No paramos de oír que las deudas están para pagarlas, que cuando uno se endeuda “ya sabe a lo que se atiene” y que por tanto debe afrontarlas bajo cualquier circumstancia. Esto sitúa el estatus de la deuda en nuestra cultura cerca de lo sagrado. ¿Pero es verdad que uno sabe a lo que se atiene cuando se endeuda?
La realidad es que no. La prueba es que nadie previó esta crisis, ni
los grandes bancos con todos sus analistas, ni los gobernantes con todos
sus estadistas y consejeros fueron capaces de prever esta situación. A
pesar de haber hecho apuestas muy arriesgadas, con todos sus analistas y
‘magos de las finanzas’, estos bancos se pegaron un soberbio batacazo,
siendo incapaces de pagar sus deudas unos a otros… y fueron ayudados… por nosotros.
Entonces, ¿por qué nosotros deberíamos “saber a lo que nos atenemos” cuando nos endeudamos?
En realidad la mayoría de la gente no tiene conocimientos profundos de
finanzas, ni de economía, ni tiene una bola de cristal en casa que le
permita saber si los precios están sobrevalorados, si los sueldos en el
futuro serán más altos o si los tipos de interés van a subir. Por lo
tanto, uno no sabe exactamente a lo que se atiene, porque el futuro es
incierto. Eso no nos exime de toda responsabilidad, pero debería
desmitificar la sacritud de las deudas.
Partiendo de esta idea de que uno puede cometer errores en la vida,
una vez se han cometido ¿qué hacemos? Una posible respuesta puede ser:
encontrar una solución. En el caso de la deuda,
aunque el origen de ésta fuera legítimo (que no lo es), si no se
pudiera pagar y el intento de pagarla creara una situación que atentara
contra la dignidad y las vidas humanas, lo aceptable sería no pagarla, o
reducirla hasta la cantidad que se pueda pagar sin esclavizar a las
familias y posibilitando el buen funcionamiento de la economía.
Al contrario de lo que acabamos de decir, parece que la receta que se impone a los que no pagan sus deudas
(excepto a los poderosos, que son los únicos en recibir ayuda) son el
castigo inmisericorde. Esto parece un comportamiento neurótico, lleno de
rencor, reproche y culpabilidad… sentimientos todos muy poco prácticos
si lo que queremos es mejorar el funcionamiento de la economía. No
parece que arruinar en masa a millones de familias sea una manera de
llegar a esa solución que buscamos. Además de estas consideraciones, si
observamos que los poderes financieros no han tenido que afrontar sus deudas,
ni han perdido sus riquezas a pesar de los enormes agujeros que han
provocado en nuestras economías, la situación se vuelve entonces
ultrajante.
Parece obvio entonces que el objetivo es otro. A juzgar por el
resultado de lo que observamos el objetivo parece ser la creación de una
relación de dominación de quien está endeudado
con la estrategia de “culpar a la víctima”, con argumentos entre otros
como: “has vivido por encima de tus posibilidades”. Desde que existen
las sociedades autoritarias-patriarcales, hace ya milenios, las clases
dominantes han utilizado este tipo de mecanismos emocionales para
someter a las personas a su orden.
Estos valores como la sacritud de la deuda
son parte de una manipulación de nuestra cultura convencional por parte
estos poderes económicos, y se difunden a través de diferentes canales
como los medios de comunicación, las estructuras políticas (p.e. sistema
educativo), y las instituciones religiosas (a pesar de que el mensaje
de estas religiones sea de misericordia y solidaridad, estos poderes son
capaces en ocasiones de manipular estos mensaje y añadir ideas, que no
existían en el origen de estas creencias, para servir a sus objetivos de
dominación), todas estas financiadas o influidas de diferentes formas
por los poderes económicos.
Pero debemos ser conscientes de que esta relación psicosocial no es
más que eso, una relación entre personas. Debe haber dos partes para que
funcione, el dominador y el dominado. Con esto no queremos decir que el
dominado lo sea por gusto, ya que muchos nos encontramos encerrados en
contextos que nos oprimen, con situaciones diarias difíciles que nos
llenan de miedo e incertidumbre y nos
hacen no alzar mucho la voz para que la cosa no empeore. En la mayoría
de ocasiones, de estas situaciones es imposibles salir solos. Por lo
tanto debemos buscar la vía para hacerlo en compañía de aquellos que se
encuentren en una situación similar o simplemente quieran darnos su
apoyo en este camino.
Recopilando, podemos partir de las siguientes ideas:
Que nos podemos equivocar; un error no justifica un castigo eterno; y menos cuando quien ejerce el poder en la relación (élite económica) seguramente no ha sido sometida a las mismas condiciones o leyes que nosotras; y que además los mecanismos que generan la deuda son, en su mayor parte, ilegítimos y no tienen otro objeto que ese intento de dominación.
Que nos podemos equivocar; un error no justifica un castigo eterno; y menos cuando quien ejerce el poder en la relación (élite económica) seguramente no ha sido sometida a las mismas condiciones o leyes que nosotras; y que además los mecanismos que generan la deuda son, en su mayor parte, ilegítimos y no tienen otro objeto que ese intento de dominación.
Entonces, ¿por qué someternos a esa relación social basada en el castigo y el miedo?
La vida de un ser humano es igual de valiosa a la de cualquier otro,
por lo que todas deberíamos tener los mismos derechos y las mismas
obligaciones. Actualmente una parte grande de la sociedad asume solo
obligaciones y castigos, mientras que la otra pequeña parte abusa de su
condición de poder, que dejamos que ejerza sobre nosotras gracias en
gran parte al peso de la Deuda. Por lo tanto, como dice nuestro lema: No debemos, No pagamos! De nosotras depende.
Sergi Cutillas
CADTM
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