La realidad económica y las
políticas puestas en funcionamiento por la mayor parte de gobernantes de la Unión Europea están
abocando a millones personas a una situación desesperada. El gran economista
Michael Hudson escribió ya en octubre de 2010 en la revista New Economic
Perspectives que las políticas practicadas por los gobiernos se estaban
sirviendo "de la crisis bancaria (generada por préstamos inmobiliarios de
mala calidad y por la morosidad, no por unos costes laborales altos) como
ocasión para cambiar las leyes y permitir que las empresas privadas y los entes
públicos puedan despedir de barato y más discrecionalmente a los trabajadores,
así como reducir las pensiones y el gasto social a fin de pagar más a los
bancos." El gobierno actual del Reino de España ya ha puesto en marcha una
medidas económicas y ha anunciado otras, incluida la reforma laboral, que
siguen insistiendo en más de los mismo. Los 5,3 millones de parados según la
última EPA sirven, aunque pueda parecer increíble, precisamente de pretexto
para estas reformas. La decisión de contratar a trabajadores las empresas las
toman teniendo en cuenta muchos factores, no solamente la legislación laboral
del momento. Bien distinto es que se aproveche esta terrible situación de
desempleo para atacar las condiciones de vida y de trabajo que la población
trabajadora había conseguido en momentos más favorables. La reforma laboral
juntamente con la política de "austeridad en el gasto público", son
las guías de este gobierno, así como la de los otros gobiernos de la UE. Paul Krugman decía a
principios de año (El País, 8-1-12): "Necesitamos más, no menos, gasto
público para sacarnos de la trampa del desempleo." Y como Krugman son
muchos los economistas que han llegado a esta conclusión, y algunos ya habían
llegado a ella mucho antes que el Nobel de Economía de 2008. No los gobernantes
de la UE.
Ante una política guiada por
estas directrices, ¿no parece cosa de locos proponer que toda la población
tenga asegurada la existencia material mediante una asignación monetaria
completamente incondicional? Esta propuesta, la de la renta básica, hace ya
tres décadas que se está discutiendo académicamente y más de una que se ha
discutido en algunos parlamentos. Para citar solamente los más cercanos, se ha
discutido a lo largo de la última década en los parlamentos de varias comunidades
autonómicas, y dos veces en el parlamento español. Se han hecho estudios
económicos de su viabilidad y, ¡oh sorpresa!, mediante una reforma del IRPF y
una racionalización de las asignaciones monetarias, ya se hubiera podido
asignar en el año 2004 exactamente 5.400 euros anules a todos los adultos
residentes en Catalunya y 2.700
a todos los menores. La renta básica no debe confundirse
en ningún caso con las pirmis, rentas mínimas de inserción o lo que, con
denominaciones parecidas, son rentas para pobres o de reinserción laboral. La
crítica fácil de que la gente "no trabajaría con una renta básica"
debe meditarse más a partir de estudios realizados que tienden a desmentir esta
afirmación. Y quizás una de las razones más importantes de ello es que la renta
básica es compatible con otras fuentes de renta, no como las asignaciones
dirigidas a pobres que, por regla general, están condicionadas a no percibir
otras fuentes de renta. Una importante conclusión al respecto: las críticas que
puedan servir para las rentas condicionadas, precisamente son estériles como
críticas a la renta básica por su característica de incondicional.
La propuesta de la renta básica
puede ser vista (en todas las propuestas serias de financiación, los ricos
pierden y los pobres ganan) como una gran redistribución de renta de los ricos
hacia el resto de la población, exactamente lo contrario de lo que viene
haciéndose a lo largo de los últimos 30 años.
Tan importante o más que todo lo
anterior, es el hecho de que la renta básica no es solamente una medida contra
la pobreza sino que se trata de una propuesta que, como muchos autores han
insistido, incrementaría la libertad de buena parte de la población. La renta
básica posibilitaría, por primera vez en la historia, que toda la población
tuviera la existencia material garantizada. Y esta posibilidad, claro está, es
de tal magnitud que no puede extrañar que amedrente a algunos y dé vértigo a
otros.
El que fue uno de los economistas
estadounidenses más respetados del siglo XX, J. K. Galbraith, dejó escrito que
"la economía no existe al margen de la política". Sería deseable que
no se olvidara por parte de la mayor parte de la población para no dejarse
intimidar sobre los supuestos aspectos "exclusivamente técnicos" de la
política económica. Primero es la política que se decide seguir y después se
diseña la economía que a ello se adapta.
Daniel Raventós
Diario de Mallorca
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