lunes, 31 de octubre de 2011

De aquellos polvos estos lodos

Desde finales de los años 70, empezaron a aplicarse tanto en EEUU como en Europa medidas económicas de signo neoliberal, en gran medida a raíz de la crisis energética generada por la guerra en Oriente Próximo (Crisis del petróleo). Esto supuso el abandono del modelo capitalista keynesiano en favor de un modelo económico que promovía la desregularización del sistema financiero, la reducción de impuestos a las rentas más altas y la pauperización progresiva de las clases trabajadoras. Estas recetas favorecieron una acumulación extraordinaria de las rentas del capital, y un crecimiento enorme de las grandes compañías o corporaciones transnacionales, en detrimento de las pequeñas y medianas empresas y de las rentas del trabajo. Porque la mayor parte de los beneficios acumulados, no se reinvirtieron en mejorar las condiciones de trabajo de las clases populares o en mejorar el bienestar social, sino en fondos de inversión y actividades de orden especulativo. De esta forma, el mundo financiero, ocupado en generar dinero del propio dinero, se fue haciendo cada vez más grande y poderoso, aunque esto supusiera, a su vez, desvincularse cada vez más de la economía real o productiva. Así, por ejemplo, cuando en la década de los 90 este modelo hizo entrar en crisis la demanda de bienes y servicios, para amortiguar el escaso poder adquisitivo de las clases populares y fomentar de nuevo el consumo, lo que se hizo fue desarrollar mecanismos crediticios que agilizaban las formas de pago, como por ejemplo, la asignación de tarjetas de crédito.

A finales de los 90 y principios de siglo XXI, el sector financiero contaba con tantos recursos que sus apuestas en el gran casino eran cada vez más grandes y arriesgadas, generando una burbuja detrás de otra, hasta que le tocó el turno al sector inmobiliario, aprovechando una coyuntura en la cual en EEUU los tipos de interés estaban muy bajos. De esta forma, los bancos americanos se dijeron: Bueno, si no lo ganamos por la calidad, lo ganaremos por la cantidad.
Así pues, se dedicaron a la concesión indiscriminada de créditos hipotecarios con vistas a rentabilizar la inversión con los intereses generados y con la revalorización de los bienes inmuebles. Y llegó un momento en que la cosa iba tan bien, que provocó incluso que los bancos tuvieran problemas de liquidez. Para solventar este problema, lo que hicieron fue crear una estafa a nivel mundial: titulizaron las hipotecas y las vendieron a otros bancos del mundo como un producto de alta rentabilidad, sin advertir que en los paquetes creados había un determinado número de hipotecas de altísimo riesgo, concedidas a personas insolventes, cuya única conversión posible, si el precio de la vivienda bajaba, era alojarse en los balances de los bancos como un activo tóxico. O como diría Leopoldo Abadía, como auténtica porquería. Son los famosos Mortgage-backed Securities (MBS).
Cuando el precio de la vivienda alcanzó niveles hipertróficos a causa de esta inversión masiva y especulativa por parte del sector financiero, la Reserva Federal no tuvo más remedio que controlar la inflación subiendo los tipos de interés. A consecuencia de esto, el precio de la vivienda empezó a caer. La burbuja había explotado.
Para el año 2007, medio mundo y parte del otro había comprado gran cantidad de los mencionados paquetes tóxicos, pensando que habían hecho un gran negocio, encontrándose de la noche a la mañana, con un agujero negro supermasivo en sus balances. Así, pues, una serie de bancos empezó a declarase en quiebra. Estalló la crisis financiera.
Como el sector financiero había adquirido dimensiones gigantescas, y tradicionalmente los bancos han sido mecenas de la clase dirigente, ante semejante debacle, hicieron todo lo posible por convencer a sus respectivos gobiernos para que éstos los rescataran asignándoles dinero procedente de fondos públicos. En EEUU, por ejemplo, se asignó al sector financiero 700.000 millones de dólares. Y lo peor de todo fue que se hizo sin nacionalizar los bancos y sin establecer auditorías estrictas sobre qué se hacía con el dinero procedente de los rescates.
En Europa, muchos gobiernos, al llevar décadas siguiendo las recetas fiscales y laborales de la doctrina neoliberal, y al verse diezmados por las ayudas concedidas incondicionalmente a la banca, incrementaron sobremanera su déficit; viéndose en la obligación de recurrir a los mercados financieros en busca de liquidez, ya que la UE tiene prohibido constitucionalmente que el BCE monetice el déficit de los países con problemas, siendo su máxima prioridad controlar la inflación y mantenerla en torno al 2%. La consecuencia más inmediata ha sido que estos países han visto crecer notablemente su endeudamiento público, siendo objeto de violentos ataques especulativos. 
El problema es que estos bancos que ahora se dedican a comprar deuda soberana de países con problemas de déficit, son los mismos que en su día acumularon no se sabe cuánta cantidad de activos tóxicos derivados de la gran estafa americana. Por lo que recibiendo dinero al 1% del BCE, se han dedicado a exigir intereses que van del 3% al 12%, con vistas a ir reciclando el remanente opaco que, a pesar de los rescates públicos, todavía anida en sus cuentas.
¿Qué ocurrió? Como los bancos, al estallar la crisis financiera, cerraron violentamente el grifo del crédito, el crecimiento de los países ahora endeudados cayó en picado, afectando gravemente a su solvencia y credibilidad ante los propios mercados financieros. Quizás también porque estos países, al abusar de las recetas neoliberales, en realidad nunca fueron solventes, habiendo estado su crecimiento supeditado al crédito con valor especulativo, como es el caso de España. Sea como fuere, ávidos por alcanzar altos niveles de rentabilidad, los bancos comerciales empezaron a exigir cada vez mayores intereses, amparándose en las valoraciones de riesgo dictadas por las agencias de calificación americanas, y en el hecho de que el BCE no interviniera salvo en casos extraordinarios, dejando a los países en apuros a merced de sus intereses especulativos. 
Claro está, llegó un momento en que los bancos comerciales compraron tal cantidad de deuda de los países con problemas de déficit, que si uno de estos países tenía problemas de solvencia y amenazaba con declararse en quiebra, provocaría un trastorno de enormes dimensiones, capaz de arrastrar al ya de por sí maltrecho sistema financiero mundial al colapso absoluto. Este riesgo se hizo realidad, y no uno, sino varios países de la UE empezaron a dar signos de estar atravesando problemas: Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España. Estalló, así, la crisis de la deuda. Una crisis que sigue agravándose, porque los dirigentes políticos están empeñados en priorizar los intereses del lobby bancario, exigiendo la aplicación de políticas de ajuste o reducción de déficit, cuyo objetivo es asegurar el cobro por parte de los acreedores, sin importar que esto suponga el desmantelamiento del bienestar social de los paises deudores. 
Como en líneas generales las políticas económicas neoliberales han provocado una polarización progresiva de las rentas y un descuido enorme de la demanda interna de los países de la UE, ni siquiera economías como la alemana, que basa su crecimiento en las exportaciones, se están salvando de la posibilidad de entrar en recesión económica. De ahí que, como afirma el profesor Navarro, no ande muy lejos que podamos hablar en Europa de la II Gran Depresión.
Así pues, a modo de resumen podemos establecer el siguiente esquema en el que se refleja la progresión interrelacionada de la crisis. 
Aplicación de políticas económicas neoliberales --> Acumulación de las rentas del capital en detrimento de las rentas del trabajo --> Incremento de las actividades financieras y especulativas --> Explosión de la burbuja inmobiliaria --> Crisis financiera 2008 --> Restricción del crédito --> Recesión mundial: aumento del desempleo y descenso brusco de la demanda global  --> Rescate de la banca  --> Compra masiva de deuda soberana por parte de la banca --> Insolvencia de los países periféricos --> Crisis de la deuda soberana --> Rescate y aplicación de políticas de ajuste para reducir el déficit --> Nueva recesión económica --> ¿II Gran Depresión?

Manuel G. Sesma
Migajas

Sufren europeos empleos mal pagados

Madrid, 29 de octubre. Silvia sabía que las cosas serían difíciles, pero nunca tanto.
 
Con una maestría en publicidad, esta joven madrileña de 24 años trabaja desde hace más de dos años, a tiempo completo, en una pasantía que está empezando a percibir que nunca acabará.

Cobrando 300 euros (5 mil 520 pesos, aproximadamente) al mes por el mismo trabajo que los profesionales asalariados en relaciones públicas a su lado, no gana lo suficiente como para dejar la casa de sus padres y gasta la mayor parte de su sueldo en el pase de autobús y los gastos de almuerzo.

