Una de las características del mercado de trabajo español, acentuada 
durante la crisis actual, es el bajo nivel de los salarios de la gran 
mayoría de las personas que están trabajando. Y otra característica que 
complementa la anterior, es la gran dispersión salarial existente entre 
la población asalariada, es decir, la elevada distancia que hay entre 
los salarios de los mejor pagados y los peor pagados. Veamos los datos.
Según el Instituto Nacional de Estadística (en su sección 
“asalariados y percepciones salariales por tramos”), alrededor de 7,8 
millones de personas recibieron menos de 1.000 euros al mes en el año 
2010. Son los llamados mileuristas. Representan el 43% de todos los 
asalariados y reciben el 13% de todo el dinero que el país se gasta en 
salarios (lo que se llama masa salarial). En el otro polo, nos 
encontramos con los mejor pagados, que ingresan más de 4.000 euros al 
mes y que representan el 7% de todos los asalariados y reciben el 25% de
 la masa salarial. En otras palabras, este grupo minoritario recibe un 
cuarto de todos los salarios. Dentro de los asalariados hay pues unas 
enormes diferencias. El 43% recibe sólo el 13% de todo el dinero que se 
gasta en salarios y el 7% percibe el 25% ¡Una gran diferencia!
¿A qué se debe tal polarización salarial?
La respuesta tradicional que da la sabiduría convencional que se 
reproduce en la mayoría de medios de información del país, incluidos los
 medios económicos, es que tales diferencias de salarios se deben a las 
diferencias en productividad. A mayor productividad mayor salario. En 
esta explicación, la productividad es la variable que determina el nivel
 salarial. Pero lo que se olvida en esta explicación es que la 
causalidad va también en sentido opuesto. Es decir, los salarios 
determinan también la productividad. Y no me estoy refiriendo sólo al 
hecho bien documentado de que a mayor salario y mayor satisfacción del 
trabajador hay mayor productividad, sino a otro hecho (también bien 
documentado) que muestra que si al empresario se le imposibilita pagar 
salarios bajos, éste invertirá para aumentar la productividad del puesto
 de trabajo, a fin de que con un número menor de trabajadores se consiga
 la faena que harían muchos más trabajadores mal pagados. Cuando un 
empresario paga bajos salarios, consigue baja productividad. Y esto es 
lo que ocurre en España.
Un caso claro de este hecho lo encontramos en las labores agrícolas 
como la vendimia. Si el dueño de una viña tiene muchos candidatos para 
un puesto de trabajo es probable que pague muy poco al trabajador. Si en
 cambio, por ley, el empresario tuviera que pagar salarios altos, 
invertiría para que la productividad aumentara y así necesitar menos 
trabajadores. Pero esto no ocurre en España. El salario mínimo 
interprofesional español es de los más bajos de la Unión Europea. Una 
manera de comparar el salario mínimo entre países es ver lo que tal 
salario mínimo representa de la renta nacional definida por el PIB per 
cápita. Pues bien, según los datos de Eurostat, el salario mínimo 
español representa el 39% del PIB per cápita en España, uno de los más 
bajos de la UE, junto con Estonia, entre otros. En Francia es el 54,% en
 Bélgica el 52%, en Inglaterra el 49%, en Holanda un 48%, y así un largo
 etcétera. Si el salario mínimo español aumentara para homologarse al de
 los países con un nivel de desarrollo económico similar al nuestro, se 
forzaría al mundo empresarial a invertir para aumentar la productividad.
La productividad no es la única que determina el nivel salarial
El nivel salarial no depende sólo del nivel de productividad, lo cual
 se ve con toda claridad cuando comparamos salarios entre varios países 
en sectores de semejante productividad, tales como la industria 
manufacturera. El PIB per cápita de España es un 16% más bajo que el de 
Alemania (este porcentaje es la diferencia entre el PIB per cápita de 
2010 español y el alemán, en unidades de paridad de poder adquisitivo, 
en términos porcentuales respecto al alemán). En cambio, el coste por 
hora de la mano de obra en la manufactura es un 30% inferior en España 
que en Alemania. Tal diferencial no puede explicarse por el diferencial 
en productividad, semejante en el sector manufacturero. Una situación 
similar ocurre en la comparación con Francia, donde el PIB per cápita 
español es sólo un 7% inferior, mientras que el coste por hora de la 
mano de obra es un 27% menor. Tales diferencias no pueden atribuirse a 
diferencias en productividad (ver el trabajo de Enrique Negueruela “Un 
nuevo papel en Europa para los países del sur”).
Otros factores además de la productividad determinan el nivel salarial
La causa mayor del bajo nivel salarial para grandes sectores de la 
población es la debilidad del mundo del trabajo frente al mundo 
empresarial que se basa en dos hechos. Uno es el elevadísimo desempleo 
que España siempre ha tenido. El desempleo debilita al mundo del 
trabajo. Crea inseguridad y miedo. Y los trabajadores aceptan salarios 
bajos y condiciones de trabajo peores. De ahí que haya una política del 
empresariado español para facilitar el despido y aumentar el desempleo, 
debilitando así el mundo del trabajo. Las reformas laborales de los 
gobiernos recientes (y muy acentuadas en el actual) han tenido tal 
objetivo, como lo muestran el aumento del desempleo y la bajada de 
salarios producidas cada vez que se ha llevado a cabo una reforma 
laboral.
