Este artículo critica la
concepción generalizada que sostienen amplios sectores de los círculos
tanto conservadores como progresistas, que asumen que la causa de la
permanencia de la crisis en España se debe a la falta de confianza que
España genera en los mercados financieros. El artículo señala que no son
los mercados financieros sino la estructura institucional del sistema
de gobierno del euro la que lleva inevitablemente a la situación en la
que se encuentra España.
Una de las conceptualizaciones de la
realidad económica que está más generalizada en la cultura mediática y
política del país, incluyendo en amplios sectores de las izquierdas, es
la de dividir el panorama político existente hoy en el mundo entre las
derechas, a las cuales se les asume estar a favor de los mercados y en
contra de las intervenciones de los Estados, y las izquierdas, que están
más a favor del Estado y de su intervencionismo que a favor de los
mercados. Según tal interpretación, el punto divisorio del espectro
político es cómo las fuerzas políticas perciben al Estado. Las derechas
ven al Estado, como decía el presidente Reagan, el gurú político de los
neoliberales, como “el problema”, mientras que las izquierdas lo ven
como “la solución”.
Este análisis de la realidad aparece
ahora en la versión de la crisis percibida por amplios sectores de las
izquierdas, que la ven causada por los mercados financieros. Así, autor
tras autor subrayan la centralidad de los mercados financieros como los
responsables de la situación actual. En realidad, existe casi un
consenso entre autores de derecha y autores de izquierda, que tales
mercados financieros son los que configuran el orden internacional. La
única diferencia entre ellos es que mientras los primeros, las derechas,
lo celebran (atribuyéndoles haber traído un gran progreso al mundo en
los últimos quince años), los segundos, las izquierdas, lo lamentan
(considerándoles responsables de la crisis). Pero por lo demás, los dos
espectros políticos –derechas e izquierdas- parecen coincidir: los
nuevos amos del mundo son los mercados financieros. En esta
interpretación, los Estados casi han desaparecido. Y el intento de las
izquierdas es ahora recuperarlo.
El problema con tal consenso es que es
profundamente erróneo. Y es fácil de demostrarlo. Comencemos por lo que
pasó durante el gobierno Reagan de EEUU, supuestamente el gobierno más
neoliberal que aquel Estado haya tenido, aunque los datos muestran una
situación muy diferente. En realidad, la Administración Reagan fue una
de las más intervencionistas que EEUU haya tenido. El gasto público del
gobierno federal aumentó considerablemente (a través, predominantemente,
del gasto militar) y los impuestos (aunque bajaron para el 10% de renta
superior del país) subieron para la gran mayoría de la población,
siendo tal gobierno el que subió los impuestos de manera más acentuada
en tiempos de paz en aquel país. Tales datos hablan por sí mismos. La
Administración Reagan fue claramente intervencionista, aumentando
considerablemente su sector público. Disminuyó el gasto público social,
pero aumentó muy espectacularmente el gasto militar (como bien dijo el
Secretario de Defensa, Caspar W. Weinberger, EEUU desarrolló la política
industrial más avanzada de los países de la OCDE, a través de la
inversión militar). Además bajó los impuestos de los ricos y de los
súper ricos, pero los subió a todos los demás.
Las instituciones públicas del establishment europeo
Otro ejemplo es la crisis actual. Los
Estados han gastado como nunca antes lo habían hecho a fin de salvar a
la banca, tanto en EEUU como en la UE. Desde diciembre, el Banco Central
Europeo, el BCE, se ha gastado la friolera cantidad de un billón de
euros públicos ayudando a la banca (la mitad de ello a los bancos
españoles e italianos). El BCE es Estado, es decir, es una autoridad
pública, que es a la vez la que determina los intereses de la deuda
pública. Estos intereses no los determinan los mercados financieros
(repito, no los determinan los mercados financieros), sino el BCE.
