España se hunde de
nuevo en la recesión. Es el último golpe a la economía europea en lo que
promete ser una larga cadena de malas noticias. La crisis nunca se ha
ido.
El anuncio sobre la recaída del PIB lo hizo el Instituto Nacional de
Estadística: la economía española se contrajo 0.3 por ciento durante el
primer trimestre de este año (ver detalles en www.ine.es).
En el último trimestre de 2011 el retroceso también fue de 0.3 por
ciento: la economía española ha entrado ya oficialmente en recesión.
Es la doble recesión. En 2008 la economía española comenzó su primera contracción: la evolución del PIB pasó de una tasa de crecimiento anualizada de 2.8 por ciento a una tasa de -4.8 por ciento a mediados de 2009. Por un momento algunos pensaron que la crisis había tocado fondo. En julio de ese año el PIB comenzó a salir del bache y creció a una tasa de uno por ciento a mediados de 2011. Ahí reinició la declinación hasta llegar a la segunda recesión en tan sólo 24 meses. Los pronósticos no son buenos para los próximos dos años: para 2012 y 2013 se prevén contracciones de 1.5 por ciento y 0.5 por ciento, respectivamente.
Decididamente algo anda muy mal con esta crisis. Alguien dijo que quizás su gravedad ha sido subestimada, o quizás la respuesta de política económica fue equivocada. Creo que son ambas cosas. Pero el único juego que se practica en Europa es la austeridad. Como la aritmética no miente, mañana el panorama será más oscuro.
El desempleo en España casi alcanza el 25 por ciento. Es el nivel más elevado en 18 años y coloca a más de 5.6 millones de personas en el paro. En cuatro de las regiones autónomas el nivel de desempleo es superior a 30 por ciento, y a nivel nacional el paro en menores de 25 años es 52 por ciento. Eso no parece preocupar al gobierno del señor Rajoy. Su severo plan de austeridad ciertamente va a agravar este triste paisaje en el mercado laboral. Su cerebro no da para entender que eso traerá aparejadas otras dificultades macroeconómicas en un feroz círculo vicioso.
La primera consecuencia de la nueva recesión será una caída en la recaudación. Eso hará más difícil alcanzar las metas de reducción del déficit que ya se han tenido que modificar. Los
Es la doble recesión. En 2008 la economía española comenzó su primera contracción: la evolución del PIB pasó de una tasa de crecimiento anualizada de 2.8 por ciento a una tasa de -4.8 por ciento a mediados de 2009. Por un momento algunos pensaron que la crisis había tocado fondo. En julio de ese año el PIB comenzó a salir del bache y creció a una tasa de uno por ciento a mediados de 2011. Ahí reinició la declinación hasta llegar a la segunda recesión en tan sólo 24 meses. Los pronósticos no son buenos para los próximos dos años: para 2012 y 2013 se prevén contracciones de 1.5 por ciento y 0.5 por ciento, respectivamente.
Decididamente algo anda muy mal con esta crisis. Alguien dijo que quizás su gravedad ha sido subestimada, o quizás la respuesta de política económica fue equivocada. Creo que son ambas cosas. Pero el único juego que se practica en Europa es la austeridad. Como la aritmética no miente, mañana el panorama será más oscuro.
El desempleo en España casi alcanza el 25 por ciento. Es el nivel más elevado en 18 años y coloca a más de 5.6 millones de personas en el paro. En cuatro de las regiones autónomas el nivel de desempleo es superior a 30 por ciento, y a nivel nacional el paro en menores de 25 años es 52 por ciento. Eso no parece preocupar al gobierno del señor Rajoy. Su severo plan de austeridad ciertamente va a agravar este triste paisaje en el mercado laboral. Su cerebro no da para entender que eso traerá aparejadas otras dificultades macroeconómicas en un feroz círculo vicioso.
La primera consecuencia de la nueva recesión será una caída en la recaudación. Eso hará más difícil alcanzar las metas de reducción del déficit que ya se han tenido que modificar. Los
mercadosfinancieros no van a titubear en bajar el grado de calificación sobre la deuda española, lo que incrementará el costo del refinanciamiento. El gobierno ha dado señales de querer incrementar el impuesto al valor agregado, además de mantener firmes sus recortes salariales y golpes a las pensiones, lo que representa un nuevo azote a la ya débil demanda de los consumidores.
Una segunda consecuencia de la contracción es la merma en la
capacidad de pago de las deudas que ya cargan los hogares españoles.
Esto ya se observa en el aumento de la cartera vencida de préstamos, en
especial de hipotecas, y eso supone que en algún momento el gobierno
español tendrá que intervenir para rescatar a los bancos.
La semana pasada las agencias calificadoras mostraron lo que saben
hacer, denunciar con alarma las posibilidades de impago para ahuyentar
el espectro de una restructuración de deudas (aunque en Grecia les salió
el tiro por la culata). Standard & Poor’s redujo la calificación
sobre la deuda soberana de corto y largo plazo del Reino de España. La
agencia explicó la medida por el deterioro en la trayectoria del déficit
para el periodo 2011-2015, así como por la probabilidad de que el
gobierno intervenga para ayudar a un sector bancario en dificultades.
Algunos analistas colocan el monto de la
ayudaque necesitará el sector bancario en unos 120 mil millones de euros para este año.
Ahora se presenta el desafío de la recapitalización de los bancos y
eso representa un serio problema para el gobierno. A diferencia de 2008,
hoy el gobierno se encuentra en una situación complicada. Una forma de
reunir recursos es colocando deuda en el mercado internacional, pero eso
será costoso e implica un mayor deterioro en la posición crediticia del
gobierno, agravando la crisis de la deuda soberana y afectando
negativamente los estados financieros de los bancos que obtengan los
nuevos bonos.
Hay que aceptar que la flexibilización de la política monetaria del
Banco Central Europeo a través del programa de refinanciamiento de largo
plazo (LTRO) es insuficiente frente a la ola de austeridad que la
torpeza y cobardía de la clase política impuso en toda Europa. Aunque
los bancos pueden ahora tomar recursos del ECB durante tres años a una
ridícula tasa (1 por ciento) eso no les ha permitido superar las
dificultades de una economía en plena contracción. En plena deflación,
ni los hogares ni las empresas quieren tomar nuevos créditos.
Europa se enfrenta a un doble efecto: por un lado el potente freno de
la austeridad, y por el otro, el seudomotor de la liquidez en aumento
por las operaciones del BCE. El resultado es evidente: la milagrosa
receta de austeridad está ganando y conduce a una bancarrota anunciada y
al sacrificio de una generación.
Alejandro Nadal
La Jornada
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