lunes, 27 de abril de 2009

Un adoquín en el estanque del G20 y el FMI…

Entre la cumbre del G20 y la de los siete miembros (1) del ALBA (2), la disposición, obviamente, no es la misma, ni mucho menos. Sin embargo, es inevitable comparar los resultados de esos dos encuentros celebrados con quince días de diferencia: el primero, el 2 de abril en Londres, el otro en Cumaná los días 16 y 17 de abril, en el estado venezolano de Sucre, la víspera de la Cumbre de las Américas de Trinidad y Tobago.

A la sombra de la City, el planteamiento era la salvación de un modelo capitalista neoliberal que se hunde, pero sin renunciar, a pesar de todo, a sus dogmas fundamentales -que son el origen de la crisis sistémica actual- y que actúan en nombre de la libertad de circulación del capital y del libre comercio. Unos dogmas que, de paso hay que recordarlo, tienen el estatuto de «libertades fundamentales» de la Unión Europea, como lo recalca el Tratado de Lisboa. Más allá de una serie de declaraciones de intención dirigidas tímidamente a volver a regular la locura financiera y algunos de sus «agujeros negros» -los paraísos fiscales-, la principal medida concreta de la Cumbre de Londres consiste en reforzar la capacidad intervencionista del FMI triplicando los fondos que tiene a su disposición, pero sin cambiar sus «condicionamientos». Su director general, el «socialista» Dominique Strauss-Kahn -a quien su amigo Nicolas Sarkozy contempló como un primer ministro potencial-, se encargará de la operación de salvamento.

En Cumaná, el tono de las intervenciones y la declaración final han sido muy diferentes. Para seguir en el terreno económico (3), el ALBA rechaza categóricamente al G20 como instancia representativa mundial y propone otra institución en su lugar: sencillamente la ONU. Así, los dirigentes de los Estados miembros del ALBA responden afirmativamente a la invitación del Padre Miguel d’Escoto, presidente (nicaragüense) en ejercicio de la Asamblea General de las Naciones Unidas, para participar en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la crisis financiera mundial y sus efectos sobre el desarrollo, que se celebrará en Nueva York del 1 al 3 de junio de 2009. Es exclusivamente la ONU, y no el G8 o el G20, quien debe tomar las decisiones que afectan a sus 192 miembros.

De la misma forma, el ALBA rechaza las políticas e incluso existencia del FMI, el Banco Mundial y la OMC. Sobre todo, se tomó una decisión principal: la de establecer, antes de finales del presente año 2009, las estructura del Sistema Único de Compensación Regional (SUCRE) (4), cuyas líneas maestras se adoptaron en la Cumbre anterior del ALBA, en noviembre de 2008. Con la presencia, como invitado, de Fernando Lugo, el presidente de Paraguay, los siete Estados miembros del ALBA, así como Ecuador, firmaron un acuerdo marco para la creación de las cuatro estructuras del SUCRE: Un Consejo monetario regional; una unidad monetaria común que funcionará como una moneda virtual, con la perspectiva de convertirse en moneda física; una Cámara Central de Compensación y un Fondo de Reserva y Compensación Regional.

Esta iniciativa de integración monetaria no tiene precedentes en el mundo, aparte -ciertamente con un espíritu muy distinto- de la creación en Europa del ECU y después el euro (5). Dicha integración monetaria tiene como objetivo, gracias un fondo de reserva bien dotado, la protección de los ocho estados participantes contra los riesgos de una crisis económica desestabilizadora, en un proceso de solidaridad regional, y los transforma en «territorios libres del FMI». También permitirá, por la solidaridad y la complementariedad, y no por la competitividad, un fuerte desarrollo de los intercambios en el ámbito de la zona, liberados de la dictadura del dólar. Finalmente, la iniciativa sigue abierta a los demás Estados que el presidente Chávez denomina suramericanos, es decir, América Latina y las islas del Caribe.

Hay que señalar que el banco del ALBA (entidad distinta del SUCRE) ha desbloqueado los créditos, entre otros, para los proyectos de alfabetización y desarrollo agrícola en Haití (con un apartado para alfabetización en este país), así como en Honduras, Surinam, Guyana, Jamaica, San Vicente y las Granadinas, Nicaragua y Belice. También hay que señalar que cinco de estos países no son, o no todavía, miembros del ALBA.

ALBA y SUCRE, dos estructuras regionales, pero con un eco internacional emblemático, que deberían estar en el centro de todos los debates sobre las alternativas concretas al neoliberalismo. Ciertamente hay que denunciar al G20, el FMI, etcétera. Pero en definitiva se les dejará campo libre si no se estudian, difunden y apoyan las iniciativas de los gobiernos de pequeños países que, manos a la obra, se esfuerzan para llevar a cabo otras rupturas distintas de las retóricas.

Notas:
(1) La Cumbre de Cumaná ratificó la adhesión al ALBA de un nuevo miembro, San Vicente y las Granadinas, un Estado anglófono de 120.000 habitantes, de las Pequeñas Antillas. Los otros seis miembros son Bolivia, Cuba, Dominica, Honduras, Nicaragua y Venezuela.
(2) La denominación oficial es ALBA/TCP, estas tres últimas iniciales en referencia al «Tratado de Comercio entre los Pueblos».
(3) La declaración final de la Cumbre del ALBA da una gran importancia a la solidaridad con Cuba y, en víspera de la Cumbre de las Américas, exigía el fin inmediato y unilateral del bloqueo estadounidense.
(4) Cumaná no se eligió al azar para acoger la Cumbre: En esta ciudad nació José Antonio de Sucre «el gran mariscal de Ayacucho» hermano de armas de Simón Bolívar.
(5) Aunque las modalidades del cálculo del importe de cada moneda nacional de las que componen la «cesta» que será el SUCRE como moneda virtual y después, eventualmente, como moneda única, están en vías de definición, nadie se imagina que esa decisión se pueda confiar a una autoridad «independiente» de los gobiernos. Y dicha moneda se pondrá al servicio de un proyecto político y social de solidaridad regional. Es decir, lo contrario que las misiones y reglas de funcionamiento del Banco Central Europeo.

Bernard Cassen - Presidente de Honor de ATTAC Francia.

Artículo publicado en Mémoire des Luttes. Traducido para Rebelión por Caty R.


jueves, 23 de abril de 2009

¿Salimos del túnel?

Está circulando la idea de que la economía de Estados Unidos, y con ella la del resto del mundo, comienza salir de la crisis y que en muy pocos meses los datos de coyuntura cambiarán de registro para anunciar una sólida recuperación económica. Y es natural que la gente se pregunte si se trata más de un deseo que de una realidad contrastada.

Las razones que se están dando para argumentar esa opinión son variados. Se afirma que los multimillonarios planes de gasto de Obama no pueden tardar en espolear de nuevo al consumo y con él a las ventas y a la rentabilidad empresarial. También argumenta que los bancos comienzan a mostrar más actividad y resultados positivos, lo que definitivamente podría reavivar el crédito. Y, por supuesto, se piensa que con tipos de interés tan extraordinariamente bajos la recuperación no puede tardar en aparecer gracias a las mayores facilidades que representan para el consumo y la inversión.

Otros argumentos son bastantes más forzados. Algunos mantienen que la coyuntura cambiará de signo en este momento porque, si no, la recesión sería tan larga como la que más, algo que no se sabe bien por qué se considera que no pueda ocurrir. O incluso se dice que no llegará a ser tan grave como la Gran Depresión del 29 porque ahora, a diferencia de entonces, no se ha reducido la oferta monetaria sino que se ha estado inyectando liquidez casi sin descanso. Gracias, se dice, a que la Reserva Federal de Estados Unidos está dirigida por un académico que pasa por ser un gran experto en el análisis de aquella crisis.

Algunos datos podrían avalar efectivamente este cambio de tendencia. Los indicadores de ventas de algunos tipos de viviendas en Estados Unidos y la cartera de pedidos en algunas industrias parece que han comenzado a detener su caída, las encuestas de confianza a directivos y consumidores reflejan una cierta mejoría e incluso se podría interpretar que la caída del consumo se hubiera detenido.

¿Es suficiente todo ello para pensar que salimos de la oscuridad del túnel? Yo comprendo que un elemento esencial para salir de esta crisis es devolver la confianza a consumidores y empresarios y que decir que se está acabando puede contribuir a ello. Pero eso es una cosa y otra es confundir el deseo con la realidad, incluso cuando también hay que evitar el resaltar siempre y sobre todo los aspectos negativos de la situación.

Es verdad que los planes de gasto que han puesto en marcha las administraciones, y especialmente en Estados Unidos, han evitado que se produzca un colapso generalizado de la actividad económica, aunque en algunas industrias y sectores en realidad se haya estado y se esté muy, muy cerca de ello. Y lógicamente, eso ha repercutido en la mejoría relativa que se contempla en algunos indicadores. Otra cosa es que sea seguro que eso sea suficiente y sostenible en los próximos meses. Cuando ahora se analizan en la distancia otros episodios recesivos se contemplan siempre en su desarrollo momentos de alzas momentáneas como pueden ser los que ahora estemos coyunturalmente viviendo dentro de un proceso inacabado de empeoramiento. No bastaría, pues, con una simple mejora sino que sería preciso que esta se sostuviera y se hiciera mucho más patente y generalizada en todos los sectores económicos.

El que fue Secretario de Trabajo con Clinton Robert Reich, comentaba hace poco que es posible que en Estados Unidos los consumidores estén disponiendo de algo más de liquidez gracias a los planes de Obama o incluso de los bajos tipos de interés, pero que eso no garantizaba mucho porque lo más probable es que las familias estén más preocupados que otra cosa por la evolución tan negativa del empleo y, por tanto, que el estímulo no se traduzca tan rápida o efectivamente como se está deseando en el la marcha general de la economía.

De hecho, me parece que al mismo tiempo es bastante evidente todo ese gasto no ha sido capaz hasta el momento de reactivar la vida económica suficientemente como indica, sobre todo, el constante aumento del paro y el aumento en el ahorro familiar.

