El endeudamiento sirve para que una empresa crezca por encima de sus
posibilidades, ya que puede invertir en proyectos que de otra forma
serían imposibles de acometer. Imagínense un pequeño empresario con una
idea empresarial cuya puesta en marcha implicara un desembolso que
superara todas sus posibilidades financieras, y que con acceso al
crédito pudiera superar esas barreras.
De la misma forma el propio Estado puede beneficiarse del
endeudamiento, pues invierte en infraestructuras que a medio plazo
proporcionan incrementos de la productividad o desarrolla planes de
inversión productiva que reactivan el crecimiento económico. Todo ello
sin subir los impuestos. Incluso las familias pueden pensar en las
deudas como formas de inversión, siempre que estén asociadas a proyectos
que impliquen ingresos futuros –por ejemplo a través de desembolsos en
educación-.
Pero en el sistema económico capitalista las finanzas juegan un rol
contradictorio, pues a la vez que pueden fomentar el crecimiento
económico también pueden obstruirlo. Las finanzas son también una
punción sobre el beneficio, lo que quiere decir que quien presta el
dinero exige a su vez una contraparte en forma de intereses. Eso
significa que si los proyectos salen mal o el endeudamiento es excesivo
entonces la carga de la deuda se vuelve insostenible y deviene el
impago. Imaginen ese empresario que lleva a cabo el proyecto pero que
finalmente es un fracaso, lo que le impide cobrar los beneficios con los
que pensaba devolver las deudas. O un Estado que en vez de invertir en
desarrollo productivo dedica sus recursos al simple despilfarro, o las
familias que se endeudan, atraídas por bajos intereses, ad infinitum.
Este doble rol de las finanzas ha sido ampliamente estudiado por el
marxismo y por la escuela postkeynesiana –especialmente por Hyman
Minsky, cuya hipótesis de la inestabilidad financiera expresa muy bien
por qué el sistema capitalista es inestable por naturaleza-, pero no así
por los autores neoclásicos. Los autores neoclásicos –teoría que
justifica el neoliberalismo- otorgan al dinero un papel neutral en el
sistema económico, lo que les impide analizar correctamente la evolución
de las finanzas. Eso es lo que reconocen algunos autores neoclásicos
este papel para el Banco Internacional de Pagos, al asegurar que “la
última crisis ha revelado las deficiencias del enfoque ortodoxo” y que
“como una víctima de cáncer que no puede esperar a que los científicos
encuentren una cura, los gestores de política económica no pueden
esperar a que los académicos elaboren la síntesis que finalmente
llegará”.
El documento de trabajo de estos autores busca encontrar el nivel
adecuado de endeudamiento, es decir, el punto de inflexión a partir del
cual el endeudamiento se volvería peligroso para el crecimiento
económico. Su conclusión es que la deuda pública no puede ser mayor del
85%, la de las empresas no financieras no debe superar el 90% y la de
los hogares el 85%.
Más allá de los datos concretos lo que nos interesa es remarcar el
fondo de la cuestión. Porque aquí, y a diferencia de las tesis oficiales
hasta ahora, se pone el énfasis en el endeudamiento de todo tipo y no
sólo en el de naturaleza pública.
El endeudamiento en España
Recordemos que la Zona Euro se ha constituido de acuerdo al pacto de
estabilidad y crecimiento, el cual marca un límite de endeudamiento del
60% y un límite de déficit público del 3%. Pero nada se decía ni dice de
las deudas privadas, las cuales podían –como así ha ocurrido-
desestabilizar la economía europea de una forma igualmente terrible. De
hecho cuando las deudas privadas se hacen insostenibles al final se
suelen transformar en deuda pública –directamente en caso de rescates o
indirectamente a través de los mecanismos de valoración de los mercados
financieros, que asumen que existe más riesgo para las finanzas
públicas-.
Es decir, ninguna autoridad puso atención al crecimiento de las
deudas privadas y por el contrario toda la normativa se concentró en la
deuda pública.
Lo que el gráfico adjunto expresa con mucha claridad es que el
crecimiento espectacular en las últimas décadas del endeudamiento
español ha correspondido al sector privado, y fundamentalmente a las
empresas no financieras. El endeudamiento familiar también se dispara a
partir de 1998, precisamente el año en el que el Partido Popular aprueba
la ley del suelo y da así el pistoletazo de salida a la burbuja
inmobiliaria. Y el endeudamiento público sólo crece cuando ya ha
estallado la presente crisis y como clara medida anticíclica.
Es obvio que las instituciones y autoridades europeas han tenido una
concepción de la economía y un comportamiento verdaderamente lamentable,
pero la pregunta es si detrás de todo esto hay negligencia o podemos
encontrar algo más.
Atendiendo al modelo de crecimiento español, basado en la demanda
interna por endeudamiento y en un descomunal déficit por cuenta
corriente, podríamos decir que hay mucho más. En un entorno de alta
competencia global el capitalismo español sólo podía escapar de una
crisis de estancamiento bien propulsando la demanda interna vía crédito o
vía redistribución de renta o bien compitiendo en una carrera hacia el
fondo en la economía internacional. El boom inmobiliario permitió que el
capitalismo español continuase creciendo gracias a la entrada masiva de
dinero extranjero, el cual financiaba una burbuja que proporcionaba
suculentas rentas –especialmente a grandes empresas y fortunas, pero
también al resto de la sociedad-. Y este modelo de crecimiento ha sido
la contracara del modelo de crecimiento alemán, basado en la capacidad
de exportar hacia países con déficit comercial.
Es decir, el crecimiento del endeudamiento privado ha sido funcional
al mantenimiento del modelo de crecimiento español y alemán. En este
punto el endeudamiento público no ha jugado rol alguno, más que el de no
obstaculizar el crecimiento del crédito privado. Si la Unión Europea
hubiera frenado el crecimiento de las deudas privadas entonces ni España
ni Alemania hubieran crecido de esa forma tan explosiva, con todo lo
que ello implica en términos de empleo y en términos electorales.
Obviamente las finanzas se vengan de ser usadas para propulsar el
crecimiento de esa forma, esto es, se pasa el punto de inflexión
comentado más arriba, y deviene la crisis financiera que ahora mismo
asola Europa y muy particularmente España. Y es entonces cuando lo que
surge es una batalla ideológica por poner en el centro de la diana al
elemento menos culpable de todos: lo público.
¿Por qué es así? ¿Qué sentido tiene culpar al endeudamiento público
cuando todos los datos señalan que no ha jugado papel alguno? Pues
porque lo que realmente está pasando es que con esta crisis el espacio
privado de negocio se ha estrechado, lo que significa que las empresas
privadas están buscando nuevos huecos y saben que abriendo brecha en lo
público pueden aspirar a salir de su actual crisis de rentabilidad. Es
decir, el ataque sistemático a lo público sólo persigue aumentar los
espacios de negocios en sectores como la educación, la sanidad u otros
servicios ahora públicos. Y todo ello queda justificado con todo un
arsenal de mentiras o medias verdades. Nada nuevo bajo el sol.
Alberto Garzón Espinosa
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