domingo, 14 de agosto de 2011

Los enemigos de la democracia en cifras: Los gestores de fondos de inversión

Introducción

Los “mercados” han supuesto una gran excusa para hacer retroceder a la ya de por sí pobre democracia a lo largo de toda Europa. Conceptos ligeramente abstractos como ajustes y flexibilización, son proclamados por los gobiernos occidentales como antídoto contra la elevación de la “prima de riesgo” (concepto también ligeramente técnico que la gran mayoría de la población desconoce).

En otras palabras: Sujetos abstractos y poco definidos (los mercados), obligan a los Estados (concepto abstracto que encierra en sí a un conjunto de personas bien definidas -los ciudadanos y ciudadanas-) a constreñir los derechos -fundamentalmente sociales- (a través del camelo abstracto del “ajuste estructural”) con el objetivo de calmar la sed devoradora de los especuladores financieros (escondidos tras su representación abstracta de la “prima de riesgo). Todo muy abstracto, como si no supiésemos muy bien de dónde viene y por qué la crisis y las soluciones que se intentan dar a esta. El problema, claro está, no reside en que no sepamos de dónde vienen los “ajustes” o las “lecciones” de economía. El problema está justamente en lo contrario: están identificados pero su misión es que no se los identifique, y por ello los medios de comunicación airean esas abstracciones (mercados). Esta crisis, las recetas que se están aplicando y las reacciones ante las medidas están muy bien identificadas; y precisamente ese es el objetivo del presente articulo: colaborar con la identificación de los “enemigos de la democracia”.

¿Democracia?

Hablar de “enemigos de la democracia” puede ser, para muchos, un juego de palabras peligroso. Se puede asumir, de nuestras palabras, que por democracia nos estamos refiriendo al sistema parlamentario liberal actual. Nada más lejos de la realidad. ¿Es esta -la actual democracia liberal- una verdadera democracia? Sin duda alguna, no.

Precisamente lo que aquí se pretende es poner de relieve que los ataques especuladores sobre los Estados e, indirectamente, sobre el sistema parlamentario no son un ataque contra el sistema sino un ataque contra la democracia.

Es, por ello, que nos parece acertado señalar a los gestores de fondos como enemigos de la democracia. Ellos -los poseedores, de facto, del capital-, junto con el conjunto de mercenarios políticos a sus órdenes, son, han sido y serán, los enemigos más directos de la democracia. Por tanto aquí, cuando se habla de democracia, no se está haciendo referencia al sistema liberal-burgués parlamentario ni a la prostitución que se ejerce sobre el término democracia en la actualidad. Nos referimos ni más ni menos a la democracia en sentido estricto: la voluntad de la mayoría.

Violencia económica

Cuando un hombre más fuerte golpea a otro con el ánimo de obtener un beneficio propio -o para evitar que el golpeado obtenga algún tipo de beneficio-, se ejerce la violencia. Prácticamente igual sucede cuando una institución internacional como el Fondo Monetario Internacional obliga a los países más débiles a devolver la deuda contraída en dólares teniendo que empobrecerse aún más a causa de la devaluación que su moneda suele enfrentar. La violencia, económica en este último caso, reside en la obligación impuesta de ceder soberanía simplemente por ser un “eslabón débil”.

En el caso de los mercados no estamos en un caso muy diferente. La dictadura del capital -a través de su chantaje económico- obliga a los estados y a la ciudadanía (verdadero exponente de la democracia) a ceder su soberanía aceptando retrocesos en materia de derechos.

El objetivo, en el caso del FMI es mantener el status quo, fortalecer el dólar y adquirir materias primas, gobiernos corruptos y esclavos modernos a precio de costo. El objetivo de los mercados es bien parecido: aumentar su rentabilidad, manejar a los gobiernos como títeres y, de nuevo e indirectamente, aumentar su rentabilidad a través de la disminución del coste de la ciudadanía (a nivel educativo, laboral, sanitario…).

La justificación de la violencia del hombre bruto reside en su fuerza respecto del hombre débil. La violencia económica reside precisamente en el mismo hecho: la fortaleza (en cantidad de dinero) de los mercados o del FMI respecto de los países.

Cesión de soberanía

No dedicaremos mucho tiempo en narrar los procesos privatizadores que España y el conjunto de los países de la zona euro acometieron durante la década de los 80 y los 90 -fundamentalmente- con el objetivo de adecuar el peso de su economía -es decir, de reducir la capacidad de intervención política sobre la economía- a las exigencias del tratado de Maastrich y, en definitiva, de los poderes económicos supranacionales.

Así, y para el caso español, la economía productiva deja de ser paulatinamente pública con las ventas de Repsol, Iberia, Telefónica o Endesa, por ejemplo. Pero no sólo la economía productiva deja de estar en manos del control político -y público, por tanto- sino que la economía financiera, esa sangre que bombea los procesos productivos, también pasan paulatinamente a quedar de forma exclusiva en manos privadas.

