El nuevo orden que se pretende es, en realidad, una vuelta al viejo capitalismo, más regulado, cuando la plusvalía se obtenía en la producción porque no se habían inventado los hedge funds y los únicos paraísos que se conocían eran los tropicales. Lo imposible será acabar con la codicia porque, como explicaba Miguel Ángel Aguilar en Cinco Días, “forma parte de las propensiones de nuestro estado de naturaleza caída(…) Sólo cabe hacerla más difícil y penalizarla de manera más contundente. Disuadir por el escarmiento”.
De la cumbre sólo ha salido un cheque de un billón de dólares y una cuartilla con los nombres de los paraísos fiscales pero a Juan Cruz ambos detalles le parecían en RNE “la gran fe de erratas del capitalismo”. Sin embargo, en Londres nada se ha reescrito a fondo porque, como aseguraba Javier Neira en La Nueva España “el anunciado fin del capitalismo se vio que era pura fantasía”.
Podría afirmarse de hecho que si algo se ha cambiado es para que todo siga igual, en una revisada versión del Gatopardo. Por eso, a quienes piensan que otro mundo es posible y que la crisis debe abrir la puerta a la justicia se les ha seguido considerando unos vándalos salvajes. “La ventaja (del capitalismo) es que ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”, sostenía Joan Tapia también en la radio pública. El virus ha mutado antes de que la vacuna estuviera lista.
“Apocalipsis inventado”
“Esta crisis nunca podrá desprenderse de la infamante sombra de haber sido, en buena medida, un Apocalipsis inventado”. Tratándose de Arcadi Espada, es difícil saber que quiso decir ayer en El Mundo. ¿Son una farsa los parados, los desahuciados y los hambrientos? ¿No es tan fiero el león como lo pintan? ¿Sólo hemos dado un paso atrás para tomar impulso y joderle la frase a Fidel Castro? Ilumínanos.
Juan Carlos Escudier
Fuente:Público
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