Es cada vez más amplio el coro de voces que señala a la dominante
política de austeridad y consolidación fiscal como la responsable de
haber metido a la UE e indirectamente al resto de las economías del
mundo en una senda de recesión a la que ya se vaticinan peores
perspectivas que a la producida en 2008.
La pregunta inevitable
es a quién puede haber beneficiado este disparate de política
económica, ya que hasta los conservadores alemanes reconocen que ha
puesto en peligro la salud de su saldo de exportaciones, lógicamente
afectado por el estancamiento de sus clientes.
No creo
exagerado sospechar que el capital financiero, principal causante de
esta última parte de la crisis capitalista (en mi opinión, no pueden
separarse las crisis financieras de las últimas décadas de la crisis de
valorización de los años setenta del pasado siglo, pero ese es otro
cantar)y beneficiario principal de las subastas a interés negativo del
BCE, se esté beneficiando de la llamada “desconfianza de los mercados”
que se ha venido traduciendo en la exigencia de más altas rentabilidades
para cubrir las emisiones de deudas pública de los países del sur y,
recientemente, de Francia y Bélgica.
En absoluto estoy
planteando algo parecido a una conspiración del capital financiero para
someter a su dictado a los Estados y, con ellos, al conjunto de las
poblaciones. La oposición mercados financieros/Estados/democracia es
sugestiva pero me parece que oculta más de lo que describe. La denuncia
de los mercados financieros, más que una crítica del capitalismo, parece
una nostálgica evocación del capitalismo fordista regulado por el
Estado providencia, cuando el mundo estaba en orden y la certezas
señalaban a cada uno su sitio en la lucha de clases.
La
experiencia histórica muestra que la aparición de vastas masas de
capitales especulativos y burbujas de crédito no han sido la causa de de
ninguna crisis capitalista sino más buen el producto de la
desaceleración del proceso de valorización en la “economía productiva”.
En la que abre el largo ciclo en el que, en mi opinión, aún estamos, ha
sido el agotamiento de las reservas de productividad imputables al
fordismo y su consiguiente reducción de las tasas de ganancia, acentuada
por los mayores costes de la fuerza de trabajo fruto del ciclo de
luchas de los sesenta, la que ha empujado a los capitales excedentarios
(p.ej. los petrodólares generados por las dos subidas del petróleo de
los setenta) a emigrar a las finanzas en busca de las rentabilidades
perdidas
Creo que lo mismo que toda emisión de deuda viene a
representar un adelanto sobre la futura creación de valor por la empresa
que la emite, la emisión de deuda pública se hace contra la promesa más
o menos incierta de generación de ingresos por los Estados que la
emiten.
De la misma manera que los capitales excedentarios de
los setenta vagaron por los mercados en busca de rentabilidades que no
encontraban en la llamada economía real y al final se colocaron en
activos financieros, descontando así el futuro valor a crear, ahora los
capitales que pretenden huir de los sectores en declive como la
construcción residencial y el negocio inmobiliario tras el pinchazo de
sus burbujas, buscan en la deuda pública la rentabilidad que les permita
mantenerse. Su problema es que una buena parte de los Estados, esta vez
los más desarrollados, dan señales de asfixia por el taponamiento de
sus fuentes de recursos y la dificultad de encontrar un sector que haga
de locomotora de las economías nacionales y global.
Los efectos
de lo que en su momento se llamó 3ª revolución industrial- la
microelectrónica y la introducción de las tecnologías de la información y
la comunicación-ha supuesto una inmensa operación de expulsión de
fuerza de trabajo y, por ello, de reducción de la tasa de ganancia (que
es función, no se puede olvidar, del capital variable representado por
la fuerza colectiva de trabajo ocupada por los empresarios
capitalistas). La operación de lo que Marx llamó las contratendencias a
la tendencia decreciente de la tasa de ganancia ha visto agotadas sus
posibilidades en la medida que el capital ha colonizado la práctica
totalidad de las regiones y los países del planeta sometiéndolos a su
lógica implacable. En estas condiciones, la pregunta no es por qué
estalla la crisis sino porqué no ha estallado antes y en forma todavía
más intensa, habida cuenta los riesgos de desvalorización de estos
capitales excedentarios. Y es aquí donde nos encontramos con la esfera
financiera, una fase absolutamente normal en toda crisis capitalista,
tal y como el propio Marx lo analizó con su concepto de capital
ficticio.
