Este es un artículo del reciente
Premio Nobel Robert Shiller, publicado en Project Syndicate en julio de 2011.
A los economistas les gusta hablar
de umbrales que, cuando son atravesados, indican dificultades. Por lo general
hay una cierta verdad en lo que dicen. Pero a menudo, el público reacciona en
forma exagerada ante esos comentarios.
Consideremos, por ejemplo, la
relación entre deuda y PIB, tan comentada en las noticias estadounidenses y
europeas actuales. A veces se dice, casi sin pausar para respirar, que la deuda
de Grecia equivale al 153% de su PIB anual, y que es insolvente. Combinemos
esas afirmaciones con las recientes imágenes televisivas de los disturbios
callejeros griegos. ¿Qué les parece?
Aquí en los EE. UU., puede
percibirse como una imagen de nuestro futuro, a medida que la deuda pública se
acerca peligrosamente al 100% del PIB anual y continúa en ascenso. Pero tal vez
esta imagen está excesivamente impresa en nuestra imaginación. ¿Es posible que
la gente crea que un país se torna insolvente cuando su deuda supera el 100%
del PIB?
Claramente, eso sería una
tontería. Después de todo, la deuda (que se mide en unidades monetarias) y el
PIB (que se mide en unidades monetarias por unidad de tiempo) dan como
resultado una razón en unidades de tiempo puro. No hay nada de especial en usar
un año para esa unidad. Un año es el tiempo que le lleva la tierra orbitar al
sol, lo que, excepto en el caso de industrias estacionales como la agricultura,
no tiene ningún significado económico particular.
Deberíamos recordar esto de
nuestras clases de ciencia en la escuela secundaria: siempre se debe prestar
atención a las unidades de medida. Si erramos con las unidades, estaremos
completamente perdidos.
Si los economistas no anualizaran
habitualmente los datos trimestrales del PIB y multiplicaran el PIB trimestral
por cuatro, la proporción entre la deuda y el PIB griego sería cuatro veces la
actual. Y si habitualmente tomaran el PIB por década, multiplicando los números
trimestrales por 40 en vez de por 4, el peso de la deuda griega sería del 15%.
Desde el punto de vista de la capacidad de pago griega, esas unidades serían
más relevantes, ya que Grecia no tiene que pagar el total de su deuda en un año
(a menos que la crisis convierta en imposible la tarea de refinanciar la deuda
actual).
Ya que estamos, parte de la deuda
nacional griega está en manos de griegos. Como tal, el peso de la deuda subdeclara
seriamente las deudas de los griegos entre sí (en gran medida en forma de
obligaciones familiares). En cualquier momento de la historia, la razón entre
deuda y PIB anual (incluidas las deudas informales) excedería, por mucho, el
100%.
La mayor parte de la gente nunca
piensa en esto cuando reacciona frente a la razón entre deuda y PIB de los
titulares. ¿Es posible que verdaderamente sea tan estúpida como para
confundirse por esas relaciones? Desde mi experiencia personal, puedo decir que
sí, porque incluso yo, un economista profesional, me descubrí alguna vez
cometiendo exactamente el mismo error.
Los economistas que adhieren a
los modelos de expectativas racionales nunca lo admitirán, pero mucho de lo que
sucede en los mercados es consecuencia de la estupidez pura, o, más
precisamente, del desinterés, la desinformación sobre los conceptos básicos, y
una atención desmedida sobre las historias que circulan en el momento.
Lo que verdaderamente está
sucediendo en Grecia es el funcionamiento de un mecanismo de retroalimentación
social. Algo llevó a que los inversores temieran que el riesgo de una eventual
cesación de pagos de la deuda griega hubiese aumentado ligeramente. La menor
demanda de la deuda griega causó que su precio decayese, lo que implicó que su
rendimiento, en términos de las tasas de interés del mercado, aumentó. Las
mayores tasas de interés hicieron que para Grecia fuese más costoso refinanciar
su deuda, y eso creó una crisis fiscal que ha obligado al gobierno a imponer
severas medidas de austeridad, que derivaron en disturbios públicos y un
colapso económico que ha alimentado incluso un mayor escepticismo sobre la
capacidad de Grecia para pagar su deuda.
