I
Cada año el INE es más aplicado en la publicación de las cifras de
empleo. Y en cada entrega las cosas son peores. Este año el paro ha
rozado los 6 millones. Si no ha llegado a esta cifra es porque más de
158.000 personas han abandonado el mercado laboral y pasado a la
categoría de inactivos. Y no se trata de personas que se han jubilado y
al menos tienen asegurados unos ingresos sino que las salidas se han
producido en los grupos de edad de menos de 55 años. O sea que en su
mayoría se trata de “trabajadores desanimados” que ante la imposibilidad
de encontrar empleo han decidido dejar de buscarlo. No se trata de una
manipulación estadística: simplemente, la forma como se mide el paro
deja fuera de tal categoría a una parte importante del ejército de
reserva que busca empleo. Pero desde una perspectiva general podemos
decir que los 6 millones se aproximan más a la situación real que los
dígitos de la cifra oficial.
La lectura detallada de la Encuesta de Población Activa permite
analizar muchas otras cuestiones que dan un cuadro bastante aproximado
de la situación laboral. Por ejemplo permite observar que la retirada
del mercado laboral sigue siendo cosa de jóvenes en general y de hombres
en particular, pero que aún han continuado llegando mujeres al mercado
laboral. Dos tercios de las nuevas buscadoras de empleo son mujeres
mayores de 55 años, algo que puede estar indicando la extrema dureza de
la situación. En el otro lado se constata la persistente destrucción de
empleo: más de 850.000 empleos volatilizados en un año, aproximadamente
un 25% en el sector público. En lo que afecta a la destrucción de empleo
sí que se experimenta un cambio importante puesto que casi la mitad de
los empleos destruidos lo ha sido en los servicios (un conjunto de
actividades que seguían generando empleo al principio de la crisis). La
construcción y la industria siguen fabricando paro en grandes
cantidades, pero el desplome de los servicios indica que los recortes
públicos y el ajuste en algunos sectores como la banca han acabado por
hundir las actividades que en otras situaciones conseguían cuanto menos
paliar la situación.
La combinación de crisis financiera, integración europea asimétrica y
ajuste del gasto público ha conseguido quebrar todas las dinámicas de
contención del desempleo y genera un desastre social. No sólo hay menos
puestos de trabajo sino que además son peores. Sin entrar en la cuestión
de los salarios (pues las estadísticas salariales merecen un análisis
pormenorizado que sale fuera de la extensión de esta nota) puede
observarse el imparable crecimiento del empleo a tiempo parcial: sólo en
un año ha pasado del 13,8% del total de empleos al 15,3%, (la cota
llega al 25,5% cuando se trata de empleo femenino). Muchas de las
personas empleadas a tiempo parcial deberían considerarse paradas a
tiempo parcial, puesto que se trata de actividades que no permiten
obtener salarios aceptables. El tiempo parcial y la inactividad son dos
de las realidades que ayudan a embellecer las cifras del paro, pero que
en ningún caso resuelven los problemas de la gente.
Puestos a dar el panorama completo, sólo hay una variable que
experimenta una evolución positiva: la del empleo temporal, que cae del
24,9% del empleo asalariado al 23%, sin duda un resultado debido más a
la destrucción de puestos de trabajo que a un cambio en las políticas de
contratación El balance general no puede ser más desastroso. Los
impulsores de la reforma laboral no pueden dar ninguna señal que
justifique la urgencia con la que se aplicaron las medidas ni su
capacidad para reorientar el empleo. 2012 ha sido otro año de
destrucción masiva de puestos de trabajo, de creación de sufrimiento, de
engorde del ejercito de reserva local.
II
Detrás de los seis millones de parados hay seis millones de
sufrimiento, de inseguridad extrema, de angustia, de quiebra de la
seguridad vital. Pero lo peor de todo es la sensación de caída sin
paracaídas, de imposibilidad de cambiar la situación, de impotencia de
las políticas. Los líderes económicos solo ofrecen un plan posible de
salida de la situación: la devaluación interna, en forma de reducción de
salarios y derechos sociales, combinada con la llegada de inversores
extranjeros y la generación espontánea de nuevos emprendedores con cuya
combinación se relanzarán las exportaciones y se reanimará la actividad.
Más o menos una versión tecnocrática del cuento de la lechera versión
neoliberal. Los recortes de gasto público y salarios tienen un claro
efecto depresor de la actividad. La llegada de inversiones
internacionales es una constante de las políticas de los últimos años,
un campo en el que existen muchos competidores y en el que el resultado
es incierto. Parte de los males de la economía española son precisamente
el resultado de una exitosa llegada de capital extranjero que compró
empresas para cerrarlas y controlar el mercado y que alimentó
generosamente la burbuja inmobiliaria. Y los “emprendedores”
tecnológicos que tanto gustan a nuestros políticos y propagandistas
económicos nunca suelen aparecer por casualidad, florecen allí donde se
desarrollan procesos que generan oportunidades realistas, que requieren
un fuerte impulso inicial (como puede estudiarse en el caso de la
relación de las nuevas tecnologías de la información y el gasto militar
de los EE.UU.). Aquí los emprendedores locales suelen ser más del tipo
“promotor hecho a sí mismo” que otra cosa. El tipo de gente que
protagonizó parte de la oleada especulativa de las últimas décadas.
