“Los centinelas no estaban en sus puestos, en gran parte debido a la
fe ampliamente aceptada en la naturaleza autocorrectiva de los mercados y
en la capacidad de las entidades financieras para vigilarse a si mismas
con efectividad”, se afirma en las conclusiones del informe del
Congreso estadounidense sobre la crisis de Wall Street; subrayando
claramente el trasfondo ideológico neoliberal como principal causa de la
crisis financiera global, que podemos aplicar también a la de Bankia.
Pero en el caso de las Cajas de Ahorro hay que subrayar que el dinero en
juego era y es público. Por eso, tenemos que destacar ante todo la
responsabilidad de los gestores políticos o allegados a los partidos
mayoritarios.
Primero. Había que “salvar a los nuestros”, piensan
nuestros gobernantes. Para empezar, digamos que Bankia representa el
fracaso de las reformas financieras del gobierno actual (la de febrero
2012 era la “definitiva”) y de las anteriores, que no han logrado que la
banca sirva el crédito que necesita una economía que languidece y
genera paro. Y es que han tenido como objetivo básico ocultar la
corrupción sistémica y las responsabilidades de gestión de las
oligarquías políticas regionales, soporte de la élite política, que
impulsaron Cajas “engrandecidas” con la especulación inmobiliaria
alimentada por el dinero barato del exterior y los mecanismos bancarios
financieros. Más allá de la responsabilidad de los gobiernos que
pusieron las bases del desmadre financiero- inmobiliario.
Entre junio y diciembre de 2010 surgía el Banco Financiero y de
Ahorros (BFA) resultado de la suma de Caja Madrid y Bancaja, primero, y
de Caja Canarias, Rioja, Ávila, Segovia y Layetana bajo la fórmula
jurídica ad hoc del SIP, un esquema legal que integra activos y pasivos
de estas Cajas; consensuado por los dos partidos mayoritarios para tapar
el desastre de la especulación inmobiliaria y de paso las
responsabilidades de la gestión bancaria nefasta, a costa de los
contribuyentes. En marzo de 2011, hace poco más de un año, se lanzaba
Bankia como filial de BFA, un nuevo banco privado con la aportación de
4,465 millones de euros del FROB, el fondo estatal de rescate bancario.
De este modo se pretendía resolver los problemas de insolvencia de
Bancaja y otras, en particular de Caja Madrid, “la más dañada por la
crisis del ladrillo”.
Surgió así un monstruoso banco “demasiado grande para dejarlo caer”,
de un elevado riesgo para el sistema financiero español por sus 10
millones de clientes-depositantes, sus 22.000 empleados y 400.000
accionistas además del volumen millonario de la cartera de
participaciones empresariales, un tinglado bancario madrileño montado
con dinero público del contribuyente bajo un ilustre político fracasado
como director gerente del FMI y uno de los patrocinadores de la
legislación que liberó el suelo patrio para la especulación
inmobiliaria. Era el cuarto banco español; la joya del PP desde hace
años.
El fracaso inicial de la salida de Bankia a Bolsa en junio de 2011
demostró su fragilidad financiera de origen. Aunque, con la fe
neoliberal en las bondades de los mercados financieros, nuestros
gobernantes, incluido el gobernador del Banco de España, creyeron que
sería superada con la influencia en “los mercados” del ex Director
Gerente del FMI. Eso sí: atraídos por la imagen histórica de las Cajas
una gran parte pequeños ahorradores, jubilados en su mayoría, compraron
acciones del nuevo banco, ahora depreciadas en un 40%; o compraron
participaciones preferentes engañados por la creencia de que hacían un
depósito.
Como ha sucedido en las restantes Cajas de Ahorro bancarizadas, el
Presidente de Bankia y todos los demás gestores bancarios allegados al
partido gobernante y sus baronías regionales, se aseguraron
retribuciones desmesuradas mediante contratos blindados que contaron con
el beneplácito de las autoridades incluido el supervisor, el Banco de
España. Unos hechos denunciados por una parte de la opinión pública sin
mayores consecuencias hasta la fecha.
Segundo. Había que ocultar la cruda realidad. En la
formación del nuevo proyecto bancario madrileño, la ingeniería
financiera asignó los llamados activos “tóxicos” (léase préstamos
impagables, viviendas y solares sin mercado previsible) al “banco malo”,
el BFA; y los activos buenos y de dudosa validez se asignaron a la
filial única, Bankia, una compleja operación de manipulación contable
esperando que las ganancias futuras de Bankia cubrieran la insolvencia
de la banca matriz que tiene ahora un capital cero, se asegura. El resto
lo aportó la contabilidad financiera y sus expertos; con la expresión
“valores tóxicos” puesta en circulación en Wall Street para denominar
aquellos activos subprime cuando ya carecían de mercado y nadie sabía lo
que valían, en España se ha aplicado interesadamente para evitar
mencionar los inmuebles que tienen existencia física real, pero cuyo
valor contable resulta imaginario porque el valor razonable del mercado
(mark to market) nadie lo sabe, son activos que ni se venden ni se
compran ni ahora ni en mucho tiempo.