Esta retroalimentación no tiene
nada que ver con que la relación entre deuda y PBI anual haya sobrepasado un
cierto umbral, a menos que quienes contribuyen a esta retroalimentación crean
en esa relación. Sin duda, la razón es un factor que nos ayuda evaluar los
riesgos de retroalimentación negativa, ya que el gobierno debe refinanciar antes
la deuda de corto plazo y, si la crisis impulsa las tasas de interés al alza,
las autoridades tarde o temprano enfrentarán intensas presiones en favor de la
austeridad fiscal. Pero la relación no es la causa de la retroalimentación.
Una ponencia escrita el año
pasado por Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, titulada “Growth in a Time of
Debt” (Crecimiento en tiempos de deuda), ha sido ampliamente citada por su
análisis de 44 países a lo largo de 200 años, que detectó que cuando la deuda
gubernamental excede el 90% del PIB, los países experimentan un crecimiento más
lento y pierden aproximadamente un punto porcentual en la tasa anual.
Uno puede pensar equivocadamente
que, como el 90% está tremendamente cerca del 100%, a los países que se meten
en ese tipo de situaciones comienzan a sucederles cosas terribles. Pero si se
lee cuidadosamente su trabajo, resulta claro que Reinhart y Rogoff eligieron el
valor 90% casi arbitrariamente. Decidieron, sin explicación, dividir las
relaciones entre deuda y PBI en las siguientes categorías: menos del 30%,
30-60%, 60-90% y más del 90%. Y resulta que esas tasas de crecimiento
disminuyen en todas esas categorías a medida que aumenta la relación entre
deuda y PIB, solo que un poco más en la última.
También existe la cuestión de la
causalidad inversa. Las relaciones entre deuda y PIB suelen aumentar en los
países con problemas económicos. Si esta es parte de la razón por la cual las
relaciones entre deuda y PIB corresponden a un crecimiento económico menor, hay
menos motivos para creer que los países deberían evitar una razón más elevada,
ya que la teoría keynesiana implica que la austeridad fiscal jugaría en contra,
y no a favor, del desempeño económico.
El problema fundamental que
enfrenta actualmente la mayor parte del mundo es que los inversores reaccionan
exageradamente a las razones entre deuda y PIB porque temen que se cruce algún
umbral mágico, y exigen programas de austeridad fiscal demasiado pronto. Piden
a los gobiernos que disminuyan su gasto mientras sus economías aún son
vulnerables. Los hogares se asustan, así que también disminuyen sus gastos, y
las empresas son disuadidas de financiar sus gastos de capital a través del
crédito. La lección es simple: Tenemos que preocuparnos menos por las razones y
umbrales de deuda, y más por nuestra incapacidad para ver estos indicadores
como los constructos artificiales –y a menudo irrelevantes– que son.
Robert Shiller
Fuente: Jaque al neoliberalismo
ste es un artículo del reciente Premio Nobel Robert Shiller, publicado en Project Syndicate en julio de 2011.
A los economistas les gusta hablar de umbrales que, cuando son atravesados, indican dificultades. Por lo general hay una cierta verdad en lo que dicen. Pero a menudo, el público reacciona en forma exagerada ante esos comentarios.
Consideremos, por ejemplo, la relación entre deuda y PIB, tan comentada en las noticias estadounidenses y europeas actuales. A veces se dice, casi sin pausar para respirar, que la deuda de Grecia equivale al 153% de su PIB anual, y que es insolvente. Combinemos esas afirmaciones con las recientes imágenes televisivas de los disturbios callejeros griegos. ¿Qué les parece?
Aquí en los EE. UU., puede percibirse como una imagen de nuestro futuro, a medida que la deuda pública se acerca peligrosamente al 100% del PIB anual y continúa en ascenso. Pero tal vez esta imagen está excesivamente impresa en nuestra imaginación. ¿Es posible que la gente crea que un país se torna insolvente cuando su deuda supera el 100% del PIB?