La expansión de las finanzas, contra la que tantos
progresistas honrados claman, ha sido la vía de escape de un sistema
global incapaz de encontrar nuevos sectores y regiones que impulsaran la
acumulación. En España tras la recesión 1992-1994, los fundamentos de
lo que se llamó el milagro económico español ha descansado en una
alocada carrera d endeudamiento de hogares y familias, fundamentalmente
en inversiones in mobiliarias, con los abundantes recursos financieros
procedentes de la acumulación capitalista centro europea, y hecha
posible por la expansiva política monetaria de la UEM que ha dotado de
préstamos a interés negativo a hogares y empresas.
La
transferencia de inversiones desde la economía productiva a las finanzas
no ha sido el resultado de una decisión consciente y premeditada de los
capitalistas para fragmentar la fuerza del movimiento obrero y acabar
con el Estado del Bienestar. Ni siquiera el consejo de administración de
la burguesía, el Estado al decir de Marx, ha sido capaz de planificar
esta ofensiva en contra de los trabajadores que se prolonga desde hace
más de tres décadas. Ha sido la tendencia objetiva de los capitales en
busca de rentabilidades que no obtenía en los sectores industriales lo
que ha provocado su abandono, una vez que las tasas de ganancia en
aquellos han comenzado a caer por efecto del incremento del aumento
incesante de capital por unidad de producto y la disminución del capital
variable que constituye la fuerza de trabajo, al fin y al cabo la única
fruente de producción de valor. Es verdad que esta tendencia ha sido
reforzada en sus efectos por dos factores de gran influencia en los
setenta: de un lado, el brusco aumento de los precios de la energía; y,
de otro, el incremento de los costes de la fuerza de trabajo, por efecto
del aumento de la combatividad obrera.
Los inversionistas,
desde los más pequeños ahorristas hasta los grandes inversores, han
colocado sus fondos, en un comportamiento racional en la lógica
capitalista, allí dónde podían esperar expectativas más altas de
rentabilidad. Los bienintencionados esfuerzos de los gobiernos por
inyectar recursos para estimular la demanda de productos, cuando ya
había comenzado el movimiento de migración hacia las finanzas y la caída
de la rentabilidad de las inversiones, no ha hecho sino amplificar los
efectos de la crisis, añadiendo a los síntomas de estancamiento los de
inflación, lo que no ha hecho sino legitimar los discursos y las
políticas de austeridad y ajustes, abriendo con ello la espiral de
contracción de la actividad, desempleo, incremento de los déficits
públicos de los que tan debilitado han salido el movimiento obrero y, en
general, las políticas de izquierda, siquiera reformistas.
Ha
sido el propósito de romper este círculo vicioso de austeridad y
políticas neoliberales lo que ha llevado a muchas gentes de izquierda,
incluso situadas en el campo anticapitalista, a postular políticas
keynesianas de estímulo de la demanda orientadas a reactivar la
producción y la creación de empleos. La vuelta a la primacía de la
economía productiva generadora de empleos y recursos para financiar el
Estado del Bienestar, recuperando la regulación y el control del
movimiento de capitales mediante instrumentos diversos de los que el más
popular es la Tasa Tobin
¿Es la vuelta a la “economía
productiva” empujada ó hecha posible por una política recuperada para
los ciudadanos, la solución a la tremenda crisis que asola a los países
de la UE y con ellos al resto de las economías capitalistas?. Contestar
en forma adecuada este interrogante exigiría analizar en detalle cuáles
podrían ser las condiciones en las que esa recuperación ciudadana de la
política podría hacerse realidad orientando la actividad económica hacia
el crecimiento y la inversión productiva. Las condiciones presentes en
estas latitudes y a pesar de la inyección de vigor ciudadano que ha
representado el 15M, no parecen ir por ahí, como demuestra el apoyo
mayoritario recibido por un partido como el PP que no tiene el menor
empacho en reconocer, no con discursos sino con políticas concretas (ver
RD leyes de 30 de diciembre y 4 de febrero), la vuelta de la política
económica al fomento de los sectores motores del crecimiento a finales
de los noventa y principios de este siglo, el sector inmobiliario y la
construcción.