Por otro lado, la teoría económica más elemental podría justificar la idea de que los tipos de interés tan bajos como los actuales necesariamente han de dinamizar el consumo y la inversión pero es que las cosas no funcionan como a veces se diseña en los manuales o en las cabezas de los dirigentes políticos. La realidad es que los tipos que están bajos son los oficiales pero en la práctica, cuando los empresarios o los consumidores van a las sucursales bancarias, lo que se encuentran son ofertas de crédito por las nubes: en España, los bancos estaban cobrando en enero una media del 11,58% en los préstamos al consumo y las cajas del 13,18%.

Lo que puede estar ocurriendo seguramente es que los bancos están salvando, aunque a esos precios muy altos, a sus clientes preferenciales y eso de alguna manera reactiva la situación pero no es realista pensar que esa sea una manera de dar oxígeno que a medio plazo resuelva la situación. Sólo las empresas y consumidores más potentes pueden seguir funcionando con esos costes financieros y, en general, con el racionamiento del crédito todavía existente.

Por otro lado, la mejora en los balances bancarios que se interpreta como el origen de un definitivo incremento de la financiación que se necesita no es del todo real. Se trata de beneficios forzados y probablemente momentáneos. Son expresión de esos márgenes que proporcionan los diferenciales de tipos entre el capital que reciben y el que prestan, ahora en niveles extraordinarios, de la masiva entrada de capital público y de los arreglos contables de los balances.

Después de haber hablado tanto de la necesaria independencia de los bancos centrales, ahora la Reserva Federal se está convirtiendo en la práctica en un instrumento fiscal más en manos de la política gubernamental y eso está permitiendo que los bancos aumenten su disponibilidad de capital pero de ninguna manera eso se está traduciendo en el incremento efectivo de la financiación. Entre otras razones, porque por muy elevada que está siendo es insuficiente si se tiene en cuenta que se estima que las pérdidas bancarias que habría que compensar sólo en Estados Unidos tendrían un valor entre 1,3 y 1,5 billones de dólares.

Por otro lado, lo que está ocurriendo es que se están eliminando principios contables como el llamado “market-to-market” que obligaba a reflejar el valor de mercado actual de los activos y pasivos y gracias a lo cual los bancos pueden estar difiriendo o sencillamente ocultando su situación patrimonial.

Dentro de unos días se conocerá el “examen” que están pasando los bancos estadounidenses, ya después del maquillaje, y será el momento de saber hasta qué punto el “stress” que sufren es grave o no, aunque hasta el momento, y salvando el maquillaje contable, nada hace pensar que haya podido desaparecer la situación de insolvencia generalizada que paraliza la financiación de la actividad económica y que provoca la crisis.

Por otro lado, si fuera verdad que la economía estadounidense está cambiando de tónica, habría que tener en cuenta que ahora es cuando la crisis está afectando a nuevos países, como en América Latina y Europa del este, de modo que para que la economía mundial retomara la marcha no sería suficiente con un cierto despegue norteamericano sino que haría falta un impulso mucho más decidido, efectivo y dinámico.

En definitiva, yo creo que se puede afirmar que sí es cierto que se ha evitado el colapso pero que siguen latentes los problemas estructurales que dieron lugar a la crisis. No se ha avanzado prácticamente en nada en relación con la regulación financiera, la capitalización de los bancos se ha realizado a costa de una carga fiscal para los ciudadanos impresionante y si salvar definitivamente la insolvencia bancaria de partida y los diablos de la especulación y la continua generación de burbujas no han desaparecido del horizonte por muy disimulados que estén. Y para colmo, sabemos los peligros que conlleva tratar de buscar la reactivación a través de dinero muy barato cuando no se pone coto a los movimientos especulativos del capital.

Si no se toman medidas más contundentes, y no sólo en Estados Unidos, hablar de recuperación será una simple engañifa que se verá desmentida más pronto que tarde por nuevos episodios de inestabilidad y por un incremento continuado del paro y de las quiebras empresariales.

Juan Torres López - Consejo Científico de ATTAC España.
Fuente: Sistema Digital.

miércoles, 22 de abril de 2009

¿Qué quiere decir estimular la economía?

Si es tan eficiente el sector privado, ¿por qué han creado el problema que han creado, y por qué el Estado ahora tiene que salvarlo?

