La tormenta financiera ha puesto en boga fórmulas
como “los mercados” y conceptos como el de deuda
pública. Examinamos a qué se refieren esas palabras.
Como dice Wikipedia, el lenguaje
no sólo nos permite hablar “sobre” las cosas: hace que ellas sucedan. Bajo esa
premisa, les proponemos un recorrido por cuatro de los conceptos económicos más
populares de la crisis de la deuda.
EL DINERO con Mayúsculas
Aparte de su loca defensa del
amor romántico, la clásica Pretty Woman recreaba otro cuento de hadas en sus
tramas secundarias. Por amor, el protagonista, ejecutivo de un fondo de
inversión, se impone al final de la película la tarea de “fabricar cosas”.
Pero, en la vida real, fabricar
cosas da menos dinero que especular con su valor. Apunta el Observatorio
Metropolitano en su Crisis y revolución en Europa que el llamado Producto
Interior Bruto Mundial, baremo que asigna un valor monetario estimado al
intercambio de bienes y servicios, se sitúa cerca de los 60 billones de dólares
mientras que en los mercados financieros hay una cantidad entre cuatro y siete
veces mayor de capital creado.
Esto ha tenido como consecuencia
que “el capitalismo financiero, en la medida en que se independiza cada vez más
de la producción real de riqueza, se vuelve parasitario de las formas reales de
producción”.
LOS MERCADOS. Caballo ganador
Y si hay que hablar del mundo de
las finanzas, se debe reconocer que el hechizo del término “los mercados” es
demasiado sugestivo para que pueda ser sustituido por fórmulas como la francesa
“capitalismo zinzin”, concepto que proviene de la pronunciación francesa de
“inversores institucionales”.
Este grupo de inversores
organizados está formado principalmente por bancos, fondos de pensiones,
sociedades de inversores y compañías de seguros. Éric Toussaint, el presidente
del Comité para la Abolición
de la Deuda del
Tercer Mundo de Bélgica (CATDM), explica que los mercados tienen sus propios
nombres: “Son los principales dirigentes de las 200 transnacionales más grandes
que dominan la economía mundial” calcula este profesor belga.
El ímpetu del pequeño inversor,
una especie de eslabón perdido entre las rentas salariales y las rentas del
capital, se convierte a través del fino arte del birlibirloque mediático en la
justificación de que sólo una veintena de grupos financieros “entre los que se
encuentran nombres tan conocidos como Black Rock, JP Morgan, Allianz, HSBC,
Citigroup, ING, BNP Paribas, Santander, etc.” gestionen una masa monetaria que
es superior al PIB de EE UU, como detalla el Observatorio Metropolitano en su
libro.
DEUDA PÚBLICA. Carne para la picadora
Tienen nombre y domicilio, pero
por encima de eso, los mercados tienen apetito. En una fase inicial de la
crisis, entre 2007 y 2009, los gobiernos de EEUU y de la Unión Europea
“hicieron todo lo posible para que no se evocara el peligro del crecimiento
masivo de la deuda pública”, dice Toussaint. Alertar del peligro “habría
llamado la atención sobre sus causas: el coste exorbitante del rescate a los
bancos”.
Toussaint también explica que las
primeras medidas estuvieron centradas en mantener el crecimiento (en España
mediante el Plan E) mientras se rescataba a los inversores institucionales en
peligro. Desde finales de 2009 ya no estamos en esa fase.
“En sánscrito, hebreo y arameo,
‘deuda’, ‘culpa’ y ‘pecado’ son la misma palabra”, contaba en una entrevista
reciente el antropólogo económico David Graeber.
Destapar el uso de la deuda como
instrumento de dominación es el objetivo de La deuda o la vida, un libro
editado por Toussaint y por Damien Millet, portavoz del CATDM, del que están
tomadas las citas del primero. Poco importa que el Estado español cumpliera
hasta finales de 2010 los criterios marcados en el Tratado de Maastrich (que no
fuera superior al 60% del PIB) y que haya aumentado debido a la absorción por
parte del Estado de deuda privada, el yugo de “la deuda” es la justificación
para las políticas de ajuste “sangre, sudor y lágrimas” –así las han llamado–.
DÉFICIT PÚBLICO o la cultura
del esfuerzo
Impacta ver a una ministra
llorando mientras anuncia que las administraciones y los servicios públicos del
país van a sufrir los recortes más importantes desde la II Guerra Mundial. El
que se haya producido esta escena tan neorrealista en pleno siglo XXI se debe
tanto a la deuda como al déficit público de Italia, esto es, la diferencia
entre lo que el Estado ingresa (la mayor parte por vía impositiva) y lo que
gasta.
El trasatlántico ha desviado su
rumbo un par de milímetros y en algún momento chocará con el iceberg. O, dicho
en palabras de la ministra, de nombre Elsa Fornero, el alto déficit público “es
culpa de los italianos que en el pasado no han dado importancia al futuro de
los niños del país”.
La voluntariosa Fornero omite que
Italia deja de ingresar 238.700 millones por fraude fiscal, lejos de los 30.000
millones que costará el plan de ajuste de MarioMonti, que incluye un aumento de
la edad de jubilación, una reforma laboral y una reforma tributaria que promete
ayudar a las empresas.
LO QUE NO SE VE Parole, parole, parole
Habrán echado en falta un buen
número de palabras en la relación anterior, como las más concretas con
capacidad de aterrorizar (‘prima de riesgo’, ‘default’ o ‘bono alemán’); las
destinadas a generar buen ambiente (‘crecimiento’ o ‘productividad’); o las que
hacen más floridos los discursos (‘estabilidad’ ‘excelencia’ o ‘confianza’ ).
Pero los verdaderos términos
perdidos de la crisis son otros como ‘reparto’, ‘renta básica’, o ‘justicia
fiscal’. No esperen encontrar este tipo de palabras ya que están acompañadas de
propuestas para salir de la crisis por otra vía, y ya saben que no se trata de
eso.
Pablo Elorduy.
Diagonal (Redacción)
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