miércoles, 28 de abril de 2010

La probeta de Frankenstein

A mitad de la semana pasada los analistas sufrían una especie de ducha escocesa: mientras el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronosticaba para el conjunto del mundo una especie de poscrisis, con tasas de crecimiento superiores a las previstas hace unos meses, Grecia sufría un jueves negro en la financiación de su deuda soberana, arrastraba a otras economías de la Unión Europea (UE) y ponía en cuestión los mecanismos de funcionamiento de la eurozona.

Por cercanía nos interesa más lo último que la mejora de la coyuntura en EE UU o Asia. Para el futuro inmediato del euro es central lo que ocurra en Grecia y la capacidad de contagio sobre el resto. La secuencia fue la siguiente: la oficina de estadísticas de la UE advirtió, por tercera vez, que el déficit público de Grecia (13,6%) es superior al conocido y se reservaba una cuarta revisión en espera de más información; inmediatamente reaccionaron los mercados y el precio de colocar la deuda pública helena superó los dos dígitos, con lo que todos los sacrificios puestos en marcha por su Gobierno para ajustar la economía habrán de dedicarse al pago de la deuda a los bancos, lo que tiene difícil justificación ciudadana. El tercer paso fue que el primer ministro, Yorgos Papandreu, pidió públicamente la activación del mecanismo de ayuda decidido por los jefes de Estado y de Gobierno del Eurogrupo a finales de marzo, consistente en un paquete de créditos por valor de 45.000 millones de euros.

Con ser importante esto, más lo fue el siguiente escalón de la secuencia: el contagio, en distintos grados, a otros países como Portugal, Irlanda, Italia, España, Hungría, Bulgaria, etcétera, que vieron crecer, casi automáticamente, el precio que han de pagar por sus emisiones de deuda soberana. Todos ellos con fuertes desequilibrios de sus cuentas públicas. No sólo aumentó el riesgo-país, sino que se incrementaron los seguros de impago de la deuda, conocidos como CDS (credit default swaps).

Activar el mecanismo de ayudas a Grecia plantea un problema psicológico y otro real, ambos vinculados. El primero significa que las llamadas teóricas de apoyo por parte de la UE no han sido creídas por los mercados y han de hacerse efectivas; el segundo, es la lentitud de la respuesta: el país heleno necesita alrededor de 10.000 millones de euros durante el mes de mayo para hacer frente a sus obligaciones más urgentes, pero el plan de rescate no está definido más que genéricamente. Una parte del dinero tiene que ser activado mediante créditos bilaterales con los países de la zona euro, pero Alemania, que los debe liderar, no está convencida de ello y su instrumentación ha de ser aprobada por el Parlamento en medio de unas importantes elecciones en el Estado de Renania Westfalia, lo que puede retrasarla. Por acuerdo de la UE se necesita la unanimidad de los países para activar el rescate.

La posibilidad de que Grecia suspenda sus pagos no es una abstracción. No sería la primera vez: en los últimos dos siglos las naciones han dejado de pagar sus deudas en alrededor de un centenar de ocasiones. La diferencia es que ahora no ocurriría en la lejana Argentina o en México, o en la diminuta Islandia, sino en la periferia de la eurozona. Grecia puede intentar reestructurar su deuda (transformar la de corto y medio plazo en deuda a largo plazo, lograr una quita, buscar un canje, o simplemente dejar de pagarla). Las declaraciones más demagógicas -que proceden de Alemania- para que abandone la disciplina del euro y vuelva al dracma, no harían más que complicar el panorama. ¿Alguien cree que con el dracma Grecia pagaría mejor a la banca privada lo que le debe?

Además, el efecto contagio sugiere la cuestión mayor: la UE no dispone de mecanismos para abordar una crisis de la deuda pública en la eurozona. Las respuestas dadas a la deuda privada bancaria han sido nacionales, pero las soluciones a la deuda pública, denominada en euros, no pueden ser más que colectivas. Y no hay respuesta. Hasta ahora no ha habido voluntad política en el nivel de compromiso del núcleo duro de la UE ante los problemas de su periferia. Y estos han llegado sin que el laboratorio del doctor Frankenstein devenga en el gobierno económico de la eurozona.

Joaquín EstefaníaEl País





Otro modelo de consumo

Los casos de gripe porcina, pollos con dioxinas, vacas locas, gripe aviar, etc., han encendido las luces de alarma sobre el impacto del actual modelo agroalimentario globalizado. Cada vez son más las personas que se preguntan a dónde conduce este modelo de alimentación deslocalizado, industrial, intensivo, quilométrico, que antepone los intereses económicos y empresariales a las necesidades alimenticias, al bien público y comunitario, al respeto a la naturaleza.

Este cuestionamiento del modelo agroindustrial se enmarca en una crítica más general al sistema capitalista, de la que el movimiento altermundialista fue uno de sus máximos abanderados. Este movimiento, muy activo a principios de los años 2000, dejó un sustrato fértil de resistencias locales, dio lugar a una nueva generación militante y supo vincular la crítica y la movilización global con la búsqueda de alternativas desde lo local.

Estas dos dinámicas –la preocupación por el actual modelo agroalimentario y el ímpetu en la construcción de alternativas en los territorios a raíz del movimiento altermundialista– son dos de los elementos que explican el auge de los grupos de consumo agroecológico en el Estado español. Se trata de experiencias que agrupan a nivel local a personas que buscan promover otro modelo de consumo: de proximidad, ecológico y estableciendo unas relaciones directas entre consumidor y productor.

Los primeros grupos en el Estado español surgieron a finales de los ochenta y principios de los noventa, pero no fue hasta hace unos cinco años que estos tuvieron un crecimiento importante. En Catalunya, por ejemplo, se pasó de menos de diez cooperativas en 2000 a casi un centenar en la actualidad, sumando 2.880 unidades de consumo. En cifras totales, se trata de experiencias en las que participa un número reducido de personas, pero la tendencia va en aumento, lo que demuestra una creciente preocupación por el actual modelo agroalimentario y la voluntad de llevar a cabo un consumo que sea solidario con el campo, con criterios sociales y medioambientales y basado en la autogestión.

A pesar de compartir unos elementos comunes, existe una gran variedad de modelos organizativos, de relación con el campesino, de formato de compra, etc. En el Estado español encontramos, por un lado, aquellos grupos de consumo que integran en su seno a consumidores y a productores, en la que los primeros garantizan la compra de la producción anticipadamente, colaboran algunos días al año en la finca y comparten beneficios y pérdidas. Por otro lado, la mayoría, se trata de grupos integrados únicamente por consumidores, quienes establecen una relación directa con uno o varios campesinos, que trabajan en marcos organizativos diferenciados.

En lo que respecta a la compra, hay modelos donde el consumidor puede escoger aquellos productos de temporada que desee y otros que perciben cada semana una cesta cerrada con frutas y verduras de la huerta. Otro elemento que distingue a unos grupos de otros es su grado de profesionalización. La mayoría funcionan a partir del trabajo voluntario, aunque hay algunas iniciativas que cuentan con personas asalariadas, quienes, en ocasiones, se encargan de una tienda abierta al público.

La crisis en la que se encuentra el sector agrario y las dificultades para acceder directamente a los consumidores, con una ley de márgenes poco transparente y que sitúa el diferencial medio entre el precio en origen de un producto y en destino en casi un 500%, beneficiando principalmente a la gran distribución, ha llevado a los agricultores a buscar alternativas. El sindicato campesino COAG impulsa la iniciativa ARCO (Agricultura de Responsabilidad Compartida) con el objetivo de promover unos circuitos de comercialización cortos: mercados de productores, grupos de consumo, cajas a domicilio, venta en explotaciones, comedores colectivos, etc., y evitar intermediarios.

La multiplicación de estas experiencias plantea una serie de oportunidades para desarrollar otro modelo de consumo desde lo local, recuperando el derecho a decidir sobre cómo, cuándo y quién produce lo que se consume, que los bienes naturales, agua, tierra y semillas, estén en manos de quienes trabajan la tierra y que no sean privatizados ni mercantilizados. Es lo que el movimiento internacional de La Vía Campesina ha llamado derecho a la soberanía alimentaria. Frente a un modelo de agricultura intensiva e industrial que calienta el planeta y que genera hambre, es necesario apostar por una agricultura local, sostenible, en manos del campesinado familiar capaz de alimentar al mundo y enfriar la Tierra.

El gran reto es cómo llegar a más gente, hacer estas experiencias viables, mantener unos principios de ruptura con el actual modelo agroindustrial, seguir vinculadas a una producción y a un consumo local y rechazar los intentos de cooptación y el marketing verde. La tarea no es nada fácil.

Las cooperativas y los grupos de consumo tienen que aliarse con otros actores sociales (campesinos, trabajadores, mujeres, ecologistas, ganaderos, pescadores…) para cambiar este modelo agroalimentario, pero a la vez deben ir más allá y participar en espacios amplios de acción y debate como foros sociales, campañas, plataformas… para conseguir un cambio de paradigma.

La lógica capitalista que impera en el actual modelo agrícola y alimentario es la misma que afecta a otros ámbitos de la vida: la privatización de los servicios públicos, la especulación con el territorio y la vivienda, la deslocalización empresarial, la precariedad laboral, etc. Cambiar este sistema agroalimentario implica un cambio radical de paradigma y la crisis múltiple del capitalismo en la que estamos inmersos (financiera, climática, social, política, de los cuidados, alimentaria, energética) lo pone claramente de manifiesto.

ESTHER VIVAS es miembro de la Red de Consumo Solidario.

+ info: http://www.esthervivas.wordpress.com

sábado, 24 de abril de 2010

ECOFIN contra Europa y su ciudadanía

Comunicado de ATTAC España sobre la reunión del ECOFIN en Madrid

Los ministros de economía y finanzas europeos que conforman el ECOFIN, reunidos en Madrid el pasado 17 de Abril, han demostrado una vez más la inutilidad de la Europa neoliberal para defender a su ciudadanía de los efectos letales que sufren por la crisis del capitalismo financiero agudizado ahora con los ataques de este especulando contra el euro. Ataque que se ha recrudecido a partir del lunes siguiente.

Intranquilos y asustados por la nube proveniente de Islandia los ministros/ as del ECOFIN han quedado bloqueados en la toma de decisiones, que ya son imperiosamente urgentes. La ciudadanía islandesa se ha negado a pagar las deudas contraídas por los directivos financieros y especuladores de sus bancos privados. Ante las amenazas del FMI y de los Fondos de Inversión radicados en Londres, que no pueden permitirse que el ejemplo se propague, la ciudadanía islandesa manifestó su oposición mayoritariamente en referéndum a acatar los dictámenes dictatoriales de los denominados mercados financieros internacionales, que no son sino apenas cuarenta personas en todo el mundo y sus acólitos. La verdadera razón de la parálisis de la UE a la hora de tomar decisiones en la regulación del sistema financiero son los vetos y resistencias de los poderes financieros, la City de Londres pero no sólo ella, y las necesarias complicidades políticas de todos los Gobiernos europeos, manifiestamente descarada en el caso del gobierno británico.

El bloqueo a su integración en la UE y la negación a refinanciar sus créditos ha sido respondido desde la isla con la nube negra volcánica que ha bloqueado el transporte aéreo de gran parte del centro y norte de Europa, como si la propia geología de la isla quisiese manifestar su alianza solidaria con sus pobladores cuando estos defienden su dignidad.

Y es que la ciudadanía y los mercados financieros especulativos libramos una pugna que definirá quién mandará en el sistema económico, social y político que emergerá tras la crisis. Si en esta pugna los gobiernos democráticos no se ponen del lado de su ciudadanía supeditando y regulando el mercado financiero a esos mismos gobiernos democráticos, los ciudadanos les daremos la espalda.

