La desigualdad socioeconómica se ha agravado con la crisis económica y
las políticas de austeridad dominantes. Se han ampliado las brechas
sociales en el conjunto de las sociedades desarrolladas y,
particularmente, en los países europeos periféricos, como España.
Aumentan la pobreza y la exclusión social, así como las distancias entre
individuos ricos y pobres. En el ámbito mundial la polarización de la
riqueza es cada vez mayor. Esta dinámica está destruyendo la cohesión
social. Los sistemas políticos europeos pierden calidad democrática,
disminuye la legitimidad de las élites gobernantes, se abren profundas
brechas entre el Norte y el Sur y se cuestiona el proyecto común
europeo.
Aquí, vamos a mostrar algunos datos sobre el incremento de la
desigualdad socioeconómica, principalmente, en España, junto con algunas
comparaciones con otros países. El principal indicador (con varias
fuentes oficiales no homogéneas), que considera toda la estructura
social, es el Índice Gini (entre el 0 -máxima igualdad- y el 1 -máxima
desigualdad-; o bien, transformado en coeficiente -entre 0 y 100-). Lo
completaremos con otros dos indicadores de Eurostat: la relación entre
los ingresos del 20% superior y los del 20% inferior, y la evolución de
la tasa de riesgo de pobreza.
El gráfico 1 señala el
importante crecimiento de la desigualdad en España en los últimos años
de crisis. El incremento entre el 31,3, del año 2007, y el 34, del año
2011, es casi del 10%, y la distancia con la media de la UE-15 se
amplía. Por otro lado, el gran crecimiento económico de los años previos
no se utilizó para mejorar el nivel de igualdad que se mantuvo similar
desde principios de la década. Crecimiento no es sinónimo de igualdad y,
en este caso, crisis económica y austeridad sí que produce desigualdad.
Gráfico 1. Coeficiente Gini
Fuente: Eurostat (2014).
Con los últimos datos disponibles de la ONU (algunos dispares con los
de la OCDE y el Banco Mundial), podemos clasificar distintos países
significativos del mundo, en cuatro segmentos por nivel de desigualdad:
- Países menos desiguales (coeficiente Gini de 22,6 a 25,4): Noruega 22,6; Eslovenia 23,7; Suecia 24,4; R. Checa, 24,9; Países Bajos, 25,4.
- Países con baja desigualdad, en
torno a la media de la eurozona (30,5) y la UE-27 (30,7) (entre 28 y
35): Dinamarca, 28,1; Alemania, 28,3; Francia, 30,5; Italia, 31,9, Reino
Unido, 33,0; España, 34,0 (el número 51 de 160 países); Grecia, 34,3;
Portugal, 34,5; Otros países del Este y musulmanes con menos
desigualdad que España son: Ucrania, 26,4; Pakistán, 30,0; Egipto, 30,8;
Polonia, 30,9; Croacia, 31.
- Países con alta desigualdad (entre 36 y
56): India, 36,8; Japón, 37,6; Cuba, 38,0; Venezuela, 39,0; Rusia, 40,1;
Turquía, 44,8; EEUU, 46,9; México, 47,6; Brasil, 54,7; Bolivia, 56,3.
- Países más desiguales (por encima de 60): China, 61,0; Global Mundo, 63,0; Sudáfrica, 63,1; Namibia, 63,9.
Los países menos desiguales del mundo están en Europa, en particular
los de tradición socialdemócrata, seguidos por los continentales
centroeuropeos.
Pero también el grueso de la U. E., comparando con el resto del mundo
y la media global, está en el segundo bloque de baja desigualdad,
incluido los anglosajones, los mediterráneos y algunos del Este. Tiene
sentido hablar del modelo ‘social’ europeo, asociado a una menor
desigualdad económica con grandes franjas intermedias y un Estado de
bienestar, con amplios servicios públicos e importante protección social
pública, todo ello dejando al margen los condicionamientos y ventajas
históricas en su construcción y su desarrollo económico. Cabe mencionar
también, en este bloque, tres países significativos, de Asia (Pakistán),
norte de África (Egipto) y Europa del Este (Ucrania); los dos últimos
con importantes revueltas sociales democratizadoras en un contexto de
bloqueo económico y autoritarismo político-institucional.