La crisis financiera
Todos los datos muestran que estamos ya en una recesión profunda que podría convertirse en una Gran Depresión Mundial, resultado de la confluencia de dos crisis, una financiera y otra económica, que han coincidido en el tiempo, creando la tormenta económica perfecta. La primera se debe al comportamiento de carácter especulativo del capital financiero (que quiere decir la banca y las cajas) y cuyo síntoma más visible es la falta de crédito, sin el cual la economía no funciona. Y esta falta de crédito se debe, según dice el propio capital financiero, a la escasez de dinero. Paradójicamente, los bancos y las cajas no tienen dinero. Resulta que en la época expansiva (y especulativa) de la economía dieron prestado tanto dinero que ahora tienen dificultades en recuperarlo. También tienen problemas en conseguirlo de otros bancos. De ahí que estén ahora pidiendo dinero del estado para que puedan prestarlo. Es lo que llaman “problemas de liquidez”, es decir, que necesitan más dinero para que puedan entonces prestarlo y así abrir el grifo del crédito. Y están recibiendo millones y millones de euros y libras esterlinas en Europa y de dólares en EE.UU. Nunca antes se había absorbido tanto dinero público por el capital financiero.
En un programa radiofónico reciente en EE.UU. hubo el siguiente intercambio que merece reproducirse. Un chico de 14 años le hizo la siguiente pregunta al poderosísimo asesor económico de la oficina del Presidente de EE.UU., el Sr. Lawrence Summers, “¿por qué el Estado no le presta dinero directamente a la gente y a las empresas en lugar de hacerlo a través de los bancos?”. El Sr. Summers le respondió que el sector privado es más eficiente que el publico, a lo cual el chico, muy avispado él, le preguntó de nuevo “Pero si son tan eficientes, ¿por qué han creado el problema que han creado, y por qué el estado ahora tiene que salvarlos?”. El Sr. Summers, que había recibido millones de dólares de los bancos como su asesor antes de tener el cargo público que tiene ahora, no pudo contestarle. Este intercambio refleja el grado de descrédito y desorientación del pensamiento liberal. Podemos ver estos días a economistas ultraliberales que fueron los arquitectos de la desregulación de la banca (permitiéndoles que no tuvieran frenos en su comportamiento especulativo), tales como el Sr. Greenspan, el gobernador del Banco Central Estadounidense (The Federal Reserve Board), que están pidiendo la nacionalización de la banca, es decir, pidiendo que el estado controle la banca, mejore su eficiencia, compre y venda a precios subvencionados las hipotecas basura y otros productos tóxicos, y luego –sí, siempre hay un después- la privatice de nuevo. El chico de 14 años hubiera preguntado: ¿y por qué, si el Estado lo hace mejor y así lo reconocen cuando le piden que sanee la banca, no continúa controlando directamente el crédito, y continúa con una banca pública?
Lo que los economistas conservadores y liberales (y algunos confusos economistas en los partidos de centro izquierda) están pidiendo es que el Estado (que quiere decir, los ciudadanos) socialice las pérdidas para que la banca continúe sus ganancias. Como dijo un dirigente sindical estadounidense, “estamos viendo el socialismo para los ricos y el capitalismo duro para todos los demás.
Los costes no sólo sociales y económicos de estas políticas privatizadoras del crédito, así como la privatización de los bancos públicos, han sido elevados. Durante el periodo 1945-1970, la época de mayor crecimiento económico del mundo, el Estado era en la mayoría de países la entidad responsable de garantizar el crédito, en gran parte, a través de la Banca pública. Fue en la época neoliberal durante la mal llamada liberalización del capital financiero (en que se privatizó el crédito y se dio plena autonomía a los bancos públicos centrales), que el crecimiento económico descendió siendo menor que en el periodo 1945-1970. (Ver Navarro, V. Globalización, Neoliberalismo y Estado del Bienestar. Ariel Económica. 2002).
La crisis económica
La escasez de crédito determina un descenso de la actividad económica, Pero esta ralentización económica antecede la crisis financiera. La mayoría de personas de nuestras sociedades consiguen el dinero para poder comprar lo que necesitan y desean a través del salario. El gran secreto de los últimos treinta años es que el salario horario de los trabajadores de la manufactura (los mejor pagados y que se convierten en el punto de referencia para el nivel salarial de un país) ha ido descendiendo en la mayoría de los países ricos (la OECD). No se ha notado en las familias porque el número de horas trabajadas ha aumentado. Y el número de miembros que trabaja en las familias también ha aumentado (la entrada masiva de la mujer en el mercado de trabajo es el fenómeno social más importante de este periodo). Así y todo llegó un momento que ni con estos cambios podían las familias mantener su standard de vida. Para mantenerlo, debieron endeudarse.
Y los que se beneficiaron de este endeudamiento eran principalmente los bancos y las cajas. Ahora bien, incluso así, llegó un momento en que ya no pudieron endeudarse más, en parte porque la oferta de crédito disminuyó (por las causas citadas anteriormente) y, más importante, porque no podían pagar las deudas. La mayoría tenía dificultades para llegar a fin de mes. Esta es la causa del problema que se llama falta de demanda. La gente no compra porque no tiene dinero. Y la economía se para.
Las posibles soluciones
Las soluciones son varias y se repiten cada vez que la economía entra en recesión. En EE.UU., el primero en desarrollar medidas de estímulo de la economía fue el Presidente Roosevelt, y el último el Presidente Obama. El Estado es el primer responsable de estimular la economía para que ésta crezca y cree empleo. Ahora bien, esto puede hacerse de dos maneras. Una, preferida por economistas conservadores y liberales, es bajando los impuestos y dando dinero directamente a la gente. (Los 400 dólares y euros que Bush y Zapatero dieron a la ciudadanía). Ahora bien, tales medidas de estímulo tienen un impacto estimulante muy reducido, pues la mayoría de la población, que está enormemente endeudada, suele utilizar este dinero más para pagar sus deudas que para consumir e incrementar la demanda. La evidencia de ello es abrumadora. Dos terceras partes de la población estadounidense utilizó el dinero obtenido en las transferencias de 400 dólares del gobierno Bush para pagar sus deudas. El otro problema de estas transferencias es que el incremento de la demanda puede estimular la economía del país productor de los productos consumidos que puede no ser el que recibe las transferencias. Durante la Gran Depresión, el 92% del consumo estimulado por las transferencias públicas al ciudadano estadounidense se hizo en productos fabricados en EE.UU. Hoy tal porcentaje es sólo del 52%.
La otra medida para estimular la economía a fin de que se cree empleo es que el Estado desarrolle políticas públicas para crear empleo directamente, a través del desarrollo de obras públicas o expansión de los servicios públicos. El Presidente Roosevelt expandió enormemente el gasto público y gran parte de esta expansión fue para desarrollar la infraestructura física, humana y social del país que todavía existe en EE.UU. y que se conoce como el New Deal. El Presidente Obama, en su propuesta de presupuesto federal (debatido ahora en el Congreso) invierte grandes cantidades para corregir el enorme déficit de infraestructuras existente en aquel país, además de invertir en las energías renovables y otras inversiones de carácter ecologista. Otro capítulo de gasto público muy importante del presupuesto Obama ha sido en los servicios públicos del estado del bienestar, tales como sanidad y educación y servicios sociales.
La crisis como oportunidad
Esta expansión del gasto público puede verse como una inversión provisional para resolver la crisis. Un artículo característico de este enfoque es el del economista Carlos Losada, director de ESADE, un centro de estudios empresariales en Cataluña, en el diario El País (16.04.09), que en su artículo “Hace falta coraje” ve este crecimiento del gasto como provisional, de manera que cuando la economía se recupere, el gasto volverá a descender y las inversiones dejarán de realizarse. Otra visión distinta, sin embargo, es la que se presenta en el presupuesto de la administración Obama, que utiliza la crisis como una oportunidad para desarrollar el programa que su administración desea y que sería de difícil aprobación por los establishments económicos y financieros estadounidenses en tiempos normales. Como dijo el economista Jared Bernstein, que había sido co-director del Economic Policy Institute (un centro de estudios económicos próximos a los sindicatos estadounidenses) antes de incorporarse a la Administración Obama como director de la oficina económica del Vicepresidente Joe Biden, sería un error de dimensiones históricas no aprovechar esta oportunidad única de la crisis para desarrollar el programa que las fuerzas progresistas han deseado por tanto tiempo”. De ahí que sea comprensible la fuerte oposición del Partido Republicano al presupuesto de la Administración Obama. Tienen gran temor de que el desarrollo de tal programa (que es muy popular) pudiera asegurar el gobierno al Partido Demócrata por muchos años, de manera semejante a como el New Deal del presidente Roosevelt garantizó el dominio del Partido Demócrata en el gobierno (ejecutivo y legislativo) por varias décadas.
Tal visión no ha existido hasta ahora en el gobierno socialista español. En realidad, las fuerzas conservadoras y liberales (lideradas, en parte, por el Banco de España y por la CEOE) están aprovechando la crisis para promover las políticas públicas que han presionado durante años, proponiendo una mayor reducción del gasto público, una mayor desregulación de los mercados laborales y una menor carga impositiva para las rentas del capital.
¿Cómo se debería pagar el estímulo económico?
Tal estímulo debieran pagarlo aquellos que se beneficiaron intensamente de las políticas liberales que les produjeron unos beneficios exuberantes. El Presidente Obama lo está haciéndolo en parte, incrementando el impuesto de los ricos, el 3% de la población con renta superior (por encima de 250.000 dólares al año), y gastando este dinero en sanidad y educación, medida enormemente popular que explica el amplio apoyo de la población al Presidente Obama. En España, otra medida, debería ser la corrección del fraude fiscal que alcanza la cifra del 10% del PIB. Deberían aumentarse también los impuestos de las clases pudientes, corrigiendo las enormes desigualdades que existen en nuestro país. España es uno de los países, junto con EE.UU. y Gran Bretaña, que tiene mayores desigualdades de renta en los países desarrollados. El Presidente Obama está intentando reducir aquellas desigualdades, gravando más a los grupos más pudientes. No ha habido tal intento por parte del gobierno Zapatero.
Otra manera de pagar la expansión, sería a base de aumentar el déficit del estado. Ahí es importante aclarar que no todo déficit público estimula la economía. Si el crecimiento del déficit se debe primordialmente (como es, en parte, el caso español) a que los ingresos al Estado han disminuido, entonces no se añade más dinero a la economía y el impacto estimulante es menor. Ni que decir tiene que si el gasto público también disminuyera y los impuestos bajaran más (que es lo que las derechas en España –el PP- y en Cataluña CIU proponen) el efecto estimulante sería incluso negativo, desacelerando la economía de una manera muy marcada. Tales recetas de la derecha económica son una nota de suicidio económico.
Otra medida muy importante de estímulo a la economía es el crecimiento de los salarios. Así el Presidente Roosevelt aprobó la Ley Wagner Act que estableció los sindicatos en EE.UU., facilitando así la presión de los trabajadores para conseguir mayores salarios. El Presidente Obama, ahora, está apoyando la propuesta de los sindicatos para reforzar la sindicalización en aquel país. En la Unión Europea, sin embargo, la mayoría de gobiernos conservadores y liberales están pidiendo una congelación salarial, una política profundamente errónea que entorpecerá la recuperación económica. En realidad, la causa profunda de la recesión-depresión mundial es, tal como he documentado en otro texto, la polarización de las rentas a nivel mundial y en cada país. La enorme exuberancia de las rentas del capital (que se invirtieron en actividades especulativas) se ha hecho a costa de las rentas del trabajo que al descender crearon el problema de la falta de demanda.
¿Cómo están respondiendo los gobiernos a la crisis?
Para saber el tamaño del estímulo económico, no pueden sumarse todos los gastos (gastos para ayudar a la banca, gastos para reducir los impuestos, gastos para crear puentes y gastos para la santidad y la educación) en el mismo capítulo y presentarlos como el esfuerzo que hace un país para estimular la economía. Esto es lo que hacen los medios y esto es lo que dicen los gobiernos y la Unión Europea, mezclando naranjas con plátanos y contándolo todo como si fueran nueces. Así, cuando el Sr. Barroso, Presidente de la Comisión Europea, dijo que la Unión Europea está haciendo un esfuerzo estimulante sin precedentes semejante al de EE.UU., con un aumento del gasto equivalente al 3,3% del PIB europeo, él estaba haciendo esto. De ahí que el Sr. P.N. Rasmussen, Presidente del Partido Socialista Europeo, le criticara, con razón, diciendo que estaba manipulando los datos. “Sr. Barroso –le dijo Rasmussen- no es cierto que la Unión Europea haya programado un plan de relanzamiento económico del 3,3% del PIB. Estímulo quiere decir nuevos fondos para estimular la economía y crear empleo. En realidad, sólo un 1,1% del PIB va a este fin”.
El estímulo económico
Veamos ahora qué ocurre en España. La Organización Internacional del Trabajo acaba de publicar un excelente informe The Finance and Economic Crisis: A Decent ­­­­­­­­­­Work Response (que como siempre ha pasado desapercibido en la mayoría de medios españoles que están sumergidos en la cultura económica liberal) que desagrega los distintos elementos del gasto público destinado por los gobiernos a estimular la economía, analizando su impacto estimulante. China es el país que está invirtiendo más en estimular su economía (13,5% del PIB); en EE.UU. es un 5,5% y en España un 0,8% del PIB, uno de los más bajos de la UE (¡y la derecha lo quiere bajar todavía más!), e Italia (donde acabamos de ver enormes protestas populares) es incluso más bajo (0,3%). Este tipo de gasto (que el informe define como estímulo fiscal) es distinto al gasto que los gobiernos hacen en ayuda a la banca. Y aquí vemos que España, que es uno de los países que gasta menos en estímulo fiscal es de los que se gasta más en ayuda a la banca y cajas (14% del PIB). En realidad, España se gasta en términos porcentuales en ayuda a la banca más que EE.UU. (5,1% del PIB). Alemania, Francia y Gran Bretaña se gastan más que España: el 19,8%, 19% y 28,6% respectivamente. Ello corresponde al enorme poder que el capital financiero tiene en estos países. La Administración Obama se gasta más en estímulo fiscal (5,8% del PIB) que en ayuda a los bancos (5,1%).
Igualmente interesante es ver como los países se gastan su estímulo fiscal. Las cuatro categorías mayores son en infraestructuras físicas o sociales. China, EE.UU., Japón y Portugal son los países que han incrementado más el gasto en tales infraestructuras. No así en España, que ha dedicado más a la categoría de Transferencias a los consumidores a través de la reducción de impuestos y transferencias a grupos vulnerables. La otra categoría es ayudas fiscales a las empresas como por ejemplo ayudas a la industria. Una última categoría es ayuda a los municipios con el objetivo explícito de crear empleo. Aquí España, junto con EE.UU. y Francia, aparecen a la cabeza de la lista aún cuando las cantidades en España son menores. Sería de desear que España invirtiera mucho más de lo que hace en estas y otras estructuras, incluyendo en las áreas sociales que son en España muy deficitarias. España continúa hoy siendo el país con un gasto público social por habitante más bajo de la UE-15. No ha habido conciencia en el equipo económico del gobierno socialista de que el estado del bienestar es una inversión de gran rentabilidad y estímulo económico.

Vicenç Navarro, Consejo Científico de Attac.

