Así como la actual crisis ha arrojado la importante lección para la
política monetaria de que no debe tener como único horizonte el control de la inflación,
también ha dejado en claro que el rol de la política fiscal debe ser
más activo a la hora de contrarrestrar el ciclo económico. La crisis
que en 2013 entrará en su sexto año de desarrollo ha demolido uno de los
principales mitos que decían que los mercados se autorregulan a sí
mismos. Esta falacia, como tantas otras provenientes del corte
neoliberal de la teoría económica, ha desmoronado dos principios
fundamentales de esta teoría: que el control de precios es la clave de la estabilidad económica y que los multiplicadores fiscales no tienen la menor importancia.
En el artículo anterior intenté despejar el lado monetario dando cuenta de los dos errores cruciales detectados en la política monetaria: el control de precios como meta central de los bancos centrales, y el nulo rol que desempeñan los bancos centrales en la creación de dinero al no tener ninguna noción sobre la tasa de encaje o nivel de reservas que se autodeterminan los bancos privados. Ambos errores se retroalimentan entre sí si tomamos en cuenta que los precios fijos que defienden los bancos centrales son el mejor aliciente para la especulación y los especuladores.
La gran crisis iniciada el año 2007 e intensificada por la
contracción del crédito, el desempleo, la caída de la demanda y el
comercio, ha demostrado que la política monetaria no es la mejor
herramienta para superarla. Los miles de millones de euros que el BCE
ha inyectado al sistema financiero, están lejos de resolver una crisis
que cada día parece conocer nuevas profundidades. Al mismo tiempo, la subestimación de la política fiscal también desempeñó un rol clave.
Es cierto que la política fiscal es muy susceptible de ser corrompida por gobiernos y políticos corruptos,
de ahí su impopularidad. Pero este tema debe estar en el centro del
debate político y se debe reforzar la vigilancia y las sanciones contra
la corrupción. No se pueden poner en peligro las herramientas de la
política fiscal por culpa de un puñado de políticos corruptos como los
envueltos en la creación, el manejo y el desempeño de Bankia, por
ejemplo.
El multiplicador fiscal
Esto es aún más grave dado el rol que desempeña el multiplicador fiscal en la política económica. Durante décadas, se pensó que este multiplicador keynesiano
cumplía un rol menor en la actividad económica, y se determinó su
tamaño entre 0,4 y 0,5, equivalente a decir que el incremento del gasto
público en 1 euro produce un incremento de 0,5 euros en el ingreso. Esta
era la idea predominante del multiplicador al inicio de la crisis y por
eso no se le dio ninguna relevancia a la política fiscal. Por el
contrario, como se estableció que los déficit eran el problema central
de la política fiscal, se reformuló esta política en orden a asegurar la
estabilidad presupuestaria de los gobiernos. Los déficit pasaron a
tener una importancia central ¡en plena crisis financiera!,
contribuyendo notablemente a su deterioro.
El reciente estudio realizado por Olivier Blanchard, del FMI, demostró que la magnitud del multiplicador fiscal puede ubicarse entre 1,5 y 1,9, lo que indica un rango cuatro veces superior
al que primaba en la economía desde los años 80. Esto permite explicar
por qué los recortes de gasto público y las medidas de austeridad han
acentuado la crisis en vez de aliviarla. La política fiscal cumple un
rol más importante que el que se ha pensado en las últimas décadas, de
ahí que los gobiernos deben ser eficientes y disciplinados en su
ejecución.
Tarde se han dado cuenta los gobiernos que las reducciones de
impuestos son muy buenas para los objetivos demagógicos de sus campañas,
pero que en la práctica no generan ningún amortiguador real. Los
impuestos deben cumplir un rol anticíclico para contrarrestar el ciclo
económico: incrementarse en el período de auge y reducirse en los
momentos de contracción. Nada más procíclico que reducir los impuestos
en los períodos de vacas gordas y pretender aumentarlos en los de las
vacas flacas. Quienes proponen estas ideas han olvidado la historia y la
complejidad del ciclo económico.
Evasión fiscal y lavado de dinero
Las herramientas de gasto público e impuestos deben ser también
compensadas por una mayor vigilancia para evitar la evasión fiscal. Este
debate se ha intensificado en las últimas semanas a raíz de la evasión
tributaria que permiten los paraísos fiscales y el lavado de dinero.
Operaciones que son realizadas con la intermediación y asesoría de los
principales bancos del mundo, como es el caso del británico HSBC.
Hasta hace poco tiempo, hablar de los paraísos fiscales, del lavado
de dinero o de la especulación, no sólo era un tema prohibido de los
medios por considerarlo inexistente, sino que también era considerado
irrelevante e intrascendente. Ahora que se conoce parte de los niveles
que alcanza la especulación, el lavado de dinero o los volúmenes ocultos
en los paraísos fiscales, la política fiscal deberá fortalecerse para
contar con un arsenal contundente que permita contrarrestar el ciclo
económico recesivo.
Así como la Política Monetaria debe velar por intereses más allá de
la mera inflación de corto plazo, así también la Política Fiscal debe
velar por intereses que apunten a la estabilidad macroeconómica de
mediano y largo plazo. Las medidas que se adopten en materia de
impuestos y gasto público, así como la lucha contra la evasión, los
paraísos fiscales y el lavado de dinero, deben contribuir a fortalecer
la política económica y crear efectivos mecanismos que contrarresten la
virulencia del ciclo económico recesivo, como el que hoy sufre la
economía mundial.
Marco Antonio Moreno
El Blog Salmón
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