En el ámbito internacional es, cuanto menos,
dudoso este cambio de orientación. No parece previsible que los Estados
en la UE, aún si estuvieran pilotados por gobiernos progresistas, puedan
jugar un papel distinto al jugado hasta la fecha en un contexto en el
que las previsiones de todas las instituciones especializadas anuncian
un par de años especialmente duros de retroceso en el crecimiento,
incluso para aquellos países como los BRIC, que se libraron de los
efectos de la crisis del 2008.
China no podrá ejercer el papel
de sustituto de la economía USA en su función de locomotora de la
economía global por causa de sus crecientes problemas relacionados con
la aparición de una tardía pero muy intensa burbuja i mobiliaria y por
el recalentamiento de su economía que obliga a las autoridades a aplicar
medidas de contención en el consumo que frustran las esperanzas de su
emergente clase media.
La otra gran economía exportadora,
Alemania, se va a ver cada vez más amenazada por los problemas del euro
que tan decisivamente ha contribuido a crear con su tozuda política de
austeridad. A estas alturas es, incluso dudoso que una política
abiertamente de demanda orientada a fomentar la recuperación del consumo
a través de aumentos salariales complementadas con incrementos en las
pensiones y otras prestaciones públicas pudieran alterar
significativamente el panorama.
Así que parece lo más probable
que asistamos a un período en el que se profundizarán aún más las
políticas de ajuste, se detriorarán más las condiciones de trabajo y
salariales para ofrecer seguridad a los tenedores de deuda y para poder
financiar el coste de la reestructuraciones bancarias recientemente
aprobadas en sedes comunitaria y estatal y tendentes a operar una fuerte
concentración de las entidades d crédito de la UE para aumentar su
competitividad en el mercado global del crédito.
En tan sombrío
cuadro cualquier noticia que pueda añadir incertidumbre a las
maltrechas economías nacionales y global puede desatar una auténtica
oleada de pánico, al tiempo que puede servir de justificación a los
señores de la guerra en Israel y Estados Unidos para intentar un golpe
de mano que ayude a reequilibrar el juego de fuerzas en Asia central; y,
desde luego, las amenazas iraníes de cerrar el estrecho de Ormuz pueden
servir para ambas funciones. La cotización del barril por encima de los
cien dólares y la continua caída del tipo de cambio del euro respecto
al dólar pueden ahondar la recesión en aquellas economías que como la
española, dependen mucho de las importaciones petrolíferas.
De
fondo estará, una vez más en la historia norteamericana, el peso y la
influencia del complejo militar industrial para jugar sus bazas de
recuperación de influencia en la Casa Blanca y en el conjunto de la
escena geopolítica global.
Históricamente el capitalismo ha
transportado el germen de la guerra, con mayores probabilidades cuanto
más agudas han sido sus crisis. La desaparición de su “exterior”,
aliviadero socorrido en ocasión de sus frecuentes crisis de
sobreproducción, aumenta la sensación de asfixia del sistema. El recurso
a la deuda de Estados, empresas y hogares ha sido la vía de escape que
permitido salir de las recesiones a golpes de créditos cada vez más
voluminosos.
El cierre del círculo de estos comentarios expresa
bien el del círculo vicioso, la espiral infernal en la que el
capitalismo arrastra al conjunto de nuestra especie. No hay muchas
razones para el optimismo pero las hay menos para confiar en las salidas
dentro de la lógica que nos ha conducido a esta situación. La lógica
del capitalismo, tanto el de la época fordista cuya crisis abrió el paso
al capitalismo neoliberal, cómo este último ahora también igualmente en
crisis. La lógica de la producción para obtener beneficio, dinero,
capital, sin importarle la satisfacción de las necesidades de las
personas, el cuidado del medio ambiente, la dignidad y la convivencia de
las sociedades humanas.
No hay certezas, ni líneas correctas
desde las que nadie pueda descalificar a nadie, solo el pensamiento, la
voluntad y la urgencia de acabar con esta iniquidad de relaciones
sociales que nos conducen a la degradación y a la muerte cotidiana.
José Antonio Errejón
Rebelión
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