Como hemos visto en el último post,
Repsol es una multinacional presente en muchos países y que es
propiedad en más de un 50% de capital extranjero, es decir, de otras
empresas y fondos de inversión de fuera de España. También es una
multinacional que en su crecimiento no ha distribuido con equidad y en
el seno de la empresa los beneficios obtenidos, ni en épocas de bonanza
ni en épocas de crisis. Y también es una empresa que opera en paraísos
fiscales a través de dos vías. En primer lugar porque su propia
actividad productiva se realiza en territorio geográfico considerado
paraíso fiscal y en segundo lugar porque probablemente sus operaciones
financieras se realicen allí aprovechando lo anterior.
Ello nos da algunas pistas de por qué no debemos considerar a Repsol
una empresa modelo y española. Pero todavía quedan algunos cabos sueltos
por resolver. Y es que, efectivamente, Repsol contrata trabajadores en
nuestro país y además paga aquí el impuesto de sociedades, todo lo cual
contribuye de forma positiva a la economía española. Por ello
necesitamos arrojar luz sobre esta cuestión.
Antes de comenzar cabe considerar que Repsol es un grupo empresarial
compuesto por una gran cantidad de empresas y filiales que operan en
distintos países. Mientras no observe lo contrario, las cuentas aquí
expuestas se refieren al conjunto del grupo.
Repsol tuvo en 2010 un total de 60.430 millones de euros en ingresos.
De esos ingresos hay que restar el gasto en aprovisionamientos (36.184
millones; 58’87%), el gasto en personal (9.916 millones; 16’40%) y otros
gastos (4298 millones; 7’11%). Todo ello deja un resultado de
explotación de 7.621 millones. Como también hay ingresos y gastos
financieros, como consecuencia de operaciones de esa naturaleza -tales
como beneficios y pago de préstamos-, el resultado financiero es de
-1.008 millones de euros.
Es decir, Repsol tuvo en 2010 un total de 6.613 millones de euros en beneficios antes de impuestos.
Eso es lo que declaró que había ganado. De ese total, 1.641 millones
(24’8%) los obtuvo en España, 1.416 millones (21’41%) en Argentina y
3.556 (53’77%) en el resto de países. Esto nos dice que el “mercado”
español no es ni una cuarta parte del beneficio de la multinacional.
Y ahora llega la parte de pagar impuestos. Las regulaciones fiscales
varían entre países, en función de múltiples criterios, de forma que no
se paga lo mismo en España que en Argentina o que en un paraíso fiscal.
En el año 2010 el impuesto nominal a pagar era del 30% en España,
del 28% en el régimen especial de Bizkaia, del 35% en Argentina, del
35% en EEUU, del 34% en Brasil, del 25% en Bolivia, del 50% en
Venezuela, del 65% en Libia y del 25% en Ecuador, por poner algunos
ejemplos. Pero esos porcentajes se aplican sobre la llamada base
imponible, que no coincide con el resultado declarado por las entidades.
En efecto, Repsol declaró en España que había ganado 1.641 millones de euros,
pero los legisladores españoles consideraron que había que sumar -por
distintas razones- una cantidad importante de modo que se acabara
pagando impuestos sobre una cantidad mayor. Finalmente, en 2010 la base imponible de Repsol en España subió a 3.534 millones de euros.
A esos 3.534 millones se les aplicó el tipo nominal español, del 30%, de modo que la llamada cuota íntegra fue de 1.060 millones de euros.
Esa era la cantidad que Repsol hubiera tenido que pagar a las arcas
públicas. Pero Repsol se acogió a una cantidad importante de deducciones
fiscales, es decir, incentivos que el Estado proporciona y con los que
permite pagar menos impuestos. Esas deducciones ascendieron a 913
millones de euros. Pero a la vez tuvo que pagar por ajustes
complementarios en el impuesto. El resultado neto fue que Repsol pagó un total de 949 millones de euros. Eso significa que el tipo efectivo en España fue de un 26’85%. Y en el conjunto del mundo Repsol pagó con un tipo efectivo de 26’34%.
No es un tipo efectivo demasiado bajo, pues las deducciones a las que
se acogen las empresas españolas hacen que al final el tipo efectivo
medio (del conjunto de las grandes empresas) esté entre el 10% y el 15%.
Pero Repsol opera en un sector con impuestos especiales, lo que permite
explicar ese dato final. No obstante, un 26’85% no es el 30’00% del
tipo nominal, de modo que existe lo que se llama “gasto fiscal” (dinero
que el Estado deja de ingresar). Por no hablar de que el Impuesto de
Sociedades es, en mi opinión y más aún en un contexto como este,
demasiado bajo.
Ahora bien, ¿qué enseñanzas podemos sacar de todo esto? En primer
lugar, que Repsol contribuye a los Estados con un total de 1.742
millones de euros, de los cuales 949 millones (54’47%) los paga en
España. Ni todos los beneficios ni todos los impuestos los obtiene en
España. En segundo lugar, Repsol utiliza paraísos fiscales y
desconocemos las cifras reales que debería pagar en ausencia de esos
mecanismos de evasión y elusión fiscal. En tercer lugar, la parte que no
son impuestos es reinvertida o repartida entre accionistas que son por
lo general bancos y grandes empresas -y mayormente extranjeras-. Y
finalmente un apunte, la creación de puestos de trabajo es relativamente
escasa (43.298 personas en el mundo, 19.761 personas en España).
En definitiva, en el proceso de desarrollo e internacionalización de Repsol se produce un crecimiento de la riqueza a distribuir. Esa distribución es muy desigual en el seno de la empresa (ver artículo anterior)
y es también desigual en las relaciones entre empresa y Estado
(aplicación del tipo efectivo). Es decir, en el proceso de desarrollo de
Repsol hay distintos y desiguales ganadores, siendo los grandes
capitales los que más ventaja obtienen, mientras que el Estado y los
trabajadores quedan detrás y en mucha menor medida.
Faltaría incluir en este análisis aspectos ya tratados con
anterioridad. Por ejemplo, el efecto que tienen las operaciones de
Repsol sobre el medio ambiente, sobre la economía de destino y sobre el
sistema financiero, todo lo cual son costes no necesariamente económicos
que deben tenerse presentes. Y finalmente un elemento aún más
importante: ¿no sería más adecuada una forma distinta de administrar
Repsol? Es decir, cambiar esas distribuciones (dentro de la empresa y
hacia fuera -Estado-) a partir de nuevas leyes que vayan desde la subida de impuestos hasta la nacionalización de la entidad.
Sólo en esos casos, especialmente el segundo, tendría sentido hablar de
una empresa al servicio del pueblo (siempre que los beneficios se
reinvirtieran en el mantenimiento o creación de servicios públicos).
Alberto Garzón Espinosa
agarzon.net
http://www.agarzon.net/?p=1796
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