Ante la catástrofe causada por el desgobierno de la globalización económica y financiera los líderes del G 20 se comprometieron a establecer las bases de un nuevo orden mundial en el que la política debía recuperar su lugar perdido. La Comisión Europea y los gobiernos de la UE han sido incapaces de imponerse a las presiones de los grandes lobbies financieros. Primero fue la eliminación de la agenda del ECOFIN de la directiva de la Comisión Europea para regular los Fondos de Inversión (hedge funds). Ahora en Madrid han sido incapaces de aprobar la propuesta nada progresista que impulsaba el comisario de Mercado Interior y Servicios, Michel Barnier, de imponer una tasa para constituir fondos específicos para afrontar futuras crisis financieras, al estilo del Fondo de Garantía de Depósitos que ya funciona en España. Sólo han conseguido hacer declaraciones vacías que en el futuro será la banca y no los contribuyentes quienes deberán asumir íntegramente los costes de las crisis financieras.

Mientras tanto más de siete millones de europeos/as se han visto arrojados al desempleo desde que se reunió por primera vez el G 20 en Washington. Las pequeñas y medianas empresas padecen la asfixia financiera por la restricción y encarecimiento del crédito. Los contratos hipotecarios en manos de la banca afloran las estafas que lo acompañaban en forma de derivados financieros, que arruinan a los ingenuos firmantes. Los agricultores y ganaderos abandonados a su suerte desaparecen ante la falta de viabilidad de sus explotaciones. La juventud ve frustrado sus proyectos vitales. Y los Estados ven aumentar su déficit fiscal que ponen en peligro sus estados de bienestar.

La semana anterior los bancos europeos y el Gobernador del BCE, muy sensible a las demandas de la banca, advertían cínicamente que un impuesto a la banca reduciría los créditos a empresas y familias, ralentizando el crecimiento y la recuperación económica.

Mienten una vez más. Como demuestran todos los países que han combatido con éxito la actual crisis, son los bancos públicos, la regulación y control político de su sistema financiero e, incluso, un impuesto a la especulación financiera como el vigente en Brasil del 2% lo que explica su escasa incidencia y rápida recuperación.

El caso más llamativo, por darse dentro de EE UU y poder ser comparado con los demás Estados de la Unión, y al que nunca se refieren, es Dakota del Norte cuyo Banco Estatal se financia con impuestos y tasas estatales, tiene prohibido en su Estatuto fundacional realizar inversiones especulativas, y exige realizar inversiones en territorio del propio Estado. Ha sido uno de los más solventes de EE UU, previno la burbuja inmobiliaria y es el responsable de que su ciudadanía y empresas no hayan sufrido la escasez de crédito que si han sufrido en los demás Estados de EE UU.

ATTAC España manifiesta su estupor e indignación ante esta cobardía e incapacidad de sus responsables económicos. La política miope e insolidaria de Merkel y Sarkozy de re-nacionalizar y reducir la política europea lleva a la desaparición del euro, al descrédito de Europa como actor político internacional, y a la miseria y ruina a su ciudadanía y empresas.

ATTAC España denuncia que las consecuencias de la crisis generada por las prácticas fraudulentas de los bancos privados la estamos pagando la ciudadanía, mientras que al regalarles dinero público a los especuladores nuestros dirigentes han permitido que nos estafen a todos y se fortalezcan hasta el punto de llegar ahora a amenazarnos y extorsionarnos. Había que salvar el sistema financiero, pero no al privado ni a los delincuentes. Era y es la oportunidad de volver a crear un fuerte sistema financiero público.

ATTAC España advierte que los planes de austeridad no es el camino. Nos envolverán en una espiral de más miseria.

El establecimiento de un impuesto a las transacciones financieras especulativas verdaderamente disuasivo contra esta, siguiendo el ejemplo de Brasil, el control real de toda transacción con los Paraísos Fiscales, una política firme de lucha contra la economía sumergida y delictiva, unida con una política de más Europa política y social y fuerte política de renta que creen demanda en el mercado interior es el camino para atajar el déficit fiscal de los Estados, y encauzar la salida de la crisis para las personas, enfrentándose con un mínimo de posibilidades de éxito a los especuladores internacionales.


miércoles, 21 de abril de 2010

El estado de la rex pública: La tiranía del poder financiero (1)

El acierto de la organización internacional ATTAC en el diagnóstico de la actual globalización fue, desde sus orígenes en 1998, hacer énfasis en sus análisis en el gran riesgo que supone para la economía y las sociedades el descontrol generalizado de los mercados de capital, o sea el desgobierno de las finanzas actuando libremente alrededor del globo sin la más mínima regulación ni control.

Los hechos socioeconómicos concretos que por entonces habían preocupado a la comunidad internacional fueron las crisis económicas alimentadas por estos mercados financieros desregulados y que tienen su epicentro en México (1994), sureste asiático (1997) o Rusia (1998). Las crisis posteriores en economías emergentes grandes, incluyendo Brasil (1998), Turquía (1999) y Argentina (2001-02), así como la crisis de los valores tecnológicos (2001) o la actual precipitada por el impago de las hipotecas subprime, originadas estas en el centro del sistema, cuestionan el actual desarrollo del capitalismo financiero y hacen ya necesaria e impostergable la intervención reguladora de los estados sobre las finanzas internacionales.

No es casual que a partir de los 80 se den crisis económicas recurrentes en los mercados internacionales, ello es consecuencia directa de dos factores. En primer lugar se abandona el régimen monetario y cambiario establecido en Breton Woods que dio lugar a un periodo de 25 años de estabilidad y crecimiento. En segundo lugar y consecuencia de lo anterior tiene lugar un proceso creciente de liberalización de los mercados financieros, hecho que viene avalado por las teorías y políticas neoliberales que obtienen el predominio y aval de sus planteamientos a nivel internacional.

Las tendencias liberalizadoras de este largo periodo de inestabilidad, que continúa en el momento actual, vienen marcadas por episodios concretos:

-La perdida de convertibilidad dólar-oro en 1971 (Nixon) supone fluctuaciones imprevisibles en los tipos de cambio, inestabilidad de las monedas y campo libre a la especulación.

-La necesidad de diversificar los riesgos, “no poner todos los huevos en la misma cesta”, lleva a diversificar las inversiones y liberalizar los mercados para poder pasar sin riesgo de unos activos a otros. Para facilitar el pasar de unos mercados a otros a lo largo de todo el Mundo se implantan legislaciones en todos los países durante los 80 y 90 que promueven la absoluta liberalización de los mercados de capital y de cambio. Mientras en el mercado interior se suprimían las restricciones al crédito bancario y a los topes de las tasas de interés por parte de los estados.

-La liberalización del mercado de capitales promueve una economía internacional fuertemente especulativa que cambia la naturaleza misma del mercado. El motivo de la especulación se va imponiendo paulatinamente a los iniciales de favorecer las transacciones y al de precaución.

-La nueva legislación bancaria significó revertir el orden establecido a partir de la Gran Depresión, tendente a dotar al sistema de salvaguardias y seguridades para acreedores y deudores al mismo tiempo que establecía la separación clara de los distintos negocios bancarios. La derogación de la ley Glass-Steagall de 1933, que marcó la separación de los bancos comerciales y de inversión y su sustitución en un momento de auge económico sin precedentes por la ley Gramm-Leach-Bliley 1999 (Clinton), que permitió las fusiones de los bancos comerciales y de inversión. Este hecho difuminó las fronteras entre los negocios e implantó un esquema más liberalizado, menos controlable por la autoridad y por lo tanto con menor protección en épocas de crisis, al mismo tiempo que significó el final del importante e imprescindible rol de intermediación bancaria que los bancos comerciales venían teniendo hasta la fecha. Las empresas bancarias internacionales influenciadas por el cambio USA aspiran asimismo a convertirse en “supermercados financieros” para todo tipo de servicios.

-Tanto los bancos comerciales como los de inversión pudieron desde este momento realizar nuevas actividades que estaban vetadas y ofrecer un amplio abanico de productos y servicios, bien por sí mismos o a través de filiales y sin apenas cortapisas regulatorias. La desregulación del ámbito financiero ha sido aprovechada por sus agentes para efectuar cambios que optimizan su gestión, estos cambios han significado el uso y abuso de productos de la llamada ingeniería financiera a dos niveles:

- En primer lugar con el uso masivo de productos derivados especialmente derivados del crédito y de creciente complejidad. Los bancos buscan maximizar sus ingresos por comisiones y actividades distintas de las tradicionales de intermediación crediticia, mediante la generación de productos financieros, su gestión a través de filiales, la titulización de estos activos, y su colocación en los mercados. Al situar fuera de su balance los préstamos, el límite crediticio de los bancos no depende ya de su capital y de los depósitos de su pasivo, sino de su habilidad para colocar/distribuir el préstamo a otras entidades.

- En segundo lugar la aparición de entidades financieras que han servido de vehículo para la explotación de nuevos productos financieros, en ocasiones creadas por los propios bancos.

Los analistas vienen observando desde los años 90 elementos comunes en las diversas crisis financieras:

- Gran flujo de entrada de capitales en los años previos al estallido de la crisis.

- Liberalización/desregulación de los mercados de capitales, que desemboca en sistemas financieros nacionales menos sólidos.

- Disminución de la percepción del riesgo por parte de los inversores.

- Crecimiento espectacular de las burbujas inflacionistas en algunos activos.

- La titulación de activos de forma piramidal y la dispersión extrema de los riesgos significan, cuando estalla la crisis, un gran problema para los mercados, ya que nadie sabe a ciencia cierta donde se encuentran los activos afectados de pérdidas. Con la consiguiente pérdida de confianza interbancaria que ello supone.

Por otra parte la liberalización y desregulación financiera ha supuesto:

- El predominio de la especulación sobre la empresa.

- La vulnerabilidad de las finanzas y de la economía.

- El fin de la intermediación bancaria y la indiferenciación entre la banca comercial y la de inversión.

- Un déficit importante en la regulación pública bancaria.

- Un despegue importante de la opacidad en los mercados financieros.

- El amplio desarrollo de los centros Offshore, del fraude, la evasión fiscal, el lavado de dinero y la delincuencia financiera en general.

- La movilidad incesante del capital alrededor del globo y buscando la evasión fiscal y los activos más rentables.

- El dumping fiscal

- El cuestionamiento de lo público.

- Trasvase de rentas de la economía productiva y de la sostenibilidad medioambiental a la economía especulativa, del trabajo al capital y de las clases medias y bajas y países empobrecidos a las clases altas y países desarrollados.

- El cuestionamiento del ejercicio de gobierno y la gobernanza.

- El socavamiento de la democracia en el Mundo.

Es este el panorama que la desregulación/ liberalización de los mercados financieros viene reproduciendo sistemáticamente en la economía la política y la sociedad. Por eso cuando ATTAC habla de la regulación y control de los mercados financieros y de sus instituciones – que avalan esta situación de caos, injusticia y desgobierno- está tratando de poner las bases necesarias para terminar con el perverso poder de la economía “virtual” y la especulación financiera sobre la economía “real” y productiva. Ello con la seguridad de que solo será posible que los ciudadanos y los pueblos elijan y construyan su propio camino de autogobierno en democracia, cuando la comunidad internacional haya acabado con el dominio del poder de las finanzas sobre el conjunto de la economía productiva y sobre los gobiernos y las sociedades.

Pero ¿Qué tipo de regulación? …

Antonio Fuertes Esteban

Publicado en Rex Pública Global

martes, 20 de abril de 2010

Más móviles que retretes

Según un estudio de la Universidad de las Naciones Unidas (Greater Access to Cell Phones than Toilets in India), en India hay una media de un móvil por cada dos personas pero solo una de cada tres puede hacer sus necesidades con dignidad en un servicio: hay más móviles que retretes.

Muchas personas, normales y corrientes y grandes economistas y políticos influyentes siguen pensando que eso es una consecuencia de la "soberanía del consumidor" que gobierna el "libre mercado": se fabrican más móviles, dirán, porque hay más demanda de ellos que de retretes y gracias a ello la economía va mejor porque se aprovechan mejor los costes y se obtienen más beneficios.