En el tercer bloque, con alta desigualdad, aparece EE.UU., la
principal potencia mundial. Según la ONU (que no coincide con el Banco
Mundial), la evolución de su desigualdad ha sido la siguiente: en el año
1929, el coeficiente de Gini era de 45,0; en 1969 había bajado al 36,1;
para 1989 este coeficiente se había elevado a 44,5, y en 2009, al 46,9.
Según estos datos, en la década de los ochenta, se habría producido un
fuerte aumento de la desigualdad y, en estos años de crisis, se estaría
generando otro fuerte impacto regresivo. Se puede completar esta visión
con el coeficiente de Gini referido al patrimonio que todavía da una
relación más desigual y que ha ido en aumento: año 1983, 80,0; año 1989,
83,2; año 2007, 83,4; año 2009, 86,5.
Otro país significativo es Brasil, con una alta desigualdad (54,7),
pero que ha bajado ligeramente (un 10%) desde el año 1998 (60,7). Aquí
se puede decir que su gobierno de izquierdas, de más de una década, se
deja notar algo en este aspecto, sin que por ello sirva de suficiente
contención a las amplias demandas populares de mejores servicios
públicos.
Un país particular es Cuba. Su evolución ha sido la siguiente. En el
año 1986 tenía un mínimo de desigualdad, con un coeficiente de 22,0;
subió a un máximo de 55 en 1995, y fue bajando al 40,7 en 1999 para
descender al dato último de 38,0, en 2002.
Dentro de los países más desiguales del mundo (la mayoría africanos y
algunos latinoamericanos), hay que mencionar a Sudáfrica (63,1). A
pesar de la desaparición del apartheid y el impulso antirracista de N.
Mandela y su partido gobernante, el Congreso Nacional africano, esa
realidad de gran desigualdad social expresa los límites de los cambios
de la estructura económica y la persistencia de una minoría oligárquica
(blanca con pequeños añadidos de color) junto con una mayoría (negra)
pobre que permanece.
Un caso especial es China,
con un gran incremento de la desigualdad social: el coeficiente Gini, ha
ascendido fuertemente desde 1999 (39,2), pasando por 2004 (46,5), hasta
el año 2009 (61,0); su aumento en esa década es de un 50%. Supone que
aunque su gran crecimiento económico ha permitido una mejora sustancial
del nivel de vida medio, incluido las amplias capas populares rurales,
se han incrementado las distancias entre las capas dominantes (unos
pocos millones de la élite económica e institucional), las llamadas
clases medias (urbanas), que según diversas fuentes alcanzan los
trescientos millones de personas y se están consolidando, y la mayoría
de la población (más de mil millones) cuyo progreso es menor, y perciben
las grandes desigualdades y el aumento de las distancias de los
sectores acomodados y las élites.
Gráfico 2: Ratio s80/s20
(Relación entre la renta del 20% superior y la del 20% inferior)
Fuente: Eurostat (2014).
El gráfico 2 expone la evolución de la relación entre las rentas del
20% superior o más rico de la población y las del 20% inferior o más
pobre. Al comparar los datos de España y la UE-15 (los países iniciales,
más desarrollados, aunque también están incluidos Portugal y Grecia) y
la UE-27 (el conjunto), vemos que la distancia es significativa, en
torno a un 10% más, durante toda la década hasta el año 2008 (5,4). Pero
en los últimos años, con la crisis, el desempleo y la debilidad de la
protección social, en España se produce un incremento sustancial de la
desigualdad, llegando a una relación de 7,2 puntos en el año 2012 (con
los últimos datos disponibles y provisionales). Esos cuatro años suponen
un incremento de un tercio en las distancias de los ingresos entre esos
dos segmentos extremos, el porcentaje mayor en la UE, y nos sitúa en
una distancia entre esos segmentos un 28% superior a la media europea.
