Desde finales de los años 70, empezaron
a aplicarse tanto en EEUU como en Europa medidas económicas de signo
neoliberal, en gran medida a raíz de la crisis energética generada por la
guerra en Oriente Próximo (Crisis del petróleo). Esto supuso el abandono del
modelo capitalista keynesiano en favor de un modelo económico que promovía la desregularización del sistema financiero, la
reducción de impuestos a las rentas más altas y la pauperización progresiva de
las clases trabajadoras. Estas recetas favorecieron una acumulación extraordinaria
de las rentas del capital, y un crecimiento enorme de las grandes compañías o
corporaciones transnacionales, en detrimento de las pequeñas y medianas
empresas y de las rentas del trabajo. Porque la mayor parte de los beneficios
acumulados, no se reinvirtieron en mejorar las condiciones de trabajo de las
clases populares o en mejorar el bienestar social, sino en fondos de inversión
y actividades de orden especulativo. De esta forma, el mundo financiero,
ocupado en generar dinero del propio dinero, se fue haciendo cada vez más grande
y poderoso, aunque esto supusiera, a su vez, desvincularse cada vez más de la
economía real o productiva. Así, por ejemplo, cuando en la década de los 90
este modelo hizo entrar en crisis la demanda de bienes y servicios, para
amortiguar el escaso poder adquisitivo de las clases populares y fomentar de
nuevo el consumo, lo que se hizo fue desarrollar mecanismos crediticios que
agilizaban las formas de pago, como por ejemplo, la asignación de tarjetas de
crédito.
A finales de los 90 y principios
de siglo XXI, el sector financiero contaba con tantos recursos que sus apuestas
en el gran casino eran cada vez más grandes y arriesgadas, generando una
burbuja detrás de otra, hasta que le tocó el turno al sector inmobiliario,
aprovechando una coyuntura en la cual en EEUU los tipos de interés estaban muy
bajos. De esta forma, los bancos americanos se dijeron: Bueno, si no lo ganamos por la calidad, lo ganaremos por la cantidad.
Así pues, se dedicaron a la
concesión indiscriminada de créditos hipotecarios con vistas a rentabilizar la
inversión con los intereses generados y con la revalorización de los bienes
inmuebles. Y llegó un momento en que la cosa iba tan bien, que provocó incluso que
los bancos tuvieran problemas de liquidez. Para solventar este problema, lo que
hicieron fue crear una estafa a nivel mundial: titulizaron las hipotecas y las
vendieron a otros bancos del mundo como un producto de alta rentabilidad, sin
advertir que en los paquetes creados había un determinado número de hipotecas
de altísimo riesgo, concedidas a personas insolventes, cuya única conversión
posible, si el precio de la vivienda bajaba, era alojarse en los balances de
los bancos como un activo tóxico. O como diría Leopoldo Abadía, como auténtica
porquería. Son los famosos Mortgage-backed
Securities (MBS).
Cuando el precio de la vivienda alcanzó
niveles hipertróficos a causa de esta inversión masiva y especulativa por parte
del sector financiero, la Reserva Federal no tuvo más remedio que controlar la
inflación subiendo los tipos de interés. A consecuencia de esto, el precio de
la vivienda empezó a caer. La burbuja había explotado.
Para el año 2007, medio mundo y
parte del otro había comprado gran cantidad de los mencionados paquetes tóxicos,
pensando que habían hecho un gran negocio, encontrándose de la noche a la
mañana, con un agujero negro supermasivo en sus balances. Así, pues, una serie
de bancos empezó a declarase en quiebra. Estalló la crisis financiera.
Como el sector financiero había
adquirido dimensiones gigantescas, y tradicionalmente los bancos han sido mecenas
de la clase dirigente, ante semejante debacle, hicieron todo lo posible por
convencer a sus respectivos gobiernos para que éstos los rescataran
asignándoles dinero procedente de fondos públicos. En EEUU, por ejemplo, se
asignó al sector financiero 700.000 millones de dólares. Y lo peor de todo fue
que se hizo sin nacionalizar los bancos y sin establecer auditorías estrictas
sobre qué se hacía con el dinero procedente de los rescates.
