miércoles, 30 de octubre de 2013

FMI / BM: Aboguemos por su remplazo I y II

I)
En mi entrega anterior hice referencia al ensayo de Kenneth Rogoff America’s endless budget battle, en el que augura al dólar la misma suerte que vivió en su momento la libra esterlina al declinar Reino Unido como imperio dominante: “Lo mismo, por supuesto, ocurrirá en última instancia con el dólar, especialmente a medida que los mercados de capitales asiáticos crezcan y se profundicen. Incluso si el dólar mantiene su reinado por mucho tiempo, no siempre será un monarca tan poderoso…” Por cierto que una tesis central de Rogoff, en ese trabajo, es que en realidad la batalla no era por el techo de la deuda sino por el tamaño del Estado. El Estado no es la solución, sino el problema, coincidían Reagan y Thatcher.
 
Insisto en que será necesario un nuevo acuerdo internacional para diseñar una nueva arquitectura del sistema financiero en algún momento. El dólar deberá salir como moneda de reserva internacional y ninguna moneda nacional –como quería Keynes– deberá remplazarla, sino un medio de pago expresamente mundial. “El privilegio de emitir la moneda de reserva mundial –escribe Rogoff– confiere enormes ventajas a EU. No sólo reduce las tasas de interés que paga el gobierno de EU, también las que pagan todos los habitantes de este país. La mayoría de los cálculos muestran que para EU esto implica un beneficio de más de 100 mil millones de dólares por año.”

Junto con la inhumación del dólar, deben serlo las nefastas instituciones fundadas en Bretton Woods: el FMI y el Banco Mundial (BM).

Éric Toussaint es un autor que después de una larga investigación hizo su tesis doctoral en ciencias políticas, que presentó en 2004, en las universidades de Lieja y de París VIII: Enjeux politiques de l’action de la Banque Mondiale et du Fonds Monétaire International envers le tiers-monde (Cuestiones políticas de la acción del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en el tercer mundo). Después se ha dedicado a perseguir lo que él llama los crímenes del FMI y el BM, y a publicar sus hallazgos uno tras otro. Toussaint es uno de tantos que abogan con vehemencia por su remplazo.

Los maniobreros internacionales del sistema financiero operaron una profunda desconexión del sistema financiero internacional respecto a la economía real, infligiendo a ésta daños terriblemente severos, y se dedicaron a producir dinero con dinero (hipotecas subprime, titulaciones de las mismas, nuevos esquemas Ponzi y mucho más), generando un burbuja como globo planetario repleto de la peste dineraria; dieron vida así a ese cadáver que no sirve a la economía productiva, ni a los hombres y mujeres de carne y hueso; millones han sido víctimas de los horrores infernales que los banqueros han inventado.

En 2014 el BM y el FMI cumplirán 70 años, y este octubre, una vez más, estos decrépitos gemelos consumaron, como todos los años, su rutina acostumbrada, de la que el Financial Times juzgó que no había ninguna posibilidad de que produjeran avances en ninguno de los problemas económicos más urgentes del mundo. Es interesante ver a los grandes nombres de las finanzas globales en conjunto, ironizó el Financial. Pero el verdadero cambio ocurre en los meses de negociaciones que conducen a estas reuniones, durante las tenaces discusiones que tienen los servidores públicos en su ir y venir entre las capitales durante meses; eso para recomendar las medidas que permitan continuar expoliando al mundo productivo y a la sociedad mundial. Dice Toussaint: desde su creación en 1944, el BM y el FMI han respaldado activamente a todas las dictaduras y todos los regímenes corruptos aliados de Estados Unidos.

Han pisoteado la soberanía de los estados violando en forma flagrante el derecho de los pueblos de disponer de sí mismos, sobre todo debido a las condicionalidades que imponen. Estas condicionalidades empobrecen a la población, incrementan las desigualdades, libran al país a las trasnacionales y hacen modificar las legislaciones de los estados (reformas profundas del código de trabajo, de los códigos mineros, forestales, eliminación de los convenios colectivos, etcétera) favoreciendo a los acreedores e inversionistas extranjeros.

Pese a los desvíos masivos de dinero, tanto el BM como el FMI mantuvieron, e incluso aumentaron, el monto prestado a los regímenes corruptos y dictatoriales aliados a las potencias occidentales (como el emblemático caso del Congo-Zaire de Mobuto, después del informe Blumenthal de 1982).

Financiaron la dictadura de Habyarimana en Ruanda hasta el año 1992, lo que le permitió a este dictador quintuplicar los efectivos de su ejército. Las reformas económicas que impusieron en 1990 desestabilizaron el país y exacerbaron sus siniestros conflictos. El régimen de Habyarimana había estado preparando un genocidio desde los años 80, que finalmente fue perpetrado a partir del 6 de abril de 1994, causando cerca de un millón de muertos entre los tutsis y los hutus moderados. En seguida, el BM y el FMI exigieron a las nuevas autoridades ruandesas el pago de la deuda contraída por el régimen genocida.

Apoyaron otros regímenes dictatoriales del campo contrario –como el de Rumania desde 1973 hasta 1982, y el de China a partir de 1980– para debilitar a la Unión Soviética antes de su implosión en 1991.

Les participaré en mis próximas entregas la mayor parte de la lista de sus intervenciones en el tercer mundo.