Pero pese a sentir que su empleador incumple las reglas que limitan el uso de contratos laborales sin beneficios, no se quejará ante el Ministerio de Trabajo porque se considera bendecida por tener siquiera empleo.

Desde pequeña mis padres me alentaron a conseguir un título para encontrar un buen empleo. Pero tengo suerte de siquiera tener trabajo. Éramos 30 en mi clase y yo soy una de las que mejor les está yendo con su carrera, dijo Silvia. No quiso que se usara su apellido en caso de sufrir repercusiones en su trabajo.

Dado que el desempleo juvenil en España supera 40 por ciento y el índice de desocupación general es el más alto de la Unión Europea, con uno de cada cinco, los jóvenes profesionales aceptan cualquier condición para comenzar sus carreras. Según la oficina de estadística de la Unión Europea Eurostat a junio de 2011 las personas sin trabajo eran 15.64 millones en las 17 naciones de la zona euro, en tanto en la Unión Europa, con 27 naciones, la tasa de desocupación alcanza un porcentaje similar al de Estados Unidos, de más de 9.5 por ciento. En un año, el promedio de pérdida de puestos de trabajo puede ser superior a los 400 mil, en cada uno de esos bloques económicos.

La historia es bastante similar en los vecinos Portugal e Italia, donde más y más personas tienen lo que se denomina trabajos basura: contratos temporales que solían ser comunes en los sectores del turismo, la agricultura y la construcción, pero que ahora son usados por todo tipo de compañías.

Puesto que la economía está en recesión y la crisis de deuda de la zona del euro limita el crédito, las empresas están más interesadas que nunca en evitar los contratos abiertos con elevadas indemnizaciones por despidos.

Un cuarto de la mano de obra de España tiene contratos temporales, al igual que 23 por ciento de la de Portugal, comparado con el promedio de 14 por ciento de la UE.

En España, Portugal e Italia ha surgido un rígido sistema dual. Personas de edad mediana tienen empleos estables con beneficios. Es caro despedirlos y están protegidos por enormes cantidades de leyes. Mientras tanto, trabajadores más jóvenes están atrapados en una puerta giratoria de contratos temporales de los que resulta fácil abusar.

No se puede dejar a un segmento del mercado laboral totalmente intacto y no motivar a las personas para hacer el trabajo en el que mejor se desempeñan (...) puede que generes empleo a corto plazo, pero al final es un callejón sin salida, dijo Ton Wilthagen, un experto de la Universidad Tilburg en Holanda.

La maldición del mileurista –término español para el trabajador temporal que gana mil euros al mes sin beneficios– no es nuevo. A jóvenes profesionales en el sur de Europa les ha costado hallar un puesto permanente durante algún tiempo.

Pero la generación perdida se ha adentrado en las profundidades de un laberinto a medida que se intensifica la crisis de deuda de la zona del euro. La economía se está ralentizando nuevamente y los empleos en el sector público están desapareciendo, mientras los gobiernos buscan controlar sus enormes déficit públicos.

Solíamos hablar sobre mileuristas como si fuera algo malo. Ahora es algo bueno. Un contrato temporal de mil euros al mes es algo decente, precisó José María Marín, profesor de historia de la Universidad Nacional de Educación a Distancia de España.

En Roma, Federico, de 27 años, pasa de un trabajo temporal a otro desde que se recibió de historiador en 2009. Mil euros al mes están empezando a lucir como un sueño inalcanzable.

Fui entrevistado hoy para un trabajo de un año pero no me gustó porque me ofrecían 500 euros al mes para trabajar 10 horas al día, se quejó Federico.

El fenómeno de los jóvenes que viven con sus padres es otra cosa que obstruye el crecimiento económico, y crea un círculo vicioso para la generación de empleo. Si estuvieran montando nuevas viviendas estimularían el mercado inmobiliario y el consumo doméstico.

Otro riesgo para las economías con altos porcentajes de trabajadores temporales, observa Wilthagen, es que los bancos se resisten a prestar dinero a personas sin empleo permanente, lo que retiene aún más el consumo.

En teoría, un contrato temporal es un pie en la puerta para demostrar que vale la pena contratarte.

Pero en el sur de Europa muchos renuevan sus contratos año tras año y hacen el mismo trabajo que los empleados permanentes, pero sin la seguridad laboral ni beneficios.

En España sólo 20 por ciento de los contratos temporales condujeron a puestos permanentes en 2008, una de las tasas más bajas de la Unión Europea, según un estudio de Ruud Muffels, experto en mercado laboral de la Universidad Tilburg.

Resulta difícil la transición a un empleo permanente cuando no se crean este tipo de puestos de trabajo. En España, 80 por ciento de los nuevos contratos firmados en la última década fueron temporales. Las empresas simplemente no crean puestos permanentes.

Preferiríamos que la gente esté con empleo temporal que sin empleo, indicó el ministro de Trabajo Valeriano Gómez cuando el gobierno dio marcha atrás con las reformas, implementando nuevas normas que permitan a las compañías extender los contratos temporales por hasta tres años.

España se convierte en un país de personas que son aprendices hasta los 33 y que no pueden jubilarse hasta los 75 años, dijo el líder sindical Ignacio Fernández Toxo, al criticar las nuevas normas que incluyen un nuevo tipo de contrato para dar a las compañías más libertad para contratar pasantes por periodos extensivos sin beneficios.

Reuters
La Jornada

domingo, 30 de octubre de 2011

A FAVOR DEL IMPUESTO DE TRANSACCIONES FINANCIERAS (ITF). Comunicado de Attac España










A FAVOR DEL IMPUESTO DE TRANSACCIONES FINANCIERAS (ITF).
Comunicado de Attac España

Estamos en un momento clave en la lucha a favor de un Impuesto a las Transacciones Financieras (ITF). Francia y Alemania son los gobiernos que más han presionado para implantar este impuesto a nivel global y a nivel de la UE, aunque al final quedase restringido en el ámbito de la Eurozona. 

Ello se debe principalmente a que la opinión pública de Alemania y de Francia está mayoritariamente a favor del ITF. En efecto, el interés de Sarkozy y de Merkel por el ITF se explica por esa presión popular que ha sido posible gracias a los esfuerzos de ATTAC Alemania y Francia. El gobierno español actual también apoya el impuesto presionado cada vez más por unas organizaciones de la sociedad civil muy movilizadas a su favor.

La Comisión Europea ha elaborado una propuesta de directiva a favor del ITF con muchos puntos positivos dignos de mención y de apoyo. Establece un impuesto de un 0,1% para las transacciones en acciones y bonos que es el nivel mínimo de impuesto que Attac venía pidiendo. Es positivo también que no se aplique el impuesto en el lugar de la transacción (es decir en Wall Street o en la City), sino en el país de residencia del que hace la transferencia. Es igualmente positivo la inclusión de los productos derivados; la aplicación del impuesto sobre todos los actores, incluidos los Hedge Funds; y la relativamente rápida aplicación del impuesto prevista para el año 2014, si bien desde ATTAC pedimos la inmediata implantación el impuesto para el 2012, .También es positivo que la Comisión reconozca que es necesario reducir la especulación financiera, siendo este uno de los objetivos de esta Directiva. Todo ello es una gran victoria de la sociedad civil y sus movimientos sociales que hay que celebrar. Y por supuesto de Attac.

No obstante, hay mucho por lo que seguir presionando. El impuesto sobre los productos derivados es solo del 0.01% y debería ser más alto para reducir la especulación y la volatilidad. Pero sobre todo es inadmisible que no se aplique el ITF a las transacciones de divisas, que es un mercado que mueve 4 billones de dólares al día, y que por ser altamente especulativo y tremendamente volátil es enormemente dañino. La Comisión argumenta que gravar estas operaciones supondría infringir el principio de libre circulación de capitales pero desde ATTAC exigimos su control social. Sólo alrededor del 15% de las transacciones de divisas tiene a un agente comercial en la operación, y el resto se realizan entre instituciones financieras por lo que se trata de operaciones meramente especulativas.

Aún con estas a nuestro juicio deficiencias, los países que apoyan el ITF, entre ellos España, están teniendo gran resistencia en el G20 para promover su aplicación. Estados Unidos y Gran Bretaña se oponen porque en su espacio se realizan la mayor parte de las transacciones especulativas mundiales y el lobby que defiende los intereses de las entidades financieras tiene una gran influencia para evitar que sus actividades se vean controladas y tasadas. La resistencia en estos países también es grande porque la opinión pública y la sociedad civil no han logrado presionar a los políticos suficientemente. Pero es también preocupante que los países emergentes se opongan igualmente al ITF (Rusia, China e India se oponen y el Gobierno de Brasil no está haciendo nada para adoptarlo). La razón pudiera ser que sus sistemas financieros están mucho más regulados, y por lo tanto no tienen el gran problema de especulación de los países europeos. No hay que olvidar que tanto Brasil, India como China aplican control de capitales en menor o mayor medida. Precisamente por ello, ATTAC seguirá presionando para que estos países más regulados que se sumen también a la iniciativa.