Crear otro marco cultural y otro modelo productivo no nace de la nada,
sino que solo puede desarrollarse dentro de un marco de transformaciones
institucionales que hoy desprecian los fundamentalistas del libre
mercado. Es improbable que el modelo de deflación competitiva (reducir
salarios para competir en el mercado), desmantelamiento de derechos (no
sólo laborales: basta observar todas las concesiones que ha conseguido
arrancar el promotor de Eurovegas) y fe ciega en la iniciativa
individual nos saque del marasmo.
Cinco años de fracasos continuados son mucho tiempo para seguir
confiando en unas políticas fracasadas. Y es necesario elevar voces en
demandas y con propuestas de otras políticas. Especialmente hay que
plantear algunas cuestiones de fondo básicas para poder desarrollar
algún programa de reformas o cambios. Hay varias cuestiones a plantear:
Primera: la devaluación competitiva no es una fórmula aceptable para
resolver el problema a escala planetaria, sino que empeora la situación
global. La fórmula de exportar más que los demás es simplemente una
carrera hacia atrás. Lo expresado recientemente por Merkel acerca de que
lo que deben hacer países como España es exportar más a Latinoamérica
(o sea, a los países más pobres) es una muestra más del mercantilismo
que predomina en las élites alemanas. Más o menos la ideología dominante
en gran parte del siglo XVII, un mundo con pensamiento imperial. Por el
contrario, salir del desempleo requiere medidas cooperativas entre
países, regulación de derechos básicos en todas partes, control de los
flujos financieros, etc.
Segundo: la actividad laboral es tanto más relevante cuando más
permite satisfacer necesidades básicas a todo el mundo. El empleo
público es tan bueno o mejor que el privado. Cuando el sector privado no
genera empleo, o lo deriva a actividades parasitarias, el desempleo
debe combatirse con empleo público. O para público, si se teme a la
burocracia. En definitiva, se trata de aportar recursos públicos a la
creación de empleos orientados a cubrir las actividades donde las
demandas sociales son palpables.
Tercero: los desafíos actuales exigen cambios considerables en las
formas de vida. Y el ajuste en la urbanización, el transporte, la
alimentación, la energía exige promover planes específicos de
intervención, políticas colectivas que requieren liderazgo colectivo y
que pueden dar lugar a la aparición de nuevas iniciativas de pequeños
grupos (un terreno abonado al fomento de cooperativas y experiencias
autogestionarias).
Cuarto: el principal elemento limitador de las dos políticas
anteriores es la carencia de recursos públicos y la desigual
distribución de la riqueza. Gran parte de las políticas actuales es mera
política en beneficio de una capa de rentistas parasitarios que no son
capaces de cumplir lo que presuntamente saben hacer: generar empleo. Las
medidas de transferencia de riqueza son estrictamente básicas para
salir del marasmo. Medidas que pueden llevarse a cabo por vías diversas:
nuevos impuestos, impago de parte de la deuda pública, expropiación de
bienes y empresas que han incurrido en delitos, inflación sin indexación
de las rentas del capital, etc.
Quinto: el trabajo es una necesidad para producir necesidades pero no
es un fin en sí mismo. Por esto hay que regular las condiciones del
empleo digno, incluyendo un cierto control de las rentas salariales
anteriores. Puede existir el caso de adictos al trabajo, workalcolicos, como
hay adictos a otras cosas. A menudo esto se produce en actividades
creativas (investigadores, artistas, etc.) y es posible que en muchos
casos produzcan beneficios sociales importantes. Acotar limites de
ingresos y jornada laboral no implica regular toda la actividad
personal, simplemente se trata de diferenciar el nivel de actividad
estándar y dejar libertad a la gente para que haga lo que quiera en el
tiempo que resta. Al fin y al cabo es dudoso que muchas de estas
actividades creativas dejen de hacerse por razones de retribución,
puesto que incorporan otro gran número de estímulos igualmente
creativos.
Estas son a mi entender las bases culturales sobre las que discutir
en serio el problema del paro. Un problema que es expresión directa de
los tres grandes problemas que conlleva la organización capitalista de
la sociedad: injusticia distributiva (el paro es en parte una forma de
distribución injusta de la renta), fallo sistémico de coordinación
(Marx, Kalecki, Keynes, Robinson, Minsky y tantos otros lo han explicado
muy bien) y depredación de las bases naturales y sociales que
posibilitan la existencia de la sociedad. Es urgente avanzar medidas
hacia un modelo social que trate de hacer frente a esta triada perversa.
Albert Recio Andreu
Mientras Tanto
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