La blogósfera
está llena de referencias al debate entre Steve Keen y Paul Krugman. Es
un duelo apasionante sobre el funcionamiento de una economía
capitalista, la inestabilidad y la crisis. El primero piensa que para
analizar una economía capitalista se necesita un modelo macroeconómico
que incluya a los bancos y el proceso de creación monetaria. El segundo
considera que eso es innecesario. Cualquiera que siga de cerca la
polémica cambiará su forma de pensar las relaciones económicas más
fundamentales de nuestra sociedad.
La discusión comienza con un ensayo de Steve Keen (disponible en ineteconomics.org) sobre la inestabilidad del sistema financiero. Uno de los puntos sobresalientes de ese análisis es que los bancos privados pueden hacer crecer la oferta monetaria en respuesta a la demanda de fondos por parte de consumidores, empresarios o especuladores. Desde esta perspectiva, la inversión no es financiada por ahorro, sino por el otorgamiento de crédito por los bancos. La oferta monetaria no se decide fuera del sistema económico (por ejemplo, por el banco central), sino que responde a la demanda endógena de actores como empresas, consumidores o especuladores.
Esta perspectiva ya se encuentra en la obra de Joseph Schumpeter, uno de los economistas más importantes del siglo XX y maestro de Minsky. Este autor se pregunta ¿de dónde provienen los recursos para que un empresario pueda instalar nueva capacidad productiva? La respuesta convencional es que provienen de los ahorros, pero Schumpeter encuentra que eso es insuficiente y que existe otro método que consiste en la creación de poder de compra por los bancos. Es decir, no se trata de trasladar un poder de compra previamente existente,
sino de crear nuevo poder de compra de la nada.
Lo anterior puede sorprender a primera vista. Los economistas neoclásicos (Krugman no es excepción) están convencidos de que en una economía capitalista, primero hay agentes que ahorran y depositan sus ahorros en los bancos. Acto seguido, los bancos realizan su trabajo de intermediación y prestan esos recursos. Esta es la teoría de los fondos prestables: en una economía siempre hay agentes que ahorran y agentes que demandan esos ahorros para invertir o consumir. Los bancos fungen como intermediarios y ponen de acuerdo a estos agentes. La tasa de interés es el precio que compatibiliza la oferta y demanda de crédito. Mucha gente cree que el mundo funciona de esta manera. Se equivocan.
Siguiendo a Minsky-Schumpeter, Keen señala que la inversión es
financiada no a través de un ahorro previamente existente, sino por la
expansión de la oferta monetaria asociada al otorgamiento de créditos a
empresas, expansión que es acompañada del aumento de endeudamiento. Así,
la demanda agregada en economía capitalista-monetaria crece porque
existe una forma de financiamiento del gasto agregado y porque algunos
agentes o sectores pueden financiar su gasto a través de la emisión de
deuda. Esta es la teoría monetaria endógena. El trabajo de Keen estaría
incompleto si no tuviera una sólida base empírica para confirmar su
perspectiva analítica.
Krugman ha respondido (krugman.blogs. nytimes.com) que poco le importa lo que dijo o quiso decir Minsky:
estamos haciendo teoría económica, no estudios talmúdicos. Según él, cuando un agente ahorra y presta sus ahorros (por la intermediación de un banco) la demanda agregada permanece inalterada. La reducción en la demanda (debido al ahorro) se compensa con el aumento de la demanda derivado del empleo de los recursos prestados. Por eso el endeudamiento no es importante en el modelo de Krugman. Hay que añadir que en su modelo los mercados convergen al equilibrio siempre y cuando no existan rigideces en el ajuste de precios y fricciones en el ajuste de cantidades.
Steve Keen ha puesto a Krugman en su lugar y ha botado la visión
neoclásica a la basura. También ha sentado las bases para una nueva
interpretación de la crisis y para repensar las respuestas de política
macroeconómica para enfrentarla. Todo esto sirve para atraer la atención
sobre un hecho fundamental que permanece escondido (en parte por la
estupidez y complicidad de buena parte de la comunidad académica): la
creación monetaria no es potestad privativa del banco central, sino que
está en manos de los banqueros. A ellos les conviene el endeudamiento
creciente (sus ganancias aumentan en paralelo). Conclusión: urge
recuperar el control social de la creación monetaria.
Alejandro Nadal
La Jornada
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