Ante esta situación, a nivel global, ATTAC España hace un llamamiento a la ciudadanía para intensificar la presión social a favor del ITF, aprovechando el claro apoyo por parte de los indignados del 15M, movimiento que empezó justamente en nuestro país y que se ha propagado por la mayoría de las más importantes capitales del mundo, incluidos los movimientos de Ocupar Wall Street y la City de Londres. ATTAC España ya ha conseguido que el ITF sea una de las demandas clave no sólo de los movimientos sociales, sino de una amplia plataforma de organizaciones sindicales y políticas del país. Ahora hay que hacer que el ITF esté presente en los discursos y en las propuestas para salir de la crisis de todo el planeta: especialmente en Bruselas, en Nueva York y en Londres. El ITF podría ser una de las fundamentales causas que ayudaría a aglutinar y dar mayor cohesión al movimiento 15M, pues es una propuesta que está aceptada por todo el espectro ideológico, desde los comunistas hasta los verdes.

En el ámbito Europeo, la sociedad civil debe aumentar la presión sobre el Gobierno británico, y además seguir manteniendo bajo presión a los gobiernos de Francia y Alemania, y al resto de los países para que apliquen el ITF en la Eurozona. Y al gobierno español especialmente, pues es bien probable que un PP ganador de las elecciones del 20N cambie de postura en relación al impuesto. No se lo podemos permitir. ATTAC España saluda las declaraciones del Ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, cuando dijo que si no se puede implantar el ITF a nivel global o de la UE se hará en la Eurozona, para gravar así los movimientos de capitales especulativos que hasta ahora han eludido completamente cualquier fiscalidad.

Junto al apoyo al ITF, ATTAC España considera prioritario movilizar simultáneamente a la sociedad para exigir la clausura de los paraísos fiscales. ATTAC considera que la implantación del ITF y la erradicación de los paraísos fiscales deben ir estrechamente vinculados en las movilizaciones sociales. Frente a quien afirma que la existencia de estos centros extraterritoriales no es relevante para garantizar la efectividad del ITF -ya que la información de las transacciones se podría recabar, en todo caso, a través de las cámaras de compensación existentes en la Eurozona como Clearstream o Euroclear (si la opacidad de estos centros se levanta), ATTAC defiende lo contrario, pues cuando se trata de cámaras de compensación que no están registradas en la Eurozona el problema sigue existiendo. Y en todo caso, la lucha en contra de los paraísos fiscales debe intensificarse pues el objetivo último de ATTAC es combatir la especulación y dificultar el fraude fiscal, y no esos otros objetivos legítimos pero colaterales como son recaudar más para cubrir los déficits estatales, atender necesidades de los países empobrecidos (ODM) o combatir el cambio climático, asuntos todos de relevancia que nadie duda que están en peligro y que podrían atenderse si las recaudaciones del ITF se hicieran efectivas cuanto antes y se destinasen a ello. Pero habida cuenta del volumen de las transacciones especulativas y de los gravísimos daños que causan a la ciudadanía, es obvio que su reducción reportaría un beneficio mucho mayor que el derivado de la simple recaudación del impuesto.

Attac España
30 de octubre de 2011

sábado, 29 de octubre de 2011

Islandia, el camino que no tomamos

Los mercados financieros están celebrando el pacto alcanzado en Bruselas a primera hora del jueves. De hecho, en relación con lo que podría haber sucedido (un amargo fracaso para ponerse de acuerdo), que los dirigentes europeos se hayan puesto de acuerdo en algo, por imprecisos que sean los detalles y por deficiente que resulte, es un avance positivo.

Pero merece la pena retroceder para contemplar el panorama general, concretamente el lamentable fracaso de una doctrina económica, una doctrina que ha infligido un daño enorme tanto a Europa como a Estados Unidos.

La doctrina en cuestión se resume en la afirmación de que, en el periodo posterior a una crisis financiera, los bancos tienen que ser rescatados, pero los ciudadanos en general deben pagar el precio. De modo que una crisis provocada por la liberalización se convierte en un motivo para desplazarse aún más hacia la derecha; una época de paro masivo, en vez de reanimar los esfuerzos públicos por crear empleo, se convierte en una época de austeridad, en la cual el gasto gubernamental y los programas sociales se recortan drásticamente.

Nos vendieron esta doctrina afirmando que no había ninguna alternativa -que tanto los rescates como los recortes del gasto eran necesarios para satisfacer a los mercados financieros- y también afirmando que la austeridad fiscal en realidad crearía empleo. La idea era que los recortes del gasto harían aumentar la confianza de los consumidores y las empresas. Y, supuestamente, esta confianza estimularía el gasto privado y compensaría de sobra los efectos depresores de los recortes gubernamentales.

Algunos economistas no estaban convencidos. Un escéptico afirmaba cáusticamente que las declaraciones sobre los efectos expansivos de la austeridad eran como creer en el "hada de la confianza". Bueno, vale, era yo.

Pero, no obstante, la doctrina ha sido extremadamente influyente. La austeridad expansiva, en concreto, ha sido defendida tanto por los republicanos del Congreso como por el Banco Central Europeo, que el año pasado instaba a todos los Gobiernos europeos -no solo a los que tenían dificultades fiscales- a emprender la "consolidación fiscal".

Y cuando David Cameron se convirtió en primer ministro de Reino Unido el año pasado, se embarcó inmediatamente en un programa de recortes del gasto, en la creencia de que esto realmente impulsaría la economía (una decisión que muchos expertos estadounidenses acogieron con elogios aduladores).

Ahora, sin embargo, se están viendo las consecuencias, y la imagen no es agradable. Grecia se ha visto empujada por sus medidas de austeridad a una depresión cada vez más profunda; y esa depresión, no la falta de esfuerzo por parte del Gobierno griego, ha sido el motivo de que en un informe secreto enviado a los dirigentes europeos se llegase la semana pasada a la conclusión de que el programa puesto en práctica allí es inviable. La economía británica se ha estancado por el impacto de la austeridad, y la confianza tanto de las empresas como de los consumidores se ha hundido en vez de dispararse.

Puede que lo más revelador sea la que ahora se considera una historia de éxito. Hace unos meses, diversos expertos empezaron a ensalzar los logros de Letonia, que después de una terrible recesión se las arregló, a pesar de todo, para reducir su déficit presupuestario y convencer a los mercados de que era fiscalmente solvente. Aquello fue, en efecto, impresionante, pero para conseguirlo se pagó el precio de un 16% de paro y una economía que, aunque finalmente está creciendo, sigue siendo un 18% más pequeña de lo que era antes de la crisis.

Por eso, rescatar a los bancos mientras se castiga a los trabajadores no es, en realidad, una receta para la prosperidad. ¿Pero había alguna alternativa? Bueno, por eso es por lo que estoy en Islandia, asistiendo a una conferencia sobre el país que hizo algo diferente.

Si han estado leyendo las crónicas sobre la crisis financiera, o viendo adaptaciones cinematográficas como la excelente Inside Job, sabrán que Islandia era supuestamente el ejemplo perfecto de desastre económico: sus banqueros fuera de control cargaron al país con unas deudas enormes y al parecer dejaron a la nación en una situación desesperada.

Pero en el camino hacia el Armagedón económico pasó una cosa curiosa: la propia desesperación de Islandia hizo imposible un comportamiento convencional, lo que dio al país libertad para romper las normas. Mientras todos los demás rescataban a los banqueros y obligaban a los ciudadanos a pagar el precio, Islandia dejó que los bancos se arruinasen y, de hecho, amplió su red de seguridad social. Mientras que todos los demás estaban obsesionados con tratar de aplacar a los inversores internacionales, Islandia impuso unos controles temporales a los movimientos de capital para darse a sí misma cierto margen de maniobra.

¿Y cómo le está yendo? Islandia no ha evitado un daño económico grave ni un descenso considerable del nivel de vida. Pero ha conseguido poner coto tanto al aumento del paro como al sufrimiento de los más vulnerables; la red de seguridad social ha permanecido intacta, al igual que la decencia más elemental de su sociedad. "Las cosas podrían haber ido mucho peor" puede que no sea el más estimulante de los eslóganes, pero dado que todo el mundo esperaba un completo desastre, representa un triunfo político.

