Pensemos en cualquier región del planeta y tengamos en cuenta que
interactúa en términos económicos con el resto de regiones. Las
empresas, las administraciones públicas y las familias residentes en
esta zona compran productos y servicios que provienen del extranjero, y
venden productos y servicios al extranjero. Cuando estos agentes
económicos venden fuera, entra dinero en la región. Cuando compran
fuera, sale dinero de la región. Si durante un periodo de referencia
entra más dinero del que sale (o lo que es lo mismo, si se vende fuera
más de lo que se compra fuera) aumentará la cantidad de dinero que hay
en ese territorio. Si durante un periodo de referencia sale más dinero
del que entra (si se vende fuera menos de lo que se compra fuera)
disminuirá la cantidad de dinero existente en esa región.
Si entra más dinero del que sale, genial; no hay nada más que hablar: la región se está enriqueciendo. Además,
podrá hacerlo indefinidamente mientras se mantenga ese ritmo porque no
existe ningún límite a esa capacidad de aumentar el dinero total.
Siempre hay sitio para más dinero.
Pero si sale más dinero del que entra tenemos un problema: los
agentes económicos que residen en esa región tienen que hacerse con
dinero como sea para poder cumplir con los pagos al exterior. Para
ello hay, en general, tres opciones: en primer lugar, pueden recurrir a
los ahorros, teniendo como consecuencia que la región se empobrezca,
pues la cantidad total de dinero existente en la misma disminuiría. Como
es obvio, la región no podría empobrecerse indefinidamente, porque si
continuase ese ritmo llegaría un momento en el que a la región ya no le
quedase más dinero que entregar al exterior (llegaría un momento en el
que los ahorros se acabarían). En segundo lugar, los agentes económicos
de la región pueden pedir dinero prestado a agentes que residan fuera
del territorio, y con ese dinero materializar los pagos comprometidos.
En tercer lugar, pueden recibir dinero desde el exterior sin
contraprestación directa (sin la obligación de devolverlo), en forma de
subvenciones públicas, inversiones empresariales, transferencias
fiscales, remesas, etc.
En la práctica todas las regiones que tienen que satisfacer pagos
con el exterior suelen experimentar una combinación de las tres opciones
comentadas. Sin embargo, siempre hay una de ellas que destaca. En
el caso del estado español (que durante los últimos años había estado
vendiendo al extranjero menos de lo que compraba fuera) la opción
sobresaliente fue la segunda: recurrir al endeudamiento. Los agentes
económicos españoles pidieron muchos préstamos y éstos fueron
facilitados por agentes alemanes y franceses, fundamentalmente. En
cambio, en regiones como Andalucía (que lleva décadas vendiendo al
extranjero menos de lo que compra fuera) ha prevalecido la tercera
opción, especialmente vía transferencias fiscales. Pero este caso no
es exclusivo de la región andaluza, sino que se da en todas las regiones
que, teniendo que pagar al exterior, forman parte de una estructura
regional relativamente solidaria. Es el caso de Castilla-La Mancha,
Murcia, Canarias… pero también de California, Pennsylvania, Illinois,
Hamburgo, Hessen, Marsella, Sicilia, etc…
Es decir, en los estados a los que pertenecen estas regiones (como el español, estadounidense, alemán, francés…) existen mecanismos fiscales que compensan los desequilibrios comerciales (que
son los que obligan a los territorios a pagar más al exterior de lo que
ingresan). Y no sólo se trata de solidaridad, sino de eficiencia
económica. Para que el ciclo comercial sea sostenible y no se detenga,
es necesaria la existencia de este tipo de mecanismos.
Lo que ocurre es que cuando abandonamos el ámbito nacional estas
herramientas fiscales disminuyen o incluso desaparecen, empujando a las
regiones con déficit comercial a la segunda opción comentada:
endeudarse. Y esto es precisamente lo que le ocurrió a países como
España, Portugal o Grecia, por –teniendo que pagar al exterior más de lo
que ingresan– pertenecer a una administración territorial (la Unión
Europea) carente de este tipo de mecanismos compensatorios.
En definitiva, las asimetrías comerciales que existen en la Unión
Europea no tendrían por qué haber desembocado en una crisis de
endeudamiento, como desgraciadamente ha ocurrido. Si el diseño
institucional comunitario hubiese sido más precavido, coherente y
solidario, y hubiese permitido fórmulas de contrapeso, hoy día los
problemas económicos de la zona euro no serían tan graves.
Artículo publicado en Andalucesdiario.es el 14 de octubre de 2013
Eduardo Garzón
Saque de Esquina
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