A mí, por el contrario, me parece que ese criterio es completamente falso sabiendo que la falta de agua corriente y de sanitarios decentes ha provocado la muerte de 4,5 millones de niños en los tres últimos años.

¿Qué ocurre, que estos niños o sus padres y hermanos no tienen necesidad de agua limpia y por eso no la demandan? 
¿No será que, por mucho que la reclamen, su demanda no la va a satisfacer el mercado porque no tienen dinero para comprarlos?

Es por eso que yo creo que el mercado es un mecanismo incapaz de satisfacer las necesidades sociales. Solo satisface las de quienes tienen dinero y como los que no tienen se van quedando fuera del consumo, van aumentando las desigualdades de origen que hay en la sociedad.

Dejar la provisión de los bienes básicos al mercado es lo que hace que haya cientos de millones de personas insatisfechas. Es lo que provoca que cada día mueran más de 30.000 personas de hambre y más de 5.000 por falta de agua limpia.

Los defensores del "libre" mercado me responderán que eso es inevitable porque si no hay dinero para comprar no se podría fabricar nada puesto que los productores no podrían recuperar su inversión. Me dirán que como hay compradores suficientes para tantos móviles, se produce un número tan elevado de ellos, y no de retretes para los pobres, aunque gracias a eso muchos de estos últimos podrán trabajar así en su producción.

Pero también eso es un argumento con trampa porque solo tiene en cuenta los costes privados de producir y los ingresos privados de las ventas. Según el mismo estudio, cada dólar dedicado a producir retretes para los pobres proporciona un retorno de 34 dólares en forma de incremento de la productividad y de ahorro de costes asociados producido al disminuir la pobreza y mejorar la salud (y eso sin contar el beneficio inmaterial de evitar la muerte y la miseria). Es decir, 34 dólares de beneficio que los productores de retretes no toman en cuenta porque no llegan a sus bolsillos. 
Los productores solo computan el ingreso directo de sus ventas y por eso producen menos retretes de los que en realidad corresponderían al volumen de beneficios (privados + sociales) que generan.

Eso indica que el mercado ni siquiera es eficiente en términos de costes e ingresos porque solo cuenta los beneficios o pérdidas privados pero no los totales que se producen en el conjunto de la economía y la sociedad.

Por eso, y en contra de lo que se dice, la verdad es que el capitalismo no sirve para producir mucho de todo. Por un lado se derrocha, porque se produce más de lo necesario en aquellos bienes que tienen detrás mucha gente con dinero para comprarlos. Y por otro, se produce demasiado poco de lo que tiene más beneficios sociales que privados o de lo que está dedicado a satisfacer las necesidades de los más pobres.

En India, como en los demás países, habrá miles de personas con dos o tres móviles y cada día se tirarán miles de ellos, y al mismo tiempo habrá muchos más sin ninguno y además sin retretes. Así ocurre en Estados Unidos, en donde cada día se tiran 700 millones de kilos de basura, 275 millones de bolsas de plástico y más de 400.000 móviles.

La realidad es que en el capitalismo que deja la producción de lo necesario en manos del mercado se produce menos de lo que de verdad necesitan los seres humanos: el mercado y el capitalismo son unos auténticos productores de escasez.

La idea de que el capitalismo es la abundancia es una mentira: es el despilfarro en unos productos y la escasez en la mayoría: basta ver las estadísticas mundiales o simplemente un poquito más lejos de nuestro alrededor de consumidores privilegiados. Así, el 20% más pobre de la población mundial consume menos del 1,5% del consumo total, el 5% de la carne, el 5% de la energía el 1,5% de las líneas telefónicas, el 1,1% del papel y el 1% de los vehículos, mientras que el 20% más rico del planeta consume el 85% del consumo total, el 45% de la carne, el 58% de la energía, el 74% de las líneas telefónicas, el 84% del papel y el 87% de los vehículos. Según las Naciones Unidas, una de cada cinco personas en el mundo no llega a consumir 20 litros de agua al día (y cuando lo hace está contaminada) cuando al menos se necesitan unos 50 litros, mientras que en países como España cada persona consume una media de 171 litros por persona, 40 o 50 de los cuales se gastan solo tirando de la cadena en los retretes. En Europa unos 200, y en Estados Unidos casi 700 litros.

Yo creo que hay que ser muy ingenuo para creerse estas milongas del mercado libre y de la soberanía del consumidor pero como no se piensa con la propia cabeza sino con la de los listos que se inventan los cuentos, la gente se las termina creyendo. Y así nos va, dedicando los recursos a hacer que la gente con dinero cambie de móvil cada dos por tres mientras dejamos sin agua o alimentos básicos a miles de millones de personas. Aunque eso sí, oyendo a cada momento que el mercado es la solución de todos nuestros problemas.


Juan Torres López es catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla, colaborador habitual de Rebelión, editor de www.altereconomia.org y miembro del Consejo científico de ATTAC-España. Su web personal: www.juantorreslopez.com


Fuente: Rebelión


domingo, 18 de abril de 2010

¿Por qué no banca pública?

Una noticia que seguro Ud. no habrá leído en los mayores medios de información del país es la del movimiento que está ocurriendo en EEUU (centro de la crisis financiera), que goza de gran apoyo popular, que propone la creación de bancas públicas, tanto a nivel estatal como federal. En parte, ello se debe al enorme descrédito que la banca privada tiene en aquel país. Según las últimas encuestas, los bancos están entre las instituciones menos valoradas en la sociedad estadounidense. A pesar de las enormes cantidades de fondos públicos que los bancos han recibido, todavía hoy es difícil para las pequeñas y medianas empresas, así como para la mayoría de la ciudadanía, conseguir crédito bancario. En lugar de utilizar los fondos públicos para cumplir esta función social (el ofrecimiento de crédito), los grandes bancos han utilizado tales fondos para continuar con sus comportamientos especulativos (que causaron la crisis financiera) y para incrementar todavía más los salarios y bonos de sus directivos. Como consecuencia, la hostilidad de la población hacia los bancos se ha acentuado todavía más.

Pero la otra razón de que haya un número creciente de representantes políticos que, presionados por la opinión popular, estén proponiendo crear una banca pública es la experiencia positiva de la banca pública en aquellos estados que tienen bancos estatales públicos. De ellos el más conocido es el Banco Estatal del estado de North Dakota, fundado hace noventa y un años, cuyo capital inicial se basó en los impuestos y tasas estatales que continúan siendo la fuente principal de aquel banco. Según sus reglas internas, tal banco estatal tiene prohibido realizar inversiones en actividades especulativas, exigiéndosele, además, que invierta en el propio estado de North Dakota. Ha sido uno de los bancos más solventes y menos afectados por la crisis financiera que sufre el país. Y también uno de los pocos bancos que previno la burbuja inmobiliaria, evitando las hipotecas basura (subprime mortgages) en su práctica bancaria. Tal como escribe Ellen Brown en su libro Web of Debt, tal banco público es responsable de que aquel Estado no haya sufrido la escasez de crédito que han sufrido la mayoría de estados en EEUU.

Ello explica que muchos otros estados están pensando en constituir bancos públicos similares. Ha aparecido, así, una ola de propuestas en los parlamentos estatales de varios estados (Vermont, Virginia, Michigan, Washington State), que proponen el establecimiento de bancos estatales públicos. Todas estás propuestas responden al hartazgo de la población hacia el sistema bancario actual y la utilización de fondos públicos para salvarlo. Reproduciendo el mismo enfado general, varios parlamentos estatales han prohibido que los fondos del estado se inviertan en bancos de inversión (Investments Banks) que consiguen sus beneficios a base de inversiones especulativas que ponen en riesgo los fondos públicos.

Y otro dato importante, que tampoco habrá leído en los mayores medios de información y persuasión españoles es que se empiezan a escuchar voces en EEUU que están pidiendo también que se establezca un banco público, voces que están encontrando una gran receptividad en la calle, e incluso en algunos sectores del Congreso (que no han sido captados todavía por los lobbies de la Banca). Entre estas voces está la del Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, que en un artículo reciente en la revista The Nation indicaba que los 700.000 millones de dólares que se gastaron para ayudar a la banca, debieran haberse utilizado en establecer una banca pública, evitando así que EEUU tuviera el enorme problema de crédito que tiene hoy. Según Joseph Stiglitz este dinero podría haber supuesto la creación de un Banco Público, a partir del cual podría haberse alcanzado una actividad crediticia de 7.000 billones de dólares (siguiendo el criterio de seguridad de 1 a 10, incluso más conservador que el de 1 a 30 que ha sido la práctica bancaria generalizada). Tal cantidad significa una capacidad mucho mayor que la que hoy necesita el país. Concluía Stiglitz, en su artículo, que la ayuda a la banca no había sido, en realidad, una medida para facilitar el crédito, sino una intervención pública con el objetivo primordial de salvar a los banqueros y a los accionistas.

Estas noticias que Ud. no habrá leído en los mayores medios de información y persuasión españoles son muy relevantes para España también, pues la misma pregunta debiera hacerse en nuestro país. ¿Por qué el gobierno español ha invertido tanto dinero en salvar a la banca, con tan pocos resultados en facilitar el crédito? La población, así como los medianos y pequeños empresarios (los empresarios que crean más empleo en el sector privado en España), tienen enormes dificultades en conseguir crédito y ello a pesar de que el gobierno ha invertido enormes cantidades en ayuda a los bancos. Hubiera sido una medida mucho más eficaz y equitativa si el Estado español (con el dinero invertido en ayudar a los banqueros y a sus accionistas) hubiera creado un banco público, tal como, me consta, el Sr. Stiglitz sugirió a las autoridades españolas sin que, por lo visto, tuviera ninguna respuesta.

Y el hecho de que no lo hicieran es, una vez más, consecuencia del gran poder de la banca en España (el poder fáctico de mayor fuerza en nuestro país), liderado por el Banco de España, cuyo gobernador (nombrado por el gobierno socialista) es el máximo exponente del pensamiento liberal, pensamiento que ha causado la enorme crisis actual, y todavía hoy domina la cultura económica del país. La nacionalización de la banca o la creación de una banca pública es uno de los grandes tabúes, de los muchos que hay en la cultura política y mediática del país, que debiera desaparecer para permitir un auténtico debate sobre la situación bancaria en España, que, en contra de lo que promueve la sabiduría convencional en el país, necesita realizar cambios muy sustanciales en sus sistemas de propiedad, de gobierno y de funciones.

Artículo publicado en Sistema Digital.
www.vnavarro.org

Economía por y para la vida única salida a la crisis sistémica

La salida real y definitiva a la crisis existe, es posible y está al alcance de nuestras posibilidades, pero necesariamente ha de encaminarse hacia el post-capitalismo. ATTAC viene avisando desde el principio de la manifestación de la crisis financiera que “salvar al sistema financiero privado” para que este posteriormente salve de la crisis a las empresas del sector productivo es una gran falacia. Enfrentar la crisis poniendo a las personas primero pasa por salvar a la economía productiva. reconduciendo al sector financiero a su papel fundamental de canalizador del crédito hacia esta en condiciones, cuantías y precios asequibles y adecuados. Pasa por reducir, si no acabar por completo, con el desvío que de sus recursos hace hacia la especulación financiera que no genera ninguna riqueza social. Como denuncia el presidente de la pequeña y mediana empresa (CEPYME), Jesús Bárcenas el 23 de febrero, el mayor problema de las pymes en España no es la reforma laboral sino la financiación.


Capitalismo senil y agonizante raíz de la actual crisis sistémica.

La situación económica actual tenemos que verla como una única realidad desde tres ópticas que nos permitan visualizar su dinámica interna, su dialéctica, que nos permitirá determinar las actuaciones necesarias para su superación.

