La crisis mundial sigue su curso inexorable. Jugando al límite de sus posibilidades los líderes europeos y norteamericanos han alcanzado acuerdos provisionales que dejan muchas incógnitas a futuro, mientras que la única certeza es que los pueblos seguirán pagando las crisis.
Deudas paralelas
El titular de la Reserva Federal estadounidense, Ben Bernake advirtió que el default americano podría “provocar una gran crisis a nivel mundial”. Por dos veces en menos de 24 horas el FMI, repitiendo argumentos usados en la crisis europea, alertó que la situación norteamericana “…afectaría a la economía global”, y su directora, Christine Lagarde, llamó a republicanos y demócratas a “…hallar una solución urgente”, mientras que China reclamó a “… los parlamentarios a que dejen de jugar con fuego y actúen responsablemente”.
Es que se trata de una situación inédita de la economía mundial. No es solo la posibilidad de que los EEUU entraran en default, esto es sinceraran que no pueden pagar su deuda, sino que coincidiera con otro acontecimiento del mismo signo: la crisis de la deuda de los estados europeos.
Es claro que ambas situaciones son resultado de la crisis mundial que se desenvuelve sin solución de continuidad desde 2007/2008, pero la convergencia temporal a la que asistimos en estos días y las dificultades políticas para encontrar una solución a las mismas es la que le da este carácter inédito y pone en evidencia, desde otra perspectiva, lo que hemos señalado desde esta columna varias veces: la profundidad de la crisis que no es solo financiera, su carácter estructural y de largo plazo.
Tanto en EEUU como en Europa las soluciones “encontradas” fueron motivo de fuertes disputas políticas, pero son solo acuerdos de corto plazo, para salir de la emergencia y ganar tiempo pero que en absoluto resuelven la cuestión de fondo
Salvando el default
La disputa entre republicanos y demócratas, incentivada por la cada vez mayor presencia del conservadurismo fundamentalista del Tea Party, finalmente saldó en un acuerdo para elevar el techo del endeudamiento – de 14.3 a 16.4 billones de dólares- saliendo del riesgo de default inmediato, y reducir el déficit fiscal en 2.4 billones de dólares.
Esta reducción del déficit no se logrará por mayores ingresos ni por el recorte de gastos improductivos, por el contrario los republicanos impusieron su lógica de “cut, cap and balance” (recorta, limita y equilibra) negándose a reponer los impuestos a los ricos que fueran sacados por la administración de G. Bush (h) y que implican nada menos que1.8 billones de dólares. Consiguieron más, que la reducción de gastos se haga sobre los planes sociales y el sistema de pensiones, asestando así un duro golpe a los demócratas. El presidente Obama logró una reducción de 350.000 millones en los gastos de defensa y que los acuerdos lleguen hasta el 2013, esto es luego de las elecciones. Pero volvió a claudicar en sus propuestas, como antes lo hiciera con el programa de salud, con la reforma financiera o con la prórroga de las exenciones impositivas a los poderosos, y esto le ha significado distanciamiento, sino ruptura, con el ala izquierda de su partido.
Salvando el euro
La deuda pública promedio de la eurozona es del 80 por ciento de su PBI consolidado, con picos como en Grecia 150, Italia 126, Bélgica 98, Francia 84. Mientras que casi todos los países muestran fuertes déficit fiscales y diferentes políticas nacionales.
En el bloque subyace un problema político y es que a pesar de la integración y la moneda única priman las diferentes políticas nacionales de los países integrantes. Las soluciones del tipo neokeynesianas fueron rechazadas por Alemania cuyo canciller Angela Merkel, al igual que Barak Obama en EEUU, ve caer su popularidad en picada en pleno período preelectoral. Pero tampoco pasó la solución que buscaba profundizar las medidas neoliberales, por temor a una expansión de la indignación social que ya recorre España y Grecia.
Finalmente en el limite de las negociaciones un acuerdo franco-alemán logró salvar la crisis y acordar un nuevo salvataje para Grecia, esta vez por 158.000 millones de euros y a mayores plazos. Al mismo tiempo aseguraron la contribución privada al salvataje incluyendo una porción “voluntaria” de los bancos. Mientras que el francés Sarkozy, también en campaña, ve subir su popularidad al lograr ampliar las atribuciones del Fondo Europeo de Estabilización Financiera (FEEF).
Lograron así aliviar el peso de los servicios de la deuda y alejaron el fantasma de la ruptura del euro. Zafaron de la coyuntura pero no resolvieron el futuro más mediato.
En Europa ya están las calificadoras de crédito hablando de un semidefault de Grecia, mientras que crece el temor a nuevos rescates. Esta vez de España e Italia, quinta y cuarta economías del bloque, demasiado grandes para ser restadas por un FEEF que no tiene demasiados fondos. En EEUU nadie, ni republicanos ni demócratas, quedo conforme con la solución consensuada, mientras se pronostica una agudización de la crisis y ya China manifestó su profunda desconfianza sobre el futuro de esa economía.
Uso capitalista de la crisis
A pesar de las diferencias políticas los principales dirigentes mundiales han encontrado un punto de confluencia y acuerdos. En todos los casos la crisis se descarga sobre los trabajadores y sectores populares. Es que el capital haciendo uso de la crisis ha desatado una verdadera guerra de clases.
En EEUU esta guerra toma la forma de una confrontación de los ricos y poderosos -que no aceptan pagar mayores impuestos- contra los trabajadores, los pensionados, los desocupados, los pobres -que ven desarmarse los restos de la protección social heredados del New Deal-. En Europa se trata de una guerra entre acreedores -los bancos y los rentistas- contra los deudores -en general ciudadanos contribuyentes- pero los efectos de esta confrontación se descargan mayoritariamente sobre los trabajadores, los jubilados y los más pobres de la sociedad – que ven como desmantelan los restos del Estado del Bienestar.
Todos son conscientes que las medidas adoptadas solo salvan a los bancos y benefician a los grandes capitalistas y a las corporaciones, también que las economías lejos de recuperarse ahondaran su crisis. Sumados los PBI de EEUU y Europa alcanzan al 50 por ciento del mundial, no es difícil comprender que la combinación de la austeridad europea y el recorte de gastos en EEUU contribuirán a la recesión ya en curso en ambos continentes, con el impacto que supone a nivel global. Si efectivamente la economía China se contrae, como algunos pronostican, el cartón estará lleno.
Siempre se ha dicho, y en América latina lo sabemos por experiencia, que los límites al ajuste dependen de la resistencia social a los mismos.
Eduardo Lucita. Integrante del colectivo EDI –Economistas de Izquierda
La Arena
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