Y nos enseña una lección al resto de nosotros: el sufrimiento al que se enfrentan tantos de nuestros ciudadanos es innecesario. Si esta es una época de increíble dolor y de una sociedad mucho más dura, ha sido por elección. No tenía, ni tiene, por qué ser de esta manera.

Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel 2008. 2001. 
El País

Francia: Llamamiento para una auditoría ciudadana de la deuda pública

El pasado 26 de octubre de 2011, el Colectivo Nacional para una auditoría ciudadana de la deuda pública francesa, hizo público su llamamiento constitutivo. Se invita a todos los ciudadanos y ciudadanas de ese país a firmar este llamamiento y a comprometerse en el proyecto de la auditoría ciudadana para que la deuda pública sea por fin objeto de un verdadero debate democrático, en el ámbito local, nacional y europeo. El Colectivo para una auditoría ciudadana está compuesto por una veintena de organizaciones sindicales y asociaciones francesas, y apoyado por varias formaciones políticas. Tiene previsto convocar a una conferencia de prensa el próximo 2 de noviembre a las 12 horas, en Niza, durante la contracumbre que precederá y contestará a la reunión del G20.

Escuelas, hospitales, albergues… Pensiones, desempleo, cultura, medio ambiente…vivimos en nuestra cotidianidad la austeridad presupuestaria y todavía está por llegar lo peor. «Vivimos por encima de nuestras posibilidades», es la cantinela con la que los grandes medios de comunicación nos machacan. Ahora hay que «pagar la deuda», nos repiten mañana y tarde. «No tenemos elección, es necesario tranquilizar a los mercados financieros, salvar la buena reputación, la triple A de Francia»

Rechazamos ese discurso culpabilizador. No queremos ser meros espectadores ante un replanteamiento de todo lo que hacía todavía soportables nuestras sociedades, en Francia y en Europa. ¿Gastamos demasiado en educación y sanidad o son los regalos fiscales y sociales que se otorgan desde hace 20 años los que agotaron los presupuestos? ¿Acaso esta deuda ha sido, en su totalidad, contraída de acuerdo con el interés general, o bien puede considerarse en parte como ilegítima? ¿Quiénes son los tenedores de esos títulos, que se aprovechan de la austeridad? ¿Por qué los Estados están obligados a endeudarse en los mercados financieros y en los bancos, mientras que estos últimos sí pueden hacerlo y a menos coste en el Banco Central Europeo?

Rechazamos que estos problemas sean eludidos o tratados a nuestras espaldas por expertos oficiales bajo la influencia de lobbies económicos y financieros. Queremos responder nosotros mismos a esta situación en el marco de un debate democrático que decidirá nuestro futuro común.
En fin de cuentas, ¿acaso somos algo más que simples juguetes en manos de los accionistas, especuladores y acreedores, o tal vez ciudadanos y ciudadanas capaces de deliberar juntos sobre nuestro porvenir?
Nos movilizamos en nuestras ciudades, barrios, pueblos, lugares de trabajo haciendo un llamamiento para una amplia auditoría ciudadana de la deuda pública. Crearemos en el ámbito nacional y en el local comités para una auditoría ciudadana con sindicatos y asociaciones, con expertos independientes, con nuestros colegas, nuestros vecinos y conciudadanos. Tomaremos las riendas de nuestros problemas para que reviva la democracia.

Primeros firmantes:
Marie-Laurence Bertrand (CGT), Jean-Claude Chailley (Résistance Sociale), Annick Coupé (Union Syndicale Solidaires), Thomas Coutrot (ATTAC), Pascal Franchet (CADTM), Laurent Gathier (Union SNUI-Sud Trésor Solidaires), Bernadette Groison (FSU), Pierre Khalfa (Fondation Copernic), Jean-François Largillière (Sud BPCE), Philippe Légé (Économistes atterrés), Alain Marcu (Agir contre le Chômage !), Gus Massiah (Aitec), Franck Pupunat (Utopia), Michel Rousseau (Marches européennes), Maya Surduts (Collectif national pour les droits des femmes), Pierre Tartakowsky (Ligue des Droits de l’Homme), Patricia Tejas (Fédération des Finances CGT), Bernard Teper (Réseau Education Populaire), Patrick Viveret (Collectif Richesse)Y Philippe Askénazy (economista), Geneviève Azam (economista), Étienne Balibar (filósofo), Frédéric Boccara (economista), Alain Caillé (sociólogo), François Chesnais (economista), Benjamin Coriat (economista), Cédric Durand (economista), David Flacher (economista), Susan George (escritora), Jean-Marie Harribey (economista), Michel Husson (economista), Stéphane Hessel (escritor), Esther Jeffers (economista), Jean-Louis Laville (sociólogo), Frédéric Lordon (economista), Marc Mangenot (economista), Dominique Méda (sociólogo), Ariane Mnouchkine (artista), André Orléan (economista), Dominique Plihon (economista), Christophe Ramaux (economista), Denis Sieffert (periodista), Henri Sterdyniak (economista)…
Para firmar el llamamiento: http://www.audit-citoyen.org

Nos engañan como a chinos

¿Bastará la recapitalización de la banca europea en 108.000 millones, como bendijo ayer la cumbre? ¿O conviene inyectarle 200.000 o 300.000 más, como predican, quién da más, ciertos analistas?

La respuesta es que nos están engañando como a chinos. Porque nadie sabe, ni puede saber hoy cuánto capital necesita, si 108.000, la mitad o el triple. Por la sencilla razón de que el supuesto de base está en tela de juicio: contra la creencia general, el capital de la banca no se está erosionando sobre todo por la mella en el precio de los bonos públicos que anida en sus balances.

El equívoco llegó hace un mes con el Informe del FMI sobre la Estabilidad Financiera Global: “El contagio de los riesgos soberanos al sector bancario ha supuesto tensiones de financiación a muchos bancos que operan en la eurozona y ha deprimido su capitalización bursátil”. El FMI sugería una cifra de 204.000 millones, no de pérdidas, sino de afectación genérica.

De ahí pasamos a conclusiones de despeñadero. El valor de la banca europea en Bolsa ha perdido desde principio de año 273.000 millones de euros; 1,5 billones desde diciembre de 2007. Y la peña empezó a atribuir ese desastre enteramente a la deuda soberana periférica en turbulencia.

Dos valientes trabajos recientes desacreditan esa suposición. El economista Guntram Wolff acaba de calcular que solo “la exposición a la deuda soberana griega ha sido determinante para la valoración bursátil de la banca, sobre todo de la situada en Grecia” y que la exposición a la deuda española e irlandesa “no parece haber afectado a la de los bancos del corazón de la eurozona” (Is recent bank stress really driven by the sovereign debt crisis?, Bruegel, 12 de octubre). Y el periodista Miguel Jiménez demostró (EL PAÍS del domingo) que Dexia no cayó por culpa del deterioro de la deuda periférica remansada en su balance, que no alcanzó los 4.000 millones: aún le quedarían 13.000 millones de capital y superaría así el listón de solvencia exigido desde ayer, el 9%, si no fuera por su verdadero tumor, la tenencia de activos tóxicos.

Son pues, sobre todo, los remanentes de las hipotecas-basura titulizadas, otras deudas incobrables enmascaradas en CDO y en España, el exceso de crédito inmobiliario imprudente, los culpables de la debilidad bancaria europea. Junto a los efectos jibarizadores convencionales de un estancamiento económico: más morosidad, mayor carestía de los depósitos. Culpar a los bonos periféricos es errar el tiro, y agravar el problema de la deuda.

Por eso es todavía más escandaloso que la UE, intoxicada por la Autoridad Bancaria Europea (EBA) con sede en Londres, apruebe recortar el valor de los bonos públicos en manos bancarias hasta su precio de mercado y en cambio no imponga revisar los activos privados tóxicos y diezmar su precio hasta el real. No sabemos, pues, a cuánto asciende la fiebre de la banca enferma y, por tanto, si la medicina de 108.000 millones es suficiente, exagerada o mediopensionista. Pero no lo duden: los ayatolás de los mercados la considerarán escasa.

Para mayor inri, el desaguisado se dobla de discriminación, pues a alguna banca, como a la española, la EBA le niega que compute como capital las reservas genéricas anticíclicas acumuladas desde 2.000, esa hucha de la cigarra laboriosa y paciente impuesta por el Banco de España: a fecha de hoy, cerca de 8.500 millones.

Y además la Unión se queda corta en el reto moral. Si la banca acaba abrevando otra vez dinero público, no basta con que congele temporalmente dividendos y bonus: también salarios. Debería, en cuanto pudiese, repartir un “dividendo público”, al sector público, como postula el democristiano Jean-Claude Juncker, y acoger a sus representantes en sus consejos. Lo resume el lema del ministro conservador sueco Anders Borg: “El objetivo es salvar al sistema financiero, no a sus accionistas”.