La óptica de su base material. La maduración objetiva de la contradicción entre el capital y el trabajo, que hoy ya podemos decir contradicción entre el capital y la humanidad, la observamos necesariamente a través de la perspectiva histórica como la crisis de un sistema basado en una sociedad de consumo agotada y deformada financieramente. Es la crisis del sistema capitalista y de los valores que configuran su civilización. La producción industrial y gran parte de servicios se han o están desplazándose de EE UU y UE hacia China, Corea y sudeste asiático. Este desplazamiento, sin ruptura aún del sistema-mundo capitalista, está tensionando las contradicciones de clase globalmente, con manifestaciones específicas en cada región económica y, dentro de estas, en cada Estado-nación. A su vez está creando tensiones entre las oligarquías regionales que exigen una redistribución del Poder entre ellas en el seno de la élite oligárquica global del sistema-mundo capitalista. Estas tensiones entre oligarquías generan peligros reales de nuevas guerras globales.

La óptica de la ideología que la sustenta. El agotamiento del sistema, la crisis de sobreproducción de la década de los setenta del S XX y su deformación financiarizada que multiplica por diez la importancia relativa del sector financiero en el PIB mundial en los últimos 42 años, genera la ideológica neoliberal que la justifica y que esta crisis también pone en cuestión. Hoy cuestionar el neoliberalismo es cuestionar el sistema capitalista en su totalidad. En la actualidad las élites oligárquicas financieras y políticas siguen manteniendo los postulados económicos neoliberales ya que se mantienen los indicadores y métodos de análisis de la teoría económica ortodoxa en la búsqueda de la salida a la crisis, provocando la pérdida de la adecuada orientación en las medidas y actuaciones tomadas. Estas se enfocan hacia una hipotética recuperación de la realidad económica anterior a 2007 que seguirá funcionando con los mismos criterios de especulación y sobreexplotación humana y de recursos naturales, como hemos podido ver en el debate del Congreso del 17 de Febrero. Para los que así piensan, se trata sólo de abaratar el coste directo o indirecto de la mano de obra, profundizar en la “educación” como forma de hacer más productiva a esta con cargo a fondos públicos, y crear las condiciones para competir en el mercado global.

La óptica de la lucha de clase que se da en cada formación social. Las condiciones objetivas y la ideología neoliberal se manifiesta en cada formación social, en cada Estado-nación en función de la posición relativa que sus oligarquías tienen en el capitalismo global, en su historia propia y en la correlación de fuerzas sociales que se dan en ellas. La cronología de los acontecimientos en cada Estado-nación, el posicionamiento de sus líderes y oligarquías es el resultado de la unión de los tres aspectos.

La unión de estas tres ópticas conforman la diversidad de posicionamiento y respuestas ante la crisis financiera 2007-08 hasta ahora, y que en su conjunto dejan ver un sistema capitalista agonizante que se mueve en un peligroso circulo vicioso para la humanidad: Si se sostienen los estímulos a la economía profundizará el endeudamiento fiscal y la deuda sin respaldo real y la quiebra de los estados, que tan sólo EE UU puede mantener abusando del dólar como moneda internacional de intercambio, pero agudizando con ello las tensiones en el sistema financiero internacional. Si se suspenden la rápida recaída del consumo y la producción, provocará la crisis social y política por el desempleo y la crisis de las prestaciones y servicios públicos que conlleva. La perspectiva de futuro es la de huelgas y conflictos sociales generalizados en todo el mundo, que unido al descrédito del propio sistema tan sólo podrán intentar controlar mediante la represión. Nunca antes la lucha por una salida social y real de la crisis económica ha estado más unida a la lucha por la Paz como ahora. Hablar de valores y exigir ética en los comportamientos y actuaciones de las políticas públicas y empresas privadas es cuestionar el neoliberalismo apuntando a la línea de flotación del sistema capitalista en su totalidad.

Una visión en el espacio-mundo de la crisis nos manifiesta las graves contradicciones en las que se desenvuelven las oligarquías y líderes políticos en Europa, EE UU y China, los tres únicos actores verdaderamente relevantes de este sistema-mundo del capitalismo agonizante.

Una visión temporal de los procesos en marcha nos habla de la impotencia para enfrentar los actuales retos desde la lógica del propio sistema. La crisis del sistema financiero internacional en octubre de 2008 puso en peligro de supervivencia a todas las oligarquías internacionales, ya que si no circula el crédito todo el sistema económico se paraliza. Tres tareas eran prioritarias para intentar superar esta situación: a) Aplazar las pugnas internas y tomar medidas coordinadas, para ello se convocaron las tres reuniones del G 20, que aún no han logrado el saneamiento total del sector financiero privado b) Evitar la deslegitimación social del sistema y la revuelta social que podía generarse con las cuantiosas ayudas públicas a la banca privada, ya que no se respetan las propias normas del sistema y además se premia en lugar de castigar a los culpables, y si bien apenas ha habido revueltas sociales por ahora no lo han conseguido aún, a pesar de la “teoría” del “demasiado grande para quebrar”, y c) la reforma del sistema financiero internacional para fortalecerlo que queda en su totalidad pendiente. No se ha avanzado nada en la reforma y fortalecimiento del sistema financiero internacional porque las luchas entre las oligarquías internacionales no lo han permitido, y tan sólo con un golpe de fuerza por parte de algunos de los actores que intervienen podrá salirse de esta parálisis. Golpe de fuerza que se está produciendo en estos días con la especulación financiera y ataque contra el euro para preparar las condiciones idóneas previas a la cumbre del G 20 en Canadá el próximo mes de Junio.

La crisis en España y la trampa del consenso

La causa de fondo que debilita a nuestro sistema financiero es la debilidad del sistema productivo sobre el que se asienta. Desde la entrada en vigor de la Ley del suelo del PP en 1998, los créditos para el desarrollo de actividades inmobiliarias se multiplicaron por diez (burbuja inmobiliaria), incrementándose la deficiente planificación urbanística pública, el desvío de recursos hacia actividades nocivas que han degradado el litoral y el medioambiente, sin satisfacer la verdadera demanda de vivienda como necesidad de vida, y han degradado la calidad de vida y el empleo en España. El índice de temporalidad, precarización y baja productividad general de nuestro mercado laboral deviene de aquí.

En España, como en el resto de Europa y EE UU, no se ha salvado al sistema financiero. El crédito a pesar de todas las ayudas, avales y créditos al 0% en EE UU y el 1% en la UE de interés puesto a su disposición no ha llegado apenas a las pymes y a las familias. Se ha salvado a los grandes bancos privados en EE UU y a los grandes en EU para que se coman a los pequeños y sigan especulando. En España se han salvado a las 1.400 personas, el 0,035% de la población, que desde los Consejos de Administración de Banca y grandes empresas participadas por ellas controlan el 80,5% del PIB español, para que se coman a las que deberían ser nuestras Cajas de Ahorros.

A pesar de ello el sistema financiero español afronta un grave problema de insolvencia: a) La crisis del sector inmobiliario, con más de 300.000 millones de euros en créditos de promotores y constructoras que no pueden ser pagados ni refinanciados, y el incremento de la morosidad en el pago de hipotecas de las familias que pueden llevar al sistema financiero español a una situación crítica si se contabilizan los inmuebles a su precio real de mercado. b) La crisis de ingresos del sector público, el déficit público, que amenaza con impagos de los préstamos, sobretodo en las Administraciones Públicas Locales. c) La pérdida de calidad de la deuda pública española y de otros Estados soberanos en los mercados financieros deprecia su cotización y, consecuentemente, el valor de los Bancos poseedores de las mismas. Sólo de la deuda soberana de Grecia la banca privada española posee decenas de miles de millones de euros, y de la española en torno al 50% del total. Como dice Juan Torres, el Banco de España ha fracasado en su función de prevenir estas amenazas, de controlar la inflación y de hacer llegar el flujo de financiación a la economía real. Su actuación cómplice con los intereses bancarios privados en contra de la defensa del interés público, los generales de la población, se manifiesta en el ocultamiento de la situación real de la banca privada española y la gestión que hace para capitalizarla con el FROB y los activos de las Cajas de Ahorros.

Ante esta situación se sigue pensando ilusoriamente, al no considerar las tensiones y contradicciones que estallarán en el sistema financiero internacional, en una salida automática de la crisis basada en el crecimiento del PIB a lo largo de 2010, planteándose la estrategia sobre cuatro ejes: la Ley de Economía sostenible, que abre al sector privado mercantilizando aspectos esenciales para la vida que deberían ser públicos; un draconiano Plan de austeridad, que pagaremos todos menos el 0,035% de los muy ricos a los que se les quitó el Impuesto de Patrimonio; una reforma laboral que individualizará las relaciones laborales, abaratará el despido para los nuevos trabajadores y mermará aún más la ya escasa maniobrabilidad de los sindicatos con las leyes laborales vigentes; y una propuesta de revisión del Pacto de Toledo, las pensiones, con alargamiento de la edad legal de jubilación, que no es sino abaratamiento del coste laboral diferido. Las alabanzas de los medios más conservadores tanto nacionales como internacionales llaman a la prevención. Esta estrategia no evitará ni la profundización de la crisis ni la confrontación bélica mundial de las oligarquías capitalistas del sistema-mundo.

En un momento de agudización de las contradicciones el consenso en torno al “interés nacional” es la trampa, el canto de sirena, para la paralización de la respuesta de clase necesaria; para la gran estafa social. El interés general es el del 99,965% de la población. No cabe el punto intermedio entre los dos sectores sociales antagónicos.

La economía por y para la vida única salida posible a la crisis sistémica del capitalismo senil y agonizante.

La humanidad se encamina hacia el abismo haciendo un gran daño a la biosfera del Planeta Tierra, nuestra Madre Tierra, la Vida. Es necesario acabar con el actual sistema-mundo del capitalismo agonizante. La salida real y definitiva a la crisis existe, es posible y está al alcance de nuestras posibilidades, pero necesariamente ha de encaminarse hacia el post-capitalismo. La transformación que tenemos por delante es la mayor transformación política, social y ética que haya vivido la humanidad en su historia, “crear” una nueva cultura para la gran familia humana y unos nuevos mecanismos de seguridad y supervivencia que garanticen la continuidad de la Vida y nos proporcionen instrumentos de gestión de los cambios sociales.

La crisis debe ser para nosotros la ocasión para construir un mundo diferente, el parto feliz del nuevo mundo que globalice la dignidad y los derechos humanos. Para ello debemos fomentar la indignación, el espíritu de rebeldía, y manifestar que la humanidad tiene el derecho y el deber de abolir las formas de organización económica, social y políticas actuales que provocan invariablemente una larga serie de abusos y usurpaciones dirigidas a someterla a un poder despótico, ilegítimo y oculto; es un derecho y un deber derrocar este gobierno de las cosas y proveer nuevas salvaguardas para la biodiversidad, las libertades y la futura felicidad y seguridad de toda la humanidad.

En el Foro Social Temático Español celebrado del 10 al 12 de octubre de 2009 se elaboró “La Declaración de Sevilla”, declaración de independencia de la humanidad del sistema-mundo capitalista y de sus valores; la realizada en el encuentro internacional del 30 de octubre-1 de noviembre de 2009 por intelectuales y activistas globales de cuatro continentes en Bruselas; y la reciente propuesta de “Declaración Universal del Bien común de la Tierra y la Humanidad” realizada por Miguel D´Escoto y Leonardo Boff van en este sentido.

La lucha contra el neoliberalismo pasa por definir, concretar y visualizar qué otro mundo es posible. Otro mundo basado en una nueva economía por y para la Vida, en la Justicia Social Global que pivota sobre la igualdad, la solidaridad y la verdadera libertad que promueve un desarrollo armónico y equilibrado de la humanidad respetando la Vida como el Todo del que surgimos y somos su parte consciente. Se trata de replantear conceptos como ‘felicidad’, ‘progreso’ y “sostenibilidad” que se encuentran en la justicia social, el desarrollo personal y el equilibrio ambiental, y no en el crecimiento económico ilimitado intrínseco al sistema capitalista.

