La amnistía fiscal aprobada por el Gobierno español ha recaudado
sólo un 6% del importe que se había propuesto el ministerio de
Hacienda. Mientras, bajo la cálida brisa del océano y entre las
palmeras de una salvaje playa desierta, descansa el dinero defraudado
por las multinacionales y las grandes fortunas. En Barbados, Islas
Caimán, Panamá y algún exótico destino más, nadie le pregunta al dinero
de dónde viene, ni tampoco a dónde va.
En las últimas reuniones del Grupo de los 20 (G20), el asunto ya ha
sido tratado pero parece haber poca voluntad política. Angela Merkel y
Barack Obama, entre otros, acordaron limitar los abusos fiscales de
las multinacionales pero aún se espera cómo y cuándo. La postura
francesa, siempre beligerante en temas de fraude al fisco, sí es más
clara, como muestra su reclamación a Google de más de 1.000 millones de
euros en impuestos.
Pero lo cierto es que según la asociación británica Tax Justice Network,
entre 2005 y 2010 la élite económica mundial evadió, al menos, 16,7
billones de euros en paraísos fiscales. Para hacerse una idea de la
magnitud del fraude, la cifra supone la suma del Producto Interior
Bruto (PIB) de Estados Unidos y Japón en un año.
El expresidente de Francia, Nicolás Sarkozy, también se refirió al
tema en la reunión del G20 en Cannes, hace un año. “Los países que
siguen siendo paraísos fiscales mediante la falta de transparencia
bancaria serán puestos al margen de la comunidad internacional”,
argumentaba. Pero lo único que ha cambiado desde aquella sentencia es
que Sarkozy ha perdido unas presidenciales en favor del socialista
Hollande. El resto sigue igual, paraísos incluidos.
No hace falta recorrer largas distancias para encontrar Estados con
privilegios fiscales y mínimas exigencias para las grandes
multinacionales. La estadounidense Apple sabe usar bien los beneficios
tributarios de Irlanda, miembro de la Unión Europea. No sólo hay genios
tecnológicos dentro de la compañía creada por el difunto Steve Jobs.
También los hay de la ingeniería financiera. La empresa con sede en
California ha tributado sólo un 2% de los beneficios obtenidos fuera de
Estados Unidos.
Aún hay más. El mayor motor de búsqueda en Internet, aquel que nos
salva de tantos apuros en la red, también tiene un lado oscuro. Google
gana dinero por publicidad a espuertas. En 2011 consiguió unos 7.600
millones de dólares en beneficio bruto en el extranjero, por los que
sólo tributó 248 millones, “en su mayor parte a la Hacienda irlandesa”,
según explica el político español Gaspar Llamazares.
En España, la recaudación del impuesto sobre el beneficio a las
empresas ha caído en picado en estos años de crisis. Como afirma la
periodista Soledad Gallego-Díaz, “el fraude fiscal se centra, según los
expertos, en grandes grupos empresariales, empresas transnacionales y
grandes fortunas personales”. Mientras que los ciudadanos piensan que
el “mayor fraude se produce entre los profesionales liberales o de
servicios, éste sólo acumula entre el 10 y el 20% del total”, añade la
periodista del El País. Las administraciones también se centran en la
lucha contra la evasión menor, a la que dedican buena parte de sus
recursos, al tiempo que el dinero evadido por las grandes fortunas y
multinacionales sigue de vacaciones en el paraíso.
Existen distintas soluciones al problema de la evasión fiscal. A
escala global, no se puede permitir que grandes multinacionales e
inmensos patrimonios personales evadan impuestos de manera impune. Los
Estados están por encima de las empresas y no viceversa. Europa tampoco
puede poseer la potestad para controlar la economía de sus Estados
miembros sin una armonía fiscal. Los mismos impuestos para todos los
países de la Unión Europea evitarían problemas como el irlandés. En el
ámbito estatal, medidas como la amnistía fiscal aprobada por el Gobierno
español para lavar el dinero negro de los defraudadores son
ineficaces. Por un lado, no recaudan lo previsto, y por el otro,
desmotivan al contribuyente que cumple con sus obligaciones fiscales.
A largo plazo, es esencial educar a las personas de forma correcta.
Que sepan desde sus primeras lecciones que los impuestos aseguran los
pilares esenciales del Estado del bienestar. Que sólo de esa manera es
posible redistribuir la riqueza. Que un mundo más justo es posible si
todos ponemos de nuestra parte.
Adrián Levy Pernudo
Periodista
Periodista
CCS (Centro de Colaboraciones Solidarias)
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