domingo, 6 de octubre de 2013

España difícilmente será un país exportador

Cuando un país vende productos o servicios a otro país (exporta), registra una entrada de dinero. Cuando compra productos o servicios a otro país (importa), registra una salida de dinero. Si las exportaciones son superiores a las importaciones, entrará al país más dinero del que saldrá, y por lo tanto tendrá un efecto positivo en términos económicos. Ésta es una de las estrategias más utilizadas para aumentar la renta nacional (PIB) de una economía (1). Durante los últimos años, y especialmente a raíz de la crisis económica, este tipo de estrategia ha cobrado mucha fuerza en el ámbito europeo. Países como Alemania, Finlandia, Países Bajos o Austria basan buena parte de su crecimiento económico en el fomento de las exportaciones.

Existen diversas formas de llevar a cabo esta estrategia exportadora. Sin embargo, debido a una serie de razones que no voy a explicar aquí, la opción preferida de los gobernantes actuales es la de bajar salarios de los trabajadores que producen los bienes exportables, con la intención de reducir costes y así poder vender el producto más barato en el extranjero. Esta estrategia es conocida como “devaluación interna”, y es precisamente la que se recomienda para países como Grecia, España o Portugal.

Sin embargo, aquellos economistas, gobernantes y contertulios que defienden esta estrategia de devaluación salarial para fomentar las exportaciones siempre se olvidan de una cosa: España no es un país exportador y difícilmente lo podrá ser.

España no es un país exportador porque sólo el 4,35% de las empresas españolas exportan bienes y servicios al extranjero. Atendiendo a los datos del Instituto Nacional de Estadística, a 1 de enero de 2013 en España había 3.146.570 empresas. Los datos del Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX) revelan que durante 2012 hubo en España 136.973 empresas exportadoras. Esto hace que la proporción de empresas que exportaron en 2012 sobre el total no supere el 4,35%. Y si sólo contásemos las empresas que exportan de manera regular (llevan al menos cuatro años exportando), esta proporción caería hasta el 1,21%.

Esto quiere decir que por mucho que bajen los salarios a los trabajadores españoles, los efectos en términos de exportaciones serán muy limitados. Disminuir el salario de trabajadores que producen bienes que no se pueden exportar (como trabajadores públicos, informáticos, arquitectos, panaderos, ingenieros, etc) no tendrá absolutamente ningún efecto positivo en cuanto a exportaciones. Es más, el efecto agregado será muy negativo porque reduce la capacidad adquisitiva de la población y con ella el consumo, que es verdaderamente el principal problema de las empresas españolas según un reciente informe del Banco Central Europeo. Los datos de este estudio revelan que los costes salariales no suponen un problema importante para las pequeñas y medianas empresas, que son las que generan el 62,9% de todo el empleo en España. Los principales problemas se derivan de la necesidad de encontrar clientes y del acceso a la financiación.


Algo parecido ocurre con las grandes empresas de la zona euro: su principal problema también es encontrar clientes, y no tener que pagar salarios elevados (aunque éste sería el segundo problema principal y no el cuarto como en el caso de las pymes españolas).


Ahora bien, el sector turístico es al fin y al cabo una exportación de servicios (se prestan servicios a extranjeros, aunque en territorio nacional) y ello no viene recogido en las estadísticas de empresas exportadoras. Esta constatación podría ser esgrimida por alguien que defendiera la reducción salarial como medio para potenciar el crecimiento económico. Sin embargo, su argumento pierde todo el sentido cuando comprobamos que el sector de la hostelería es el que presenta los salarios más bajos de todos los sectores económicos. La inmensa mayoría de trabajadores del sector turístico sufren desde hace tiempo unos salarios muy reducidos. Disminuirlos más, como defienden algunos, no sólo es una opción limitada al no disponer de mucho más margen, sino que además resulta absurdo porque los precios en este sector ya son suficientemente atractivos para los extranjeros. El turismo en España sigue funcionando bastante bien y si no mejora más su situación no es por culpa de que existan salarios elevados.

Cabe además echar un vistazo a la distribución geográfica de las empresas exportadoras, porque no en todas las regiones existe el mismo perfil exportador. En el siguiente gráfico podemos ver, para cada una de las comunidades autónomas, la proporción de empresas exportadoras sobre el total de empresas.


Cataluña es, con diferencia, la comunidad autónoma que más empresas exportadoras tiene en relación al total de empresas que existen en su territorio. La Rioja, Navarra, Canarias, País Vasco y la Comunitat Valenciana también se sitúan por encima de la media. Murcia, Madrid y Aragón presentan valores inferiores a la media española pero no muy distanciados de la misma. En cambio, el indicador es muy inferior para el resto de comunidades. En última posición se encuentra Extremadura, donde sólo exportan el 1,92% de todas sus empresas.

Por lo tanto, si ya el hecho de reducir los salarios tiene un efecto muy reducido sobre las exportaciones para el caso de la economía española en su conjunto, menor efecto tiene sobre las comunidades que están en las últimas posiciones del gráfico.

Por último, y no por ello menos importante, los bienes que produce (y que por lo tanto puede exportar) la economía española se caracterizan por una densidad tecnológica reducida. Los productos de alta tecnología presentan una proporción muy pequeña (6,82%), mientras que los de rama tecnológica media-baja y baja alcanzan cotas muy significativas (32,41% y 34,44%, respectivamente).


Puesto que estos productos de bajo componente tecnológico son precisamente los más fáciles de producir y exportar por otros países, la economía española se ve obligada a competir con otras muchas economías del mundo y además fundamentalmente vía precios, y no vía calidad como ocurre con los bienes de alta tecnología. El resultado es que los productos españoles son más difíciles de vender en el extranjero que –por ejemplo– los productos alemanes, caracterizados por una densidad tecnológica más elevada.

La industria española podría modernizarse y comenzar a especializarse en productos de mayor gama tecnológica, pero ello supondría una transformación de gran calado que no sólo requeriría mucho tiempo sino también un gran esfuerzo por parte del gobierno. Un esfuerzo que, a tenor de la política económica del actual gobierno, parece imposible que se vaya a materializar.

Por todo lo presentado estamos en condiciones de afirmar que España no es un país exportador y que además difícilmente lo podrá ser. En consecuencia, perseguir el crecimiento económico a través del fomento de las exportaciones (vía reducción salarial) no es más que una estrategia suicida que está causando un perjuicio económico-social de gran envergadura y totalmente innecesario.

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(1): En términos macroeconómicos se visualiza a través de la siguiente identidad: Y ? C + I + X – M; donde Y es la renta nacional, C es el consumo, I la inversión, X las exportaciones y M las importaciones. Como podemos ver, las exportaciones (X) aparecen con signo positivo, por lo que un aumento de las mismas aumentará la renta nacional (Y). En cambio, un aumento de las importaciones (M) reducirá la renta nacional porque aparece en la identidad con signo negativo.

Eduardo Garzón
La Marea

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