Según los datos del Banco Internacional de Pagos (BIS, por sus siglas
en inglés) el sistema financiero español tiene a comienzos de 2012 un
total de 571.519 millones de dólares en deudas pendientes de pago con
otros bancos internacionales. No obstante, esta cifra es bastante
inferior a la que se daba a finales de 2010 cuando la deuda total
alcanzaba los 706.065 millones de dólares.
La mayor parte de esta deuda actual del sistema financiero español
tiene su contraparte en los bancos alemanes (139.191 millones) y bancos
franceses (115.261 millones), los cuales juntos poseen casi el 45% de la
deuda total. Es decir, los bancos alemanes y franceses son los
principales acreedores del sistema financiero español y, en
consecuencia, los principales interesados en que las deudas se
devuelvan.
Estos datos explican en gran parte el llamado “rescate al sistema
financiero español”. Este “rescate” únicamente consiste en proporcionar
recursos al sistema financiero español para que pueda hacer frente a sus
deudas, aplicando como condición duros procesos de reestructuración
interna. Así, y como tuve oportunidad de recordarle al ministro de economía hace unas semanas,
no se trata realmente de un rescate al sistema financiero español sino
de un rescate al sistema financiero alemán y francés. Porque
determinados componentes de nuestro sistema financiero son recortados
por el camino, tales como los trabajadores, los accionistas e incluso
los estafados por las acciones preferentes.
Pero hay una cuestión aún más interesante desde el punto de vista de
la economía política y que emerge cuando hacemos dos preguntas que van
al corazón del problema: ¿debemos pagar estas deudas? y ¿son estas nuestras deudas?
Cualquier economista liberal se aterrorizará al pensar que hay quien
propone no pagar e incluso no asumir como propias estas deudas. Puede
ser que hasta los no economistas valoren muy negativamente la falta de
moral de quien reniega de un compromiso asumido previamente. Pero lo
cierto es que ni las deudas se pagan siempre –la historia económica está
llena de siglos de impagos y reestructuraciones de deuda- ni las deudas
han de ser asumidas por partes que no fueron las mismas que contrajeron
el préstamo –el concepto de deuda odiosa o ilegítima-.
El liberalismo económico siempre ha sido una ideología justificativa
de determinadas políticas económicas, pero poco consistente en la
práctica. De hecho, lo verdaderamente liberal sería asumir que dado que
los bancos españoles están en quiebra –y no pueden pagar por si mismos
sus deudas- aquellos que les prestaron también habrían de sufrir
pérdidas por haber hecho una inversión ruinosa. De otra forma, como
ocurre en la actualidad, existe el llamado riesgo moral:
cualquier banco alemán puede prestar a los bancos españoles, aunque sepa
que es para apostar en un casino, porque saben que siempre serán
rescatados.
La cuestión no puede analizarse, en consecuencia, en términos
microeconómicos. Ha de estudiarse el contexto macroeconómico e
institucional para poder dar una respuesta satisfactoria y eficiente a
este problema tan inmenso.
Y tenemos que hacernos las preguntas adecuadas: ¿tiene sentido que
los bancos alemanes que se arriesgaron prestando a bancos españoles, y
ganaron tantos beneficios por ello, no tengan pérdidas ahora que se
demuestra que fracasaron eligiendo a quién prestar? ¿tiene sentido, por
otra parte, que las deudas de las entidades financieras tengan que ser
pagadas por los trabajadores en forma de recortes sociales y económicos?
No olvidemos que la economía española tuvo una burbuja inmobiliaria,
promovida políticamente por los gobiernos del bipartidismo, para poder
escapar de su falta de competitividad internacional. Esto fue una
especie de huida hacia delante, permitiendo que durante algunos años se
creara mucho empleo y el dinero fluyera hacia los bolsillos de los
empresarios de la construcción, de las empresas financieras y de los
políticos corruptos. Pero ese crecimiento económico sólo fue posible
gracias a que países como Alemania reciclaban sus ingresos comerciales
por la vía de préstamos a la periferia europea. Es decir, el milagro
español es la otra cara de la moneda del milagro alemán, y viceversa. Un
modelo simbiótico en el que ambas partes se necesitan y en la que ambas
son responsables en un sentido agregado. Porque una vez uno escarba en
la superficie se encuentra con que los únicos que salían beneficiados de
este modelo eran las grandes oligarquías de uno y otro país, con la
mayor parte de la población de ambos sufriendo recortes en sus
condiciones de vida.
Nota: Para profundizar en la idea, un artículo breve que hice hace unas semanas
para recordar cómo operaba la burbuja y las relaciones que implicaba
entre el capital financiero alemán y el capital financiero español.
Alberto Garzón
agarzon.net
Posted: 03 Oct 2012 01:31 AM PDT
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