Cuando no compra la deuda pública, los intereses suben y cuando la
compra, bajan. El BCE tiene el poder de controlar los intereses de la
deuda pública. El hecho de que los intereses de tal deuda se hayan
disparado no tiene nada que ver (repito, nada que ver) ni con el tamaño
del déficit ni con el de la deuda pública, sino con el hecho de que el
BCE no ha comprado desde hace ya tres meses deuda pública, y no la ha
comprado a fin de forzar al gobierno español a “hacer los deberes” que
son, según el BCE, la reducción de la protección social y de los
salarios, siguiendo el proceso que mi amigo Noam Chomsky ha definido
correctamente como la guerra de clases unidireccional del capital
(hegemonizado por el capital financiero) contra el mundo del trabajo.
Hoy, el sistema financiero europeo está
centrado en el capital financiero alemán, que se está beneficiando
enormemente de la situación actual. Estamos viendo un flujo de capitales
de la periferia (de los países llamados en los círculos anglosajones
como GIPSI -Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia-) hacia el
centro, que está descapitalizando la economía de estos últimos. Sólo en
los últimos tres meses, 98.000 millones de euros han dejado España
(equivalente a un 9% del PIB español), buscando lugares mas seguros
(Financial Times – 06.01.12). Entre ellos está Alemania, cuyos bonos
públicos del Estado se consideran segurísimos (con lo cual los bonos a
diez años pagan unos intereses bajísimos de 1,56%). Existe una
acumulación de capital en Alemania a costa de la descapitalización de
los países GIPSI. Y todo ello se realiza a través de las políticas que
la troika (Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario
Internacional) está imponiendo a los Estados, sin que haya existido
ningún mandato popular para ello. (No es sorprendente, pues, que en la
última encuesta Pew Global Attitudes sobre como la población de varios
países de la UE valora la creación de la Eurozona, sólo en Alemania la
mayoría de la población aprueba tal integración económica. En los países
GIPSI la desaprobación es generalizada. Financial Times. 06.01.12).
Las políticas públicas del establishment europeo
Esta situación está contribuyendo
también a una grave crisis del sistema bancario periférico (estimulado
en España por el colapso de Bankia). De ahí que la troika esté ahora
presionando para que se transfieran fondos del European Stability
Mechanism –ESM- (que, por cierto, no ha sido todavía aprobado por los 17
países de la Eurozona, destinados en principio a apoyar a los Estados
en situación difícil) a fin de ayudar a la banca, añadiéndose así más
fondos de ayuda pública a estas instituciones bancarias. (En España,
hasta este momento, la ayuda pública a la banca alcanza una cantidad
equivalente al 10% del PIB español, ayuda que no ha significado el
mejoramiento en la disponibilidad del crédito, una de las razones
sociales de su existencia). Y aunque las izquierdas gobernantes en la UE
han contribuido a esta situación (los gobiernos del canciller Schröder y
el Primer Ministro Blair jugaron un papel clave en desarrollar este
sistema de intervención pública para ayudar a la banca), han sido las
derechas (Merkel-Sarkozy-Rajoy) las que han acentuado todavía más el
intervencionismo público para favorecer intereses financieros
particulares.
Todos estos datos muestran que el debate
no debería ser sobre si Estado o no Estado, sino sobre el tipo de
intervención del Estado y para el beneficio de quienes son estas
intervenciones del Estado.
Hay que entender que hoy los Estados
continúan jugando el papel clave en la configuración de la crisis. El
Estado alemán, instrumento del capital financiero, está configurando,
con la ayuda de los Estados periféricos (instrumentalizados por
intereses financieros locales) cambios orientados hacia transformar la
Europa Social en la Europa Neoliberal. Hablar de los mercados es un
escapismo que pone el centro de la atención en los síntomas en lugar de
las causas de la crisis actual, la guerra de clases unilateral. No es
sólo la burguesía en contra de la clases trabajadora (aunque este
conflicto continúa existiendo) sino el dominio por parte de una minoría
(el capital, centrado en el capital financiero, en contra de la gran
mayoría de la población). Y las minorías están entrelazadas en lo que
Jeff Faux, el fundador del Economic Policy Institute de Washington,
llamó en su día la alianza de las clases dominantes a nivel
internacional. El problema es que tal alianza existe entre las élites
gobernantes, pero no entre las clases populares.
Vicenç Navarro
El Plural
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