Deberemos pasar de una economía organizada por y para el capital, centrada en la reproducción ampliada del mismo que lleva a la mercantilización de todos los aspectos de la vida, a la cosificación del ser humano y al agotamiento de los recursos de la naturaleza; a otra economía organizada por y para el ser humano, centrada en el mantenimiento y reproducción de la Vida, donde la dignidad se universalice y la alimentación, salud, vivienda, educación, empleo, pensiones y democracia participativa sean derechos de todas las personas en igualdad de condiciones para hombres y mujeres, y todas las étnias, razas y pueblos.

No va a ser el “crecimiento”, productividad y competitividad, el PIB los que creen la dimensión medioambiental y social. Al contrario, será el “bien Vivir” la promoción de la justicia, equidad y cohesión social junto con la integración en nuestras vidas de las exigencias medioambientales las que harán posible un mundo sostenible con satisfacción de las necesidades sociales. Un mundo donde la esperanza de vida, la educación, sanidad, seguridad a lo largo de la vida, integración y participación en la determinación del futuro permita y sean los indicadores pertinentes para alcanzar altos índices de felicidad. Se consigue aquello que se mide. El modelo no es Islandia que nos han puesto de modelo basado en un alto PIB sobre especulación financiera. Será más parecido al modelo de Bután que viene midiendo la Felicidad Interna Bruta de las personas (FIB) desde la pasada década de los setenta, obteniendo que el 97% de su población de más de 700.000 habitantes se declaran muy felices (43%) y felices (54%) a pesar de tener un bajo nivel de PIB per capita, pero alimentación, sanidad, educación, vivienda, seguridad, vida comunitaria, etc. asegurada.

Los cuatro ejes para la construcción de este otro mundo mejor según Francois Houtart tienen que ser: 1) Nueva relación con la naturaleza que cambie la visión de “fuente de recursos” a la de “fuente de Vida” 2) Producir para la Vida que implica priorizar las necesidades sociales sobre el incremento de los beneficios de las empresas individualmente consideradas; cambiar la economía basada en el valor de cambio por una nueva economía basada en el valor de uso, ofreciendo una nueva definición del objetivo para la ciencia económica: Producir la base material de la Vida 3) Organización colectiva del mundo que implica generalizar la democracia a todos los niveles y aspectos de la vida, llenando de contenido la democracia formal en el día a día del ser humano como sujeto individual y colectivo 4) Nuevo ética fundamental para la nueva realidad, que no puede ser otra que el bien común de la humanidad, la multiculturalidad y participación de todas las étnias, culturas y civilizaciones, con la diversidad de todos los idiomas y lenguajes, en una gran familia humana con los mismos derechos y deberes: la globalización de la dignidad y los derechos humanos.

Universalizar los derechos a la alimentación, salud, vivienda, educación y pensiones generará una ingente actividad que acabará con el desempleo en el mundo. El empleo dejará de ser la venta de la fuerza de trabajo de la persona para convertirse en un derecho.

La nueva economía por y para la Vida, la economía del “bien vivir”, implica a) Cambiar el enfoque competitivo por planteamientos cooperativos b) Cambiar el enfoque a corto plazo por el enfoque a medio y largo plazo c) Revalorizar el papel de lo público y del Estado como garante, regulador y proveedor de bienes públicos esenciales d) Imponer un sistema financiero internacional público que impida la especulación y elimine los paraísos fiscales, y e) Avanzar en construir un Gobierno del mundo democrático, legítimo y transparente, que pasa por una verdadera legislación internacional con poder para exigirse que defienda los Derechos de la Tierra, de la humanidad y de las personas individuales, con este orden de prioridad.

La fuente que proveerá los recursos necesarios será la misma que en el actual sistema capitalista y en todos los que han sido anteriormente: el trabajo de las personas. Es el trabajo la única fuente de valor, que se traduce en acumulación de riquezas para unos pocos en el actual modo de producción, pero que se convertirá en satisfacción de necesidades y bienestar social para toda la humanidad en este otro mundo posible y necesario post-capitalista. Se nos plantea que sin dinero no hay posibilidad de financiar estos gastos sociales, obviando que el dinero no es sino el fruto del trabajo de las personas convertido en capital, para que creamos en la imposibilidad del cambio y nos resignemos. El trabajo de las personas es la fuente inagotable de riqueza y financiación que dentro de un sistema económico, social y político centrado en el bien común de la humanidad permitirá superar todas las crisis actuales.

La nueva economía por y para la Vida post-capitalista es la tarea que tenemos por delante para poder superar la actual situación de crisis sistémica y civilizatoria; la meta de llegada que nos permite visualizar el objetivo de nuestra lucha, aglutinar fuerza individual y socialmente, agravar la crisis ideológica del neoliberalismo y enmarcar las medidas concretas que podemos plantear ahora y las que vayan surgiendo (ITF, eliminación de paraísos fiscales, renta básica de ciudadanía, exigencia de empleo, vivienda, participación ciudadana, ...) con coherencia y sin desviarnos en los procesos, permitiendo una confluencia de estas luchas en los diferentes Estados-nación y las distintas clases y sectores sociales.

La historia la hacen los pueblos cuando su nivel de conciencia se generaliza. Así debe ser para que el nuevo orden económico, social y político que surge sea democrático y legítimo. Llegado el momento tenemos que actuar con la realidad dada. Se reclama una V Internacional para dirigir el proceso. Es necesario que ya se vayan configurando los necesarios bloques sociales de progreso. La división de la patronal que representa a la economía productiva, fundamentalmente pymes, frente al sistema financiero especulativo crea las condiciones para estos bloques sociales de progreso, que deben ser liderados por los sindicatos de clase y la economía social.

Frente a la crisis de los especuladores defensa y promoción de la verdadera economía productiva sostenible que satisface necesidades de la población (del 99,965% en España) mediante banca pública, Impuesto a las transacciones financieras especulativas, eliminación real de los Paraísos Fiscales, soberanía alimentaría, control político de Bancos Centrales y Organismos económicos y Democracia participativa.

Fernando Moreno Bernal . Economía Crítica

jueves, 15 de abril de 2010

Día mundial por la supresión de los paraísos fiscales

ATTAC España

La reciente crisis financiera ha puesto de manifiesto una vez más el papel pernicioso que tienen los paraísos fiscales dentro de la economía mundial. De nuevo hemos podido observar que no se trata de un simple elemento más de la actual configuración económica, sino que por el contrario hablamos de un instrumento clave para el mantenimiento de un modelo de desarrollo que mundialmente se ha convenido en llamar neoliberal.

Los paraísos fiscales agravan las crisis financieras y contribuyen a su gestación, aumentando la inestabilidad financiera y sus efectos; son un instrumento que agudiza las desigualdades y la pobreza, distorsionando los sistemas fiscales de todos los países y privando a los mismos de los ingresos necesarios para mantener niveles adecuados de servicios públicos; permiten y protegen la delincuencia financiera, gracias a su alto grado de opacidad y su laxa normativa financiera; y socavan las democracias, al condicionar el comportamiento de los países en materia de política económica y ser el espacio preferido para el uso de instrumentos y operaciones financieras que han incrementado cuantitativa y cualitativamente el poder de las finanzas en detrimento tanto de la economía real como de los Estados y sus democracias.

En el curso de la reciente crisis, y estando los paraísos fiscales en el centro de las críticas, los gobernantes mundiales han lanzado ambiciosas y mediáticas promesas en lo que se refiere a la lucha contra los paraísos fiscales. Hasta el momento, sin embargo, tales promesas no tienen visos de materializarse de forma satisfactoria.

La lucha contra los paraísos fiscales exige una contundencia mucho mayor, mientras que paralelamente requiere una definición mucho más precisa y amplia acerca de lo que son realmente estos refugios fiscales que la mantenida actualmente por los principales organismos internacionales.

Junto con el establecimiento de impuestos a las transacciones especulativas de capital, la supresión de los paraísos fiscales constituye una de las señas de identidad inconfundibles de ATTAC. Por esta misma razón ATTAC propone en este comunicado el establecimiento del “Día Mundial por la supresión de los Paraísos Fiscales” para el día 20 de Junio, día en que se reúnen los dirigentes del G 20 en Canadá, los países que más uso hacen de ellos, por lo que llamamos a la sociedad civil mundial a que se manifieste este día públicamente exigiendo la eliminación sin paliativos de los mismos.

Los objetivos perseguidos serían los siguientes:
1. Recordar la existencia de los “paraísos fiscales” a la opinión pública mundial.
2. Informar y sensibilizar a la ciudadanía sobre esta lacra internacional.
3. Movilizar a la opinión pública con el objetivo de presionar a los partidos, gobiernos e instituciones políticas internacionales de cara a su supresión absoluta.
4. Denunciar y hacer pública una lista completa y precisa de los paraísos fiscales existentes, dónde están radicados y el papel que juega cada uno de ellos en la economía mundial.
5. Denunciar y hacer públicos los nombres de las empresas y personas que hagan uso de dichos espacios financieros.

martes, 13 de abril de 2010

La ‘cultura del límite’

Hoy, economía y sociedad son una y la misma cosa. No siempre fue así, o mejor, nunca fue así. Casi todas las actividades humanas se han mercantilizado y el hombre es más homo aeconomicus que nunca. La actual crisis económica se ha incubado en un sistema de valores sociales cuya sustitución por otros será, como siempre, lenta, compleja y en gran medida imprevisible.


A finales de los sesenta, la extinción del sistema de Bretton Woods fue de la mano del desahucio de Keynes y el triunfo del monetarismo de Milton Friedman. Socialmente, las revueltas estudiantiles simbolizadas en el Mayo del 68 parisino abrieron paso a la sociedad post-industrial, en la que desde entonces nos hemos desenvuelto. En Mayo del 68, el reino del “aquí-ahora” levantó bandera contra las transcendencias históricas de progreso con las que la razón ilustrada había querido sustituir dos siglos antes las eternas trascendencias religiosas. Desde entonces, ya no se lucha por “el gran día”.


Aunque las clases bienpensantes así las etiquetaran, aquellas revueltas estudiantiles no fueron una revolución de izquierdas, sino la defunción de las mismas, la avanzadilla de unos nuevos modos de vida que iban a llegar de la mano, no de la política, sino del mercado. La incubadora de la “sociedad líquida” en la que hemos vivido hasta ayer no fue ninguna ideología de izquierdas, sino el mercado capitalista; algo que ni la izquierda ha visto aún claro, ni el conservadurismo y los obispos tienen ganas de aclarar. El auténtico disolvente de lazos sociales es el modo de vida de los mercados de consumo.


Desde los años setenta, en las sociedades ricas la exaltación del individuo ha coincidido con la afirmación del presente como único valor vigente. A la muerte de Dios siguió la muerte de las utopías históricas. Los consumos de bienes y experiencias han satisfecho los anhelos de plenitud, antes siempre pospuestos, y el shopping ha ejercido como fármaco contra la depresión. El ciudadano-consumidor, que Robert Putnam nos describe como “solo en la bolera”, sitúa su perfección en el coleccionismo de experiencias. Las expectativas de progreso social han sido sustituidas por las exigencias de cambio y sólo el crecimiento económico sirve de parámetro para medir la salud de las naciones. En estos imperios de lo efímero, el “todo nuevo-todo joven” ha arrasado como valor de referencia, mientras la felicidad, entendida como euforia, se convertía en la más exigente obligación de nuestros días. Dionisos es el dios de la civilización contemporánea.


Estos modos de vida, tan dispersos en sus perfiles que sólo se les define como “post” de algo, han sido largamente descritos y analizados. Lo que no se ha hecho tan a menudo es relacionarlos con el sistema económico que los sustentaba. Sociología y economía han ido cada una por su lado, olvidando que son las dos caras de la misma moneda. Sin embargo, ha sido el capitalismo financiero el que ha mantenido la feria abierta. Este mundo de vida cash ha sido una sociedad a crédito, que ha venido como anillo al dedo al capitalismo en su etapa financiera. Los economistas clásicos, incluso Marx, siempre tendieron a analizar las concentraciones de capital en su propia dialéctica: capital contra capital en el territorio de la inversión. Hoy, tras Keynes, sabemos que las acumulaciones de capital necesitan además otra salida; el consumo. Un consumo que, si es preciso, y lo es, se hace a crédito. Las sociedades postmodernas de las últimas décadas se han instalado en el consumo a crédito. A crédito, no sólo de las acumulaciones de capital presentes, lo que denota una injusta distribución de la renta; sino a crédito de las generaciones futuras si miramos el planeta Tierra.


