martes, 20 de diciembre de 2011

Guerra financiera, desastre planetario

La guerra financiera ha trepado un escalón tan significativo, que puede ser el banderazo de un desastre de magnitud desconocida para todo el planeta.
 
Un recuento: el resultado más estridente de la cumbre de Bruselas de los pasados 8 y 9 de diciembre, fue el autoaislamiento de Gran Bretaña, respecto de la Unión Europea (UE). Entre los acuerdos para una nueva Europa, está tener una cumbre cada mes para seguir el desarrollo de los acontecimientos y gestionar la creación de los nuevos tratados. Serán cumbres borrascosas.

Los gestos falsos expresados en inverosímiles declaraciones entre Cameron y Merkel de que se necesitan mutuamente, que siguieron a la cumbre de Bruselas, no ocultan que detrás del premier británico, está la City, y detrás o junto a ella, Wall Street. Parece truculento, pero los hechos de fondo parecen mostrar el avieso propósito de la City y Wall Street de acabar con la eurozona a la brevedad. Los gobernantes de los 17 miembros de la eurozona, por su parte, son sus mejores aliados: al tiempo que hacen un gesto de independencia frente a Wall Street y la City, cooperan a su propio derrumbe mediante sus nuevos tratados y políticas.

Lejos de avanzar en acuerdos para todos convenientes, ha comenzado una guerra financiera a la luz del día. La primera bomba de fragmentación la lanzó la agencia de calificación Standard & Poor’s (S&P) que, antes de que iniciara la cumbre de Bruselas, advirtió a la zona euro de una perspectiva negativa, amenazándoles con perder la calidad crediticia máxima de triple A; y esta vez no se refería solamente a la periferia derrochadora del sur, sino que incluía a Francia y Alemania, núcleo duro de la UE y de la eurozona.

Merkel y Sarkozy propusieron una reforma de los tratados de la UE, no sólo para la zona euro. Esta reforma –dicen– incluye unos controles estrictos de la operación de los bancos (aún no se conocen las medidas en sus detalles precisos), y una centralización y supervisión de la política fiscal coordinada de la UE. Cameron, desde luego, no formando parte de la zona euro, no aceptó acatar unos nuevos tratados que incluyeran a los bancos de Gran Bretaña y una política que afectara su actual soberanía fiscal. En el fondo, hace tiempo que la City es vista por muchos países de la UE como un paraíso fiscal que, como todos los paraísos, ha sido parte activa y decisiva en la gran crisis financiera que fue convertida en deuda soberana, y brutales programas de ajuste.

S&P aún no se decidía, hasta el fin de la semana pasada, a poner en acto sus amenazas, pero el gobierno francés parece haber asumido que la agencia procederá; tanto así que el pasado viernes el gobernador del Banco Central de Francia y consejero del Banco Central Europeo, Christian Noyer, lanzó duras críticas contra las agencias, y en un gesto indignado, lanzó metralla contra Reino Unido: Las agencias deberían empezar por degradar la triple A de Gran Bretaña; ellos tienen déficit más altos, más deuda, más inflación, menos crecimiento que nosotros y su crédito se está encogiendo; y terminó descubriendo el agua tibia: Las agencias se han convertido, francamente, en incomprensibles e irracionales, dijo Noyer. Lanzan amenazas aunque los estados (europeos) hayan tomado decisiones fuertes y positivas..., y sugirió motivaciones políticas al afirmar que la rebaja (de Francia) no parece justificarse en fundamentos económicos.

Apareció entonces Moddy’s, cómplice de S&P en las bajas maniobras de hundir países profundizando sus crisis al hacerles pagar cada vez más caras sus deudas, diciendo que quizá deban bajar no uno sino dos escalones la deuda de Francia. En tanto, Gran Bretaña continuaría enarbolando su triple A, porque las agencias mandan.

Noyer atacó a Londres en conocimiento de que, durante el tradicional desayuno de la mayoría conservadora francesa de los martes, Sarkozy volvió a atacar al premier, a quien acusó de haberse comportado en Bruselas como un niño testarudo, con una sola obsesión: proteger a la City, que quiere seguir actuando como un paraíso fiscal.

Una contrarrespuesta inmediata provino de la agencia Moody’s que rebajó dos lugares la nota de Bélgica, mientras Fitch anunció su intención de rebajar la de seis países europeos, incluidos Francia, Italia y España.
El barco en que todos navegamos se tambalea. Merkel ha dicho que superar esta crisis llevará muchos años, pero sin duda serán muchos más ayudados por las calificadoras, a las que los gobiernos europeos, aunque pataleen, continúan subordinados.

Está pendiente el impacto de las cada vez más frecuentes y numerosas expresiones de inconformidad de ocupas e indignados que pronto pueden volverse rebeliones que obliguen a una transformación radical de las instituciones que por hoy no gobiernan la economía mundial.

Entre tanto, la desunión europea continúa. El primer borrador de los nuevos tratados (disciplina presupuestaria y la coordinación económica obligatoria) establece que el texto entrará en vigor en cuanto nueve estados de la zona euro lo hayan ratificado. Las negociaciones terminarán el próximo 1º de marzo. Será entonces la última reunión de la UE que apenas en diciembre de 2007 se soñaba la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo antes de 2010. Ahora han construido un acuerdo darwiniano para que sobrevivan los más fuertes. Adiós, UE.

José Blanco
La Jornada

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