Xavier Vidal-Folch 
El País
http://www.elpais.com/articulo/economia/Nos/enganan/chinos/elpepieco/20111027elpepieco_8/Tes

jueves, 27 de octubre de 2011

Desigualdades y explotación

En la mayoría de países de ambos lados del Atlántico norte no existe plena conciencia entre la población de la extraordinaria concentración de riqueza existente en estos países, resultado de la aplicación de políticas neoliberales por parte de sus gobiernos en los últimos 30 años. La desregulación de los mercados, incluyendo los financieros (que ha significado que las rentas superiores de tales sociedades y sus instituciones financieras no tengan limitaciones en sus comportamientos especulativos) y los laborales (forzando una disminución de los salarios y de la protección social, lo que conlleva un descenso de las rentas del trabajo con el consiguiente aumento de las rentas del capital, del cual derivan sus rentas los sectores más pudientes de la sociedad), así como las bajadas de impuestos (que han beneficiado predominantemente a tales sectores más pudientes), han facilitado una concentración de las rentas y de la propiedad que ha alcanzado un nivel que no se había visto desde principios del siglo XX, y que afecta negativamente la vida económica y política de tales países.

En EEUU, el investigador que ha estudiado más este fenómeno es el profesor George William Domhoff, que ha documentado cómo en aquel país el 1% de la población (los superricos) posee el 43% de todos los activos financieros, es decir, acciones (38%), valores (60%) y participaciones (62%). En realidad, si añadimos los ricos a los superricos, vemos entonces que el 10% de la población posee el 90% de tales activos y más del 80% de las propiedades inmobiliarias (excepto la vivienda habitual de los propietarios). Un indicador de esta concentración de la riqueza y de las rentas que de ella derivan es el enorme crecimiento del consumo de lujo. Las ventas de la versión más cara del automóvil Mercedes-Benz y Cadillac en EEUU y Porsche en Europa han alcanzado niveles nunca vistos antes. Mientras, las rentas del trabajo han ido disminuyendo en ambos lados del Atlántico como porcentaje de las rentas totales del país y, paralelamente, la pobreza ha ido aumentando.

El incremento en la polarización de la sociedad no está pasando desapercibida. Pero la población no es plenamente consciente del elevado grado de concentración de la riqueza. Así, cuando el canal de televisión público de EEUU (PBS) emitió el documental Land of the Free, Home of the Poor (16-08-11) mostrando la enorme disparidad de la propiedad, hubo una sorpresa generalizada. Según una encuesta entre una muestra representativa de la población estadounidense, el 90% creía que el 20% de la población (los superricos, los ricos y los grupos de profesionales de renta alta) poseía el 60% de la riqueza de aquel país. La concentración de la riqueza, sin embargo, es mucho más acentuada de lo que la población asume: el 10% (ricos y superricos) tiene más del 90% de la riqueza. Un tanto semejante ocurre en España.

La justificación de las políticas públicas neoliberales que favorecen a los superricos y ricos es que ellos son los que invierten y crean riqueza y empleo. Ahora bien, como señala acertadamente el economista de la Universidad de Cambridge Ha-Joon Chang en su libro 23 things they don’t tell you about capitalism, el nivel de riqueza y bienestar de un país no depende de la concentración de la riqueza, sino de cómo se utiliza esta. Cuando son los propios ricos y superricos los que deciden primordialmente cómo se utiliza la riqueza, la sociedad tiene problemas graves. El superrico y rico invierte, no para crear empleo, sino para conseguir más dinero. Y como puede sacar más dinero de las actividades especulativas (que no crean empleo) que de las inversiones productivas (la economía real que produce bienes y servicios), resulta que se crea muy poco empleo. De ahí que Ha-Joon Chang señale que quien debe guiar la utilización de tal riqueza, evitando sus usos no sociales, es la ciudadanía a través del Estado. Y la prueba de ello es evidente. Cuando el capital estuvo altamente regulado (1945-1980) y las diferencias de renta y riqueza entre las clases sociales eran mucho menores que ahora, resultado de políticas redistributivas realizadas por los estados, la riqueza global y el bienestar social crecieron mucho más rápidamente que durante el período neoliberal (1980-2011) cuando el capital, y muy en especial el financiero, pudo hacer lo que quiso. La Gran Recesión es resultado de ello.

Esta concentración a favor de una minoría –los ricos y superricos– se hace a costa de la mayoría, tal como muestran los siguientes hechos: las rentas del capital han aumentado a costa de la reducción de las rentas del trabajo; los recortes de impuestos que han beneficiado primordialmente a los ricos y superricos han supuesto reducciones muy notables de los servicios públicos del Estado del bienestar tales como sanidad, educación y otros servicios utilizados por las clases populares; su enorme influencia sobre los estados y sobre las instituciones internacionales (como el FMI, el Banco Mundial, la Comisión Europea, el BCE y la
OCDE) explica también que se estén imponiendo políticas que, favoreciendo sus intereses, están dañando enormemente el bienestar de la población, reduciendo derechos sociales y laborales; y su influencia sobre los estados explica también las enormes ventajas fiscales y ayudas públicas que reciben de los estados (como el rescate de los bancos realizado con dinero público), a la vez que se oponen al aumento del gasto público, incluyendo el gasto público social, que beneficia a las clases populares.

En otras palabras, tales sectores pudientes (que representan minorías muy reducidas de la población) viven mejor a costa de que otros, la mayoría, vivan peor. Esta es la definición de lo que se llama explotación. Así de claro.

Vicenç Navarro
Catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra
Público
http://blogs.publico.es/dominiopublico/4183/desigualdades-y-explotacion/

Crisis financiera: una visión diferente

La religión es inconcebible sin el concepto del pecado. Del mismo modo, la economía de mercado libre, aunque muchos -empresarios, comentaristas, periodistas, los mismos economistas de renombre- la imaginan inmaculada, digamos como una biblia reveladora de principios y procedimientos cuya aplicación asegura prosperidad para todos por donde quiera que reine, gesta condiciones tan poco celestiales que se hace necesario suscribirla a mandamientos muy estrictos. Uno de ellos es nunca dejar de prevenir el fenómeno recurrente que engendra: la crisis financiera, posiblemente su pecado capital. Otro es nunca suponer que su paso reparte penurias y penitencias a todos por igual, ni que las heridas cicatrizan sin dolor. Y otro más: nunca hay que trepidar para señalar con claridad la responsabilidad de los principales agentes e instituciones que la gestaron, ni para intervenir con firmeza a fin de contener sus efectos más nocivos sobre el bienestar económico de sus víctimas.

Ignorar estos mandamientos significa acoger un nuevo amanecer, de gloria para los pocos que se alzan con fortunas, de desdicha para los muchos más que encaran drásticos recortes de sus ingresos o la amenaza de la cesantía prolongada. Tal es el balance que arrojan las crisis que se han sucedido en el mundo a lo largo de los últimos 150 años, mas la presente puede causar estragos de mayor magnitud porque se incuba en condiciones parecidas a las que dieron lugar a la más funesta de todas, la Gran Depresión de la década de 1930. Tanto 2008 como 1929 fueron precedidos por años de crecimiento explosivo de títulos financieros de libre compra y venta en mercados significativamente globalizados y que a la postre, por la falta de capacidad de la economía real de generar los recursos suficientes para honrar las obligaciones de pago, revelaron su farsa congénita, su origen verdaderamente especulativo, su valor, a la luz de los hechos, ficticio. Pero también, sobre todo, la crisis actual asoma con mayor gravedad porque las soluciones que hasta el momento se plantean no avizoran el aprendizaje de las lecciones heredadas de esa época terrible. Basta revisar las medidas tomadas desde fines de 2008 a la fecha. En Estados Unidos, salvo un tímido programa de estímulo fiscal que impidió una recesión de mayores proporciones, la austeridad y reducción inmediata del déficit presupuestario son el norte de la política económica. En la Unión Europea prima la misma convicción, y de modo mucho más fuerte. En ambos casos se privilegia el rescate de los acreedores, a cualquier precio, y no se morigeran los términos de las deudas pactadas, ni la hipotecaria en Estados Unidos, ni la soberana en Europa. En ambos se concibe, sin hacerlo explícito, la "vuelta a la normalidad" mediante el ajuste hacia la baja de los salarios, y el empleo. En ambos se hace lo imposible para proteger la rentabilidad del capital financiero. 

