De las grandes crisis se sale con cambios estructurales en el
funcionamiento de la economía, en su regulación, en sus instituciones.
El impacto desigual de las crisis en distintos territorios es en parte
resultado de su distinta estructura, de su posición en la economía
global. Un buen diagnóstico de la situación es básico para promover
respuestas adecuadas. Lo que no siempre supone que éstas sean fáciles de
aplicar ni que tengan resultados inmediatos, de igual modo que una
enfermedad puede estar bien diagnosticada y en cambio desconocerse la
forma de combatirla.
La economía española padece unos problemas que explican su
diferencial de destrucción de empleo, la mayor gravedad de la situación.
Al principio de la crisis se hicieron algunos diagnósticos acertados,
quizas porque eran tan fáciles de reconocer que no se requería un gran
nivel de experiencia profesional para llevarlos a cabo. Uno era el papel
del sistema financiero a escala global. El otro, más local, era culpar
de los males del problema al hiperdesarrollo constructivo. Los poderes
financieros han conseguido aguar la insistencia en reformas profundas de
su actividad, en gran medida porque han logrado endosar el problema del
endeudamiento a los estados y transformar así una crisis de
endeudamiento privado en políticas de ajuste público. En los últimos
meses en España los problemas de la deuda exterior, la prima de riesgo y
los recortes públicos han vuelto a dejar fuera de foco la cuestión
primordial de la deficiente estructura productiva del país.
Peor aún, viendo las cosas que promueven las élites políticas más
bien parece que confían en un nuevo boom inmobiliario para reflotar la
economía. Y de ello tenemos buenos indicios. Primero fue la vergonzosa
competición entre Madrid y Barcelona por atraer Eurovegas, ahora ha sido
la oferta de permisos de residencia a los compradores de viviendas, y
de forma contínua están las referencias de De Guindos a que el banco
“malo” servirá para revigorizar el mercado inmobiliario (quizás
esperando con ello que olvidemos lo que es evidente: que se trata de una
nueva transferencia de fondos al sector bancario). Y es que lo
inmobiliario tiene un largo recorrido en la economía española y su
impulso parece mucho más fácil que el promover otras salidas.
Se olvida con ello una de las cuestiones que a mi entender es básica
para explicar nuestra situación diferencial: la economía española genera
sistemáticamente un deficit comercial resultado de nuestra particular
estructura productiva y nuestro particular modelo de consumo. En el
gráfico podemos observar que las exportaciones siempre han sido
sustancialmente inferiores a las importaciones, y el diferencial sólo se
ha reducido cuando el consumo interno se ha hundido (más o menos como
si una persona sólo perdiera exceso de peso cuando padeciera una
enfermedad grave):
Fuente: INE, Estadísticas de Comercio Exterior
Puede objetarse que en este desequilibrio no se tienen en cuenta los
ingresos por servicios, especialmente los turísticos, pero aún
considerando estos ingresos el resultado neto sigue siendo negativo (en
2010, un año de crisis, la contribución neta negativa del sector
exterior continuaba siendo de 2,1 puntos del PIB). Ello supone que en su
funcionamiento normal la economía española requiere un continuo
endeudamiento frente al exterior, lo que sin duda explica una parte
importante de los problemas macroeconómicos del país. Sin moderar o
equilibrar esta situación la única forma de mantener el actual modelo es
consiguiendo atraer un flujo de entrada de capitales permanente, algo
que parece ser a medio y largo plazo poco realista, pues no contamos con
un sector financiero hegemónico como el que permite hacer esto a
Estados Unidos y Reino Unido.
Las razones de este desequilibrio son diversas. Una es la enorme
dependencia energética y de materiales. Otra es la especialización
productiva: fabricamos bienes distintos a los que consumimos (por
ejemplo producimos coches pequeños y compramos coches grandes,
consumimos electrónica de importación...). A esta especialización
negativa se ha llegado por una serie de factores diversos: decisiones de
las élites locales (priorizar la construcción y despreciar la inversión
en bienes sofisticados, que comportan más esfuerzo en investigación y
formación profesional), control de muchos sectores productivos por
grandes multinacionales y promoción de un modelo de consumo impulsor de
las importaciones. Y una tercera, y no menos importante: un euro
sobrevalorado ha reducido las posibilidades de desarrollo de parte de la
industria local, situación agravada por la política alemana de
austeridad (básicamente caída del salario real, sobre todo en el sector
servicios), que ha provocado una caída de las exportaciones del sur de
Europa.
Alterar está situación exige tomar muchas medidas y hacer frente a
las resistencias de los beneficiarios de la situación actual. Pero
precisamente por tratarse de una cuestión de largo recorrido exige tener
claras algunas de las líneas de actuación. Una, obvia es una política
energética que no sólo promueva el desarrollo de energias renovables
sino que reorganice la vida social (transporte, urbanismo etc.) en
términos de reducción del consumo. Otra, la reorganización de
actividades que promuevan circuitos más cortos de producción-consumo,
por ejemplo en el sector alimentario, Otra obvia, de desarrollo
tecnológico y profesional También una política de austeridad de otro
tipo, orientada a reducir las importanciones de bienes de lujo y los
consumos suntuarios que tienen efectos dañinos en términos sociales,
ecológicos y macroeconómicos, algo que debe ir necesariamente acompañado
de políticas “culturales” que lo hagan entendible y aceptable. Y cómo
no, una política exterior orientada a cambiar el modelo actual de
integración europea. Estos deberían ser los elementos prioritarios de
las políticas anticrisis. Su no consideración, la dependencia endémica
respecto a un modelo de desarrollo palpablemente insostenible, muestra
que nuestros lideres políticos están en la inopia, o simplemente que nos
engañan para mantener el statu quo.
Alberto Recio Andreu
Mientras Tanto
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