La otra causa de la debilidad del mundo del trabajo es la escasez de 
puestos de trabajo. El porcentaje de la población que trabaja ha sido 
históricamente bajo y ello se debe, en gran parte, no a aspectos 
culturales que constantemente se utilizan como justificación, sino a la 
escasísima oferta de puestos de trabajo. Hasta 2007 la tasa de actividad
 de España, que refleja el porcentaje de la población en edad de 
trabajar que está en el mercado de trabajo, ya sea empleada o 
desempleada, había estado por debajo de la UE15 (en 1992 la tasa de 
actividad en España era del 58% frente al 67% de la UE15 en promedio, es
 decir, casi diez puntos porcentuales por debajo). A partir de este año 
la población activa en proporción al total de la población en edad de 
trabajar es superior en España que en la UE15 en promedio, llegando a 
situarse en 2011 en el 74% en España frente al 73% en la UE15. Sin 
embargo, la tasa de empleo (que es la tasa de actividad menos el 
desempleo), que refleja las personas que tienen trabajo respecto al 
total de las que están en edad de trabajar, que desde 2005 se mantuvo en
 el promedio de los países de la UE15, en España disminuyó. Así, en 
2011, mientras que en España sólo el 58% de los que estaban en edad de 
trabajar tenían un empleo, en la UE fueron el 66%. Es decir, aunque en 
España ha aumentado el porcentaje de gente que quiere trabajar, el 
porcentaje de los que consiguen un empleo ha disminuido, aumentando el 
diferencial con los países de la UE15. Este es un problema grave de la 
economía española que raramente aparece en los medios.
El escaso desarrollo del estado del bienestar en España
Y una de las razones de esta escasez de puestos de trabajo es el 
escaso desarrollo de los servicios públicos del estado del bienestar. 
Sólo un adulto de cada diez trabaja en España en tales servicios (como 
sanidad, educación, escuelas de infancia, servicios domiciliarios o 
servicios sociales, entre otros). En Suecia es uno de cada cuatro. Si 
este porcentaje se aplicara a España, nuestro país tendría cinco 
millones más de trabajadores (eliminando, por cierto, el desempleo). Es 
más, la eliminación de tal desempleo, permitiría la mayor integración de
 la mujer en el mercado de trabajo. El trabajo crea la demanda para más 
puestos de trabajo. Y ahí está el mayor punto débil de la estrategia que
 se está siguiendo con los recortes de empleo público del gobierno 
actual. La destrucción de empleo empobrece al país. Se debería crear 
empleo para que se estableciera la necesidad de tener más empleo. Más 
empleo quiere decir más riqueza y más demanda, lo cual crea mayor 
necesidad de empleo. Ahora bien, que haya mucho empleo quiere decir que 
aumenta el poder del mundo del trabajo que no es lo que desea el mundo 
empresarial, quien ha estado ganando en su conflicto con el mundo del 
trabajo. Y los datos así lo muestran. España es uno de los países de la 
UE que tiene una mayor participación del excedente empresarial (que 
incluye beneficios empresariales) en la distribución de la renta. En 
2007 fue el 41,9%, habiendo sido también el país de la UE15 que tuvo 
mayor crecimiento de tal excedente empresarial en el periodo 2007-2009, 
hecho que contrasta con la mayoría de países de la UE donde dicho 
porcentaje bajó durante este periodo. Es lo que solía llamarse lucha de 
clases, que la gana, en bases diarias, la gran patronal a costa del 
mundo del trabajo. Es en los países nórdicos de Europa, donde el mundo 
del trabajo ha sido fuerte, donde el porcentaje de la población adulta 
trabajando en los servicios del estado del bienestar es más elevado, con
 mayores tasas de ocupación y con menor desempleo. Es en países como 
Grecia y España, donde el mundo del trabajo es débil, en los que tenemos
 un porcentaje menor de personas trabajando en su estado del bienestar, 
menos gente trabajando y mayor desempleo. La tasa de paro es un 
indicador político que define las relaciones de poder de clase en un 
país. La transición inmodélica de la dictadura a la democracia en 
España, perpetuó el enorme poder de las fuerzas conservadoras, lo cual 
explica que España haya tenido siempre en su periodo post transición un 
elevado desempleo y que ahora se esté acentuando con la crisis. La causa
 determinante del paro y de los bajos salarios es política más que 
económica o financiera. Así de claro.
Vicenç Navarro
Catedrático de Políticas Públicas en la Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy en The Johns Hopkins University
Catedrático de Políticas Públicas en la Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy en The Johns Hopkins University
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