Fuente: Rebelion

martes, 21 de abril de 2009

Un infierno

El segundo estado más pequeño de Estados Unidos, Delaware, ofrece una serie de interesantes beneficios para las empresas radicadas en su territorio, como no cobrar impuestos a las ganancias a las empresas por las actividades que realizan fuera de sus “fronteras”. Viven menos de 900.000 personas pero más de la mitad de las empresas que cotizan en la Bolsa de Nueva York están radicadas allí. Un solo edificio en el microcentro de Wilmington, la ciudad más grande, es el domicilio legal de más de 200.000 compañías norteamericanas como Coca-Cola, Ford, General Motors y American Airlines. El 83 por ciento de las empresas estadounidenses más grandes tienen subsidiarias en paraísos fiscales. En las Islas Caimán hay otro edificio que supuestamente alberga 12 mil empresas basadas en los Estados Unidos. “Ese debe ser el edificio más grande del mundo o la mayor estafa impositiva de la historia, y nosotros sabemos cuál es”, declaró el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, sin mencionar lo que pasa en Delaware, a tan sólo 162 kilómetros de la Casa Blanca. Su vicepresidente, Joe Biden, fue senador por ese estado.

En la Premier League, el torneo de fútbol de primera de Inglaterra, más de un tercio de los equipos están controlados por empresas radicadas en jurisdicciones off-shore. Kop Football Company, la dueña del Liverpool donde juega Javier Mascherano, tiene su domicilio en las Islas Caimán. El mayor accionista del Everton posee sus títulos a través de una compañía de las Islas Vírgenes. Allí también están situadas las empresas del multimillonario egipcio, Mohammed Al Fayed, a través de las que controla al Fulham y al Portsmouth.

La mayoría de los bancos que operan en Argentina son, en parte, propiedad de empresas con el mismo nombre radicadas en paraísos y tienen filiales en Uruguay o alguna isla caribeña para facilitar los movimientos irregulares de sus grandes clientes. Las multinacionales tienen cuentas y subsidiarias fantasma dispersas en varios refugios para derivar utilidades sin pagar impuestos y realizar todo tipo de maniobras que requieran ser cubiertas. Los paraísos fiscales son una fuente inagotable de elusión, evasión y ocultamiento de operaciones poco transparentes de grandes inversores particulares, empresas y bancos.

La crisis internacional y la necesidad de re-regular el sistema financiero volvieron a poner a los paraísos fiscales en el centro de atención. Estas jurisdicciones se caracterizan por la ausencia de impuestos (o tasas muy bajas), ofrecer secreto bancario y poseer regulaciones laxas. La actividad de los refugios está asociada con la evasión tributaria, las maniobras para ocultar flujos de ingresos y riquezas, el narcotráfico, la venta ilegal de armas y la corrupción. Además, funcionan como un instrumento fundamental en la fuga de capitales de las economías periféricas como Argentina. Sin hacer muchas preguntas y asegurando el anonimato, los bancos permiten blanquear el dinero y recircularlo.

La organización inglesa Tax Justice Network (TJN) estima que “custodian” alrededor de 11,5 billones de dólares irregulares. “Los paraísos fiscales permiten que las grandes empresas y los ricos aprovechen los beneficios dentro de las fronteras de los países, y utilicen el mundo off-shore para escapar de sus responsabilidades de pagar por ellos. Los refugios profundizan la desigualdad y la pobreza, corroen la democracia, distorsionan los mercados, aceleran la fuga de capitales desde los países pobres y promueven la corrupción”, sentencia TJN.

Los países en desarrollo experimentan una salida de fondos hacia estos destinos que supera los 500.000 millones anuales, perdiendo de recaudar miles de millones de impuestos cada año. Las estimaciones varían y en 2006, según los cálculos de Global Finance Integrity, se fugaron de esas economías entre 858 mil millones y 1 billón de dólares. Los principales responsables de ese drenaje son las empresas multinacionales y los sectores acaudalados a través de mecanismos “legales”.

El paraíso más popular del mundo es Hong Kong, región administrativa especial de China. Los puestos siguientes los ocupan las Islas Caimán, Singapur, Suiza, Luxemburgo, Bermudas, las Islas Vírgenes británicas, Jersey, Mauricio, Bahamas, Guersney, la Isla de Man, Panamá, Costa Rica y las Antillas Holandesas.

El comunicado final de la reunión del G-20 sentenció el fin de la era del secreto bancario y amenazó con sancionar a aquellos que no cumplieran con los estándares internacionales de cooperación en materia impositiva. Los “avances” alcanzados resultan insignificantes para los países de la periferia, que para poder controlar las salidas de capitales y la evasión impositiva a través de estos refugios necesitan que el intercambio de información entre países sea automático y sin demoras.

El mundo off-shore es señalado como uno de los responsables de la actual crisis. Estas jurisdicciones crean opacidad en el desregulado sistema financiero. Los paraísos fiscales permiten que las compañías transnacionales transfieran utilidades sin pagar los impuestos correspondientes. Mediante la creación de empresas fantasma radicadas en estas jurisdicciones pueden crear posiciones monopólicas ocultas. Para el exterior las firmas parecen desconectadas, pero en realidad coinciden con las grandes corporaciones. Algunos especialistas señalan que la capacidad de los paraísos fiscales para crear incertidumbre sobre qué pertenece a quién colaboró en el estallido de la crisis. Richard Murphy y John Cristensen, de TJN, señalan que “para asegurar calificaciones crediticias más elevadas se utilizaron subsidiarias off-shore para aislar la propiedad de algunos vehículos financieros de sus empresas on-shore”. Además, los servicios de los bancos facilitan a las empresas transnacionales los aceitados canales de pago de coimas casi sin dejar rastros.

La lista negra

Presionada por algunos miembros del G-20, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) dio a conocer una lista de paraísos horas después de la publicación del comunicado final de la cumbre. En menos de una semana se vació la lista negra. Los pocos países que no cooperaban (Uruguay, Costa Rica, Malasia y Filipinas) se movieron rápido, firmaron los papeles necesarios y pasaron a formar parte del grupo intermedio, los que suscriben los estándares internacionales pero no los implementan. Otros refugios fiscales protagonistas de varias películas de Hollywood consiguieron cerrar los convenios algunos días antes de la cumbre del G-20 y fueron colocadas en la lista gris evitando el “escrache” y la posibilidad de ser sancionados.

Firmando tan sólo doce Acuerdos de Intercambio de Información Impositiva (TIEA, por sus siglas en inglés), los refugios fiscales lograron pasar al grupo de jurisdicciones que implementan los estándares internacionales. En una clara muestra de solidaridad corporativa, varios convenios bilaterales se rubrican entre dos paraísos. Otra estrategia para juntar los tratados necesarios es firmarlos con lugares como Groenlandia o las Islas Faroe, como hicieron las Islas Caimán el día anterior a la publicación de las listas, de donde es casi imposible que surjan pedidos de información. La facilidad para cambiar de tonalidades en esa lista deja en descubierto la laxitud de las reglamentaciones OCDE, las enormes dificultades que existen para solicitar información bajo estos acuerdos y la facilidad con la que son rechazados esos pedidos por los paraísos fiscales que, en teoría, cooperan.

Un informe reciente de TJN señala que “existen entre 50 y 72 refugios y más de 100 países con los que podrían negociar acuerdos. Pero a marzo de 2009 sólo se firmaron 49 TIEA entre países de la OCDE y estas jurisdicciones, y sólo 18 entraron en vigencia. Estos acuerdos no funcionan para los países en desarrollo”. Lee Sheppard, abogada experta en temas tributarios, asegura que “los estándares para el intercambio de información de la OCDE no valen nada. El intercambio es esporádico, difícil y limitado, incluso en las mejores circunstancias. Cuando se solicitan datos a un paraíso bancario, el intercambio es casi imposible”.

La isla de Jersey, dependencia de la Corona británica ubicada en el Canal de la Mancha, al sur de Inglaterra, es un popular refugio fiscal pero no entra en la lista de “paraísos” que elaboró la OCDE gracias a una serie de acuerdos bilaterales que firmó en los últimos meses. “Estamos encantados de que la cumbre del G-20 haya confirmado que Jersey está entre las principales jurisdicciones que cumplen con los más altos estándares de transparencia y regulación. Esto demuestra que la isla no es un paraíso fiscal”, se congratuló la semana pasada el responsable de las finanzas de la isla y antiguo directivo del HSBC, Geoff Cook. La isla tiene alrededor de 92 mil habitantes, y el sector financiero representa cerca del 60 por ciento del PIB, el resto se lo reparten entre el turismo y la agricultura. Barclays, BBVA, BNP, Citibank, Deutsche, HSBC, UBS, Lloyds, Standard y JP Morgan son algunos de los bancos internacionales que tienen filiales en los 118 kilómetros cuadrados de la isla.

En noviembre de 2001, las autoridades de la isla establecieron un TIEA con Estados Unidos. Desde ese momento, la principal potencia mundial sólo obtuvo respuesta en cinco de sus pedidos de información a la pequeña dependencia británica. “No queda claro cómo se benefician de este proceso los países en desarrollo. No existe ningún signo de que la isla esté dispuesta a firmar acuerdos con algún país en desarrollo. Aun cuando esto suceda, casi no hay posibilidad de que el país solicitante pueda elaborar un caso en el nivel de detalle necesario para que el intercambio de información sea posible. El intercambio automático y multilateral de información resolvería esta situación”, sostiene Richard Murphy.

Argentina y Uruguay

El especialista en cuestiones fiscales del Cefid-Ar, Jorge Gaggero, considera que la respuesta es eliminar los refugios fiscales. Si bien es un proceso que no puede suceder de manera inmediata, el economista advierte que los “avances” que se dieron tras la reunión del G-20 no mueven el amperímetro de los países en desarrollo como Argentina. “Si los pedidos de información, y las respuestas, no funcionan automática y masivamente, los paraísos continúan actuando sin problemas y siguen la fuga y la evasión impositiva. Las listas y los acuerdos de cooperación son eficaces para ciertos temas puntuales que interesan a los países centrales, como controlar el financiamiento al terrorismo y el narcotráfico, pero es cosmético para nuestros países”, explicó. Las diferentes jurisdicciones suscriben los acuerdos, aseguran que quieren cooperar, pero hasta que los implementan pueden llegar a pasar más de 9 años, como son los casos de las Bermudas, Antillas Holandesas y San Marino, que se comprometieron en el 2000 pero todavía no aplican los laxos estándares de la OCDE. Además, incluso aplicándolos, los países pueden poner requisitos para compartir la información, como lo hizo Uruguay.

