.000 dólares anuales pagaron al gobierno federal un tipo fiscal del
22% por sus ingresos. Bastante menos de lo que pagaban los
estadounidenses más ricos hace 50 años. En 1961, quienes ganaban más de
27.000 dólares anuales (equivalentes a 200.000 dólares de hoy) pagaron
un tipo de algo más del 31% de sus ingresos. Y los ingresos anuales por
encima de 400.000 dólares al año (3 millones de hoy) pagaban un tipo
fiscal del 91%. Hoy las rentas de más de 3 millones de dólares pagan un
tipo del 35%.
En España, por ejemplo, las empresas apenas pagan un 10% de impuesto
por sus beneficios. Un porcentaje muy alejado del tipo de impuesto por
beneficios establecido que es 30% para grandes empresas y 25% para
pequeñas y medianas. Las cifras de la Agencia Tributaria española
muestran que las empresas eluden legalmente hasta dos tercios de los
impuestos que les corresponden. Y lo pueden hacer porque hay
complacencia y complicidad gubernamentales con quienes más ganan y más
tienen. Los más ricos deducen y reducen lo que han de pagar con
triquiñuelas legales varias. De hecho, las empresas pagan por beneficios
menos que las familias, que aportan un 11,5% de su renta.
El resultado final es menos ingresos del Estado. Y eso sin contar con el fraude fiscal puro y duro.
Continuando con España, según un informe de Gestha (sindicato de
técnicos de Hacienda) en 2005, último año con datos de fraude, éste fue
de 88.617 millones de euros: 58.676 millones defraudados a la Agencia
Tributaria y 29.941 a la Seguridad Social. Las grandes empresas
defraudan casi el 75% del total mientras el 97% de empresas restante
defraudan un 17%. Y a eso habría que sumar otras evasiones fiscales de
ricos y muy ricos (fraude en plusvalías, arrendamientos, rentas del
capital…). Si solo se evitara la mitad de fraude fiscal y se cobraran
los impuestos correspondientes, España tendría un PIB como el de Reino
Unido y superior a Italia. Y no tendría déficit público.
Rajoy, nuevo presidente de gobierno de España, pretende ahorrar el
año que viene 16.500 millones de euros con recortes sociales, despidos,
sangre, sudor y lágrimas. Gestha asegura que, si se redujera la economía
sumergida española en 10 puntos, se recaudarían 38.500 millones de
euros anuales. La economía sumergida en España supone 245.000 millones
de euros: 23,3% del PIB español. Son muchos impuestos evadidos.
Pero es que quienes más ganan y poseen son los mimados por los
gobiernos que comulgan con ruedas de molino neoliberales. Como recuerda
Ana Flores, “en lugar de ponerse de acuerdo los gobiernos para
domesticar al capital, el mundo más desarrollado decide dejarlo circular
con absoluta libertad. Atraer dinero es la obsesión de los gobiernos y
compiten entre sí bajando impuestos”.
Como denuncia Paul Krugman, lo peor de esta servidumbre de los
gobiernos con quienes más tienen, es que “la exigencia de austeridad
cada vez más radical (para poder pagar la deuda) ha fracasado como
política económica, al agravar el problema del paro sin restaurar la
confianza. Y una recesión europea parece más probable cada día”.
Hay que exigir y hacer auditorías de la deuda para poner fin a la
hemorragia social que su pago genera. Y pelear para recuperar un sistema
impositivo justo y redistributivo, contra las falsas tesis de la
austeridad como camino y la limitación del déficit de deudas soberanas
como objetivo por encima de todo. Por encima de todo solo han de estar
la ciudadanía y sus derechos.
Xavier Caño Tamayo
Periodista y escritor
El Librepensador
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