El 15M abrió nuevas puertas en el
imaginario colectivo y en las formas de entender la política y la economía.
Pero, además de exigir cambios a la economía hegemónica actual, ¿cuál debería
ser la economía del 15M? En las plazas se habló de los bancos de tiempo, de la
banca ética, las redes de intercambio, o de una economía más utópica, sin
dinero. También pensamos formas de economía colectivizada y de donación. Las
Monedas Sociales y los modelos de ecoxarxes (eco redes) desarrollados en
Cataluña desde 2009 mejoran y sistematizan algunas de estas propuestas.
La moneda social, también llamada
local, alternativa o complementaria, es una herramienta que nos permite
registrar los intercambios en una región para crear con ellos un sistema
económico alternativo permanente, y prescindir gradualmente del euro. Pueden
construirla, sin que para ello sea necesario ganar previamente una revolución y
desde el día a día de una población rural o un barrio, individuos de todas las
edades y colores. Posibilita, además, aprendizajes necesarios para crear un
mundo mejor, como la cooperación, la confianza o el despertar de nuestros
talentos.
Este tipo de monedas crean un
nuevo eslabón económico a escala humana y biorregional, una construcción
paralela a la que se está llevando a cabo en las plazas. Si las asambleas
ciudadanas constituyen nuevos mecanismos políticos de democracia directa, las
redes de intercambio con moneda social son espacios de democracia directa en lo
económico. No son la única respuesta, ni la más importante, pero sin ellas
difícilmente podremos lograr cambios sustanciales, al estar trabajando con el
euro, una herramienta básica del mundo que queremos cambiar.
Una de las dudas más frecuentes
es si no se está volviendo a hacer lo mismo que con otras monedas. La respuesta
es claramente no: la moneda social es muy diferente al dinero que conocemos
pues no tiene intereses, se emite localmente, y se crea en cada nueva
transacción. No es escasa, no sirve de nada acumular ya que no hay intereses, y
no tiene ningún sentido prestarla porque se puede acceder a ella fácilmente.
¿Cómo se crea y cómo funciona
esta moneda?
Todos comenzamos con cero ecos.
Al hacer un intercambio, quien recibe el producto o servicio contrae una deuda,
que puede saldar con cualquier otro usuario de la red. En esto consiste el
trueque multirrecíproco, distinto del trueque directo o clásico antiguo.
Si yo recibo una clase de yoga,
por ejemplo, quien me la ofrece cobra 10 ecos, y mi cuenta baja a -10 ecos. En
ese momento estamos creando diez nuevas unidades monetarias en el sistema. Si
alguien acumula moneda social, al no haber intereses, no gana nada, y deja de
percibir bienes y servicios a cambio de los que ya ha ofrecido. Quienes
necesitan moneda social no pueden endeudarse como ocurre con los euros: basta
con que ofrezcan cualquier bien o servicio a la red para poder participar en
los intercambios. Las transacciones se registran en una herramienta virtual de
origen sudafricano, el Community Exchange System (CES), que es transparente
para todos los participantes en la red.
Los consumidores también pueden
comprar ecos con euros; con este cambio de moneda, obtienen ecos (en proporción
uno a uno) con los que pueden adquirir productos y servicios de la red, y la
red recibe euros, que destina a la compra de productos que aún no se consiguen
con moneda social. Cuando esos ecos vuelven a la ecoxarxa se eliminan, ya que
no es emisión de moneda sino sólo un cambio.
Las monedas sociales son la pieza
que podría servir de nexo entre las experiencias de economía social
Pensar que puede convertirse en
una moneda como el euro es como pensar que la agroecología pueda convertirse en
una corporación como Monsanto, o el software libre en Microsoft. Es imposible,
ya que parten de presupuestos opuestos e irreconciliables. Además, es una
herramienta necesaria para un proceso de transición del mundo en el que hoy
vivimos hacia sociedades utópicas en las que no haya registro monetario.
¿Qué ventajas tiene una moneda
social?