Con el pesimismo antropológico que caracteriza a la derecha conservadora, Alan Greenspan decía, en una reciente entrevista a la BBC, que las crisis económicas volverían a repetirse porque la naturaleza humana no tiene arreglo; reincide una y otra vez en la codicia. Igual de luterano, el gobernador del BCE Trichet dijo, durante una visita al Banco de España, que esta crisis era de designio divino (sic). Ambos piensan, con Adam Smith, que tras la mano invisible está la mano de Dios, y que, por tanto, no merece la pena pretender cambiar el invento. Pero los hombres son dueños de corregir su historia.


La corrección que toca ahora tiene un aspecto económico y un aspecto social que, o van unidos, o no van. Tras dos años de crisis, los financieros se aprestan a volver a ganar dinero, y el común de los mortales, a consumir. Las causas de la catástrofe se pierden en la nebulosa de la nueva metafísica: los mercados. Rendidos ante el nuevo tótem, dejamos de plantearnos lo básico: ¿qué se produce y se consume? ¿En qué condiciones trabajamos? O, ¿por qué no se controlan las finanzas? Lo único claro es que los agujeros negros que había en el sector privado se han trasladado a las finanzas públicas. Serán los impuestos de todos los que cubran la mala gestión de unos y el enriquecimiento de otros muchos.


Es posible que, tanto la economía como la sociedad, necesiten una nueva cultura del límite. Límites en el laissez faire económico que tienen que venir de la intervención pública, recuperando los equilibrios entre mercado y Estado. Límites en la vida del individuo-consumidor que exigirán más sociabilidad y menos euforia consumista. A la postre, no hace tanto que el ideal de felicidad era el beatus ille de la vida sosegada. En lugar de Dionisos, Epicuro. Sobre ambas cosas cabe el optimismo. La sociedad posmoderna está dejando de serlo y se hace, cada vez más, sociedad informacional. Esta es mucho más social porque su esencia es la conectividad; y menos consumista porque desplaza el consumo de las cosas a las ideas. Como dijera Holderlin, donde surge el peligro allí está la salvación.

Justo Zambrana es economista

Fuente: Público



lunes, 12 de abril de 2010

El FMI desembarca en el Norte

El 20 de agosto de 1982 México fue el primero de una larga lista de países ‘en desarrollo’ que ya no pudo reembolsar una deuda descomunal. El FMI apareció en escena como un prestamista de último recurso y, cual bombero pirómano, repartió sus préstamos con el fin de reembolsar a los acreedores. Esos préstamos están condicionados a un programa de ajuste que impone medidas estructurales y medidas de choque: privatizaciones masivas; liberalización de la economía y apertura de los mercados; reducción drástica de los presupuestos sociales; supresión de las subvenciones a los productos básicos; desarrollo de monocultivos de exportación en detrimento de los cultivos para consumo propio; incremento de los tipos de interés para atraer capitales...


Como ya pronosticaba Michel Camdessus, director del FMI entre 1987 y 2000: “Todas las trabas a la liberalización del comercio serán suprimidas, dejando a las empresas en libertad de producir y exportar sus productos como quieran y como decida el mercado”. El mecanismo sutil de un neocolonialismo económico se instala a largo plazo: el servicio de la deuda viene a engrosar a los acreedores y las políticas instauradas en los países con acuerdos con el FMI pasan por el control de Washington. Ya no hay soberanía: las instituciones financieras internacionales imponen la voluntad de los acreedores y abren el camino a las multinacionales, la mayor parte de las cuales tiene sede en el Norte. Para demostrar la omnipotencia del FMI, recordemos que el brasileño Lula tuvo que firmar una carta comprometiéndose a respetar los acuerdos pasados entre su país y el FMI antes de su llegada al poder en 2002.


Crisis de legitimidad

Muchos países en desarrollo, que eran autosuficientes en productos alimentarios a principios de los años ‘80 (como Haití con el arroz), hoy tienen que importar los alimentos necesarios para su población. La agricultura subvencionada de los países occidentales ha inundado el Sur, arruinando a decenas de miles de familias y expulsándolas de sus tierras hacia barriadas de chabolas. También Senegal tiene que importar todos los ingredientes de su plato nacional, el pollo Yassa. Cuando los especuladores se abalanzan sobre esos productos en la Bolsa de Chicago, como ocurrió en 2008, cuando los precios se multiplicaron en los mercados locales y decenas de países se vieron en situaciones dramáticas de hambruna.

Como consecuencia del abandono de las subvenciones a productos de primera necesidad impuesto por el FMI, los movimientos de oposición se han multiplicado en el último cuarto de siglo. Los disturbios contra el FMI estallan a intervalos regulares en el Sur. Por ejemplo en Perú, en 1991, cuando el precio del pan se multiplicó por 12 en una noche, o el de Caracazo (Venezuela), en 1989, tras la aplicación de un plan de ajuste estructural que terminó con tres días de disturbios que ocasionaron numerosos muertos.


Ante la impopularidad de las condiciones vinculadas a sus préstamos, varios países (Brasil, Argentina, Uruguay, Indonesia, Filipinas, Turquía...) reembolsaron anticipadamente su deuda con el FMI a principios del siglo XXI. El saldo pendiente de los créditos del FMI cayó en picado y, en primavera de 2008, la institución se vio obligada a despedir a 380 empleados y a vender parte de su oro. Por otra parte, la institución se enfrenta a una grave crisis de legitimidad y los tres últimos directores del FMI han dimitido antes del final de su mandato.


El FMI y la crisis

En el G-20 de Londres de abril de 2009, el FMI vio triplicarse sus recursos con el fin de que pudiera multiplicar sus préstamos en todas las direcciones. Las condiciones son severas en todas partes: reducción o congelación de los salarios de los funcionarios, reducción de las pensiones de jubilación, privatización de las empresas públicas, etc. Una decena de países de Europa del Este ha abierto líneas de crédito con el FMI en menos de un año, y en Ucrania se espera la visita de una delegación del Fondo a finales de marzo. Si Letonia quiere seguir recibiendo financiación del FMI y de la UE, debe tomar la decisión de reducir un 20% los salarios de los funcionarios y un 10% las pensiones de jubilación. Esas políticas suscitan reacciones de la población, que se echa a la calle: huelgas generales que se suceden en Grecia, manifestaciones de profesores en Letonia, de funcionarios en Rumanía, o el rechazo por referéndum del 90% de la población islandesa a reembolsar una deuda que consideran ilegal...


John Lipsky, el número dos del FMI y ex alto cargo de la banca JP Morgan, previno a los países desarrollados de que deben preparar a la opinión pública para las próximas medidas de austeridad, como la disminución de los subsidios por enfermedad y de la jubilación. Si los pueblos no se oponen tenaz e inmediatamente a las exigencias del FMI y de los gobiernos del Norte al servicio de los mercados financieros, tendrán lugar unas regresiones sociales de gran alcance que es urgente impedir.


* Jérôme Duval es miembro del CADTM internacional (Traducción Cristina Ridruejo)


Fuente: Diagonal



La crisis sistémica y el decrecimiento como alternativa

Más allá de la reciente crisis financiera, el sistema económico capitalista se enfrenta a día de hoy a múltiples tipos de crisis que ponen de relieve el carácter sistémico de la crisis global. De entre las múltiples crisis hoy vigentes, la crisis ecológica, que aquí destacamos, podría ser la antesala de una crisis civilizatoria. El crecimiento económico ilimitado en un planeta finito se muestra aquí como su principal causa. El economicismo reinante en nuestras sociedades –en donde el crecimiento del Producto Interior Bruto de las distintas economías y el desarrollo tecnológico aparecen como las medicinas que todo lo curan– viene a ser como el árbol que no deja ver el bosque. Ante esta problemática ha surgido en los últimos años un concepto o eslogan, el del “decrecimiento”, del que cada vez se oye hablar más ante la aparente falta de alternativas prácticas al actual sistema económico capitalista. Sin embargo, a pesar del rechazo inicial que puede suponer el carácter negativo del término, en la medida en que nos acercamos más detalladamente a propuestas concretas del decrecimiento, podremos observar cómo en realidad confluyen en él diversas tradiciones de transformación radical del sistema. Cabría hacerse la pregunta de si será esta la bandera que logre unificar la amplia diversidad de los movimientos “antiglobalización” o “alterglobalizadores”.


En los albores del siglo XXI, pese a grandes ensoñaciones de un mundo sin guerras, sin contaminación, con un elevado desarrollo tecnológico que nos permitiría desplazarnos con nuestros vehículos privados por el aire o incluso mediante naves espaciales con las que podríamos viajar a otros planetas que hubiéramos colonizado, seguimos al contrario viviendo en un mundo en el que la violencia parece más bien algo inherente a nuestra propia naturaleza humana, que por otro lado está acabando con el resto de especies naturales del planeta y nuestra tecnología no sólo sigue sin resolvernos todos los problemas, sino que en ocasiones llega incluso a servir de factor multiplicador de muchos de ellos. En el mundo en el que hoy vivimos, asistimos más bien a una confluencia de múltiples tipos de crisis: crisis financiera (bancarrotas de grandes bancos y empresas); crisis económica (el paro y la caída del consumo); crisis ecológica (desastres medioambientales de todo tipo); crisis energética (aumento de los precios del petróleo); crisis alimentaria (aumento de los precios de los alimentos, desnutrición y hambrunas); crisis de los cuidados (inadecuada relación entre las diferentes esferas de la vida social –la mercantil, la socio-familiar, la pública– con especial repercusión en las mujeres procedentes de los sectores más desfavorecidos de la población); etc. Cabría por tanto preguntarse si no estamos a las puertas de una crisis mayor: la crisis de la civilización (o del sistema) capitalista. Esto es, de una crisis que afecta al conjunto de conocimientos y costumbres que constituyen la civilización de la que formamos parte, la cual cabe matizar que está enmarcada en un entramado político, social y económico global dominante que permite atribuirle a esta civilización el adjetivo de capitalista.


Lo que aquí nos interesa no es realizar una caracterización de los diversos tipos de crisis mencionados sino analizar los componentes esenciales de la crisis ecológica en la medida en que si la base material del mantenimiento de la vida humana sobre la tierra no es sostenible, parece bastante evidente que tampoco lo será el tipo de civilización causante de dicha insostenibilidad. En ese sentido consideramos que la cuestión ecológica es aquí central a la hora de saber si podría estarse produciendo una crisis de nuestro modelo de civilización. Veremos además que partiendo desde esta perspectiva podremos si no llegar al origen de los problemas causantes de las demás crisis antes señaladas, sí aproximarnos a entender algunos de los elementos que permiten o promueven su desenlace. Así mismo, daremos algunas pinceladas acerca de un concepto o eslogan que cada vez está adquiriendo más fuerza en el seno de los movimientos sociales y que podría ser la semilla de un nuevo paradigma que resulta cada vez más necesario: el decrecimiento.


La crisis ecológica como base de la crisis civilizatoria

La divulgación de la expresión crisis de civilización tiene su origen en la publicación de los primeros informes elaborados por el Club de Roma. Entre estos cabe destacar el informe acerca Los límites del crecimiento, que fue encargado por el Club de Roma a un grupo de investigadores del MIT (Massachussets Institute of Tecnology) a principios de la década de los años 70. En éste informe se alertaba sobre la imposibilidad de mantener el actual crecimiento exponencial de la población, la industrialización, la producción de medios de subsistencia, de la contaminación y del agotamiento de los recursos naturales. La conclusión a la que llegaron sus autores era que si la tendencia de estos crecimientos exponenciales se mantenía, la humanidad se toparía con los límites al crecimiento en el próximo siglo, salvo que se estableciera una estabilidad económica y ecológica sostenible que permitiera escapar al desastre (Meadows, D. et al., 1972).