En Europa, muchos gobiernos, al llevar
décadas siguiendo las recetas fiscales y laborales de la doctrina neoliberal, y
al verse diezmados por las ayudas concedidas incondicionalmente a la banca,
incrementaron sobremanera su déficit; viéndose en la obligación de recurrir a
los mercados financieros en busca de liquidez, ya que la UE tiene prohibido
constitucionalmente que el BCE monetice el déficit de los países con problemas,
siendo su máxima prioridad controlar la inflación y
mantenerla en torno al 2%. La consecuencia más inmediata ha sido que estos
países han visto crecer notablemente su endeudamiento público, siendo objeto de
violentos ataques especulativos.
El problema es que estos bancos
que ahora se dedican a comprar deuda soberana de países con problemas de
déficit, son los mismos que en su día acumularon no se sabe cuánta cantidad de
activos tóxicos derivados de la gran estafa americana. Por lo que recibiendo
dinero al 1% del BCE, se han dedicado a exigir intereses que van del 3% al 12%,
con vistas a ir reciclando el remanente opaco que, a pesar de los rescates
públicos, todavía anida en sus cuentas.
¿Qué ocurrió? Como los bancos, al
estallar la crisis financiera, cerraron violentamente el grifo del crédito, el
crecimiento de los países ahora endeudados cayó en picado, afectando gravemente
a su solvencia y credibilidad ante los propios mercados financieros. Quizás
también porque estos países, al abusar de las recetas neoliberales, en realidad
nunca fueron solventes, habiendo estado su crecimiento supeditado al crédito
con valor especulativo, como es el caso de España. Sea como fuere, ávidos por
alcanzar altos niveles de rentabilidad, los bancos comerciales empezaron a
exigir cada vez mayores intereses, amparándose en las valoraciones de riesgo dictadas
por las agencias de calificación americanas, y en el hecho de que el BCE no interviniera
salvo en casos extraordinarios, dejando a los países en apuros a merced de sus intereses
especulativos.
Claro está, llegó un momento en
que los bancos comerciales compraron tal cantidad de deuda de los países
con
problemas de déficit, que si uno de estos países tenía problemas de
solvencia y
amenazaba con declararse en quiebra, provocaría un trastorno de enormes
dimensiones, capaz de arrastrar al ya de por sí maltrecho sistema
financiero
mundial al colapso absoluto. Este riesgo se hizo realidad, y no uno,
sino
varios países de la UE empezaron a dar signos de estar atravesando
problemas:
Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España. Estalló, así, la crisis de
la
deuda. Una crisis que sigue agravándose, porque los dirigentes políticos
están empeñados en priorizar los intereses del lobby bancario,
exigiendo la aplicación de políticas de ajuste o reducción de déficit,
cuyo objetivo es asegurar el cobro por parte de los acreedores, sin
importar que esto suponga el desmantelamiento del bienestar social de
los paises deudores.
Como en líneas generales las
políticas económicas neoliberales han provocado una polarización progresiva de
las rentas y un descuido enorme de la demanda interna de los países de la UE,
ni siquiera economías como la alemana, que basa su crecimiento en las
exportaciones, se están salvando de la posibilidad de entrar en recesión
económica. De ahí que, como afirma el profesor Navarro, no ande muy lejos que
podamos hablar en Europa de la II Gran Depresión.
Así pues, a modo de resumen podemos establecer
el siguiente esquema en el que se refleja la progresión interrelacionada de la
crisis.
Aplicación de políticas económicas neoliberales --> Acumulación de las
rentas del capital en detrimento de las rentas del trabajo --> Incremento de las
actividades financieras y especulativas -->
Explosión de la burbuja inmobiliaria -->
Crisis financiera 2008 --> Restricción del
crédito -->
Recesión mundial: aumento del desempleo y descenso brusco de la demanda global -->
Rescate de la banca --> Compra masiva de deuda
soberana por parte de la banca -->
Insolvencia de los países periféricos -->
Crisis de la deuda soberana --> Rescate y aplicación
de políticas de ajuste para reducir el déficit -->
Nueva recesión económica -->
¿II Gran Depresión?
Manuel G. Sesma
Migajas