Desde el estallido de la crisis financiera el año 2008, Estados Unidos ha multiplicado por cuatro su base monetaria
(de 870 mil millones de dólares a 3,04 billones de dólares) en lo que
ha sido la mayor burbuja de activos para reactivar la economía de los
últimos 100 años. Como se aprecia en la gráfica, este fenómeno adquiere
dimensiones monstruosas y pese al descomunal volumen de dinero
inyectado a la vena del sistema financiero, la economía no logra un
despegue significativo y el desempleo aún orbita en los niveles del 7,8
por ciento.
Si consideramos que Japón y el Banco Central Europeo han
desarrollado despliegues monetarios de intensidad muy similar a los de
la Reserva Federal, podemos concluir el absoluto fracaso de las políticas monetarias
y de toda la doctrina monetarista que se arrojaba el dominio del ciclo
económico. Esto también refleja el fracaso de los planes de austeridad,
cuya receta planteaba que la reducción del gasto público incentivaría la
inversión y el consumo privados. Nada de eso ocurrió.
Las políticas monetarias no han logrado contrarrestrar la virulencia de esta crisis y atendiendo a las magnitudes de sus volúmenes (y a que no ha habido un correlato paralelo en términos de inflación) podemos advertir que nos hallamos en un estancamiento profundo y que la recesión que sufre Europa muy bien se puede propagar a China, Estados Unidos y el resto del mundo, por la vía de la desaceleración económica. Ya China ha experimentado un declive, al igual que Brasil y el conjunto de países latinoamericanos.
Las políticas monetarias no han logrado contrarrestrar la virulencia de esta crisis y atendiendo a las magnitudes de sus volúmenes (y a que no ha habido un correlato paralelo en términos de inflación) podemos advertir que nos hallamos en un estancamiento profundo y que la recesión que sufre Europa muy bien se puede propagar a China, Estados Unidos y el resto del mundo, por la vía de la desaceleración económica. Ya China ha experimentado un declive, al igual que Brasil y el conjunto de países latinoamericanos.
Ninguna de las recetas monetaristas ha funcionado. Ni la austeridad,
ni la flexibilización cuantitativa, ni mantener las tasas de interés
cercanas al cero por ciento. Pese a las masivas inyecciones de miles de
millones de euros (y dólares) en el sistema financiero, los bancos,
sobreapalancados y con balances deficitarios, se niegan a prestar dinero
y a potenciar el músculo económico. Nadie quiere correr nuevos riesgos
dado que en la historia reciente se abusó de todos los riesgos posibles
que podía correr el sistema financiero. Y se abusó en exceso.
Por eso que la economía no logra reactivarse y el mandato de la
Troika que obliga a la reducción del gasto público tiene a los gobiernos
con las manos atadas. De ahí que los datos de desempleo
entregados la semana pasada, no dejan de dar vergüenza: 12,2 por ciento
para toda la UE y 26,8 para España. Cifras que sin duda seguirán
ampliándose en el transcurso de este año y el próximo dada la
incompetencia absoluta de la dirigencia europea que comanda frau Angela
Merkel, sin duda la persona que más ha profundizado la crisis por el
afán de defender a la banca alemana. Sabido es que el Deutsche Bank es
uno de los más comprometidos con los activos tóxicos y los préstamos
basura.
De ahí que ahora los banqueros centrales piensen en democratizar la
entrega de dinero y perfeccionar el uso del helicóptero, de tal forma
que el dinero llegue a las pequeñas y micro empresas que son las que
realmente mueven la economía. De esta misma manera, nada de malo habría
en permitir a los gobiernos aplicar un estímulo real, con proyectos de
inversión que tengan rentabilidad en el largo plazo, como las energías
limpias y renovables.
Ahora que la banca privada está completamente quebrada,
muchos proponen terminar con este sistema bancario que se excede en
riesgos y abusos incontrolables que obligan al masivo rescate público.
La idea es que la creación de dinero (hoy de atribución plenamente
privada) pase a tener un origen exclusivamente público que no genere
intereses hacia los dueños del sistema. Sin duda que en la próxima
reunión del grupo Bildelberg
(al cual este año asistirá una nutrida delegación hispana) se
estudiarán las formas de abortar esta idea. Sin embargo, una banca
pública que deje de generar intereses hacia la clase dominante, y que a
su vez ayude a eliminar la deuda pública, sería un rotundo cambio
estructural para superar esta crisis y ayudar a evitar la próxima.
Marco Antonio Moreno
El Blog Salmón
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