II)
Mi colaboración anterior terminaba con apenas el enunciado de lo que Éric Toussaint ha llamado crímenes de las instituciones de Bretton Woods que han acompañado a la corrompida moneda de reserva que emite el imperio. Daba algunas razones de orden económico por las que debemos en el mundo entero abogar por el remplazo del Banco Mundial (BM) y el FMI.
 
Pero inicié también la enumeración de algunas de las acciones criminales del BM y el FMI en el tercer mundo, producto de la investigación de Toussaint.

No hay duda: la más abominable cara del imperio y sus aliados son las matanzas que han llevado a cabo sus ejércitos, o las que han obligado a realizar a sus subordinados del tercer mundo. Pero detrás de esta horrenda cara que aparece al frente, están detrás el BM y FMI, colaborando con la parte ominosa que les corresponde.

En materia de medio ambiente, el BM prosigue el desarrollo de una política productivista desastrosa para los pueblos y nefasta para la naturaleza. Sin embargo, consiguió que se le atribuyera la gestión del mercado de los permisos de contaminación. 

El BM financia proyectos que violan flagrantemente los derechos humanos. Entre los proyectos directamente apoyados por el Banco Mundial, se puede poner como emblemático el proyecto de transmigración en Indonesia (1970-1980) que tenía componentes que pueden considerarse crímenes contra la humanidad (destrucción del medio natural de poblaciones indígenas, desplazamiento forzoso de poblaciones). Recientemente, el Banco Mundial financió íntegramente la mal llamada operación de salidas voluntarias en la República Democrática del Congo, un plan de despidos que violó los derechos de 10 mil 665 empleados de Gécamines, empresa minera pública situada en la provincia de Katanga. Estos ex empleados esperan todavía el pago de sus salarios atrasados y las indemnizaciones previstas por el derecho congoleño.

El Banco Mundial y el FMI favorecieron el surgimiento de factores que provocaron la crisis de la deuda que estalló en 1982. En resumen: a) el BM y el FMI empujaron a los países a endeudarse en unas condiciones que llevaban al sobrendeudamiento; b) presionaron, incluso forzaron, a los países a levantar los controles sobre los movimientos de capitales y sobre el cambio, acentuando la volatilidad de los capitales y facilitando de esa forma su fuga; alentaron a los países a abandonar la industrialización por sustitución de importaciones en provecho de un modelo basado en la promoción de las exportaciones.

Disimularon los peligros que ellos mismos habían detectado: sobrendeudamiento, crisis de pagos, transferencias netas negativas…

Desde el estallido de la crisis en 1982, el Banco Mundial y el FMI favorecieron sistemáticamente a los acreedores y debilitaron a los deudores.

El Banco Mundial y el FMI recomendaron, incluso impusieron, políticas que hicieron recaer el pago de la crisis de la deuda sobre los pueblos, privilegiando al mismo tiempo a los más poderosos.

Estas mismas instituciones prosiguieron con la generalización de un modelo económico que aumenta sistemáticamente las desigualdades entre los países, y en el interior de los mismos.

En los años 90, el BM y el FMI, con la complicidad de los gobernantes, extendieron sus políticas de ajuste estructural a la mayoría de los países de Latinoamérica, África, Asia, y Europa central y oriental (comprendida Rusia).

En este último país, las privatizaciones masivas fueron concretadas en detrimento del bien común y enriquecieron de manera colosal a un puñado de oligarcas. Reforzaron las grandes empresas privadas y debilitaron tanto a los poderes públicos como a los pequeños productores. Agravaron la explotación de los trabajadores y aumentaron su precariedad. Lo mismo hicieron con los pequeños productores.

Su retórica sobre la lucha por la reducción de la pobreza no termina de encubrir una política específica que reproduce y refuerza las propias causas de la pobreza.

La liberalización de los flujos de capitales que sistemáticamente estas instituciones han privilegiado ha fomentado la evasión fiscal, la fuga de capitales y la corrupción.

La liberalización de los intercambios comerciales reforzó a los fuertes y aisló a los débiles. La mayor parte de pequeños y medianos productores de los países en desarrollo no pueden resistir a la competencia de las grandes empresas, ya sean del norte o del sur.

El BM y el FMI actúan junto a la Organización Mundial del Comercio, la Comisión Europea y los gobiernos cómplices para imponer una agenda radicalmente opuesta a la satisfacción de los derechos humanos fundamentales.

Desde que la crisis golpea a la Unión Europea, el FMI está en primera línea para imponer a las poblaciones de Grecia, Portugal, Irlanda, Chipre… unas políticas que ya fueron impuestas a las poblaciones de los países en desarrollo, a las de Europa central y oriental en los años 90.

El BM y el FMI, que pregonan la buena gobernanza en todos sus informes, abrigan en su seno comportamientos sumamente dudosos.

Estas dos instituciones mantienen a la mayor parte de los países en la marginalidad, a pesar de que esos países constituyen la mayoría de sus miembros, y privilegian a un puñado de gobiernos de los países ricos. La gestión de la crisis iniciada en 2007, no ha dejado duda sobre su forma de actuar.

En resumen, el BM y el FMI representan unos instrumentos despóticos en manos de una oligarquía internacional (unas pocas grandes potencias y sus sociedades trasnacionales) que refuerza un capitalismo internacional, destructor de la humanidad y de la naturaleza.

José Blanco
La Jornada


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