Es pertinente preguntarse cómo y por qué hemos llegado a esta situación. La verdad es que no es difícil explicarlo. Desde hace tres décadas, las empresas financieras, sobre todo la gran banca, se ha dedicado a cualquier cosa menos a hacer bien su trabajo. Digámoslo sin tapujos: la función verdaderamente productiva de la banca es facilitar la creación de riqueza. Mas cuando este principio se viola, cuando se pretende que la riqueza se cristaliza no en la producción de bienes y servicios sino en títulos que confieren derechos legales sobre los ingresos que generan los activos reales, la actividad bancaria alza vuelo propio, inunda el mercado de acreencias y, como sanguijuela gigantesca, succiona los ingresos de países, empresas e individuos para redimirlas. Operando en mercados progresivamente más competitivos y alentada por la promesa de márgenes de utilidad superiores a los ofrecidos en todos los otros sectores de la economía, la gran banca, sobre todo la norteamericana, se convirtió en un gran casino para ofrecer un sinnúmero de apuestas a través del suministro de productos financieros que expresaron, mucho más que su utilidad económica y social, la habilidad de los que los inventaron y de los que se las ingeniaron para venderlos en los mercados. Sin duda, un cambio de rumbo transcendental: paso al costado del tradicional analista bancario, aquel celoso de la administración de un buen crédito por un lado, y encumbramiento por otro del alquimista y comerciante; además, celebremos su gloria en la forma de jugosos bonos. Fue la locura desatada, con gerencias y directorios bancarios desprovistos de incentivos para contener la creación y colocación de productos cada vez más exóticos, y con reguladores públicos incapaces o renuentes a entender y mitigar los altos riesgos que se gestaban. Y quien todavía tenga dudas de esta insania recuerde que hacia 2008 el valor estimado de mercado de las derivadas, superaba nada menos que en diez veces la producción total de bienes y servicios en el mundo entero. ¿Cabe entonces sorprenderse de que en ese mismo año las utilidades generadas por el sector financiero de los Estados Unidos constituyeron ya no el 9% alcanzado en 1980, sino el 41% del total generado por la economía entera? He aquí la raíz de su poder para, a través de los gobiernos de turno, posibilitar, en los años 90, el abandono en los Estados Unidos de la legislación que puso fronteras precisas a las operaciones de la banca comercial, o para imponer por ejemplo, en los países asiáticos sacudidos por la fuga de sus divisas, la apertura de sus mercados de capitales. Más recientemente, a partir de 2009, es este mismo poder que le permite incorporar a debate público solamente aquellas propuestas de solución de la crisis que no les representan costos mayores o, de modo vergonzoso, legitimar lecturas e interpretaciones de sus causas que los absuelve de responsabilidad. 

Esta captura del marco regulador y de la política financiera en general por parte del sector financiero, sin embargo, no lo explica todo. Hay otro factor no menos importante: el papel que juega la ideología, la misma que confiere legitimidad a marcos conceptuales económicos de donde surgen propuestas de políticas que son francamente descabelladas. Solo la fe ciega en la bondad del libre mercado puede explicar que se discuta con seriedad las ventajas de contar con mercados financieros, sí, hay que exclamarlo, auto regulados! En 1995, en ocasión de la crisis mexicana que también hizo tambalear, por ósmosis, a la economía argentina, se le escuchó decir a un prominente economista del Fondo Monetario Internacional que si era necesario que en este país se elevara la tasa de interés al 20, o 25, o 30 por ciento para atajar la salida de capitales, pues había que aceptarlo. En su esquema teórico, naturalmente, no había espacio para considerar el tremendo impacto sobre el costo de financiamiento de las pequeñas y medianas empresas, ni sobre sus consecuencias sobre los niveles de empleo. Por desgracia, es este tipo de economista al que se le escucha porque es el que goza de más prestigio en la profesión. Es el que opta por ignorar o no darle la importancia debida a la volatilidad e irracionalidad de los mercados financieros, el que siempre atribuye la causa de la crisis a la intervención gubernamental y nunca a las fallas de mercado, el que la explica como desequilibrios temporales entre oferta y demanda y no como un episodio final de un proceso desembocado de especulación que deja escombros por doquier. Es el que propone y defiende los famosos programas de ajuste estructural. En suma, es el que siendo fiel a su ideología puede limpiar la cara sin ningún cuestionamiento de un conjunto de políticas económicas estrepitosamente fracasadas, sentando entonces las bases para su perpetuación futura. Egresan los más de las universidades más prestigiosas de los Estados Unidos, con el agravante, en este país, de que el conflicto de intereses en que incurren profesores de renombre al financiar sus trabajos de investigación con la prestación de servicios de asesoría empresas financieras, ya dejó de despertar asombro. Pero Europa no se queda atrás. A decir de las declaraciones de las autoridades económicas que defienden las medidas para enfrentar la crisis de la deuda soberana, el ajuste de mercado, para ellos, es el único y mejor instrumento para imponer disciplina en todos esos países periféricos que los conciben como renuentes o incapaces de ejercer control sobre el déficit del sector público. 

Los cánones religiosos de la economía de mercado libre permiten imaginar a la crisis financiera como un proceso necesario para la expiación de los pecados cometidos. Rara vez, sin embargo, sus principales gestores son excomulgados. Quedan, por lo contrario, incólumes y muchas veces hasta se les premia con dádivas; dicho de otro modo, con oportunidades para aumentar y acumular más riqueza. La posibilidad de compra a precios de remate de activos púbicos es un claro ejemplo de esto. De otro lado, la furia divina se desata sobre los que pierden su empleo y pensiones. Al paso que vamos, la crisis presente se encamina precisamente hacia estos destinos disímiles. Los grandes intereses que defienden al sector financiero intentarán salvaguardar, hasta el final, el valor nominal de las acreencias. No importa entonces que el costo de la crisis la carguen los deudores por entero, y que en el proceso los niveles de producción y empleo bajen aún más. Y cuando no se les pueda exprimir más, bienvenido sea el tesoro público para el rescate. A fin de lograr todo esto, podrán contar con la previsible anuencia de los políticos cuyas campañas financian. Y también con el apoyo intelectualmente elegante pero efectivo de los miembros de la disciplina económica. Son sus tontos útiles que ignoran, consciente o inconscientemente, las lecciones de la historia. Contribuyen entonces a que sus errores y grandes injusticias se repitan.

Jorge L. Daly es doctor en Economía Política y ha ejercido como catedrático en Universidad George Washington y The American University en Washington.
El País
http://www.elpais.com/articulo/economia/Crisis/financiera/vision/diferente/elpepueco/20111026elpepueco_17/Tes

miércoles, 26 de octubre de 2011

Asfixia por corrupción

Ocho de cada diez personas califican de “corruptos” a los partidos políticos de su país, según la organización Transparency International. Les siguen en imagen funcionarios públicos, los sistemas judiciales, los miembros del poder legislativo y la policía. Esta desconfianza coincide con la indignación que se extiende por el mundo. Pero las exigencias de una democracia real no aluden sólo a los gobiernos, sino también a los poderes económicos y financieros que han llenado los espacios a los que renuncian los poderes públicos para hacer cumplir la proclama neoliberal de Margaret Thatcher: “ya no hay sociedad, sólo individuos y familias”.

Esta cruzada neoliberal, intensificada tras la caída del Muro de Berlín y el desmantelamiento de la URSS, ha acelerado las subcontratas y la privatización de sectores públicos como el agua, la sanidad, la salud, la educación, la defensa y toda la banca. En este fenómeno conocido como “privatizador”, los servicios que ofrecen empresas privadas en algunos sectores se financian con dinero público.

Así sucede con las Empresas Militares “Privadas”, subcontratadas por gobiernos mediante concursos “públicos” a los que a menudo sólo se presenta un candidato afín al gobierno. También se dan casos de altos funcionarios públicos que aprovechan su puesto para favorecer a empresas a cambio de “regalos”.

A veces, los mismos funcionarios se niegan a renunciar a sus puestos en juntas directivas de empresas mientras ejercen su cargo público y las favorecen sin pudor. A este fenómeno se le conoce como “puerta giratoria”. O empresas privadas “afines” a los gobiernos locales que cobran millones por costosas campañas de publicidad para anunciar servicios públicos que la gente ya conoce, como el Metro. Luego llaman “radicales antisistema” a los trabajadores del transporte público que hacen huelga cuando se anuncia el recorte de su sueldo.

El aumento en la corrupción que ha resultado de esta oleada “privatizadora” y de desregulación financiera llegó a preocupar tanto a Naciones Unidas que, en 2000, la Asamblea general estableció un comité especial. Así se creó la Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción, con 154 Estados parte y 140 que la han ratificado. El tratado se centra en la prevención, la penalización, la cooperación internacional y la recuperación de bienes. En esta lucha, se considera prioritario restituir a los Estados saqueados por sus propios gobernantes y hacer frente a sus necesidades fiscales. Esto incluye su reconstrucción y la creación de redes de servicios públicos que ayuden a garantizar derechos fundamentales como el acceso a la salud y la educación.