Claramente, eso sería una tontería. Después de todo, la deuda (que se mide en unidades monetarias) y el PIB (que se mide en unidades monetarias por unidad de tiempo) dan como resultado una razón en unidades de tiempo puro. No hay nada de especial en usar un año para esa unidad. Un año es el tiempo que le lleva la tierra orbitar al sol, lo que, excepto en el caso de industrias estacionales como la agricultura, no tiene ningún significado económico particular.
Deberíamos recordar esto de nuestras clases de ciencia en la escuela secundaria: siempre se debe prestar atención a las unidades de medida. Si erramos con las unidades, estaremos completamente perdidos.
Si los economistas no anualizaran habitualmente los datos trimestrales del PIB y multiplicaran el PIB trimestral por cuatro, la proporción entre la deuda y el PIB griego sería cuatro veces la actual. Y si habitualmente tomaran el PIB por década, multiplicando los números trimestrales por 40 en vez de por 4, el peso de la deuda griega sería del 15%. Desde el punto de vista de la capacidad de pago griega, esas unidades serían más relevantes, ya que Grecia no tiene que pagar el total de su deuda en un año (a menos que la crisis convierta en imposible la tarea de refinanciar la deuda actual).
Ya que estamos, parte de la deuda nacional griega está en manos de griegos. Como tal, el peso de la deuda subdeclara seriamente las deudas de los griegos entre sí (en gran medida en forma de obligaciones familiares). En cualquier momento de la historia, la razón entre deuda y PIB anual (incluidas las deudas informales) excedería, por mucho, el 100%.
La mayor parte de la gente nunca piensa en esto cuando reacciona frente a la razón entre deuda y PIB de los titulares. ¿Es posible que verdaderamente sea tan estúpida como para confundirse por esas relaciones? Desde mi experiencia personal, puedo decir que sí, porque incluso yo, un economista profesional, me descubrí alguna vez cometiendo exactamente el mismo error.
Los economistas que adhieren a los modelos de expectativas racionales nunca lo admitirán, pero mucho de lo que sucede en los mercados es consecuencia de la estupidez pura, o, más precisamente, del desinterés, la desinformación sobre los conceptos básicos, y una atención desmedida sobre las historias que circulan en el momento.
Lo que verdaderamente está sucediendo en Grecia es el funcionamiento de un mecanismo de retroalimentación social. Algo llevó a que los inversores temieran que el riesgo de una eventual cesación de pagos de la deuda griega hubiese aumentado ligeramente. La menor demanda de la deuda griega causó que su precio decayese, lo que implicó que su rendimiento, en términos de las tasas de interés del mercado, aumentó. Las mayores tasas de interés hicieron que para Grecia fuese más costoso refinanciar su deuda, y eso creó una crisis fiscal que ha obligado al gobierno a imponer severas medidas de austeridad, que derivaron en disturbios públicos y un colapso económico que ha alimentado incluso un mayor escepticismo sobre la capacidad de Grecia para pagar su deuda.
Esta retroalimentación no tiene nada que ver con que la relación entre deuda y PBI anual haya sobrepasado un cierto umbral, a menos que quienes contribuyen a esta retroalimentación crean en esa relación. Sin duda, la razón es un factor que nos ayuda evaluar los riesgos de retroalimentación negativa, ya que el gobierno debe refinanciar antes la deuda de corto plazo y, si la crisis impulsa las tasas de interés al alza, las autoridades tarde o temprano enfrentarán intensas presiones en favor de la austeridad fiscal. Pero la relación no es la causa de la retroalimentación.
Una ponencia escrita el año pasado por Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, titulada “Growth in a Time of Debt” (Crecimiento en tiempos de deuda), ha sido ampliamente citada por su análisis de 44 países a lo largo de 200 años, que detectó que cuando la deuda gubernamental excede el 90% del PIB, los países experimentan un crecimiento más lento y pierden aproximadamente un punto porcentual en la tasa anual.
Uno puede pensar equivocadamente que, como el 90% está tremendamente cerca del 100%, a los países que se meten en ese tipo de situaciones comienzan a sucederles cosas terribles. Pero si se lee cuidadosamente su trabajo, resulta claro que Reinhart y Rogoff eligieron el valor 90% casi arbitrariamente. Decidieron, sin explicación, dividir las relaciones entre deuda y PBI en las siguientes categorías: menos del 30%, 30-60%, 60-90% y más del 90%. Y resulta que esas tasas de crecimiento disminuyen en todas esas categorías a medida que aumenta la relación entre deuda y PIB, solo que un poco más en la última.