¿Qué criterios contables precisos sirvieron de base para deslindar en
las cuentas los activos buenos y malos y su reparto entre BFA y Bankia?
Tercero. El financiarizado contexto europeo actual
contribuyó a la supervivencia de Bankia. Más aún, Bankia ejemplifica el
fracaso de la política del BCE frente a la crisis de la deuda soberana
del euro, que incentiva el negocio especulativo financiero de los bancos
en lugar de generar crédito; fue uno de los primeros bancos europeos en
solicitar liquidez (15.000 millones de euros en Diciembre de 2011 y
25.000 millones en febrero 2012, al 1%. Como muestra, digamos que
aportaba al BCE como garantía los bonos de renta fija del Fondo de
Activos Corporativos V, que están respaldados por préstamos diversos,
como los concedidos al Real Madrid para los fichajes de Ronaldo y Kaká. Y
que obviamente han servido para adquirir deuda pública de elevada
rentabilidad, además de cubrir sus vergüenzas contables derivadas de la
explosión de la burbuja inmobiliaria. Caja Madrid como tantas otras
Cajas hace tiempo que dejó de ser banca tradicional de depósito para
convertirse en banca financiera, nutrida por la especulación en “los
mercados”. Y si los gobiernos de la UE quisieran acabar con esta
especulación bancaria, justificada con la falacia de que los estatutos
del BCE no le autorizan a prestar dinero a los gobiernos del Eurogrupo,
¿por qué no se ha modificado ese tratado en tres meses como se ha
logrado concluir el aberrante pacto fiscal?
Cuarto. Los reguladores privados en la sombra del
casino financiero se imponen sobre los supervisores públicos. La
auditora Deloitte, una de las cuatro grandes del mundo y necesitada de
recuperar prestigio, destapó la cruda inviabilidad del proyecto bancario
privado, advirtiendo ya en febrero pasado el desajuste patrimonial de
BFA, originado por la pérdida de valor de su filial Bankia. La crisis de
Bankia, con la dimisión de su Presidente, no fue decisión de los
accionistas ni del supervisor sino que la desencadenó la negativa de la
auditora Deloitte a avalar unas cuentas considerando que el valor real
de BFA asciende a 8.500 millones euros frente a los 12.000 registrados
en sus libros. Por tanto, la actuación del Banco de España ha quedado en
entredicho porque en febrero último afirmaba la capacidad de todas las
entidades financieras para hacer frente a las provisiones requeridas por
la reforma financiera aprobada por el gobierno en ese mes. Asimismo, el
Banco de España no puso ninguna objeción al plan de saneamiento
presentado por Bankia el 31 de marzo y el 17 abril como queda claro en
su comunicado, aunque se cubría advirtiendo de que si se diese el caso
de que alguna entidad no lograse alcanza el nivel de capital requerido
siempre podría acudir al FROB.
Quinto. El rescate de Bankia, cuya cuantía todavía
está por determinar en función de la valoración de sus activos y que el
gobierno ha querido denominar “nacionalización transitoria”, no resuelve
todos los problemas porque los daños colaterales de esta crisis son ya
cuantiosos. Por el momento está clara la pérdida de confianza exterior
en este país, sus bancos y en las políticas gubernamentales que nos
hunden en una profunda recesión económica; como prueba la exigencia de
la UE de una valoración independiente de todos activos bancarios. A lo
que se añaden las negras perspectivas para las actividades culturales,
asistenciales y sociales de la Obra social de Caja Madrid y de las
restantes Cajas. Y por un largo momento, la pérdida de confianza
inversora se traduce en depreciación de las acciones de las empresas
participadas por BFA-Bankia, cuya cartera abarca, entre otras empresas
importantes, Indra (20%), Mapfre (15%), NH Hoteles (15,74%), IAG
(Iberia-British Airways) (12%) o Iberdrola (5%), con la dificultad
añadida de que la liquidación de esas participaciones no resulte
oportuna en una Bolsa bajista (Expansión, 11/5/2012).
Y, como ha ocurrido en las economías fallidas de algunos países en
desarrollo, ahora “los fondos buitres vuelan en círculo sobre Irlanda y
España” nos decía el titular de un reportaje del Financial Times del
miércoles 9 de mayo. Pero, mientras parece que estos fondos
especulativos, que se aprovechan de los países hundidos por las crisis
financieras, no han encontrado las gangas que esperaban en Irlanda, su
actividad creciente en España se encamina más que hacia el agobiado
mercado de los préstamos hipotecarios y al consumo, al acecho de
oportunidades en participaciones de empresas punteras, en las “corporate
oportunities”.
Así podremos contemplar cómo la derecha española, de tan delicada
sensibilidad nacionalista frente a los guiñoles de la TV francesa y a
las decisiones soberanas de Argentina, tras haberse desprendido clubes
de fútbol populares, irá vendiendo parcelas significativas de las
antiguas empresas españolas.
Juan Hdez. Vigueras – Consejo Científico de ATTAC España
Sin Permiso
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