La organización Tax Justice Network calcula que están evadidos 11,5 billones (trillions) de dólares en paraísos fiscales. Según la organización, esto supone una pérdida de 250.000 millones de dólares en impuestos, una cantidad cinco veces superior a la que marcó en 2002 Naciones Unidas para reducir la pobreza a la mitad para 2015. Y una cantidad que permitiría transformar el modelo energético para hacer frente al cambio climático. Distintas organizaciones que investigan temas relacionados con paraísos fiscales y corrupción consideran que la lucha contra el abuso de poder para beneficio propio ya no se puede centrar sólo en el sector público ni se puede investigar desde enfoques nacionales.

El secreto bancario, los paraísos fiscales y el entramado financiero global encubren las redes globales de terrorismo y crimen organizado, las grandes tramas de corrupción urbanística y el saqueo de países enteros. Se calcula en más de 300.000 millones de euros el capital que ha “huido” desde Grecia, equivalente al primer pago del llamado “rescate”. La corrupción afecta a países “tercermundistas” y de “Primer Mundo” por igual. Los efectos de la crisis actual, provocada por abusos de poder en una economía de casino, han revivido una lucha de clases que consideraban superada quienes anunciaron un supuesto “fin de la historia”.

Las clases trabajadoras en Estados Unidos, en Europa y en algunos países de América Latina han tomado conciencia de la importancia que tiene trascender sus propias fronteras y de unir fuerzas con gente que habla el mismo idioma de indignación colectiva. La corrupción erosiona el Estado de derecho y la auténtica democracia. Desmoraliza y siembra la semilla del cinismo. Pero unos cuántos han mantenido vivo un rescoldo que se daba por apagado.

Carlos Miguélez Monroy 
Periodista, coordinador del Centro de Colaboraciones Solidarias
ccs@solidarios.org.es 
La Vanguardia

martes, 25 de octubre de 2011

Monedas sociales. Una herramienta de intercambios no capitalistas

El 15M abrió nuevas puertas en el imaginario colectivo y en las formas de entender la política y la economía. Pero, además de exigir cambios a la economía hegemónica actual, ¿cuál debería ser la economía del 15M? En las plazas se habló de los bancos de tiempo, de la banca ética, las redes de intercambio, o de una economía más utópica, sin dinero. También pensamos formas de economía colectivizada y de donación. Las Monedas Sociales y los modelos de ecoxarxes (eco redes) desarrollados en Cataluña desde 2009 mejoran y sistematizan algunas de estas propuestas.

La moneda social, también llamada local, alternativa o complementaria, es una herramienta que nos permite registrar los intercambios en una región para crear con ellos un sistema económico alternativo permanente, y prescindir gradualmente del euro. Pueden construirla, sin que para ello sea necesario ganar previamente una revolución y desde el día a día de una población rural o un barrio, individuos de todas las edades y colores. Posibilita, además, aprendizajes necesarios para crear un mundo mejor, como la cooperación, la confianza o el despertar de nuestros talentos.

Este tipo de monedas crean un nuevo eslabón económico a escala humana y biorregional, una construcción paralela a la que se está llevando a cabo en las plazas. Si las asambleas ciudadanas constituyen nuevos mecanismos políticos de democracia directa, las redes de intercambio con moneda social son espacios de democracia directa en lo económico. No son la única respuesta, ni la más importante, pero sin ellas difícilmente podremos lograr cambios sustanciales, al estar trabajando con el euro, una herramienta básica del mundo que queremos cambiar.

Una de las dudas más frecuentes es si no se está volviendo a hacer lo mismo que con otras monedas. La respuesta es claramente no: la moneda social es muy diferente al dinero que conocemos pues no tiene intereses, se emite localmente, y se crea en cada nueva transacción. No es escasa, no sirve de nada acumular ya que no hay intereses, y no tiene ningún sentido prestarla porque se puede acceder a ella fácilmente.

¿Cómo se crea y cómo funciona esta moneda?

Todos comenzamos con cero ecos. Al hacer un intercambio, quien recibe el producto o servicio contrae una deuda, que puede saldar con cualquier otro usuario de la red. En esto consiste el trueque multirrecíproco, distinto del trueque directo o clásico antiguo.

Si yo recibo una clase de yoga, por ejemplo, quien me la ofrece cobra 10 ecos, y mi cuenta baja a -10 ecos. En ese momento estamos creando diez nuevas unidades monetarias en el sistema. Si alguien acumula moneda social, al no haber intereses, no gana nada, y deja de percibir bienes y servicios a cambio de los que ya ha ofrecido. Quienes necesitan moneda social no pueden endeudarse como ocurre con los euros: basta con que ofrezcan cualquier bien o servicio a la red para poder participar en los intercambios. Las transacciones se registran en una herramienta virtual de origen sudafricano, el Community Exchange System (CES), que es transparente para todos los participantes en la red.

Los consumidores también pueden comprar ecos con euros; con este cambio de moneda, obtienen ecos (en proporción uno a uno) con los que pueden adquirir productos y servicios de la red, y la red recibe euros, que destina a la compra de productos que aún no se consiguen con moneda social. Cuando esos ecos vuelven a la ecoxarxa se eliminan, ya que no es emisión de moneda sino sólo un cambio.

Las monedas sociales son la pieza que podría servir de nexo entre las experiencias de economía social

Pensar que puede convertirse en una moneda como el euro es como pensar que la agroecología pueda convertirse en una corporación como Monsanto, o el software libre en Microsoft. Es imposible, ya que parten de presupuestos opuestos e irreconciliables. Además, es una herramienta necesaria para un proceso de transición del mundo en el que hoy vivimos hacia sociedades utópicas en las que no haya registro monetario.

¿Qué ventajas tiene una moneda social?

Estas monedas generan impactos positivos en la región en que se usan en muchos niveles distintos: se facilita una mayor proximidad entre los vecinos, se redescubren talentos y riquezas locales, se recuperan los tejidos sociales y formas ancestrales de autoayuda, aumenta la capacidad adquisitiva de las familias, y surgen nuevas oportunidades laborales cooperativas.

Nos permiten entender de una manera simple, pacífica y concreta, que el dinero puede ser ampliamente redefinido. Y así, desde la simplicidad, la ecología, la relocalización económica y la cooperación, se desenmascara y se construye una alternativa a una de las mayores formas de opresión jamás inventada: el dinero corporativo y con intereses, partícula fundamental, y a la vez profundamente desconocida, de nuestras sociedades.

Las monedas sociales, en cambio, son la pieza que podría servir de nexo entre las experiencias de economía social –cooperativas de trabajo y de consumo, redes de consumo responsable, centros culturales alternativos, institutos ecológicos, ecoaldeas, etc.– permitiendo que trabajen de una manera mucho más coordinada y eficiente entre sí. Construyendo lo que algunos autores denominan mercado social, pasando de una iniciativa local a una propuesta sistémica.

Abren, así, un nuevo espacio de experimentación social colectiva muy amplio, en un terreno poco explorado aún, con muchas similitudes con el software libre, creando de forma gradual propuestas lo suficientemente consolidadas como para que se puedan plantear como modelos alternativos, construidos por activistas, pero no sólo para activistas. Hoy, cuando la economía capitalista se colapsa, y cuando en las calles hay un claro clamor por un cambio profundo, imaginar un nuevo dinero y una nueva economía es posible y urgente.

ALGUNOS DATOS PARA ENTENDER LAS MONEDAS SOCIALES

Historia de las monedas sociales

Las monedas sociales han surgido siempre en momentos de crisis del capitalismo, como sucedió en los años ‘20 y ‘30 en Alemania y Estados Unidos. Las redes de intercambio modernas comenzaron en los años 80 en Vancouver, Canadá, con los Local Exchange Trade Systems (LETS). Todos los usuarios comienzan en una cuenta con cero, y se suma o se resta moneda social en función de los intercambios. Más tarde comenzó el modelo de las “Ithaca Hours”, con un billete físico, que se extendió rápidamente por toda América Latina, especialmente en Argentina. En Europa, además de las ecoxarxes catalanas, hemos visto aparecer las Regio en Alemania, y muchas monedas en las llamadas “transition towns” o ciudades de transición.