También existe la cuestión de la causalidad inversa. Las relaciones entre deuda y PIB suelen aumentar en los países con problemas económicos. Si esta es parte de la razón por la cual las relaciones entre deuda y PIB corresponden a un crecimiento económico menor, hay menos motivos para creer que los países deberían evitar una razón más elevada, ya que la teoría keynesiana implica que la austeridad fiscal jugaría en contra, y no a favor, del desempeño económico.
El problema fundamental que enfrenta actualmente la mayor parte del mundo es que los inversores reaccionan exageradamente a las razones entre deuda y PIB porque temen que se cruce algún umbral mágico, y exigen programas de austeridad fiscal demasiado pronto. Piden a los gobiernos que disminuyan su gasto mientras sus economías aún son vulnerables. Los hogares se asustan, así que también disminuyen sus gastos, y las empresas son disuadidas de financiar sus gastos de capital a través del crédito. La lección es simple: Tenemos que preocuparnos menos por las razones y umbrales de deuda, y más por nuestra incapacidad para ver estos indicadores como los constructos artificiales –y a menudo irrelevantes– que son. - See more at: http://mamvas.blogspot.com.es/2013/10/robert-shiller-los-espejismos-de-la.html#sthash.3AUcjTOY.dpuf
A los economistas les gusta hablar de umbrales que, cuando son atravesados, indican dificultades. Por lo general hay una cierta verdad en lo que dicen. Pero a menudo, el público reacciona en forma exagerada ante esos comentarios.
Consideremos, por ejemplo, la relación entre deuda y PIB, tan comentada en las noticias estadounidenses y europeas actuales. A veces se dice, casi sin pausar para respirar, que la deuda de Grecia equivale al 153% de su PIB anual, y que es insolvente. Combinemos esas afirmaciones con las recientes imágenes televisivas de los disturbios callejeros griegos. ¿Qué les parece?
Aquí en los EE. UU., puede percibirse como una imagen de nuestro futuro, a medida que la deuda pública se acerca peligrosamente al 100% del PIB anual y continúa en ascenso. Pero tal vez esta imagen está excesivamente impresa en nuestra imaginación. ¿Es posible que la gente crea que un país se torna insolvente cuando su deuda supera el 100% del PIB?
Claramente, eso sería una tontería. Después de todo, la deuda (que se mide en unidades monetarias) y el PIB (que se mide en unidades monetarias por unidad de tiempo) dan como resultado una razón en unidades de tiempo puro. No hay nada de especial en usar un año para esa unidad. Un año es el tiempo que le lleva la tierra orbitar al sol, lo que, excepto en el caso de industrias estacionales como la agricultura, no tiene ningún significado económico particular.
Deberíamos recordar esto de nuestras clases de ciencia en la escuela secundaria: siempre se debe prestar atención a las unidades de medida. Si erramos con las unidades, estaremos completamente perdidos.
Si los economistas no anualizaran habitualmente los datos trimestrales del PIB y multiplicaran el PIB trimestral por cuatro, la proporción entre la deuda y el PIB griego sería cuatro veces la actual. Y si habitualmente tomaran el PIB por década, multiplicando los números trimestrales por 40 en vez de por 4, el peso de la deuda griega sería del 15%. Desde el punto de vista de la capacidad de pago griega, esas unidades serían más relevantes, ya que Grecia no tiene que pagar el total de su deuda en un año (a menos que la crisis convierta en imposible la tarea de refinanciar la deuda actual).
Ya que estamos, parte de la deuda nacional griega está en manos de griegos. Como tal, el peso de la deuda subdeclara seriamente las deudas de los griegos entre sí (en gran medida en forma de obligaciones familiares). En cualquier momento de la historia, la razón entre deuda y PIB anual (incluidas las deudas informales) excedería, por mucho, el 100%.
