Es sabido que Leibniz mantenía en su Teodicea una tesis muy sui
géneris: Dios ha creado el mejor mundo de todos los posibles, todas las
cosas tienen su justificación, su causa suficiente y todo mal posee su
razón de ser al estar ordenado a conseguir un bien superior. Tal vez se
encuentre aquí la explicación de que Franco tras el atentado del
presidente Carrero Blanco pronunciase aquella frase aparentemente tan
enigmática: “No hay mal que por bien no venga”.
Voltaire no participaba de una visión tan optimista y no dudó en
ridiculizarla con una novela, “Cándido”. No solo el protagonista, cuyo
nombre sirve de título a la obra, sino también el resto de sus
personajes sufren toda clase de desgracias. No obstante, todas ellas no
consiguen que el preceptor de Cándido, Pangloss (personificación de
Leibniz), cambie un ápice su tesis de que vivimos en el mejor de los
mundos posibles.
Hoy abundan también los pangloss que nos repiten por doquier que
contamos con el mejor sistema económico posible; que la globalización
maximiza las riquezas y el crecimiento económico y que la Unión Europea y
Monetaria constituye la mejor opción para las economías europeas. Bien
es verdad que esta visión idílica choca día a día con la realidad
personal de cada uno, pero, ya se sabe, esos males particulares son
simples elementos necesarios para el bien general.
Los cándidos del siglo XXI contemplan el fin de la estabilidad en el
empleo y se ven obligados a olvidar la seguridad con que contaban sus
padres de mantener el puesto de trabajo. La indemnización por despido
desaparece y los empresarios pueden rescindir los contratos laborales
sin apenas coste. La amenaza de acabar incrementando el ejército de
reserva, es decir, la legión de los parados, está siempre presente y
actúa como incentivo eficaz para que las jornadas aumenten y los
salarios se reduzcan. Ya lo dijo aquel presidente de la patronal que
ahora se encuentra en la cárcel: “Hay que trabajar más y cobrar menos”.
Pero siempre habrá algún pangloss cerca que les diga que todo ello es
necesario para que funcione el sistema, el mejor sistema económico
posible; deben aceptar de buen grado tales medidas porque la
flexibilidad en el mercado laboral es precisa para que la economía sea
competitiva frente al exterior. Males necesarios para un bien superior.
A los cándidos actuales se les dice que cuando lleguen a la
jubilación no podrán cobrar las mismas pensiones a las que tenían
derecho sus padres; que estas no mantendrán ya el poder adquisitivo, que
no se actualizarán anualmente por el índice de precios y que, si no
quieren caer en la pobreza en su vejez, deben ir apartando una porción
de su exiguo salario para prestársela a los bancos, que la manejarán a
su antojo durante largo tiempo y se la devolverán a la hora de la
jubilación en una cantidad devaluada por la inflación. Pero ello es un
mal necesario para que el sistema funcione, las cotizaciones sociales se
reduzcan y así seamos más competitivos. Como contrapartida, gozan del
sistema económico más eficaz, la globalización.
Tampoco es viable ya la sanidad gratuita, los beneficiarios tendrán
que ir poco a poco asumiendo parte del coste si no quieren que las
prestaciones y los servicios públicos se deterioren. El presupuesto no
da más de sí y los impuestos tienen un límite, ya que no se puede gravar
ni a las empresas ni al capital para evitar, dicen, que las inversiones
emigren a otras latitudes más permisivas fiscalmente. Esto que puede
parecer un mal, afirman los pangloss de turno, tiene su razón
suficiente, que no es otra que los mercados globalizados, que es el
sistema económico óptimo.
Los cándidos de hoy comienzan a ser conscientes de que la democracia
es una cosa del pasado, de que en países como España, Portugal, Grecia o
Italia los parlamentos y los gobiernos son marionetas de otros poderes
extranjeros, de Bruselas, Frankfurt o Berlín. Los ciudadanos eligen a
quien no manda y a quienes mandan no se les puede elegir. Pero si los
sistemas democráticos están trufados, si la democracia desaparece, hay
que conformarse y asumirlo con buen talante, afirman los pangloss
oficiales, ya que no hay efecto sin causa y todo está perfectamente
ordenado hacia un bien superior: la pertenencia a Unión Europea y
Monetaria que, sin duda, constituye opción óptima para los países
europeos.
En el mejor sistema económico posible la desigualdad se hace cada vez
mayor, los ricos son cada día más ricos y los pobres cada vez más
pobres. Es más, el colectivo de los pobres aumenta cada día debido a la
incorporación progresiva de las clases medias. Pero no debemos
preocuparnos, ello es tan solo un ingrediente imprescindible para
conseguir un bien superior, la eficacia de la economía.
El mejor sistema económico posible, el de la globalización, el del
libre comercio, el de la libre circulación de capitales, es la causa
suficiente de que se incremente la desigualdad, que los sistemas
fiscales se hagan más regresivos, que desaparezca el Estado del
bienestar, que se trabajen más horas y se cobre menos, que las
condiciones laborales empeoren año a año, que exista un elevado
porcentaje de paro, que se privatice la sanidad, la educación y hasta la
justicia, que cada jubilado tenga que apañárselas como pueda, que los
gobiernos entiendan que son los mercados los que mandan. ¿El mejor
sistema económico posible? Será para los integrantes del decil superior
en la distribución de la riqueza y de la renta. ¿Acaso el 90 % restante
no debería preguntarse qué pasaría si adoptásemos un sistema económico
menos perfecto y más ineficaz?¿por qué no mandar a la mierda el mejor
sistema económico posible?
Juan Fco Martín Seco
República.com
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