El gobierno de la banda oriental se aseguró salir de la “lista negra”, pero informó que levantaría el secreto bancario -que rige desde 1982- cuando exista un Tratado de Doble Tributación (DTA) bilateral con el país solicitante. Los DTA buscan evitar la doble imposición e impulsar la inversión extranjera. Al momento de pagar impuestos, estos acuerdos favorecen al país de origen, que es quien tiene el derecho de recaudarlos, y no al lugar donde efectivamente se realiza la actividad económica. El director de la Asesoría Tributaria del Ministerio de Economía y Finanzas uruguaya, David Eibe, reconoció “que una negociación de este tipo en el actual contexto del Mercosur no parece adecuada. Uruguay va a elegir con qué Estados celebra esos acuerdos. Serán aquellos países con los cuales tiene interés en generar un clima de inversión”.

El 90 por ciento de los depósitos en moneda extranjera del sistema bancario uruguayo son argentinos. El país vecino tampoco proporciona información catastral de Punta del Este y permite el uso de sociedades pantalla por parte de empresas y personas jurídicas residentes en la Argentina que buscan evitar las cargas fiscales locales. Gaggero advierte que en los últimos años no se registraron acciones relevantes del Estado nacional para “forzar los límites informativos e institucionales que genera una situación de tanta debilidad y peligrosidad que erosiona la situación fiscal”. La Dirección de Cuentas Internacionales calcula que los fondos argentinos en el exterior superan los 140 mil millones. La mayor parte de ese dinero no paga impuestos.

Tomás Lukin - Página 12

martes, 14 de abril de 2009

Tras la tormenta mediática del G-20

Transcurrida la tormenta mediática que desató la reciente cumbre del G-20 cabe concluir sobre su significado y alcance: no pasará a la historia por su afán de replantear, sino de reanimar, el capitalismo financiero imperante. Pero difícilmente cabía esperar que un grupo informal de países ricos o recientemente enriquecidos por el último auge fuera a hacer otra cosa.

No se sostiene el empeño de magnificar la trascendencia histórica de la reunión equiparándola con la de Bretton Wood, que sentó las bases del vigente sistema monetario internacional, en la postguerra mundial. La última reunión del G-20 no ha sentado las bases institucionales de ningún nuevo sistema, sino que ha tratado de revitalizar el antiguo. No ha creado nuevas instituciones, sino potenciado las ya existentes. Lo único verdaderamente histórico de esa reunión es el astronómico importe de las ayudas públicas comprometidas para favorecer, caiga quien caiga, el repunte de la actividad económica.

Jamás se había coordinado un plan de salvamento tan intenso, en el que el G-20 sumó un billón de dólares de dinero público a los cuatro millones ya comprometidos por distintos países. Esta decisión fuerte y resolutiva, se aderezó con otras más débiles e imprecisas de cara a la galería. Se echó carnaza a la opinión pública amagando, sin golpear, sobre dos temas altamente impopulares: las elevadas retribuciones de los ejecutivos y la existencia de los paraísos fiscales. A la vez que se prometía aumentar la regulación y la transparencia de los instrumentos, los mercados y las entidades financieras “de importancia sistémica”, encargando y reforzando para ello a las dos entidades que habían fracasado hasta ahora en hacer realidad esta promesa: el Fondo Monetario internacional y el Foro (ahora llamado Consejo) para la Estabilidad Financiera, otorgando al discurso internacional sobre las medidas de fondo un tono más ceremonial que real.

Con todo, la pasada Cumbre ha aclarado sin pretenderlo varios aspectos. El hecho de que el propio documento del G-20 afirme la voluntad de “regular y vigilar… por primera vez, los fondos especulativos de importancia sistémica”, tiene la virtud de aclarar que antes ¡¡¡no se regulaban ni vigilaban!!!, a la vez que surge la duda de lo que se entenderá por “importancia sistémica”. Por otra parte, la dureza de la represión policial de los movimientos alternativos evidencia la naturaleza exclusiva, no inclusiva, del propio G-20. Este grupo informal resultó de incorporar al elitista G-7 algunos de los países que habían ganado en poder y peso económico, que han conseguido ahora mayor presencia en los foros financieros internacionales.

El nuevo sistema no podría salir del G-7 y tampoco del G-20, pese a haberse sentado en él a Rodríguez Zapatero. La creación de un nuevo sistema monetario internacional tendría que surgir de un foro mucho más amplio e integrador y no de un foro que excluye la presencia de los desfavorecidos y críticos del sistema actual. La inhibición de las Naciones Unidas en estos temas y el protagonismo del G-20 apuntan más, como decimos, a reanimar que a cambiar el capitalismo financiero imperante.

José Manuel Naredo.

Fuente: Público

jueves, 9 de abril de 2009

El gran circo de Londres

Meses atrás la formidable maquinaria propagandística del imperio alimentaba la ilusión de que la reunión del G-20 en Londres le daría la estocada final a la crisis. Sin embargo, a medida que se acercaba la fecha comenzaron a oírse voces discordantes. Nicolas Sarkozy y Angela Merkel lanzaron baldes de agua fría sobre el inminente cónclave y el anfitrión, el “progresista” británico Gordon Brown, aconsejó bajar las expectativas al paso que un número creciente de economistas críticos e historiadores advertían sobre lo fútil de la tentativa. Pese a ello los ilusionistas y malabaristas del sistema no dejaron de ensalzar la reunión de Londres y tratar de que las tibias medidas que allí se adoptasen fuesen interpretadas por el público como propuestas sensatas y efectivas para resolver la crisis.

Como era de esperar, poco y nada concreto salió de la reunión. Y esto por varias razones:

Primero, porque lo que con arrogancia e ignorancia inauditas algunos caracterizaron como Bretton Woods II ni siquiera se planteó la pregunta fundamental: ¿reformar para qué, con qué objeto? Al soslayarse el tema por omisión quedó establecido que el objetivo de las reformas no sería otro que el de volver a la situación anterior a la crisis. Esto supone que lo que la causó no fueron las contradicciones inherentes al sistema capitalista sino aquella “exuberante irracionalidad de los mercados” de la que se lamentaba Alan Greenspan, sin percatarse que el capitalismo es por naturaleza exuberantemente irracional y que esto no se debe a un defecto psicológico de los agentes económicos sino que tiene sus fundamentos en la esencia misma del modo de producción.

Segundo: dado lo anterior no sorprende comprobar que el G-20 haya decidido fortalecer el papel del FMI para liderar los esfuerzos de la recuperación, siendo el principal autor intelectual de la crisis actual. El FMI ha sido, y continúa siendo, el principal vehículo ideológico y político para la imposición del neoliberalismo a escala planetaria. Es una tecnocracia perversa e inmoral que percibe honorarios exorbitantes (¡exentos del pago de impuestos!) y cuya pobreza intelectual la resumió muy bien Joseph Stiglitz cuando dijo que el FMI está poblado por “economistas de tercera formados en universidades de primera.” ¿Y de la mano de estos aprendices de brujos se piensa salir de la crisis más grave del sistema capitalista en toda su historia? No hay en esto un ápice de exageración: esta crisis es la manifestación externa de varias otras que irrumpen por primera vez: crisis energética, medioambiental, hídrica. Nada de esto había en la depresión de 1873-1896 o en la Gran Depresión de los años treinta. En su entrelazamiento estas crisis plantean un desafío de inéditas proporciones, frente al cual las recetas del FMI no harán sino profundizar los problemas hasta extremos insospechados.

Tercero: dada esta situación el tema es demasiado grave para dejarlo en manos del G-20 y sus “expertos”. Por eso el presidente de la Asamblea General de la ONU, Miguel D’Escoto, dijo que lo que se necesitaba no era un G-20 sino un G-192, una cumbre de todos los países, y la convocó para Junio de este año. El G-20 trata de cooptar a varios países del Sur con la esperanza de robustecer el consenso para una estrategia gatopardista de “salida capitalista a la crisis del capitalismo”: cambiar algo para que nada cambie. Pero no hay posibilidad alguna de capear este temporal apelando a las recetas del FMI, y los países invitados a Londres, entre ellos la Argentina, lo mejor que podrían hacer es denunciar con serenidad pero con firmeza la inanidad de las medidas allí adoptadas y que dentro del capitalismo no habrá solución para nuestros pueblos ni para las amenazas que se ciernen sobre todas las formas de vida del planeta Tierra.

Atilio A. Boron - ALAI, América Latina en Movimiento

martes, 7 de abril de 2009

G-20: Su agenda y la nuestra

Si algo ha caracterizado a la reciente Cumbre del G-20 en Londres es la grandilocuencia de las declaraciones de sus protagonistas, empeñados en dar trascendencia histórica a sus decisiones y en buscar frases de impacto. Pero ¿qué hay detrás de los acuerdos anunciados y de las políticas seguidas por los gobiernos desde el estallido de la crisis? En palabras del respetado geógrafo David Harvey, “lo que están intentando hacer es reinventar el mismo sistema(…). El razonamiento fundamental que se están planteando es ¿cómo podemos reconstituir el mismo tipo de capitalismo que hemos tenido en los últimos 30 años en una forma ligeramente más regulada y benevolente?”.

Los acuerdos de la Cumbre profundizan las políticas hasta ahora adoptadas por sus integrantes para hacer frente a la situación. La declaración final mantiene el compromiso del G-20 con las bases del modelo de globalización neoliberal y sus instituciones. Se reafirma la necesidad de seguir impulsando la liberalización del comercio mundial y las inversiones en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y de evitar medidas que limiten la circulación de capitales.
Se señala la necesidad de dar un nuevo protagonismo al Fondo Monetario Internacional (FMI), receptor de la anunciada inyección de 500.000 millones de dólares. Esto supone el enésimo intento de restablecer la credibilidad y las funciones de uno de los símbolos y pilares institucionales del actual modelo de globalización. Reforzar el rol del FMI, en el ojo del huracán desde su nefasto papel en la crisis financiera asiática de 1997, es toda una declaración de intenciones.