Esta desigualdad es incluso superior a la de Grecia que la ha
incrementado un 10% (de 6 puntos en el año 2007 a 6,6 en 2012), o Italia
con un ligero aumento del 5% (de 5,3 a 5,5 puntos); y considerando que
otros países han reducido esa diferencia de ingresos, como Portugal (de
6,5 a 5,8 puntos) y Alemania (de 4,9 a 4,3 puntos). Podemos añadir que
el 20% más rico en España acapara el 44% de las rentas, y el 80%
restante se reparte el 56%; es decir, los ingresos del sector más
pudiente son el triple de la media del resto de la sociedad.
Como se puede comprobar en el
gráfico 3, Eurostat ha incorporado un nuevo indicador (tasa) por debajo
del cual se sitúa la población en riesgo de la pobreza y exclusión, que
es el utilizado aquí; no mide solo la ‘pobreza monetaria’, habitual en
las estadísticas sobre pobreza y que ronda en torno al 21%, sino que
incorpora también otras condiciones de vida, como la vivienda.
Gráfico 3: Evolución de la tasa de riesgo de pobreza en España
Fuente: Eurostat-AROPE (Estrategia 2020) (2014).
El porcentaje de la población total en riesgo de pobreza había
disminuido ligeramente desde el año 2004 (24,4%) al 2008 (22,9%). Pero
se incrementa fuertemente (cuatro puntos, el 17%) en estos cuatro años,
hasta llegar al 27% en 2011 y al 26,9% (provisional), en 2012. Así, por
debajo de ese umbral se sitúa más de una cuarta parte (26,8%) de la
población española, o sea, casi doce millones de personas.
Paradójicamente, la parte de los habitantes que resiste más este
retroceso es la de 65 y más años, ya que sus pensiones de jubilación (no
las de viudedad) son mayoritariamente bajas pero están ligeramente por
encima de ese umbral (aunque van a sufrir los recortes de las reformas
de pensiones aprobadas, e hijos y nietos empiezan a depender de esos
ingresos). Al mismo tiempo, en la población adulta se incrementa la
pobreza al aumentar el desempleo, y su tasa de pobreza corre pareja con
la de la media. Es especialmente significativo el aumento del porcentaje
de pobreza, en más de seis puntos (del 21,9% al 28,2%), entre la
población menor de 16 años, gran parte en unidades monoparentales
(mujeres en desempleo o inactivas), y que presenta un panorama muy
difícil para una parte significativa de nuestra infancia.
En definitiva, se está produciendo un incremento de la desigualdad,
que afecta a la cohesión de las sociedades europeas, particularmente de
los países periféricos. Tiene implicaciones para la calidad democrática
de sus sistemas políticos y las relaciones internacionales. Es una
situación reconocida por personalidades como Obama para el que La desigualdad es el desafío que caracteriza a nuestra era. Pero también es una realidad percibida por la mayoría de las sociedades europeas. Según un reciente sondeo sobre desigualdad (ver diario El País, 6 de enero de 2014), en España, el 90% de la población opina que la brecha entre ricos y pobres ha crecido, el 89% que la actual situación económica favorece a los ricos y el 75% que la brecha entre ricos y pobres es un gran problema (los
porcentajes respectivos para otros países significativos son: Grecia,
88%, 95% y 84%; Italia, 88%, 86% y 75%, y Alemania, 88%, 72% y 51%).
La mayoría de la sociedad, desde una cultura cívica de justica
social, manifiesta su desacuerdo respecto a la estrategia
liberal-conservadora de austeridad, que sufre un fuerte proceso de
deslegitimación social. La pugna en Europa por acabar con los recortes
sociales y laborales y promover la igualdad, una gestión política
democrática y una salida justa de la crisis, con el horizonte de una
democracia social avanzada, se convierte en un desafío para todas las
fuerzas progresistas.
Antonio Antón. Profesor honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid
Público.es
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