Este artículo critica la ayuda
de los bancos de los cinco Bancos Centrales más importantes del mundo,
incluyendo el Banco Central Europeo, a los bancos europeos. Esta ayuda
se está haciendo sin ningún tipo de condiciones, lo cual equivale a un
regalo a la banca por parte de las autoridades públicas de las cuales
los Bancos Centrales son parte.
Los mayores bancos europeos han estado
comprando deuda pública de Grecia, Portugal e Irlanda, exigiendo unos
intereses claramente abusivos a los respectivos Estados, ayudados por
las agencias de valoración de bonos públicos que deliberadamente
presentaban la situación de tal deuda pública como problemática, a fin
de conseguir unos intereses más altos, y con ello unos mayores
beneficios. Es así como lo que llaman la prima de riesgo ha ido
aumentando. Y hace poco comenzaron con España y con Italia.
El pago de esta deuda pública está
forzando el debilitamiento e, incluso, en algunas ocasiones, el
desmantelamiento del Estado del Bienestar en estos países. Donde este
proceso ha avanzado más es en Grecia, donde las políticas de austeridad
han alcanzado unos niveles casi incompatibles con el mantenimiento del
orden social. Las movilizaciones de protesta popular están alcanzando
unos niveles de conflictividad nunca vistos en aquel país durante su
periodo democrático.
Tales políticas de austeridad, además de
afectar muy negativamente el bienestar de las clases populares de
estos países, está reduciendo todavía más el nivel de demanda doméstica,
dificultando su recuperación económica. En realidad, la situación
económica en Grecia ha alcanzado un deterioro tal que casi ha colapsado
la economía. Este colapso y el temor de que contamine a otros países
que están siguiendo también estas políticas de austeridad, ha creado un
pánico entre los mayores bancos que tienen bonos públicos griegos, pues,
de no cobrarlos, las pérdidas serían muy elevadas. Su propia avaricia,
pidiendo intereses más y más altos, está matando la gallina de los
huevos de oro. Y ahora les entra pánico. De ahí las llamadas de que los
bancos tienen que “capitalizarse”, es decir, que tienen, una vez más,
que rescatarse del colapso que ellos han contribuido a crear.
Y, como no, los bancos centrales más
importantes del mundo, además del Banco Central Europeo (el Federal
Reserve Board, el Banco de Inglaterra, el Banco de Suiza y el Banco del
Japón), están imprimiendo dinero y se lo dan (en realidad se lo prestan a
unos intereses ridículamente bajos) para salvarlos. Y lo hacen sin
ninguna condición, tal como ocurrió hace cuatro años. Nos encontramos
con una situación casi idéntica a la que existía hace cuatro años cuando
el sistema financiero casi colapsó. Entonces, los Estados les ayudaron
sin pedir nada a cambio. Lo mismo que ahora. Podrían, por ejemplo,
ayudarles con la condición de que garanticen la disponibilidad de
crédito, o que eviten las prácticas especulativas, o que compren deuda
pública de sus países a unos intereses razonables y no exagerados como
ahora. Pues no. Nada de esto se les ha pedido. Les dan el dinero, y ya
está.
Comparen ahora el comportamiento del BCE
con la banca privada europea con el comportamiento del BCE con los
Estados de la Eurozona. El BCE, un organismo público (controlado por la
banca) no da ni presta dinero a los Estados de la Eurozona, ni compran
deuda pública de tales países (sólo en situaciones excepcionales)
forzándoles a que reduzcan más sus Estados del Bienestar. Los Estados
tienen que conseguir el dinero, no del Banco Central Europeo, sino de
los Bancos (que recibieron el dinero del BCE a un 1%) que se lo prestan
entonces a unos intereses del 6%, 7%, 8%, e incluso el 12%.
Viendo esta situación creo que canalizar
la indignación hacia los mercados y hacia la banca, aunque necesario
como medida educativa y pedagógica (enseñando a la ciudadanía el rol que
juegan los bancos y el capital financiero en la crisis actual), es
insuficiente porque cada una de estas decisiones que permiten y
reproducen esta situación la toman no sólo los banqueros, sino los
propios políticos. Las políticas públicas que permiten estos
comportamientos son diseñadas y aprobadas por las élites políticas del
Estado. Los Bancos Centrales son autoridades públicas y sus gobernadores
designados por nombramiento político. El nombramiento del Gobernador
ultraliberal del Banco de España, el Sr. Fernández Ordóñez, que se
sienta también en el Consejo del BCE, fue realizado por el Presidente
del gobierno socialista español.
En lugar de proveer ayuda a los bancos,
el BCE podría haber apoyado a los Estados. Esto es también una decisión
política. Y como bien dijo Joseph Stiglitz en su día, con la enorme
cantidad de dinero público que ha recibido la banca privada, podrían
haberse establecido bancas públicas que hubieran garantizado la
disponibilidad de crédito. Y cuando se ayudó a la banca hace cuatro años
y ahora, podría haberse hecho tal ayuda condicionada a toda una serie
de medidas que hubieran permitido la reactivación de la economía.
Enfatizar la culpabilidad en los
mercados o en la banca es diluir la responsabilidad que las
instituciones mal llamadas democráticas tienen en esta situación. No
olvidemos que por cada decisión –por cada recorte de gasto público
social -por ejemplo- podría haberse considerado una alternativa. En
lugar de congelar las pensiones e intentar ahorrar 1.500 millones de
euros, podría haberse mantenido el impuesto de patrimonio que recogía
2.500 millones, Y así, recorte por recorte. De ahí que es importante
recuperar categorías de análisis como poder de clase y Estado, que
sirvan para mostrar las enormes insuficiencias de lo que se llama
democracia. Como he dicho en varias ocasiones, la petición más
transformadora, incluso revolucionaria, que hoy puede hacerse es exigir
que las instituciones llamadas democráticas sean auténticamente
democráticas. Los establishments políticos, mediáticos, financieros y
económicos no lo permitirán. Y ahí está el campo de batalla al que mi
amigo Noam Chomsky, en su introducción al libro Hay alternativas que
hemos escrito Juan Torres, Alberto Garzón y yo, define como la guerra de
clases –class war- que, redefiniendo la que existió en épocas
anteriores, es la guerra de una minoría que controla las instituciones
financieras, económicas, mediáticas y políticas en contra de todos los
demás, la gran mayoría de la ciudadanía.
Vicenç Navarro