En el terreno del sistema financiero, los acuerdos anunciados están lejos de suponer cambios estructurales, a pesar del anuncio de más medidas regulatorias y de control que buscan evitar los desmanes recientes. Los rescates a entidades financieras continuarán como hasta ahora. La retórica y la presión contra los paraísos fiscales se endurece, pero no se anuncian medidas concretas en dirección a su desaparición efectiva. Tampoco hay propuestas claras referentes a la regulación de los salarios de los directivos de las grandes empresas. Más allá de algunas medidas que puedan paliar la indignación popular ante situaciones escandalosas, lo cierto es que no se vislumbra ningún cambio sustancial de la dinámica que ha comportado la explosión por arriba de las remuneraciones de los altos cargos y el aumento espectacular del diferencial entre sus salarios y los de los trabajadores medios.
En definitiva, como señalan Éric Toussaint y Damien Millet, miembros del Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM), los acuerdos de la cumbre representan “un pequeño retoque de pintura en un planeta en ruinas (…). El G-20 vigilará para que se preserve lo esencial de la lógica neoliberal. Los principios son de nuevo apuntalados, aunque su fracaso esté claro”.

El sentido de las políticas de los principales gobiernos del mundo es claro: hacer pagar el coste de la crisis a los sectores populares e intentar apuntalar el modelo actual con tímidas reformas que aseguren su viabilidad. Frente a ello es necesario plantear otra agenda portadora de una lógica de ruptura con el actual orden de cosas. “Cambiar el mundo de base”, como reza la conocida estrofa de la Internacional, aparece hoy como más necesario que nunca. La declaración de la asamblea de los movimientos sociales aprobada en el pasado Foro Social Mundial de Belém traza lo que pueden ser las líneas maestras de una agenda alternativa de salida a la crisis sistémica contemporánea: “Tenemos que luchar, impulsando la más amplia movilización popular, por una serie de medidas urgentes como: la nacionalización de la banca sin indemnización y bajo control social; reducción del tiempo de trabajo sin reducción del salario; medidas para garantizar la soberanía alimentaria y energética; poner fin a las guerras, retirar las tropas de ocupación y desmantelar las bases militares extranjeras; reconocer la soberanía y autonomía de los pueblos, garantizando el derecho a la autodeterminación; garantizar el derecho a la tierra, territorio, trabajo, educación y salud para todas y todos; democratizar los medios de comunicación y de conocimiento”.

Es el momento de profundizar y radicalizar las alternativas, en el sentido de ir a la raíz de los problemas, de apuntar hacia el “núcleo duro” del actual sistema económico y no de conformarse con retoques cosméticos, la “moralización” del capitalismo o, simplemente, la domesticación de sus excesos neoliberales. Así ha quedado patente en las demandas de las manifestaciones celebradas en Londres y en todo el mundo en el marco de la Semana de Acción Global acordada en Belém.
Aunque Gordon Brown afirmara en vísperas de la Cumbre haber entendido el mensaje de los manifestantes en Londres, en realidad, entre las políticas del G-20 y las demandas expresadas en las movilizaciones se enfrentan dos lógicas irreconciliables. En palabras de Daniel Bensaïd: “La del beneficio a cualquier precio, el cálculo egoísta, la propiedad privada, la desigualdad, la competencia de todos contra todos, y la del servicio público, los bienes comunes de la humanidad, la apropiación social, la igualdad y la solidaridad”. Para nosotros la elección es clara.

Josep María Antentas es Profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona

Esther Vivas es Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS)-Universidad Pompeu Fabra

Fuente: Público

Informativo Attac-Tv.


Informativo Attac-TV
Comunicado de Attac sobre la reunión del G20
http://www.vimeo.com/4031196

"Cambiar por fuera para que nada cambie".
Las comisiones de Attac España elaboran un comunicado sobre la cumbre del G20 en Londres.

sábado, 4 de abril de 2009

El nuevo capitalismo

Los líderes del mundo iban a refundar el capitalismo en Londres pero todavía no sabemos si el resultado del parto ha sido niño o niña aunque los padres de la criatura parecen satisfechos. Hasta ahora no había importado que un 10% poseyera el 85% de la riqueza mundial y hasta se consideraba natural que 100.000 personas murieran al día de hambre, pero han bastado la quiebra de unos bancos y que un tal Madoff estafara a un puñado de millonarios para certificar que la avaricia rompe el saco y que el sistema no tenía rostro humano pero sí mucha cara dura.

El nuevo orden que se pretende es, en realidad, una vuelta al viejo capitalismo, más regulado, cuando la plusvalía se obtenía en la producción porque no se habían inventado los hedge funds y los únicos paraísos que se conocían eran los tropicales. Lo imposible será acabar con la codicia porque, como explicaba Miguel Ángel Aguilar en Cinco Días, “forma parte de las propensiones de nuestro estado de naturaleza caída(…) Sólo cabe hacerla más difícil y penalizarla de manera más contundente. Disuadir por el escarmiento”.

De la cumbre sólo ha salido un cheque de un billón de dólares y una cuartilla con los nombres de los paraísos fiscales pero a Juan Cruz ambos detalles le parecían en RNE “la gran fe de erratas del capitalismo”. Sin embargo, en Londres nada se ha reescrito a fondo porque, como aseguraba Javier Neira en La Nueva España “el anunciado fin del capitalismo se vio que era pura fantasía”.

Podría afirmarse de hecho que si algo se ha cambiado es para que todo siga igual, en una revisada versión del Gatopardo. Por eso, a quienes piensan que otro mundo es posible y que la crisis debe abrir la puerta a la justicia se les ha seguido considerando unos vándalos salvajes. “La ventaja (del capitalismo) es que ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”, sostenía Joan Tapia también en la radio pública. El virus ha mutado antes de que la vacuna estuviera lista.

“Apocalipsis inventado”

“Esta crisis nunca podrá desprenderse de la infamante sombra de haber sido, en buena medida, un Apocalipsis inventado”. Tratándose de Arcadi Espada, es difícil saber que quiso decir ayer en El Mundo. ¿Son una farsa los parados, los desahuciados y los hambrientos? ¿No es tan fiero el león como lo pintan? ¿Sólo hemos dado un paso atrás para tomar impulso y joderle la frase a Fidel Castro? Ilumínanos.

Juan Carlos Escudier

Fuente:Público

viernes, 3 de abril de 2009

El G-20 y el Fondo Monetario Internacional

Uno de los temas de discusión en la reunión G-20 ha sido el papel que el Fondo Monetario Internacional (FMI) tiene que jugar en la resolución de la enorme crisis económica y financiera que el mundo está experimentando. Y una de las propuestas que se han aprobado ha sido incrementar sustancialmente los fondos disponibles a esta institución para poder ayudar a los países que se enfrentan a situaciones de gran stress financiero. En principio parecería que esta medida es positiva, pues un número creciente de países se encontrarán en esta situación. Y entre ellos los países llamados subdesarrollados serán los más necesitados.

Ahora bien, tal como ha señalado Mark Weisbrot del “Center for Economic and Policy Research de Washington”, esta medida podría ser un gran error a menos que el FMI cambiara sustancialmente el criterio que ha utilizado para distribuir tales fondos. Durante muchos años este criterio ha contribuido a empeorar la situación de los países que tal institución “ayudaba”. La lista de tales países es muy larga. Durante todos estos años de dominio del pensamiento económico liberal, el FMI (junto con el Banco Mundial) ha sido el instrumento de promoción de las políticas liberales que perjudicaron a aquellos países. Las recetas (aparecidas como criterios condicionantes de la supuesta ayuda) del FMI incluían la privatización de las empresas públicas, la desregulación de los mercados financieros, la eliminación de cualquier tipo de proteccionismo, y la priorización de la economía de los países subdesarrollados basada en las exportaciones en lugar del consumo doméstico (con el fin de conseguir las divisas con las cuales pagar la deuda de tales países a los centros financieros de los países desarrollados). Estas políticas públicas han sido sumamente negativas, creando un gran sufrimiento a las clases populares de aquellos países. Así, en Asia, tales políticas del FMI empeoraron la crisis financiera de Indonesia, Tailandia, Corea y Filipinas. En Europa las mismas políticas liberales perjudicaron enormemente el standard de vida de las clases populares de Rusia (la esperanza de vida de aquel país se redujo en ¡seis años!, como consecuencia de la aplicación de tales políticas). En América Latina, tales políticas hundieron todavía más la economía de Argentina y de otros países, lo cual explica el enorme rechazo hacia tales políticas por parte de la población, responsable del cambio de signo político en la mayoría de aquellos países donde tales políticas se llevaron a cabo. Es importante subrayar que estos países escarmentaron de aquella experiencia y nunca jamás han pedido “ayuda” de nuevo al FMI.

Estas prácticas liberales han continuado hasta hoy. Así, las famosas condiciones de “austeridad” (que es el lenguaje para llevar a cabo aquellas políticas) se han incluido en las “ayudas” a Pakistán, al Salvador y a los países del Este de Europa (que han visto ya varias protestas populares en contra del desarrollo de tales políticas). Es importante contrastar lo que el FMI ha estado exigiendo a los países subdesarrollados con lo que está ocurriendo en los países desarrollados, donde sus gobiernos -frente a la crisis económica- están aplicando políticas de carácter keynesiano (tales como la expansión del gasto público y el crecimiento de la demanda interna, con recuperación de medidas proteccionistas) opuestas a las políticas liberales. Cuando tal contraste de exigencias se señala al FMI, la respuesta de tal institución ha sido (al menos hasta hace poco) que lo que “podían hacer los países desarrollados no podían hacerlo los países subdesarrollados”. Argumentaba el FMI que las políticas expansivas en los países subdesarrollados empeorarían la situación, al crecer las importaciones que incrementaría la negatividad de su balance de pagos al no poder equilibrarse tal aumento con el aumento de exportaciones, consecuencia de la recesión internacional. Esta respuesta que el FMI daba en contra de las políticas expansivas en los países subdesarrollados asumía que tales países no debían disminuir las importaciones a base de medidas proteccionistas, las cuales estaban prohibidas en las condiciones impuestas por el FMI Tal postura en contra del proteccionismo era la madre del cordero, es decir, era el punto central de la política liberal del FMI. Es alentador que últimamente el FMI ha cambiado de políticas, pasando de defender la austeridad de gasto público (promovida por el anterior director del FMI, Rodrigo Rato, percibido ampliamente por la comunidad internacional como uno de los peores directores que ha tenido el FMI) a favorecer la expansión de tal gasto (bajo la dirección del nuevo director, Dominique Strauss-Kahn). Este cambio es positivo. Pero el FMI mantiene su fundamentalismo en contra de las políticas proteccionistas necesarias para permitir el desarrollo de aquellos países.