La mayor parte de la gente nunca piensa en esto cuando reacciona frente a la razón entre deuda y PIB de los titulares. ¿Es posible que verdaderamente sea tan estúpida como para confundirse por esas relaciones? Desde mi experiencia personal, puedo decir que sí, porque incluso yo, un economista profesional, me descubrí alguna vez cometiendo exactamente el mismo error.
Los economistas que adhieren a los modelos de expectativas racionales nunca lo admitirán, pero mucho de lo que sucede en los mercados es consecuencia de la estupidez pura, o, más precisamente, del desinterés, la desinformación sobre los conceptos básicos, y una atención desmedida sobre las historias que circulan en el momento.
Lo que verdaderamente está sucediendo en Grecia es el funcionamiento de un mecanismo de retroalimentación social. Algo llevó a que los inversores temieran que el riesgo de una eventual cesación de pagos de la deuda griega hubiese aumentado ligeramente. La menor demanda de la deuda griega causó que su precio decayese, lo que implicó que su rendimiento, en términos de las tasas de interés del mercado, aumentó. Las mayores tasas de interés hicieron que para Grecia fuese más costoso refinanciar su deuda, y eso creó una crisis fiscal que ha obligado al gobierno a imponer severas medidas de austeridad, que derivaron en disturbios públicos y un colapso económico que ha alimentado incluso un mayor escepticismo sobre la capacidad de Grecia para pagar su deuda.
Esta retroalimentación no tiene nada que ver con que la relación entre deuda y PBI anual haya sobrepasado un cierto umbral, a menos que quienes contribuyen a esta retroalimentación crean en esa relación. Sin duda, la razón es un factor que nos ayuda evaluar los riesgos de retroalimentación negativa, ya que el gobierno debe refinanciar antes la deuda de corto plazo y, si la crisis impulsa las tasas de interés al alza, las autoridades tarde o temprano enfrentarán intensas presiones en favor de la austeridad fiscal. Pero la relación no es la causa de la retroalimentación.
Una ponencia escrita el año pasado por Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, titulada “Growth in a Time of Debt” (Crecimiento en tiempos de deuda), ha sido ampliamente citada por su análisis de 44 países a lo largo de 200 años, que detectó que cuando la deuda gubernamental excede el 90% del PIB, los países experimentan un crecimiento más lento y pierden aproximadamente un punto porcentual en la tasa anual.
Uno puede pensar equivocadamente que, como el 90% está tremendamente cerca del 100%, a los países que se meten en ese tipo de situaciones comienzan a sucederles cosas terribles. Pero si se lee cuidadosamente su trabajo, resulta claro que Reinhart y Rogoff eligieron el valor 90% casi arbitrariamente. Decidieron, sin explicación, dividir las relaciones entre deuda y PBI en las siguientes categorías: menos del 30%, 30-60%, 60-90% y más del 90%. Y resulta que esas tasas de crecimiento disminuyen en todas esas categorías a medida que aumenta la relación entre deuda y PIB, solo que un poco más en la última.
También existe la cuestión de la causalidad inversa. Las relaciones entre deuda y PIB suelen aumentar en los países con problemas económicos. Si esta es parte de la razón por la cual las relaciones entre deuda y PIB corresponden a un crecimiento económico menor, hay menos motivos para creer que los países deberían evitar una razón más elevada, ya que la teoría keynesiana implica que la austeridad fiscal jugaría en contra, y no a favor, del desempeño económico.
El problema fundamental que enfrenta actualmente la mayor parte del mundo es que los inversores reaccionan exageradamente a las razones entre deuda y PIB porque temen que se cruce algún umbral mágico, y exigen programas de austeridad fiscal demasiado pronto. Piden a los gobiernos que disminuyan su gasto mientras sus economías aún son vulnerables. Los hogares se asustan, así que también disminuyen sus gastos, y las empresas son disuadidas de financiar sus gastos de capital a través del crédito. La lección es simple: Tenemos que preocuparnos menos por las razones y umbrales de deuda, y más por nuestra incapacidad para ver estos indicadores como los constructos artificiales –y a menudo irrelevantes– que son. - See more at: http://mamvas.blogspot.com.es/2013/10/robert-shiller-los-espejismos-de-la.html#sthash.3AUcjTOY.dpuf
No hay comentarios:
Publicar un comentario