El modelo de las ecoxarxes

Desde que en enero del 2009 comenzó la Ecoxarxa del Montseny cerca de Barcelona, este modelo de redes de trueque se ha extendido por Catalunya, y encontramos ya 15 redes que trabajan conjuntamente -desde su autonomía biorregional- con la Cooperativa Integral Catalana. La mayor innovación de este modelo es que pone en común una red de trueque con moneda social que sigue diversos modelos distintos, con una cooperativa de consumo. Al aceptar el uso parcial de euros, se pueden comprar bienes básicos a productores. De este modo se puede resolver colectivamente la economía familiar y depender menos del capitalismo de manera gradual.

Diferencias con los bancos de tiempo

En muchas plazas se habló de crear bancos de tiempo. Es una opción, pero las monedas sociales suponen, con el mismo esfuerzo, una construcción mucho más profunda, amplia y coherente con los principios del 15M.

En muchos casos, como en Barcelona, los bancos de tiempo son apoyados por las administraciones publicas, porque por un lado reducen los costes de gastos públicos en atención ciudadana, y por el otro vehiculan el descontento ciudadano hacia el euro por una senda menos radical que la creación de una moneda del pueblo.

Didac Sánchez-Costa (Ecoxarxa Montseny i Anoia)
Diagonal

Economía real y Paraísos Fiscales

LA ECONOMÍA REAL.
Pudiera parecer que la problemática de los paraísos fiscales es un fenómeno apartado de la existencia real de las personas, más allá de alguna que otra anécdota cada cierto tiempo.

La mayoría de la ciudadanía ignora la funcionalidad de los paraísos fiscales y las consecuencias que se derivan de su simple existencia, lo que contrasta con la importancia vital que tienen sobre el nivel y calidad de vida de las sociedades modernas.

1. Crisis financiera.
Los paraísos  fiscales han jugado un papel clave en la  gestación y gravedad de la crisis financiera reciente. Su existencia ha servido para distribuir los llamados “activos tóxicos” por todo el sistema financiero, haciendo que el contagio de las pérdidas fuera mucho más severo y rápido de lo normal. Pero también sirvió para que los bancos pudieran esquivar las regulaciones bancarias propias de los países “normales”, ya que utilizaron sus fondos de inversión en los paraísos fiscales para poder titulizar sus hipotecas subprime y poder obtener así financiación para continuar suscribiendo nuevas hipotecas.

Uno tras otro la mayoría de los bancos que tuvieron que ser rescatados fueron revelando que tenían importantes cantidades de dinero invertidas en paraísos fiscales (Vigueras, 2009), lo que llevó a las autoridades a replantearse la regulación de los paraísos fiscales. No obstante, a pesar de las declaraciones y como hemos podido ver en el segundo epígrafe no ha habido grandes avances en la regulación o prohibición de transacciones con los paraísos fiscales.

2. Competición fiscal.
Debido a que  los capitales se mueven por el sistema financiero intentando maximizar rentabilidades, los Estados temen gravar las rentas provenientes del capital por si eso puede provocar una fuga inmediata, de esos mismos capitales, hacia terceros países donde tales rentas no están gravadas. Como consecuencia, los sistemas impositivos de los países se distorsionan y acaban por hacer recaer la presión fiscal sobre los agentes que no pueden eludir el pago de impuestos, es decir, normalmente las rentas salariales de las clases medias y bajas. El Estado del Bienestar y las políticas de redistribución, cuya fuente de financiación es fundamentalmente el sistema impositivo estatal, acaba por ser financiado entonces por las clases sociales que deberían ser, en el diseño original, las que menos tendrían que contribuir a su sostenibilidad.

El resultado es que el Estado ingresa mucho menos en concepto de impuestos y de esa forma no puede disponer de herramientas para consolidar servicios públicos  eficientes.

Muchos movimientos sociales y organizaciones no gubernamentales buscan continuamente implantar algún tipo de impuesto a las transacciones financieras.

Sin embargo, una estrategia más directa y eficiente es acabar con los paraísos fiscales y coordinar las políticas fiscales a nivel global para así permitir que los países en desarrollo dispongan de ingresos propios.

3. Fondos de capital riesgo.
Todos los fondos de  inversión colectiva invierten buscando  revalorizar el capital invertido al inicio. Los distintos fondos de inversión se diferencian en los mercados en los que invierten, de modo que mientras algunos se especializan en la inversión de derivados otros se especializan en la inversión en el mercado de acciones.

Los fondos de capital riesgo, que como los hedge funds se ubican en paraísos fiscales y se gestionan desde territorios distintos, compran empresas que o bien no cotizan en bolsa o bien si cotizan son retiradas de la misma. Una vez en su propiedad las empresas son reestructuradas a través de ajustes de personal, externalizaciones, disminución de prestaciones sociales, deterioro de las condiciones laborales, etc. con el fin de hacer a la empresa más rentable y atractiva para futuros compradores.

Una vez realizado el proceso, el fondo de capital riesgo vende la empresa a terceros a un precio más alto y obtiene de esa forma el beneficio económico.

4. Financiarización y bajo crecimiento económico.
Como consecuencia de este nuevo escenario financiero internacional, en el que debemos situar la existencia de los paraísos fiscales, gran parte de la inversión que antes se destinaba a la economía productiva ahora se destina a la inversión financiera, no creadora de empleos ni de riqueza. Por eso algunos autores hablan de “punción financiera” y de ralentización del crecimiento económico producido por las finanzas. Debido a que a las empresas y bancos les resulta más rentable invertir en los mercados financieros que en la economía real los niveles de inversión se reducen y de esa forma también el crecimiento económico.

5. Desigualdad, democracia y corrupción.
La ya citada competencia fiscal producida por el nuevo contexto financiero y muy especialmente por la existencia de los paraísos fiscales se suma al hecho objetivo de que quienes más se benefician de la actividad financiera son precisamente las  capas sociales  más adineradas y que cuentan con los recursos suficientes para participar en el juego financiero. Todo ello contribuye a que la desigualdad de ingresos se esté disparando y a que los mecanismos de redistribución del Estado pierdan eficacia.

Como ha ocurrido recientemente en el caso de la crisis de deuda pública, finalmente son los agentes económicos que operan en el mercado los que deciden las políticas económicas que deben llevar a cabo los gobiernos a pesar de que la inmensa mayoría de la población las rechaza.

Simultáneamente los paraísos fiscales son usados como instrumentos para esconder y hacer más rentable la corrupción política, degenerando así el sistema político. Todo ello no hace sino deteriorar lenta pero muy profundamente el sistema democrático de los países desarrollados y en desarrollo.

CONCLUSIONES.
Los paraísos fiscales no son un fenómeno reciente, pero como tantos otros instrumentos financieros han vivido una expansión desde los años ochenta y noventa. Cualquier entidad, ya sea un banco, empresa transnacional o fondo de inversión invierte únicamente con el objetivo de revalorizar lo invertido, es decir, de obtener tras la operación una cantidad mayor de dinero que la que tenía antes de la misma.  Por eso se dice que el criterio que utiliza este sistema es el de la rentabilidad y no algún criterio social.

La desregulación generalizada que llevó a cabo el neoliberalismo lo que hizo fue ampliar los espacios de negocio de todos los agentes económicos, sumiendo a todos ellos a una competencia mucho más intensa. Y la competencia se realiza siempre en la frontera de la legalidad, razón por la cual siempre se promueve desplazar esa frontera un poco más para poder seguir haciendo negocio.

Y eso es precisamente lo que ocurre con los paraísos fiscales. En cuanto una entidad financiera los utiliza y obtiene así mejores rentabilidades el resto tiene que hacer lo mismo si quiere evitar ser eliminado del mercado por el competidor. No hablamos pues de entidades malvadas o maliciosas sino sencillamente de la lógica del capital y sus regulaciones.

El perjuicio que los paraísos fiscales producen a la sociedad ha quedado en evidencia a lo largo de estas páginas. Esto, sin embargo, contrasta con la actual configuración institucional dominante. Hay que recordar que la Unión Europea en su Tratado de Lisboa prohíbe explícitamente el establecimiento de restricciones a las transacciones financieras con terceros países. Y que como detalladamente puede verse en Vigueras (2009) las cumbres del G-20 y otras reuniones de los organismos internacionales no han tenido un efecto real y palpable en la existencia de los paraísos fiscales ya que, en última instancia, el contexto financiero sigue siendo el mismo.

Alberto Garzón Espinosa
Economista. Consejo Científico de Attac España

(*)El presente texto es un extracto de la parte final y conclusiones de un trabajo del Prof. Alberto Garzón Espinosa, de la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla, titulado "PARAISOS FISCALES EN LA GLOBALIZACIÓN FINANCIERA" publicado en el número de otoño, 26, de la revista Historia Actual Online y puede ser descargado en su integridad en pdf.