Como Stiglitz y muchos otros economistas han señalado, no ha habido ningún país en el mundo que haya roto con su subdesarrollo sin recurrir al proteccionismo. La evidencia de ello es abrumadora. Como ha mostrado elocuentemente Ha-joon Chang en su excelente libro “Bad Samaritans. The Myth of the Trade and the Secret History of Capitalism” (2007), lo que el “libre comercio” y la desregulación de los mercados comerciales y financieros ha significado para los países subdesarrollados ha sido la entrada de los intereses económicos y financieros de los países desarrollados en sus mercados destruyendo su capacidad productiva. Y esta es la consecuencia del “libre comercio” del FMI. Dar más fondos a tal institución puede significar incrementar más la influencia de tal fundamentalismo que ha dañado y continúa dañando a las clases populares de los países subdesarrollados.

Una última observación. El FMI ha sido una correa de transmisión del Ministerio de Hacienda (Secretary of the Treasure) del gobierno federal de EE.UU., situación que alcanzó niveles extremos bajo la dirección de Rodrigo Rato. Históricamente, el director del FMI, aunque siempre ha sido un europeo, lo aprueba en la práctica el gobierno federal. La Unión Europea podría, en caso de que lo deseara, cambiar esta situación (pues sus votos podrían saltarse el veto de EE.UU.) pero nunca lo ha hecho, en parte para no antagonizar al gobierno federal de EE.UU., en parte porque tales políticas favorecen también a sus intereses comerciales y financieros.

La profundidad de la crisis está cuestionándolo todo, incluyendo la propia existencia del FMI Estamos viendo una movilización (desapercibida como ocurre con frecuencia en los medios de información y persuasión españoles) a nivel mundial para la eliminación o reforma profunda del FMI Componentes de esta movilización incluyen: a) la campaña a favor de la eliminación de la deuda externa (que supone un enorme sacrificio a países que tienen que consumir a veces más de una tercera parte de sus ingresos en pagar sólo los intereses de tal deuda); b) las reformas propuestas por la comisión de las Naciones Unidas, presidida por Joseph Stiglitz que excluye al FMI del sistema de ayuda a los países en vías de desarrollo, desarrollando otro como alternativa; y c) la más importante, el desarrollo de bancos regionales en Asia (The Asian Monetary Fund) y en América Latina (con la colaboración de Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Uruguay), que están creando el Banco del Sur que sustituya al FMI en aquellas regiones. Todas estas son medidas que muestran el gran fracaso que el FMI ha significado en los últimos treinta años como promotor del neoliberalismo. La crisis de este último explica la crisis del primero. (Para una ampliación de la temática cubierta en este artículo, ver Sección “Neoliberalismo y Globalización” en mi blog www.vnavarro.org).

Vicenç Navarro - Consejo Científico de ATTAC España
Fuente: Sistema Digital

Comunicado de Attac españa sobre la cumbre de Londres del G-20. Cambiar por fuera para que nada cambie

Cuentan las crónicas periodísticas que en la víspera de la reunión del G20 de Londres, y para evitar ser reconocidos por los manifestantes altermundistas que tomaron la calle, los ejecutivos de las entidades financieras de la City acudieron disfrazados al trabajo, sustituyendo el traje, la corbata, los zapatos lustrados y el maletín, por sudaderas, tejanos, zapatillas deportivas y mochilas.
No puede haber una expresión más gráfica de lo que ha sido la cumbre del G-20 en Londres: CAMBIAR POR FUERA PARA QUE NADA CAMBIE. Grandes palabras, reconocimiento de errores y puesta en cuestión de principios, anuncios de cambios en la superficie pero la misma sinfonía de siempre como fondo: mercado, libertad de movimientos del capital e instituciones en donde los poderosos pueden imponer su voluntad a todos los demás.

Nos congratulamos de que ellos, "los líderes" (como se autodenominan en el comunicado final) por fin hablen del histórico fracaso de las políticas neoliberales que han defendido hasta ahora y que han destrozado el sistema financiero mundial con tal de procurar el beneficio de los grandes propietarios de capital. Y valoramos positivamente que se reconozca que la economía mundial debe basarse en otros principios y en otros valores, que las finanzas deben regularse con mayor disciplina y que los capitales especulativos deben someterse a mayor control. Y también que los que hasta ahora se han negado a suscribir mínimos acuerdos internacionales para limitar los daños ambientales, hablen de entrar en una nueva era de "economía verde" y sostenible. Valoramos en lo que puedan valer las palabras que anuncian una nueva etapa de mayor cooperación y nos felicitamos de que quienes hasta ahora permanecen impasibles ante la muerte diaria de casi 30.000 personas por hambre, sin ser capaces de contribuir con los fondos que piden las ONG`s u organismos internacionales como la FAO, reconozcan ahora "la dimensión humana de la crisis".

Pero dicho eso, ATTAC-España tiene la obligación de decirle a nuestros conciudadanos que, por las razones que exponemos a continuación, lo acordado en Londres por los líderes es radicalmente insuficiente para poner fin a la crisis, para evitar otras de la misma naturaleza y, por supuesto, para poner fin al sufrimiento humano que provoca la actual organización de las relaciones económicas internacionales.

1. Recursos y compromisos insuficientes
Se ha acordado poner en movimiento una cantidad de recursos sin precedentes, pero con un destino que no es el que podría resolver los grandes problemas del planeta. Las cantidades destinadas a la lucha contra la pobreza y el hambre son casi ridículas si se comparan con las que están recibiendo los bancos. Se han vuelto a soslayar vergonzosamente compromisos concretos para alcanzar los ya de por sí moderados Objetivos del Milenio.

Por tanto, ATTAC-España sigue considerando insuficiente los recursos financieros movilizados y, sobre todo, su casi nula vinculación a proyectos concretos que pudieran evitar el hambre y el sufrimiento humano de las dos terceras partes de la humanidad empobrecida.

2. No se resuelve la bancarrota del sistema bancario internacional
Los planes de rescate de las entidades financieras están siendo un rotundo fracaso. La Declaración señala que las acciones para restaurar el crecimiento no serán efectivas hasta que se recupere el crédito doméstico y los flujos internacionales de capital, y por ello se justifica el ingente apoyo que han recibido las entidades financieras en forma de suministro de liquidez, recapitalización y compra de activos tóxicos. Los líderes reconocen el fallo sistémico en la supervisión y regulación que ha provocado la crisis y acuerdan crear un organismo que las lleve a cabo más acertadamente en el futuro, pero no han establecido medidas concretas que puedan resolver a corto plazo, como es imprescindible, este colapso que paraliza a la economía mundial.

ATTAC-España, por el contrario, sigue considerando imprescindible avanzar en la regeneración del sistema bancario ahora destrozado, pero no tratando de levantar sus cadáveres ni dejando intacta la lógica que lo ha destruido, sino creando un nuevo espacio financiero que garantice en todo el planeta que los recursos financieros sean considerados un bien público, en la medida que proporcionan la financiación que necesita la actividad económica real, que hoy se encuentra desarbolada tras el huracán desatado por la especulación financiera y sus burbujas asociadas.

3. No se liquidan los mecanismos que incentivan y generalizan la especulación financiera que ha provocado la crisis
Aunque la cumbre se ha referido a los paraísos fiscales, e incluso se afirma que se ha acabado la era del secreto bancario, lo cierto es que será muy difícil que se termine con la deriva generalizada hacia la especulación. No se habla de poner límites ni impuestos a los movimientos especulativos del capital y a sus beneficios asociados, ni siquiera se menciona que se vaya a acabar con los paraísos fiscales sino tan solo que se les pedirá una colaboración que ni implica su desaparición (más bien todo lo contrario) ni garantiza que dejen de ser la criminal válvula de escape financiero que hoy día representan.

En cualquier caso, y a la espera de las medidas que se puedan ir concretando, ATTAC-ESPAÑA previene desde ahora sobre la posible intención de aplicar generosas amnistías para incentivar el retorno de los depósitos desde los paraísos fiscales. Un procedimiento que los ciudadanos no deberíamos consentir y que hay que denunciar desde este mismo momento para que los gobiernos no sigan aplicando, con disimulo y casi con nocturnidad, las medidas de apoyo a los grandes financieros que se han enriquecido en los últimos años gracias a la definición de un marco institucional a su medida que está en el origen mismo de la crisis.

4. No se pone en cuestión el irracional e insostenible modelo productivo
Los lideres de los países más ricos del mundo se equivocan cuando soslayan que la crisis financiera se ha producido no solo por los errores regulatorios, sino también y principalmente, porque las políticas neoliberales que la mayoría de sus gobiernos han aplicado han destruido el poder de compra de los trabajadores, han generado un crecimiento basado en la destrucción del medio ambiente y han provocado un aumento inusitado de la insatisfacción y las desigualdades.

El plan de estímulo fiscal de 1 billón de dólares para las instituciones financieras internacionales y la financiación del comercio, por muy abundante que parezca ser, no cuestiona el problema el agotamiento de los recursos naturales, la especulación con los alimentos de las multinacionales del agronegocio, las formas oligopolísticas y hasta criminales del control y la explotación de fuentes de energía, el aumento de los niveles de contaminación que están poniendo en peligro la continuidad de la vida sobre el planeta, ni las desigualdades que todo eso está generando…

Por el contrario, en el documento de conclusiones se continúan poniendo como guía los principios del mercado libre en la forma de eliminación de obstáculos al comercio y la inversión, favoreciendo así unas mayores desigualdades entre los diferentes pueblos de la Tierra y aumentando los procesos de rapiña y expolio de los recursos y la riqueza de los pueblos del Sur, dirigidos desde los gobiernos y multinacionales del Norte.

