Aleluya, el semanario The
Economist, admite que la desigualdad alcanzó un nivel que puede entrabar
el crecimiento (1), una conclusión a la que muchos llegaron hace largo
tiempo, como señala la columnista canadiense Carol Goar (Venerable Economist sounds alarm over growing inequality, Toronto Star del 18 de octubre).
Pero esa Biblia del capitalismo
desde 1843 afirma, sin sonrojarse, que la historia no provee respuestas a
las actuales disparidades de riquezas entre ese 1.0 por ciento y el 99
por ciento de la población, una advertencia destinada a justificar
“cambios” que permitan mantener el estatus quo.
Las “respuestas” que el informe de
The Economist provee son una ensalada de medidas de sentido común
-reclamadas sin ningún éxito por economistas que tienen algún sentido de
la historia y saben cual fue el remedio a la Gran Depresión-, como
reducir la talla de los grandes bancos de depósito e inversiones para
evitar que tengan que ser rescatados a cualquier precio en caso de
crisis financiera, pero en el contexto la continuación de las políticas
de ajustes estructurales, o sea las políticas de austeridad que la
oligarquía rentista hace aplicar en prácticamente todos los países del
“capitalismo avanzado”.
Y también, por el instinto de clase
que le lleva a querer destruir cualquier organización de los
trabajadores, The Economist propone desmantelar los sindicatos de
maestros para poder “diversificar” la educación, y de paso aumentar
fuertemente la edad de retiro, lo que me recuerda al ex Secretario
general de la OCDE Donald Johnston, quien a comienzos de este siglo y en
un seminario en la Conferencia de Montreal proponía elevar a 70 años la
edad de retiro de todos los trabajadores, incluyendo a los que trabajan
en la construcción o la minería, algo que en ese instante parecía una
exageración y que hoy está convirtiéndose en realidad en los países del
capitalismo avanzado.
Cierto, The Economist reconoce que
los gobiernos deberían hacer algo más por los jóvenes y los pobres, y
también aumentar los programas de capacitación para los desempleados,
así como eliminar algunas ventajas fiscales que benefician a los ricos, o
sea “dar atole con el dedo” como dicen los mexicanos, ya que estas
“recomendaciones” parten del supuesto de que los gobiernos actuales no
tienen los recursos para una intervención económica masiva ni para
desmantelar los monopolios globales que causan la situación actual, y
que por lo tanto deben aparecer como que están haciendo algo, lo que no
quiere decir que estén haciendo algo, y más importante, algo que valga
realmente la pena para los pueblos.
Cambiar las cosas para que todo
siga igual. Así va el mundo del capitalismo avanzado. Después de la
reunión de los jefes de gobierno y de Estado de la Unión Europea (UE),
esta semana que termina, en la UE asistimos a una nueva ola de optimismo
porque parecería que se decidió avanzar hacia la creación de la unión
bancaria que permitirá controlar y recapitalizar los bancos, al menos
los de la zona euro (ZE).
El problema de fondo, la implosión
económica que está ocurriendo en varios países, desde Grecia a Portugal,
pasando por España e Italia, que afecta a decenas de millones de
personas que han perdido el empleo, a veces el alojamiento, que
estudiaron y no tendrán empleo ni medios para vivir, y que están
perdiendo las esperanzas de volver a tener una vida normal, ese problema
sigue entero y de él no se discute en los grandes medios de
comunicación. Como tampoco se le da importancia al rápido aumento del
separatismo o independentismo en España, Bélgica e Italia, que en buena
medida revela la profundidad de esta crisis económica, política y
social.
En otros países, como Francia,
Bélgica y hasta Alemania, el proceso de desmantelar todas las conquistas
salariales y laborales, por ejemplo, es más lento pero sigue adelante, y
se manifiesta en el crecimiento del desempleo, del subempleo, y en el
empobrecimiento de amplios sectores de la población.
Lo que me lleva a un texto de
Norman Pollack, escritor y profesor de historia en la Universidad
estatal de Michigan (2), quien afirma que en el caso de Estados Unidos
ya se puede hablar de fascismo porque existe una interpenetración entre
el gobierno y los grandes capitales, la cual ha creado un jerarquizado
sistema de clases sociales, con enormes diferencias de riqueza y poder;
porque este sistema militarizó los valores sociales y la estrategia
geopolítica; porque pretexta la falsa ideología de una sociedad sin
clases para inculcar la lealtad al orden social entre el pueblo
trabajador..
Los ricos se ofuscan mucho y no
quieren escuchar ninguna razón cuando se trata de que el gobierno se
inmiscuya en los negocios, aunque esa intervención para crear el pleno
empleo favorezca a la clase capitalista, como bien decía en 1942 el
economista polaco Michal Kalecki (3).
Al señalar las contradicciones y
las verdaderas razones de clase por las cuales los capitalistas,
industriales y financieros, se niegan a que los gobiernos intervengan en
situaciones de crisis, en esa conferencia sobre “Aspectos políticos del
pleno empleo”, Kalecki se refiere al fascismo: Una de las importantes
funciones del fascismo, como tipifica el sistema nazi, fue la de
eliminar las objeciones capitalistas al pleno empleo. En tanto que tal,
bajo el fascismo el rechazo a las políticas del gasto de gobierno son
superadas por el hecho de que la maquinaria del Estado está bajo el
control directo de una asociación de las grandes empresas con los
negocios de los fascistas. Así se elimina la necesidad del mito de la
“finanza responsable”, que sirvió para prevenir que los gobiernos
combatan las crisis de confianza mediante el gasto. En la democracia uno
no puede saber de que tipo será el próximo gobierno. Bajo el fascismo
no hay próximo gobierno (4).
En Estados Unidos, según Pollack,
no importa quien salga electo de los comicios del 6 de noviembre, Romney
u Obama, porque en el fondo nada cambiará, porque la oligarquía seguirá
en el gobierno.
El titulo del último libro del economista Michael Hudson define muy bien la evolución del capitalismo y la situación actual: “The Road from Industrial Capitalism to Finance Capitalism and Debt Peonage “. O sea “el camino desde el capitalismo industrial al capitalismo financiero y a la esclavitud por la deuda” (5).
No solo hay mucho para pensar, sino cantidades industriales de motivos para actuar, como diría Mafalda.
La Vèrdiere, Francia.
Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.
ALAI
2.- Norman Pollock, es autor de “The
Populist Response to Industrial America” y “The Just Polity”. Ver
“Under the Cloak of Liberalism America on the Cusp of Fascism”: http://www.counterpunch.org/2012/10/12/america-on-the-cusp-of-fascism/
4.- Michal Kalecki, Political Aspects of Full Employment (1942)
5.- Michael Hudson, http://michael-hudson.com
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