Es muy difícil creer
que los gobernantes y partidos políticos del mundo desarrollado no
entiendan los mecanismos a través de los cuales los grandes financieros
del mundo avanzan tragándose bancos menores, derribando países y
avanzando, apropiándose hasta ahora de riquezas inimaginables, sin pudor
ni escrúpulo ninguno, llevando al límite del hambre a millones de seres
humanos que no tienen cómo defenderse.
Las grandes empresas financieras conforman un oligopolio coludido que opera en la sombra y sin regulación. Fueron esos oligopolios los que, mediante los derivados denominados credit default swaps (CDS o swaps de incumplimiento crediticio) y otros derivados, provocaron la crisis financiera.
Los swaps de incumplimiento crediticio son los instrumentos más
modernos, resultado de la más siniestra y perversa imaginación financiera. En su forma más simple es un contrato bilateral entre un comprador y un vendedor de protección. En este contrato el comprador se compromete a realizar una serie de pagos en el tiempo (primas) y el vendedor se compromete a cubrir parte o el total del crédito asegurado en caso de que éste no sea pagado. Es un seguro sobre el crédito; pero, a diferencia de un seguro común, no existe ningún bien tangible de por medio: sólo papeles. Los CDS se utilizan en el aseguramiento de grandes corporaciones, en el aseguramiento de paquetes de referencia crediticia (CDO) o en el aseguramiento de los bonos de deuda soberana, y aparecieron a la luz púbica tras el estallido de la crisis subprime. Dado el mercado al que está dirigido, su monto mínimo de operación es de 10 millones de dólares.
El oligopolio financiero se halla garantizado por la intermediación de las empresas calificadoras. La crisis de las subprime fueron el aviso de una tormenta inusitada, pero las prácticas a que dieron lugar continuaron aumentando la liquidez de origen crediticio a una velocidad vertiginosa, producto puramente de la especulación, y sin relación con el mundo productivo.
El PIB mundial en 2010 fue de 74 mil billones de dólares, pero las finanzas lo superan con cifras astronómicas: el mercado mundial de obligaciones vale 95 mil billones de dólares. Las bolsas de todo el mundo 50 mil billones, los derivados 466 mil billones. Es decir, los mercados financieros mueven una riqueza ocho veces mayor que la producida en términos reales: industria, agricultura, servicios.
En la comercialización de los CDS los roles de comprador y el
vendedor son intercambiables. El vendedor de CDS (usualmente un banco)
vende el CDS a un inversionista (los 10 millones de dólares mínimos).
Pero el banco también puede tomar el rol de inversionista y asegurar la
operación con otro banco. De esta forma se produce una
clonaciónde aseguramientos donde no existe nada tangible. Y esta
clonaciónpuede ser infinita.
Warren Buffet ha llamado a estos instrumentos
armas de destrucción financiera masiva.
Las características de los CDS permiten a los inversionistas asegurar
el riesgo de sus operaciones. Pero también especular sobre la calidad
crediticia de la entidad o del paquete de títulos. Es decir, se apuesta
en una ventanilla comprando paquetes de inversiones, obligaciones de
deuda colateralizada (CDO) o paquetes de deuda soberana, y por otra
ventanilla se adquieren los CDS en caso de que la operación fracase (default). Así fue con las hipotecas subprime,
cuando los grandes bancos, además de comprar los paquetes de valores
con respaldo, u obligaciones de deuda colateralizada (CDO), los
aseguraban con CDS. De esta forma ganaban por la vía normal (el pago de
intereses) y también ganaban por la vía de impago (el cobro del CDS)
cuando el negocio fracasaba.
No es extraño, de este modo, que aún en las sombras, se les señale
como los instrumentos principales de la desaceleración económica: es el
medio más eficaz para aumentar en billones sus ganancias. Pero lo más
relevante es que los CDS se alejan de los conceptos tradicionales de
cobertura de riesgo, al impulsar la precipitación del colapso. Además, producto de su carácter desregulado y su total falta de transparencia, se han mantenido en una caja negra imposible de cuantificar con precisión. Para muchos analistas, estos instrumentos son la génesis de los
activos tóxicosy las mayores armas de
destrucción masiva, dado que nadie –esto es lo que permanece como gran misterio–, se ha atrevido a controlar.
La economía mundial no tendrá una recuperación duradera sin desinflarla del inmenso tóxico globo de dinero
fiduciariocreado por la especulación sin freno. Deberán ser provocadas pérdidas igualmente inmensas para unas cuantas miles de sanguijuelas cuya codicia incomprensible ha provocado la pérdida de sus casas y ha enviado al desempleo y al hambre a millones de seres humanos.
José Blanco
La Jornada
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