Uno de los grandes éxitos del neoliberalismo económico es haber
manipulado el lenguaje de manera que se le ha desposeído de cualquier
alcance ideológico. Así se ha sustituido la palabra empresario por
emprendedor, perdiendo la connotación negativa que históricamente tiene
en el imaginario popular, y adquiriendo por el contrario un significado
positivo. El PP no quiere ayudar a los empresarios sino a los
emprendedores. Aspira a crear un millón de ellos que a su vez generarán
tres millones y medio de puestos de trabajo.
Amén de que hayan perdido la cabeza con los números, hay que decir
que quienes crean empleo son los consumidores. Lo que no termina de
entender el PP, y a menudo tampoco el PSOE, es que por amplias que sean
las ventajas fiscales que se concedan, por mucho que bajen las
cotizaciones sociales, por más ayudas que reciban, no surgirán
emprendedores ni las empresas existentes ampliarán los negocios si no se
incrementa la demanda. Lo único probable –y ya está pasando- es que
haya sociedades que desaparezcan para volver a abrir con otro nombre y
contratando a los mismos trabajadores con la finalidad de conseguir las
ayudas públicas. El efecto neto sobre el empleo será cero.
Hay otro tipo de emprendedores que podemos denominar “a la fuerza”,
trabajadores autónomos que lo son porque sus empresas no quieren
tenerlos en plantilla y de este modo ahorrarse las cotizaciones
sociales. Son la escoria de los trabajadores. Carecen de salario mínimo,
de jornada laboral, de indemnización por despido y de seguro de
desempleo. Nada de nada. En realidad, en muchos casos, constituyen un
paro encubierto.
Canalizar los recursos públicos a beneficios fiscales en el impuesto
de sociedades no va a tener ningún impacto en la actividad ni en el
empleo. Conviene tener en cuenta además que el impuesto de sociedades
solo grava beneficios y en la misma proporción que estos se producen. De
manera que a los que se está subvencionando por este procedimiento no
es a los empresarios que inician su actividad ni a los que tienen
dificultades sino a aquellas empresas que obtienen cuantiosas ganancias.
No es la oferta la que hay que estimular, sino la demanda. Los
escasos recursos públicos habrá que dirigirlos en esta dirección. La
subida de impuestos, en contra de lo que se dice, puede ser un mecanismo
apropiado para crear empleo, si a los que se grava es a los ciudadanos
con rentas altas, y por lo tanto con propensión a consumir baja, y los
recursos obtenidos se canalizan adecuadamente hacia aquella parte de la
población de baja renta y propensión a consumir elevada.
Las políticas seguidas en Europa bajo la presión de Alemania y de las
instituciones europeas están conduciendo a los países a una recesión de
la que no se va a salvar la propia Alemania con un crecimiento próximo a
cero en el segundo trimestre y una tasa negativa, según previsiones de
la OCDE, para el cuarto. Y es que una política que base todo el
crecimiento en las exportaciones está condenada al fracaso. Si todos los
países deprimen la demanda ¿hacia dónde se van a dirigir las
exportaciones?
La OCDE ha anunciado que existe el peligro de una nueva recesión a
escala mundial, y es que, en realidad, no se ha hecho nada para corregir
los desequilibrios que estaban en el origen de la primera, países con
enormes déficits en sus cuentas exteriores y otros con importantes
superávits. La ecuación no cuadra. Ni los primeros pueden seguir
endeudándose al infinito para comprar a los segundos ni estos, por
tanto, podrán exportar a los primeros. El resultado es el estancamiento
económico a nivel mundial y europeo y quizá, en un plazo relativamente
corto, la recesión.
Juan Francisco Martín Seco – Consejo Científico de ATTAC
Artículo publicado en República de las ideas
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