El crecimiento exponencial se refiere por tanto al hecho de que cualquier cosa que crezca de forma continua en el tiempo siempre acabará duplicándose al cabo de un tiempo. Sin embargo suele utilizarse como dato el porcentaje al cual lo que estemos estudiando está creciendo, a pesar de que se entienda mejor el crecimiento de algo de forma continuada cuando se sabe cuándo se va a duplicar, más que cuando se sabe su tasa de crecimiento. Así, por ejemplo, solemos oír hablar de la tasa a la que está creciendo el Producto Interior Bruto (PIB). Imaginemos que nos dicen que la economía del país X (su PIB) está creciendo al 3 por ciento al año: esto significa que el tamaño de su economía, si mantiene este nivel de crecimiento de forma constante, será el doble dentro de 23 años. Una metáfora a la que se suele recurrir para explicar el crecimiento exponencial es la metáfora del nenúfar. Se trata de una persona que vive al lado de un lago junto al cual suele pasear a diario. Un día observa que ha crecido un nenúfar en uno de los extremos del lago. Al día siguiente son dos los nenúfares, cuatro al tercero, ocho al cuatro día, y así sucesivamente… Un día el paseante se sorprende de ver que los nenúfares han llegado a ocupar la mitad del lago, pero no se preocupa demasiado puesto que imagina que todavía tardarán un tiempo en llegar a cubrir todo el lago. La pregunta que cabe hacer aquí es: si el lago se llena el día 30, ¿Cuándo llega el paseante a verlo lleno hasta la mitad de nenúfares? La respuesta es el día 29. Esta metáfora trata simplemente de señalar en qué consiste el crecimiento exponencial y lo engañoso que puede llegar a ser.


En un planeta finito como en el que vivimos, parece por tanto evidente que no es sostenible que algo pueda crecer de forma continua, es decir, de forma exponencial. Nos hallamos pues ante un dilema: si los tamaños de nuestras economías, o el PIB mundial, siguen creciendo de forma continua, según muchos agravaremos la crisis ecológica ya existente, pudiendo llegar finalmente a la extinción de la humanidad; si la economía deja de crecer, tenemos un problema socioeconómico grave puesto que entramos en crisis y se pierden miles o incluso millones de puestos de trabajo con todas las consecuencias sociales negativas que ello genera. Ninguna de las dos opciones parece realmente deseable. Quizás deberíamos centrarnos en el análisis de uno de los dos problemas, y lo haremos con el de la crisis ecológica puesto que al otro ya se le ha dado muchas vueltas en el mundo de la economía. Pero, ¿en qué consiste la crisis ecológica? Lo primero que tendremos que ver aquí será sobre qué bases se sustenta la idea de crisis ecológica. Para ello nos detendremos aquí en tres asuntos esenciales que constituyen los problemas ecológicos globales más destacados: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, y el déficit ecológico global.


El progreso o crecimiento económico que se ha dado, especialmente en el mundo “desarrollado”, desde principio de la era industrial, especialmente desde mediados del siglo XX, ha corrido paralelamente al hecho de que los seres humanos hemos alterado la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas del mundo de manera más rápida y generalizada que en ningún otro periodo de la historia de la humanidad. Una de las múltiples consecuencias ambientales de esta realidad es el cambio climático, el cual, según el último informe realizado por Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, es ya una realidad insoslayable. La causa principal es bien conocida: la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) derivada de diversas actividades entre las cuales cabe destacar el uso de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas natural). El IPCC señala que para evitar que el cambio climático pueda llegar a generar consecuencias desastrosas para la humanidad, los países industrializados tendrían que reducir sus emisiones de GEI entre un 80% y un 95% de aquí a 2050. Sin embargo, desde que en 1992 se firmó el Protocolo de Kioto, en el que los firmantes se comprometían a reducir sus emisiones de GEI en torno a un 5% por debajo de las emisiones de 1990 para el periodo 2008-2012, las emisiones de GEI, especialmente las de CO2, no han hecho más que incrementarse, siendo prácticamente imposible el cumplimiento del compromiso de Kioto, que por otra parte es muy inferior a lo que exige en la actualidad (IPCC, 2007). Las noticias que nos llegan actualmente de las negociaciones en la Cumbre de Copenhague están bastante lejos de dar lugar a la esperanza. El crecimiento de las emisiones de CO2 ha sido además casi paralelo al crecimiento económico del último siglo. Sin embargo, hoy estamos pudiendo comprobar cómo con la crisis económica y la reducción de la producción y el consumo, estas emisiones se han reducido de forma notable…


En lo que se refiere a la pérdida de biodiversidad, son muchos los científicos que hablan hoy de que podríamos estar viviendo la sexta extinción de especies en la historia del planeta. Un indicador que nos permite observar dicha pérdida es el Índice Planeta Vivo, un indicador diseñado por la organización World Wildlife Fund (WWF) para realizar un seguimiento del estado de la biodiversidad mundial, mediante el cual se registran las tendencias en el tiempo de un gran número de poblaciones de especies. Este índice ha descendido un 35% sólo en los últimos 35 años (WWF, 2008). Muchos podrían pensar que sobran animales y que esta sólo es una cuestión sentimental con los animales. Sin embargo, cualquiera que sepa un poco acerca de cómo funcionan los ecosistemas entiende perfectamente que la pérdida de biodiversidad puede llegar a ser muy peligrosa para la superviviencia de un ecosistema, pues en su seno existe una auténtica interacción e interdependencia entre todas las especies que forman parte del mismo. En la medida en que estos sistemas son también esenciales para el mantenimiento de la vida humana en el planeta, pues nosotros también formamos parte de uno (que podríamos llamar ecosistema global o ecosfera), nos interesa que la biodiversidad no se reduzca, sino más bien al contrario: que incremente. Existe aquí un concepto clave en el estudio de los ecosistemas como sistemas complejos que son, que es el de resiliencia: esto es, la capacidad de uno de estos sistemas para volver a su equilibrio dinámico ante una perturbación externa. Bien, pues a mayor biodiversidad, existe mayor resiliencia. Por otra parte, no hay que olvidar que la biodiversidad es una especie de biblioteca genética mundial en el sentido de que miles de enfermedades se han resuelto gracias al descubrimiento de los códigos genéticos de diversas especies de plantas o animales. Así, en la medida en que hagamos desaparecer distintas especies, muchas de las cuales ni habremos llegado a descubrir, iremos dejando que desaparezcan muchos conocimientos que podrían resultar especialmente valiosos.


Por otra parte, un problema ecológico de carácter más general y que muestra la problemática ecológica de forma más visual es la cuestión del déficit ecológico global nos referimos a la diferencia entre huella ecológica de la humanidad y capacidad biológica o biocapacidad del planeta. La Huella Ecológica puede definirse, a nivel global, como “la demanda de la humanidad sobre la biosfera en términos del área de tierra y mar biológicamente productiva requerida para proporcionar los recursos que utilizamos y para absorber nuestros desechos”, pudiendo aplicarse esta definición a niveles regionales, locales, individuales, etc. Esta se mide en hectáreas, o también hectáreas globales (en el sentido de hectáreas de espacio bioproductivo global) cuando hablamos de Huella Ecológica por persona. El equivalente en términos de oferta sería el área bioproductiva total del espacio estudiado, también conocido como biocapacidad. Según los últimos datos de Huella Ecológica global publicados por el Informe planeta vivo 2008 (WWF, 2008), con fecha de 2005, la humanidad está ya tomando los recursos del planeta a un ritmo mayor al que estos se renuevan, puesto que dicha Huella Ecológica fue de 17.500 millones de hectáreas globales (hag), es decir 2,7 hag por persona (teniendo en cuenta la población mundial en 2005), mientras que la biocapacidad del planeta se calculaba en 13.600 millones de hag, esto es 2,1 hag por persona. Por lo tanto, volviendo a la metáfora del nenúfar, hoy estaríamos en el día treinta y uno... ¿Qué significa esto? Pues simplemente que estamos utilizando los recursos naturales a un ritmo mayor que el que se nos ofrecen por parte de la naturaleza. Es como gastar más dinero del que se tiene, solo que aquí la deuda (el déficit ecológico global) no se puede saldar, el embargo, por así decirlo, es automático: se paga en especie (nunca mejor dicho). Nuestras sociedades industriales están ya chocando de frente contra los límites biofísicos de nuestro planeta. Evidentemente el choque tampoco es uniforme: los países industrializados, desarrollados, ricos, o como se les quiera llamar, tienen una huella ecológica media por persona que supera con creces la biocapacidad media por persona a nivel global, mientras que en los demás países, generalmente del Sur, sus huella ni siquiera han alcanzado dicha biocapacidad en la gran mayoría de los casos. Así pues, si todo el mundo viviera como un español medio, se necesitaría un poco más de dos planetas y medio, y si fuera como un estadounidense medio, ¡necesitaríamos cuatro planetas y medio! Parece claro que nuestro nivel de vida no es generalizable a todas las personas que viven en el planeta.


El mito del crecimiento ilimitado como principal causa del problema

Si existe un referente del progreso en nuestras sociedades, dominadas por el economicismo, este es el Producto Interior Bruto (PIB), el cual mide la cantidad de bienes y servicios que se producen a lo largo de un año, lo cual a su vez es un indicador de las riquezas (o rentas) que se generan dicho territorio. Aparte del hecho de que este indicador no refleja como se distribuyen dichas riquezas, el PIB invisibiliza aspectos que son esenciales tanto para la propia economía como para la vida, como son los servicios ecosistémicos (fotosíntesis, ciclo del agua, del ozono, regulación del clima, etc.) y el trabajo no remunerado como es el trabajo doméstico, que por lo general es realizado por mujeres (ej.: parir, alimentar, educar, dar afecto, etc.). Mientras, por otra parte, se contabilizan ciertos “males” como riqueza (agotamiento de recursos y gastos compensatorios). Por ejemplo, no se descuenta del PIB la pérdida de patrimonio natural (ej: talar un bosque para papel da riqueza), y el hecho de que vaya más gente a los hospitales por enfermedades (por ejemplo como causa de la contaminación del aire) implica un incremento de servicios y por tanto del PIB. Lo mismo ocurre con una guerra o con los servicios de limpieza de una playa como consecuencia del hundimiento de un buque petrolero, como ocurrió con el Prestige en Galicia. Otros dos ejemplos paradigmáticos de la mala contabilidad que utilizamos como referente de progreso son lo casos de Sudán y Sri Lanka. Sudán, cuyo PIB se incrementó en un 23% entre 2003 y 2007 a pesar de que el conflicto de Darfur causó en dicho periodo la muerte de 400.000 personas, dos millones y medio de desplazados y 600.000 personas sufrieron hambre. En Sri Lanka, donde se produjo un gran tsunami en 2004 que causó alrededor de 36.000 muertes y la devastación de infraestructuras, así como el desplazamiento miles de personas, el crecimiento del PIB mantuvo también una dinámica positiva y elevada en el mismo periodo (Latouche, 2008). Parece por tanto lógico pensar que el crecimiento económico no tiene porque tener ninguna relación con nuestra felicidad o incluso con nuestro bienestar social. Uno de los indicadores esenciales de bienestar es el de la esperanza de vida: actualmente, la esperanza de vida es muy similar entre países tan distintos en términos económicos como Cuba, Costa Rica y Chile por un lado, y Estados Unidos, Irlanda y Noruega, habiendo una diferencia en sus PIB per cápita entre unos y otros de alrededor de 30.000 dólares (en términos de paridad de poder adquisitivo) (Jackson, 2009).


¿Y la tecnología?

