Hace unos días a un miembro de la Real Academia de la Lengua Española le
preguntaban sobre el significado del término. No respondió con evasivas
y derechamente dijo que no podía explicarlo, arguyó en su defensa, que
aún no estaba en el diccionario y que para que una palabra pueda
descansar en él, tienen que pasar por lo menos ocho años. Menos mal que
no osaron preguntarle a un miembro de la Real Academia de la historia
española, que en una interpretación personalísima hubiera quizás
confundido los hechos para terminar hablando de que hace mucho tiempo
Franco, ya había llamado la atención sobre el asunto. En la calle, la
típica muestra televisiva sin mayor certeza real comprobó que nadie
tiene puñetera idea de lo que significa la prima de riesgo.
La prima de qui?
inquirió extrañado un jubilado catalán mientras acariciaba la bola de
petanca que descansaba en su regazo. Aquí en el barrio la mayoría
seguimos siendo primas, respondió una vecina del Albaicín, a la paya
reportera. Un grupo de chavales que mataba el tiempo en una plaza de
extrarradio de Madrid confundieron a la prima de riesgo con la prima del
Riesco y ahí los comentarios subieron de tono y el micrófono se apagó.
Una pareja de cuarenta que salía de unos grandes almacenes esbozó un
campo semántico económico, para luego, apresurarse a decir-siempre con
semblante desafiante- que gracias a dios, ellos no estaban en crisis. Y
por último, un inmigrante que currículo en mano buscaba trabajo
desesperadamente para renovar sus papeles, comentó al paso que a él no
le interesaba la política porque había venido exclusivamente a trabajar.
En lo que va de semana la prima de riesgo española ha subido
hasta los 460 puntos y la italiana ya está en los 519. Para hacernos una
idea, Grecia, o como lo que se conocía por aquel país, cayó en banca
rota cuando la deuda sobrepasó la barrera psicológica de los 500 puntos,
lo mismo ocurrió con Portugal e Irlanda. Por eso no es descabellado
preguntarse hasta cuándo aguantaremos nosotros antes de la intervención
económica. O en su defecto, qué nuevos recortes sociales de envergadura
se llevarán a cabo para calmar a los llamados mercados financieros que
gobiernan con total soltura la crisis económica y política europea. De
nada sirvió que los mercados financieros en las últimas semanas
derrocaran a Papandreu y Berlusconi, estos y su ejército de tecnócratas
de todo el mundo siguen presionando por la profundización de los ajustes
estructurales de la economía en los países del euro. La consigna está
clara reducir la deuda pública y para ello recortar todo gasto social,
inversión pública, trabajo público, reducción del estado,
privatizaciones de empresas...El próximo domingo el derechista Partido
Popular Español refrendará esta tesis con su triunfo en las elecciones
generales.
Lo mismo se la llama prima de riesgo, deuda país o
diferencial de deuda. Se podría decir que es la herramienta más eficaz
en el entramado del capitalismo financiero mundial a la hora de
profundizar la doctrina del shock. En términos estrictos la prima
de riesgo es el sobreprecio que paga un país por financiarse en los
mercados internacionales a través de sus bonos y venta de deuda pública,
siempre comparado con Alemania. Ayer ese diferencial llegó al 6,34% con
respecto al bono alemán, algo histórico que no ocurría desde tiempos de
la peseta. Esto se traduce en que habrá que pagar más intereses a los
mercados y sus especuladores. Se calcula que por cada 100 puntos de
subida en la prima de riesgo, España tendrá que desembolsar 12.000
millones de euros al año y se dejan de crear 170.000 puestos de trabajo.
Los llamados mercados financieros a través de sus agencias de
calificación de riesgo generan las condiciones objetivas y subjetivas
para ir en busca de otra intervención económica que reportará otro gran
negocio para los de siempre. Y ahí va ella, en los últimos meses siempre
al alza, disciplinando a la clase política en su teoría económica de
que la confianza y la tranquilidad sólo llegarán a través de la
reducción de la deuda pública y la desmantelación total de los rescoldos
de estado de bienestar.
Quieren más y no pararán hasta
obtenerlo. La hoja de ruta del neoliberalismo pasa hoy por Europa- en la
década de los ochenta y noventa fue Latinoamérica con la llamada deuda
exterior- no está de paso, ha venido para quedarse y poner en evidencia
el mito de la Europa fuerte y cohesionada. En los pasillos de Bruselas
algunos personeros avanzan entre sollozos al enterarse de que la
política está subordinada a los designios de la economía y el estado de
ánimo de los mercados.
Muchos se conforman con la frase llevada a
axioma de que a veces es mejor no saber demasiado porque la realidad ya
agobia lo suficiente; no los culpo. Son tiempos abruptos, de cesantía
crónica, precariedad laboral y del miedo que va disciplinando las
conciencias de los trabajadores que no quieren perder el suyo. También
son tiempos del despertar social que desembocan en el 15M y aunque hasta
nuestros días siga siendo un movimiento más emocional que ideológico,
es sin lugar a dudas, un aporte que ha roto con el inmovilismo. Entramos
en una etapa de la historia europea en qué la única dimensión de las
consecuencias de la crisis que aún no se ha evaluado es la del estallido
social organizado y transformador.
Hoy por hoy ya no basta con
la indignación. De lo contrario la fiesta neoliberal será eterna y
contundente. Europa- y los que la habitamos- no será la misma cuando
termine esta crisis económica, las relaciones sociales tampoco y ahí sí
que se abre una gran posibilidad de agrietar la cultura popular
intoxicada de personalismo.
Millones
se preguntan en la soledad del amanecer, en qué instante, en qué
momento se jodio todo. Una pregunta que tardaremos años en contestar
porque la ausencia de autocrítica es tan profunda como la crisis
sistémica del capitalismo.
Rodrigo Soto
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