Estas monedas generan impactos
positivos en la región en que se usan en muchos niveles distintos: se facilita
una mayor proximidad entre los vecinos, se redescubren talentos y riquezas
locales, se recuperan los tejidos sociales y formas ancestrales de autoayuda,
aumenta la capacidad adquisitiva de las familias, y surgen nuevas oportunidades
laborales cooperativas.
Nos permiten entender de una
manera simple, pacífica y concreta, que el dinero puede ser ampliamente
redefinido. Y así, desde la simplicidad, la ecología, la relocalización
económica y la cooperación, se desenmascara y se construye una alternativa a
una de las mayores formas de opresión jamás inventada: el dinero corporativo y
con intereses, partícula fundamental, y a la vez profundamente desconocida, de
nuestras sociedades.
Las monedas sociales, en cambio,
son la pieza que podría servir de nexo entre las experiencias de economía
social –cooperativas de trabajo y de consumo, redes de consumo responsable,
centros culturales alternativos, institutos ecológicos, ecoaldeas, etc.–
permitiendo que trabajen de una manera mucho más coordinada y eficiente entre
sí. Construyendo lo que algunos autores denominan mercado social, pasando de
una iniciativa local a una propuesta sistémica.
Abren, así, un nuevo espacio de
experimentación social colectiva muy amplio, en un terreno poco explorado aún,
con muchas similitudes con el software libre, creando de forma gradual
propuestas lo suficientemente consolidadas como para que se puedan plantear
como modelos alternativos, construidos por activistas, pero no sólo para activistas.
Hoy, cuando la economía capitalista se colapsa, y cuando en las calles hay un
claro clamor por un cambio profundo, imaginar un nuevo dinero y una nueva
economía es posible y urgente.
ALGUNOS DATOS PARA ENTENDER LAS
MONEDAS SOCIALES
Historia de las monedas sociales
Las monedas sociales han surgido
siempre en momentos de crisis del capitalismo, como sucedió en los años ‘20 y
‘30 en Alemania y Estados Unidos. Las redes de intercambio modernas comenzaron
en los años 80 en Vancouver, Canadá, con los Local Exchange Trade Systems
(LETS). Todos los usuarios comienzan en una cuenta con cero, y se suma o se
resta moneda social en función de los intercambios. Más tarde comenzó el modelo
de las “Ithaca Hours”, con un billete físico, que se extendió rápidamente por
toda América Latina, especialmente en Argentina. En Europa, además de las
ecoxarxes catalanas, hemos visto aparecer las Regio en Alemania, y muchas
monedas en las llamadas “transition towns” o ciudades de transición.
El modelo de las ecoxarxes
Desde que en enero del 2009
comenzó la Ecoxarxa
del Montseny cerca de Barcelona, este modelo de redes de trueque se ha
extendido por Catalunya, y encontramos ya 15 redes que trabajan conjuntamente
-desde su autonomía biorregional- con la Cooperativa Integral
Catalana. La mayor innovación de este modelo es que pone en común una red de
trueque con moneda social que sigue diversos modelos distintos, con una
cooperativa de consumo. Al aceptar el uso parcial de euros, se pueden comprar
bienes básicos a productores. De este modo se puede resolver colectivamente la
economía familiar y depender menos del capitalismo de manera gradual.
Diferencias con los bancos de
tiempo
En muchas plazas se habló de
crear bancos de tiempo. Es una opción, pero las monedas sociales suponen, con
el mismo esfuerzo, una construcción mucho más profunda, amplia y coherente con
los principios del 15M.
En muchos casos, como en
Barcelona, los bancos de tiempo son apoyados por las administraciones publicas,
porque por un lado reducen los costes de gastos públicos en atención ciudadana,
y por el otro vehiculan el descontento ciudadano hacia el euro por una senda
menos radical que la creación de una moneda del pueblo.
Didac Sánchez-Costa (Ecoxarxa
Montseny i Anoia)
Diagonal
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