En el primer post
de esta pequeña explicación de cómo los bancos crean y mueven el dinero
explicamos qué es y quién se encarga de crear el dinero legal. En este
segundo post nos detendremos en la naturaleza y características del
dinero que crean los bancos.
El dinero bancario no es dinero en sentido estricto (el banco central no le reconoce validez). El dinero bancario son simplemente promesas realizadas por el banco que crea ese dinero.
Son promesas de pago, y por eso se pueden utilizar para realizar
transferencias (comprar cosas, efectuar pagos, realizar inversiones…).
Vamos a explicarlo con más detenimiento utilizando un ejemplo.
Yo puedo escribir en un papel: “me comprometo a pagar 1.000 euros al
poseedor de este papel” y ésta es la promesa que estoy materializando en
un formato físico. Si yo quiero comprarle a Isabel un mueble que cuesta
1.000 euros, en vez de entregarle billetes o en vez de hacerle una
transferencia bancaria, puedo entregarle mi promesa de pago (el papel).
Esto sólo tendría sentido si Isabel se fiara de mi palabra y confiara en
que en un futuro le pagaré esos 1.000 euros (pero esta vez con dinero
legal, no con mi promesa). Si Isabel confía en mi palabra, yo habré
comprado un mueble sin utilizar dinero legal respaldado por el banco
central. El proceso podría continuar: Isabel podría comprarle a Simón un
portátil entregándole la promesa de pago que yo hice (el papel). Si
Simón confiara en mi palabra y aceptase el papel, se habría producido
otra venta sin necesidad de utilizar dinero legal respaldado por el
banco central. Esta sucesión de compras y ventas podría continuar
indefinidamente, siempre que aquellos que utilizaran mi papel confiasen
en mi palabra.
Es importante destacar que mi papel sirve como medio de pago porque
yo me he comprometido a pagar 1.000 euros a aquel que tenga en su
propiedad el papel y venga a reclamarme el dinero. Pero puede ocurrir que nunca vengan a reclamarme el dinero.
Puesto que todo el mundo confía en mí y todo el mundo acepta mi papel
en las transacciones, no hay necesidad de que se molesten en venir a mí
para que le cambie el papel por los 1.000 euros. A efectos prácticos, mi
papel se ha convertido en un billete de 1.000 euros. Pero sólo porque
confían en mi palabra.
Si yo tuviese cierta dosis de picardía podría aprovecharme de esa
confianza que depositan en mí y podría fabricar más promesas de pago en
otros papelitos. De esta forma, podría comprar más cosas con mis nuevas
promesas, y sin necesidad de tener suficiente dinero legal. Mientras la
gente confíe en mi palabra, esos papelitos funcionarían exactamente como
dinero legal, pero sin serlo. El problema aparecería cuando alguien
dejara de confiar en mí y viniese a mi casa a cambiar su papelito por
dinero. Si sólo viniese una persona y yo pudiese pagarle 1.000 euros (de
dinero legal) no pasaría nada. Pero si la desconfianza se generalizase,
muchos quisieran entregarme los papelitos a cambio de dinero, y yo no
tuviese en mi poder suficiente dinero legal para satisfacer sus
demandas, en ese momento se me habría acabado el chollo. Tendría que
reconocer que no puedo pagar, la noticia se extendería y entonces ya
nadie aceptaría mis papelitos como medio de pago.
Una consecuencia derivada del fin de mi ganga es que todo aquel que
tuviera en sus manos un papelito tendría que soportar una pérdida.
Recordemos que obtuvieron el papelito entregando algo de su propiedad
por valor de 1.000 euros, pensando que el papelito valía esa cantidad.
Una vez mi chiringuito es desmontado, la validez del papelito se
desvanece (ya no vale nada), y su propietario tiene que reconocer
inmediatamente que ha perdido 1.000 euros.
El lector habrá podido ya advertir la similitud de este ejemplo de
los papelitos con el quehacer de los bancos privados. En efecto, aunque
los bancos privados tienen dinero legal en su poder (como explicamos en
el primer post), también crean promesas de pago –pero en vez de ser
papelitos como en el ejemplo son números electrónicos en cuentas
bancarias y también cheques–. Estas promesas no están respaldadas por el
banco central, por lo que no es dinero legal. Pero en la práctica
funcionan como tal porque los individuos de la sociedad confían en los
bancos y creen que siempre que vayan a sacar dinero de su cuenta los
bancos les van a entregar dinero legal. En consecuencia, a lo largo y
ancho de la economía se utilizan estas promesas de pago (cheques y
números electrónicos en cuentas bancarias) para realizar transacciones, a
pesar de que no están respaldadas por dinero legal.
Por lo tanto, cada banco tiene por un lado dinero legal (en forma de
dinero físico y en forma de anotaciones en la cuenta que tiene el banco
en el banco central) y por otro lado tiene dinero bancario, que son
promesas de pago. La proporción de los dos tipos de dinero sobre el
total depende de la legislación vigente en cada territorio. En la zona
euro actualmente es la siguiente: por cada 100 euros de dinero total que
tenga el banco, debe tener como mínimo 1 euro de dinero legal. Los 99
euros restantes puede ser dinero bancario, es decir, promesas de pago no
respaldadas por el banco central. Puede parecer una proporción
exagerada, pero en realidad es más que suficiente: el 1% de todo el
dinero que almacena cada banco es muchísimo dinero, y sobra para llevar a
cabo las actividades rutinarias. Esto es así porque la mayor parte de
las transacciones de los bancos son efectuadas con dinero bancario
(promesas de pago) y no con dinero legal. Sin embargo, como ya se sabe,
si por algún casual (por ejemplo, un pánico bancario) todos los clientes
quisiesen retirar el dinero que han depositado en su banco, lo cierto
es que no podrían hacerlo porque el banco no tiene tanto dinero legal
como para satisfacer toda la demanda.
Pero cuando un banco tiene que hacerle una transferencia bancaria a
otro banco o al gobierno, ¿con qué dinero le paga? ¿Con dinero legal o
con sus promesas de pago (dinero bancario)? Esto es lo que veremos en el
siguiente post.
Eduardo Garzón
Saque de Esquina
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