La
austeridad que hoy se impone tiene gravísimas consecuencias. Más
desempleo y más pobreza, más enfermedades y más suicidios. La austeridad
mata, como titula David Sucker un concienzudo estudio al respecto. Cabe
hurgar por tanto el origen y responsables de la malhadada austeridad.
La
austeridad se cuece cuando la minoría rica comprueba que se acaban las
vacas gordas. Años setenta. Grandes empresarios, banca y grandes
fortunas ven reducirse sus beneficios. Ni siquiera la explotación de
países empobrecidos evita la merma. Entonces se empezó a rebajar
impuestos a los ricos, mientras el fraude fiscal devenía endémico y la
economía se financiarizaba. No producir bienes y servicios, sino
pura especulación financiera; por cada dólar invertido en economía real,
60 en pura especulación. La economía se convierte en un casino.
El
proceso se acelera en 2008 cuando se hunde Lehman Brothers,
“intoxicado” hasta las cejas. Su balance, pura filfa y humo, pues buena
parte de activos eran deudas que jamás se cobrarían; hipotecas-basura
“titulizadas”, camufladas. Hipotecas-basura que los diez mayores bancos
de inversión vendieron, engañando a todo el mundo, con la calificación
de muy seguras y rentables por las oscuras agencias de rating. Es la crisis.
El
sistema financiero se tambaleó y los gobiernos acudieron raudos a
inyectar muchísimo dinero para salvarlo. Los estados se endeudaron para
ayudar a la banca y entonces surgieron trileros, timadores de toco mocho
y de la estampita vociferando que el déficit público era inaceptable y
se imponía la austeridad. Naturalmente para que los estados ahorraran y
pudieran pagar intereses de deuda pública a la banca; deuda que habían
comprado con barato dinero público del Banco Central Europeo. Y los
gobiernos ahorraron a costa de la mayoría. En beneficio de la minoría
rica.
¿Cuántos forman esa minoría que se beneficia de la austeridad y la supresión de derechos? Según el Informe anual de Riqueza en el Mundo 2013
de RBC Wealth Management y Capgemini, en España hay 144.600 poseedores
de más un millón de dólares y en EEUU, tres millones y tres cuartos de
millón. En todo el mundo, 12 millones. Un ridículo 0,17% de población
contra 7.000 millones de personas.
Minoría
no solo codiciosa y especuladora, sino también delincuente. Manipulan
tipos, estafan a clientes, ocultan riesgos, se lucran con información
privilegiada... y, especialmente, evaden impuestos. Pagan poquísimos
impuestos, pero les parece demasiado. Y esconden sus fortunas.
Quienes
evaden impuestos precisan blanquear su sucio dinero. Gracias a los
paraísos fiscales y a buena parte de la banca. El barrio financiero de
Londres (la City), por ejemplo, es el mayor lavadero de dinero negro del
mundo. El blanqueo hace sorprendentes compañeros de cama, pues tanto
necesita blanquear dinero sucio quien especula con fondo de inversión y
no quiere pagar un duro de impuestos como el narcotraficante que vende
cocaína. Como muestra, la actuación del banco británico HSBC. Según el
Senado de los Estados Unidos, HSBC aceptó que criminales del mundo
usaran sus servicios para blanquear ingentes cantidades de dinero del
narcotráfico. También blanqueó Standard Chartered... Y otros muchos.
El
agujero de impuestos evadidos alcanza el billón de dólares: más que los
presupuestos de 176 países. Si ese billón se abonara, se acabaría con
la pobreza, se doblarían las energías limpias y todos los niños del
mundo estarían escolarizados.
Por
el contrario, las crisis de las últimas décadas, y sobre todo esta
crisis, han empobrecido a millones, provocado hambrunas y hecho sufrir a
miles de millones. Y, según Naciones Unidas, la especulación con dinero
blanqueado del crimen organizado ha contribuido a agravar las crisis
financieras y económicas de las últimas décadas. Porque, como denuncia
también la ONU, “la penetración de los sindicatos del crimen en las
finanzas fue facilitada por los programas de ajuste estructural
impuestos a los países endeudados para poder acceder a préstamos del
Fondo Monetario Internacional”. Más claro...
La
evasión de impuestos es delito muy grave, porque en democracia evadir
impuestos es robar a la ciudadanía. Es así porque los impuestos justos,
progresivos y suficientes son condición indiscutible de la democracia de
verdad. Pues no hay libertad ni justicia sin asegurar la independencia
material que garantiza una vida digna a toda la ciudadanía. Y eso se
logra con una fiscalidad justa que permite al estado redistribuir la
riqueza, ofrecer servicios públicos esenciales y protección social.
Xavier Caño Tamayo
Alainet
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