Así, Argentaria, por ejemplo, culmina en 1999 su venta al Banco Bilbao Vizcaya; suponiendo de facto el fin del control de la política sobre la economía, al menos en un plano nacional.

Una vez desarmado el Estado de capacidad para obrar en materia económica, queda completamente a merced del sector privado para prácticamente la realización de cualquier operación, tanto productiva como financiera. Así, la salida a lo keynesiano queda un poco lejos pues aquellos que privatizaron el país (PP y PSOE) difícilmente pondrán en marcha medidas que recuperen a precio de oro lo que vendieron por cuatro duros. El Estado, durante los años 80 y 90 preparó para sí la crisis de deuda que ahora se padece.

Los enemigos de la democracia

El problema de la deuda no es baladí. No es que la deuda sea excesiva, sino que simplemente, no hay quien la compre. Y no porque se dude de que tal o cual país pueda pagarla. No se compra porque forma parte del juego, tal y como el colega y camarada A. Garzón explica en “¿Qué son los mercados y la especulación financiera?”.

En dicho articulo Garzón pone el archiconocido ejemplo de Soros -remitiéndonos a otro articulo- donde comenta que Soros con unos 15.000 millones de libras esterlinas logró poner al Estado inglés contra las cuerdas. Soros era uno con 15.000 millones, imaginen a unas decenas miles de fondos -que, entregados a gestores de fondos se nos podrían quedar en apenas un puñado de miles de personas- controlando 119 billones de dólares, es decir, y cambiando las libras por dos dolares -para intentar incluir el efecto temporal de la inflación-, Soros hundió un país con un 0,025% del dinero gestionado a día de hoy por los fondos de inversión. La cosa se pone seria, ¿verdad?

En el siguiente gráfico vemos la distribución porcentual de dichos 119 billones de dólares en los diferentes tipos de fondos de inversión:

Como se comprueba, son los fondos de pensiones y los de los grandes patrimonios los que más dinero gestionan (más del 50% del total) sin embargo, el papel desestabilizador y voraz de los Hedge Funds son una variable significativa a tener en cuenta aunque supongan tan sólo un 1% del total.

Como decía, lo más destacado del asunto es que en unas pocas manos se concentran una buena parte del pastel. Así, un total de 10 instituciones financieras (en 2008) controlan aproximadamente un 15% del conjunto de fondos. Entre los “enemigos” identificamos a AXA, BlackRock, Deustche Bank, JP Morgan… y tantos otros que quedan fuera del Top10 pero que los siguen de cerca como Goldman Sachs, BNP Paribas o ING.

En concreto, el reparto de ese Top10 queda como sigue

También es significativo el hecho de que, por nacionalidades, la inmensa mayoría de los fondos convencionales (Pensiones, mutualistas y de seguros) esté controlado por EEUU. El 51% de estos fondos son americanos mientras que, seguido desde muy lejos, Reino Unido se coloca en segundo lugar con un 9%.

Retomemos de nuevo el ejemplo de Soros: Con 15.000 millones hundió al Banco de Inglaterra. ¿qué no se puede hacer con 119 billones de dólares?

Revolución y Dictadura. Conclusión

No hay margen para el error, ni tiempo para perder. La reestructuración de deuda, limpiando los despojos especulativos es la mejor garantía para la soberanía económica, política y social. Un país -un conjunto de ciudadanos y ciudadanas- no puede estar sometido, bajo ningún concepto, al chantaje constante de un grupo de personas cuya única misión es conseguir rentabilidad cueste lo que cueste.

Ante una dictadura como la que estamos viviendo, sólo se la puede sepultar con el paso firme del compromiso político, la organización y el camino unitario pero heterogéneo. Estudiantes que no tienen un futuro al atisbo, trabajadores y trabajadoras que pierden derechos, el puesto de trabajo o que se ven obligados a convertirse en aves de rapiña con sus compañeros y compañeras para no ser el próximo o próxima en estar en la calle, pequeños empresarios que no pueden hacer frente a las deudas que le animaron a contraer aquellos que ahora les deniegan el acceso a financiación, los pensionistas que ven cómo aquello por lo que lucharon se les está viniendo abajo ante sus propios ojos, desempleados y desempleadas que han perdido la fe en el sistema que tan bonito pintaba: en definitiva, a esa gran masa social que es mucho más numerosa que los cuatreros que poco a poco han ido robándonos nuestra soberanía.

Es el momento de perder el miedo ante la realidad. Que tiemblen otros ante el estallido de nuestra revolución, los demás con ella, no tenemos nada que perder, como no sean nuestras cadenas. Tenemos, en cambio, un mundo entero que ganar.

Alejandro Quesada Solana



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