Frente a ese discurso de siempre, que ha sembrado de pobreza y muerte nuestro planeta, ATTAC-España considera que ni se saldrá de la crisis, ni por supuesto, se reducirá la pobreza en el mundo, tal y como dicen desear los líderes. Éstos son los responsables del mantenimiento de relaciones comerciales asimétricas y dependientes, de que se sigan levantando muros vergonzantes para impedir el libre movimiento de personas, o de que se continúe obligando a que los empobrecidos y más débiles se desprotejan ante los fuertes, mientras se permite que éstos disfruten de derechos y privilegios que les niegan a los demás. Los líderes que se han reunido en Londres no han cuestionado asuntos tan sangrantes como los aquí mencionados.

5. No se democratizan las instituciones financieras internacionales
La cumbre ha apostado por reforzar las instituciones financieras internacionales, que ahora denomina “globales”. Eso significa que las instituciones que han sido instigadoras, policías y materialmente responsables de la aplicación de las políticas que han provocado la crisis, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la Organización Mundial de Comercio (OMC), seguirán siendo quienes dispongan del poder para decidir lo que se debe hacer y lo que no en la economía internacional.

Ante la indiscutible evidencia histórica de que éstas instituciones han errado continuamente, de que están al servicio exclusivo de los más ricos del mundo y a la vista del enorme daño que han hecho a los pueblos cuyas políticas han empobrecido, ATTAC-España renueva su propuesta enunciada tras la Cumbre de Washington el pasado mes de noviembre, y reclama la sustitución de estos organismos caducos por otros nuevos, constituidos sobre bases de igualdad y control democrático por parte de todos los pueblos del mundo y no de los países más ricos.

Por todo ello, ATTAC-España sigue llamando a los ciudadanos y ciudadanas para que resistan el poderoso envite de los ricos:
  • Para que no se dejen dominar por la lógica inhumana de los mercados, para que reclamen con toda su fuerza justicia económica e igualdad efectiva, y para que se sumen a las protestas y actos de resistencia frente a la crisis.
  • Para evitar que quienes han provocado esta crisis logren evadir sus responsabilidades.
    Para que los banqueros, las multinacionales y los grandes propietarios no sigan arruinando a los consumidores y a los pequeños y medianos empresarios.
  • Para exigir planes de gasto más efectivos, dirigidos a la generación de rentas, a la creación de empleo en el contexto de un nuevo modelo productivo y al fomento de los servicios públicos.
  • Para reclamar un sistema impositivo verdaderamente progresivo, que refuerce el papel de lo público, basado en mayores tasas impositivas sobre las rentas y los patrimonios más altos, prestando especial atención a las rentas del capital.
ATTAC-ESPAÑA. Justicia Económica Global
3 de abril de 2009

Comprender que el cubo está dentro de la pelota: el verdadero reto del G-20

Muchas de las reivindicaciones que ATTAC y otros movimientos sociales planteaban han sido escuchadas. En la cumbre de Londres de este 2 de abril se hablará de fijar impuestos sobre las transacciones financieras, de reformar las instituciones financieras internacionales y hasta de hacer desaparecer los paraísos fiscales. Ciertamente es un paso hacia delante, pero deberíamos estar muy lejos de quedarnos satisfechos.

En la cumbre se plantean como máximos lo que desde el movimiento altermundista consideramos como mínimos. Es una muy buena noticia que hayan entrado en la agenda política del G-20 temas que llevábamos tanto tiempo denunciando, como la opacidad de las finanzas. Pero, como comentaba con agudeza mi amigo Yves, ¿acaso convierte esto en legítima a una institución antidemocrática como el G-20?

Siendo conscientes como somos del carácter finito de los recursos de nuestro planeta, es el concepto de economía el que debe cambiar en su conjunto. Cualquier cumbre sobre temas económicos o financieros está hoy en día abocada al fracaso si no se abordan conjuntamente - y no de forma tangencial - también los temas ecológicos y sociales.

Economía y ecología son términos que comparten una misma raíz etimológica: oikos, que significa casa en griego. Combinado con nomos (ley), da lugar a la palabra economía y combinado con logos (razón) da lugar a ecología. La economía sería, por tanto, la ley que rige nuestra casa; mientras que la ecología sería la pura y simple lógica de la casa, su razón de ser. Como a cualquiera le resulta evidente, la ley no puede estar por encima de la razón; sino que, antes al contrario, toda ley debe estar sometida a las reglas de la razón.

De este modo, la economía sólo puede tener sentido contemplada dentro de los límites de la ecología, que son los límites marcados por la capacidad de carga del planeta Tierra. Desde este punto de vista, podemos imaginarnos a la ecología como una esfera transparente que tiene un tamaño determinado (por ejemplo, exactamente el de nuestro planeta) y a la economía como un cubo que reside dentro de la esfera. La esfera, ya lo hemos dicho, tiene un tamaño determinado y no crece ni puede crecer (los recursos naturales de nuestro planeta son finitos); pero el cubo de la economía sí que crece. El cubo crece cada vez más y más rápido, y lo hace a costa de reducir el tamaño que le separa de la esfera. El cubo de la economía crece cada vez más, pero la esfera de la ecología que lo contiene está siempre igual. El riesgo de que se produzca una colisión es evidente.

Cuando colisionen (y al ritmo que crece el cubo con toda probabilidad lo harán) seguramente la esfera no se pinche ni explote, pues es de material resistente; pero el cubo y todos los que lo han estado haciendo crecer (todos nosotros, unos más que otros) se verán obligados a cambiar de forma de vivir: habrá llegado el momento en que no se pueda crecer más y las consecuencias podrían ser devastadoras para una sociedad basada en el continuo crecimiento.

Esto puede ser, en definitiva, lo que nos pase si no cambiamos por completo nuestro modelo de consumir y de entender la economía. La economía va mucho más allá de números y porcentajes: la economía es el modo en el que las personas, de forma cooperativa, conseguimos satisfacer nuestras necesidades. Yo no soy economista, pero me di cuenta de que no hace falta serlo para hablar sobre ella cuando oí al profesor Juan Torres decir aquello de que “hay que saber un poquito de economía, aunque sólo sea para no ser engañado por los economistas”.

La cifra más recurrente para considerar que estamos en crisis es que el PIB (Producto Interior Bruto). Decimos o dicen que estamos en crisis porque el PIB está teniendo un crecimiento negativo; es decir, que es menor respecto al año pasado. El PIB es el indicador que utilizamos para medir el progreso de la economía de un país. Pero, ¿nos hemos parado a analizar qué se incluye dentro del famoso PIB?

Un bosque no cuenta en absoluto para el PIB. La sombra que dan sus árboles, el oxígeno que producen sus hojas, la biodiversidad que puede albergar…todo eso le trae sin cuidado al PIB. En cambio, si talamos ese magnífico bosque para hacer tablones de madera; entonces eso sí lo tiene en cuenta el PIB. Un bosque muerto, por tanto, sí hace crecer nuestra economía.

Otro ejemplo macabro: los accidentes de circulación, que tantas víctimas producen cada año en nuestro país, también hacen crecer la economía. Los accidentes dan faena al señor que conduce la grúa, quien, a su vez, deberá consumir gasolina; deberemos comprar nuevas piezas para la reparación, e incluso, con un poco de (mala) suerte quizá hasta nos tendremos que comprar otro coche. Con una situación como esta la economía está creciendo según el PIB. Si hay víctimas mortales o no, eso al PIB también le trae sin cuidado.

Las amas de casa podrían ser el ejemplo contrario. La sociedad ha podido llegar a ser lo que es (para bien o para mal) gracias al trabajo y a los cuidados que tantas y tantas mujeres han desempeñado en casa de forma anónima. Sin embargo, este trabajo doméstico no es tenido en cuenta por el PIB; de tal forma que su función es ignorada y confinada al ámbito privado, contribuyendo así a perpetuar el esquema patriarcal que marcadamente presenta la globalización neoliberal.

Hace tiempo que se dejó de tomar el PIB como referente para medir el bienestar de un Estado; desde la década de los noventa utilizamos un índice más fiable, el IDH (Índice de Desarrollo Humano), que tiene en cuentas factores como la salud o la educación y es que elaborado anualmente por el PNUD. Pero sin embargo todavía continuamos utilizando el PIB como un indicador válido para medir la salud de la economía de cada país. Con los ejemplos anteriores espero haber demostrado que esto no puede ser ya así, que la economía debe tener en cuenta muchos factores que hasta ahora venía externalizando.

En resumen, si queremos que el PIB sea un indicador del crecimiento económico válido para el siglo XXI debe incorporar algunos aspectos (como los trabajos realizados en el ámbito privado mayoritariamente por las mujeres, calidad del ambiente o la salud de las personas) y debe considerar negativos otros factores que hasta ahora considera positivos (como la destrucción del medioambiente o la precariedad laboral). Recientemente hemos podido leer que el Tribunal de Cuentas de la UE ha decidido que sus Estados miembros deberán incluir en su PIB el volumen de negocio de actividades ilícitas o alegales, tales como la prostitución, contrabando o el tráfico de drogas. No es, sin duda, este el camino a seguir, pero esto nos demuestra que el concepto que tenemos de PIB no es inamovible, sino que puede ser cambiado.

Un cambio radical en la concepción del PIB significará que el concepto de economía habrá cambiado en su conjunto y que podremos seguir creciendo (y salir así de la crisis), pero de una forma diferente, manteniendo el equilibrio con esa esfera transparente que es la tierra. Cuando los señores del G-20 comprendan que el cubo está dentro de la pelota, entonces podremos estar satisfechos.

José A. García - ATTAC País Valencià