En la más reciente actualización de su informe mundial Situación y Perspectivas Económicas 2012,
la Organización de las Naciones Unidas (ONU) afirma que, como
consecuencia de las medidas de austeridad implantadas por los gobiernos
de países desarrollados para disminuir su deuda pública y su déficit
fiscal, el mundo está en riesgo de enfrentar una nueva recesión. Como
consecuencia, el organismo ajustó a la baja –a 2.5 por ciento– sus
estimaciones de crecimiento económico mundial para 2013, pero advirtió
que
este pronóstico presupone que la crisis de la deuda en la zona del euro no se agrave y que no se ejerza más presión hacia medidas estrictas de austeridad fiscal en los países desarrollados, y que una eventual profundización en cualquiera de esos ejes problemáticos
podría desencadenar un círculo vicioso que conduzca a una grave turbulencia financiera y recesión económica.
El diagnóstico del órgano multinacional es relevante, por lo
demás, en momentos en que los gobiernos de la Unión Europea discuten
–por influencia directa de la canciller alemana, Angela Merkel– la
eventual profundización de las políticas de ajuste y austeridad
criticadas por la ONU como una medida para subsanar la crisis regional
provocada por la deuda de naciones como Grecia y España. Hasta ahora,
sin embargo, la aplicación de esas directrices en el viejo continente no
ha conseguido tranquilizar a los mercados ni mucho menos desactivar el
riesgo de una recesión; en cambio, el empeño por sacrificar a la
población, dejarla a merced de los vaivenes del mercado y centrar los
esfuerzos gubernamentales en el rescate de los capitales ha desembocado,
en esos países, en una amplia inconformidad social, en movilizaciones y
disturbios y, en el caso de la nación helénica, en pérdida de
gobernabilidad y estabilidad política y en un indeseable pasmo
institucional.
La actitud irresponsable con que han operado los poderes reales de la
economía planetaria a la hora de adoptar soluciones de fondo –esto es,
el cambio del modelo económico vigente, la adopción de medidas para
estimular las economías internas y la aplicación de controles a los
grandes capitales– deriva no sólo en la perspectiva de una nueva debacle
económica mundial, como se desprende del análisis de la ONU, sino
también en la posibilidad de estallidos sociales generalizados en el
viejo continente. Cabe esperar que las autoridades económicas de Europa y
del planeta no echen en saco roto las advertencias de la ONU y sean
capaces de comprender el potencial destructivo de sus planes de
austeridad.
La Jornada
http://www.jornada.unam.mx/2012/06/08/edito
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