Es normal que ante esta problemática muchos se pregunten acerca de si el crecimiento económico no nos ha permitido por otra parte desarrollar mejores tecnologías que nos permitan reducir la contaminación y hacer un uso más eficiente de los recursos. Este es de hecho el argumento fundamental de la economía convencional. Efectivamente, el crecimiento económico ha permitido que se desarrolle tecnologías mucho más limpias que las que utilizábamos anteriormente, generándose así una mayor eco-eficiencia en los procesos productivos. Sin embargo, si observamos la realidad en términos absolutos, veremos rápidamente que para muchos contaminantes, como el CO2, por mucho que se reduzca la emisión por unidad de PIB, las emisiones totales, así como sus concentraciones en la atmósfera no dejan de crecer. Este efecto, conocido como efecto rebote o paradoja de Jevons, según el cual la eficiencia en el uso de un recurso genera un incremento mayor del uso del mismo se viene analizando desde comienzos de la revolución industrial. El efecto rebote fue descrito por W.S Jevons, que estudió, a mediados del siglo XIX, cómo las diferentes innovaciones en las máquinas de vapor permitían un uso cada vez más eficiente del mismo a la vez que el consumo total de carbón aumentaba de forma exponencial. Este efecto puede aplicarse igualmente a la menor contaminación generada por cada unidad de producto. En este sentido, resulta interesante el ejemplo que Riechmann rescata de Lester Brown y otros (1992). “Como la historia de los dos decenios pasados prueba elocuentemente, señala, de nada sirve mejorar la eficiencia energética o el ahorro de materiales un 1% o un 2% anual, si el objetivo económico sigue siendo crecer un 3 ó 4% anual: el impacto devastador sobre la biosfera seguirá aumentando. Por ejemplo, no servirá de nada reducir a la mitad las emisiones contaminantes de cada automóvil individual si al mismo tiempo se duplica la distancia total recorrida por estos vehículos: esto es precisamente lo que ha sucedido en EEUU entre 1965 y 1990, y el ejemplo parece paradigmático” (Riechmann, 1998). Otra forma un poco menos sutil de resolver los problemas de contaminación que han permitido las tecnologías, sobre todo del transporte, ha sido el desplazamiento de buena parte de las emisiones contaminantes a países periféricos a los cuales se deslocalizan las primeras fases de la producción. Estas últimas, son, además de las más contaminantes, las que menos valor añadido generan, y por tanto las menos remuneradas. Esto permite vislumbrar algunas de las causas de las desigualdades Norte-Sur(Martínez-Alier, J. y Roca, J., 2001).


En definitiva, siempre se suele decir que la fe mueve montañas: pues eso viene a ser un poco lo que ha ocurrido con la tecnología. La fe en que con el progreso tecnológico resolveremos todos nuestros problemas es precisamente el motivo de que no actuemos yendo a la raíz de los problemas. Lo opuesto es precisamente lo que se pretende hacer desde el incipiente movimiento por el decrecimiento.


El decrecimiento como alternativa

El concepto de decrecimiento constituye un ariete contra la idea mitológica del crecimiento ilimitado que se mantiene vigente en nuestras sociedades. Constituye por otra parte una palabra que trata de romper con el ya desacreditado concepto de “desarrollo sostenible”, tanto por la retórica que con el mismo se suele hacer, como por el simple hecho de que este último está imbuido de la propia idea de crecimiento, que con la añadidura del adjetivo “sostenible” se intenta pintar de verde. Sin embargo, hasta un niño puede comprender fácilmente que en un medio finito, como es la Tierra, nada puede crecer materialmente de forma indefinida. Por otro lado, es un eslogan más provocativo que “detener el crecimiento” o “crecimiento cero”: se suele decir que el concepto de decrecimiento constituye una “palabra bomba” (Sempere, J., 2009). El simple hecho de que hoy en día se esté hablando cada vez más de ello está de hecho demostrando su efectividad… El contexto de una mayor visibilización en la actualidad de la crisis ecológica a colación de la crisis económico-financiera y de la evidencia del cambio climático ha sido en este sentido favorable. A su vez, son cada vez más los signos de que la mayor opulencia de las sociedades, lograda a través del crecimiento económico, tiene cada vez menos que ver con la felicidad de las personas que constituyen dichas sociedades.


La necesidad de crecer indefinidamente es consustancial al capitalismo, debido a la reducción del “valor” representado en la mercancía a medida que la tecnología sustituye la fuerza de trabajo humana que obliga a que la producción sea permanentemente incrementada (Jappe, A., 2009). Así pues, el decrecimiento en el sentido más literal de reducción de la producción (y por tanto del consumo), es incompatible con el capitalismo. El capitalismo constituye por tanto una huída hacia delante, a pesar de que lo que hay delante es un precipicio. Por ello vale la pena volver hacia atrás, pero no de cualquier forma: esto debe hacerse manteniendo todo aquello que sea rescatable entre lo que hayamos aprendido por el camino.


Por otra parte, a pesar de lo que se suele creer desde ciertos sectores de la izquierda tradicional, quienes defienden la idea del decrecimiento no reniegan de la denuncia por la injusta distribución de la riqueza que se produce en el seno del sistema capitalista, ni tampoco de las agresiones a los “derechos humanos” inherentes a su propia dinámica y a las relaciones de poder que lo sustentan, de la misma forma que el análisis decrecentista no se limita a la preocupación por el deterioro ecológico del planeta. Sí es cierto, no obstante, que pariendo de la crítica ecológica, subyace un análisis que se complementa muy bien con los anteriores problemas, y que permite comprender la inviabilidad de alcanzar ese “otro mundo posible” de forma sostenible, especialmente en todas sus vertientes social y ecológica, en el marco del capitalismo. El movimiento por el decrecimiento disiente por tanto profundamente de visión de parte del movimiento ecologista que defiende la vuelta a una senda de crecimiento con “tecnologías verdes”, así como de la visión de parte de la crítica heredera del marxismo que propone una gestión diferente de la sociedad industrial: el decrecimiento no es un “keynesianismo verde”, y mucho menos un “capitalismo verde” (entre otras cosas, porque como ya hemos comentado, es inviable).


El decrecimiento no sólo supone una crítica frontal al capitalismo, sino una ruptura directa con el productivismo (cuyas pulsiones también embaucaron a las experiencias conocidas por la denominación de “socialismo real”). Ello no implica una “vuelta a las cavernas”, sino simplemente un retorno a los límites físicos de nuestro planeta (rebasados hace un tiempo ya) de una forma social y ecológicamente sostenible. No hay que ocultar, sin embargo, que desde esta perspectiva son muchos los aspectos de las formas de vida tradicionales que cabría recobrar, pero no de forma acrítica e infantil, sino de forma inteligente, al igual que el decrecimiento no implica una ruptura con todo lo que hayamos aprendido desde que la huella ecológica de la humanidad superó la biocapacidad del planeta. Simplemente, se rechaza la esperanza ciega de que surja una tecnología mágica que resuelva todos nuestros problemas. Se prefiere más bien repensar si realmente todo desarrollo tecnológico ha sido positivo para la humanidad, o si al contrario, buena parte del mismo no ha sido el causante de muchos de los problemas que acechan a la misma.


No obstante, el decrecimiento no se propone como una receta ni se plantea como una doctrina cerrada, más bien aspira a la confluencia de diversas tradiciones de transformación radical del sistema (Mosangini, G., 2009). El esquema de transición decrecentista se ubica en tres esferas: la individual, la colectiva y la del cambio político. En lo que a la persona se refiere, ideas como la simplicidad voluntaria, la autoproducción o la reducción de la dependencia del mercado son elementos esenciales y que se oponen frontalmente a la sociedad de consumo. Como seres sociales que somos los humanos, lo individual no puede disociarse de lo colectivo, en donde la autogestión y la autoorganización resultan fundamentales en el planteamiento de iniciativas alternativas como son las cooperativas de producción y las de consumo, los sistemas de intercambio no mercantil, etc.

Finalmente, si todo ello no es acompañado por un cambio político, todas esas iniciativas individuales y colectivas quedarán como reductos marginales y a la larga estarán abocados a desaparecer. Cabe por tanto aquí rescatar y reivindicar múltiples propuestas políticas formuladas desde diversos ámbitos: reducción y reparto del tiempo de trabajo; redistribución de las riquezas (política de salarios máximos; renta mínima como ciudadano (renta básica); banca pública; incremento de la transparencia de la información que atañe a los ciudadanos (información real y comparada sobre los niveles de contaminación y sus consecuencias; cambio de indicadores-referente como el PIB por otros que reflejen mejor la calidad de vida y el bienestar); incremento de la participación colectiva en la toma de decisiones desde lo local; limitación de la publicidad (e instrumentalización con el fin de fomentar la autolimitación y la responsabilidad frente al consumismo desenfrenado); relocalización de la producción (limitar el comercio a larga distancia) y retoma de la agroecología (frente a la actual agricultura tecnificada híper-dependiente del petróleo); rediseño de las ciudades (políticas urbanísticas) conforme a criterios de sostenibilidad medioambiental, en especial en lo que atañe a la movilidad; fomento de tecnologías limpias (basadas en energías renovables); fomento de la prevención frente a la reparación; reconversión de los sectores más contaminantes (aumento de la industria del reciclaje, aprovechamiento de las plantas de fabricación de automóviles para la fabricación de sistemas de cogeneración eléctrica, sustitución de la construcción por la reforma y el mantenimiento inmobiliario, eliminación del uso de sustancias tóxicas en la industria química, lo cual favorecería a todo un tejido industrial basado en la química verde, etc.). Y todo ello debe necesariamente de un fomento de la reducción del consumo en general mediante políticas de gestión de la demanda, incentivos al ahorro, penalización del despilfarro, etc. En definitiva: el decrecimiento no tiene porque significar recesión ni regresión. Es el abandono del objetivo único del crecimiento por el crecimiento y sus consecuencias desastrosas para las personas y el medio ambiente. Se trata finalmente de evitar un decrecimiento forzoso e inequitativo, al que el capitalismo nos está llevando de cabeza, construyendo entre todos y todas un decrecimiento equitativo y socialmente sostenible.

¿Es el decrecimiento por tanto un movimiento anticapitalista revolucionario? La respuesta es que en la medida en que por ello entendamos el hecho de defender la necesidad de una transformación radical de nuestra sociedad y una ruptura con las estructuras establecidas, desde luego que sí. Pero podríamos decir, como lo haría Carlos Taibo (2009) que se trata también de un movimiento de gentes tranquilas que de forma pacífica manifiestan una necesidad de que su felicidad no se reduzca a valores mercantiles.


Bibliografía

IPCC, 2007. Cambio climático 2007: Informe de síntesis. IPCC, Ginebra, Suiza, 104 págs.

JACKSON, T., 2009. Prosperity without growth?, 2009

JAPPE, A., 2009. Entrevista en la Revista El Viejo Topo, Julio-Agosto 2009, n258-259.

LATOUCHE, 2008. La apuesta por el decrecimiento. Icaria. Barcelona

MARTÍNEZ ALIER, J. Y ROCA, J., 2001. Economía Ecológica y Política Ambiental, Fondo de Cultura Económica, Méjico D.F.

MEADOWS, D. H., MEADOWS, D. L. RANDERS, J. y BEHRENS, W., 1972. The Limits to Growth. New York: Universe Books.

MOSANGINI, G. 2009. Entrevista en la Revista El Viejo Topo, Julio-Agosto 2009, n258-259.

RIECHMANN, J. (coord.), 1998. Necesitar, desear, vivir. Sobre necesidades, desarrollo humano, crecimiento económico y sustentabilidad. Ed. Los Libros de la Catarata, Madrid.

SEMPERE, J., 2009. Entrevista en la Revista El Viejo Topo, Julio-Agosto 2009, n258-259.

TAIBO, C. 2009. En defensa del decrecimiento. Ed. Los Libros de la Catarata.

WWF, 2008. Informe Planeta Vivo 2008. WWF Internacional.


Fuente:

Jose Bellver Soroa. Economía Crítica