Jordi Évole (El follonero), en su programa “Salvados”, realizó un reportaje
que intentaba arrojar luz sobre esta incómoda pregunta. Para ello, entrevistó a
personas cuyas ideas ilustraban ambas caras de una misma moneda: la economía.
Por un lado, a personas afines a ideologías de izquierda, que están a favor de
aplicar políticas fiscales redistributivas y que, por tanto, graven más a
las grandes fortunas de nuestro país. Y por otro lado, a personas afines a
posiciones ideológicas de derechas o neoliberales, o simplemente a empresarios,
como José María Castillejo (creador de la marca “Pocoyo”), que abogan por todo
lo contrario: porque se alivie aún más la carga impositiva sobre las grandes
fortunas y las grandes empresas. Aunque también hubo cabida para entrevistar a personas que en
cierta forma respondían a una posición más neutral y que aportaban datos
objetivos, como es el caso de Manuel Redal, miembro del Sindicato de Técnicos
del Ministerio de Hacienda.
Aquellos que defienden que hay
que seguir mimando a los ricos, aún más si cabe en tiempo de crisis, afirman que si se aplica
una mayor presión fiscal, las fortunas de este país trasladarán más recursos a los
denominados paraísos fiscales, o incluso harán directamente las maletas para emigrar a
climas más cálidos, fiscalmente hablando. Es decir, para ellos mayor presión
fiscal sobre las rentas más altas es sinónimo de fuga de capitales. Para justificarse, aducen que estas fortunas
son, al fin y al cabo, las que tienen mayor capacidad de consumo y de creación empleo y que,
por ello, deben ser privilegiadas fiscalmente si se desea estimular la economía. Por
lo tanto, su solución al desempleo en España pasa por hacer fiscalmente más
atractivo este país a los inversores, esto es, a los ricos. Esto - dicen - creará más
riqueza, porque se crearán más empresas y los bancos recabarán más recursos, por lo
que también incidirá positivamente en la fluidez del crédito. Una tesis que el PP, esta
misma mañana, ha defendido en los Desayunos de la 1, a través de su portavoz,
Esteban González Pons. Quieren rebajar impuestos para incentivar las
inversiones y la contratación por parte de las empresas, porque, según su visión
de los hechos, la solución viene desde arriba, a través del siguiente esquema: los bancos conceden créditos a
las empresas, las empresas contratan empleados, los empleados consumen, hacen
rentables a las empresas y éstas, a su vez, a los bancos.
Por el contrario, los analistas
de izquierdas ven en esto un enorme equívoco, por no decir abiertamente
que se trata de una gran mentira. Señalan que el problema está, en
primer
lugar, en que el número de ricos representa una minoría dentro del
conjunto de la
población, por lo que su consumo particular apenas incide realmente en
la
economía. Y en segundo lugar, denuncian que la mayoría del capital
(plusvalías) obtenido por estos empresarios no se reinvierte en
«economía
productiva», sino en «economía especulativa», es decir, en potenciar las
rentas
del capital; las cuales, para más inri (como bien indica Manuel Redal),
tributan
en España nueve puntos menos que las rentas del trabajo. Y claro, si el
nivel
adquisitivo de las clases medias y bajas se reduce, la demanda de bienes
y
servicios cae, y con ella la economía en general. Porque aunque el
empresario
tenga acceso al crédito y pague el sueldo mínimo interprofesional a sus
empleados, si no hay demanda, no hay negocio. Y el principal problema de
España, que hace que los inversores sean reacios a invertir en capital
riesgo, es que la demanda de bienes y servicios es muy pobre, porque el
nivel adquisitivo de los consumidores también lo es (por endeudamiento
privado, por precariedad salarial y laboral, o por desempleo). Por lo
cual, entiendo que el esquema de crecimiento propuesto por el PP se
viene
abajo si sólo se atienden los intereses de los empresarios y de las
entidades financieras; porque si los
trabajadores obtienen salarios cada vez más bajos en condiciones más
precarias,
la demanda global es imposible que repunte y, por ende, que la economía
crezca
realmente. Porque - y esto es un aspecto clave - durante los años de
bonanza económica de este páis, la única manera de mantener el nivel de
consumo de las clases populares, ha sido acudir al crédito, incentivar
el endeudamiento privado (el cual anda en la actualidad en nuestro país
por niveles estratosféricos). Dicho de otra manera, para estos señores
la única
manera de crecer es que las clases medias y bajas vivan por encima de
sus
posibilidades a base de estímulos crediticios, porque desde las empresas
(incluidas las empresas o entidades bancarias) se ha fomentado, y se
sigue fomentando, que las clases
trabajadoras sean económicamente cada vez más débiles, con vistas a
favorecer la acumulación de
las rentas del capital (que es lo único que le interesa realmente a los
empresarios y a los bancos). De ahí que sea muy acertado afirmar que el Capitalismo Neoliberal es sinónimo de polarización extrema de las rentas y desigualdad
social.
Por otro lado, si el I.V.A. y el
I.R.P.F. se ceban con las clases trabajadoras, es decir, con aquellos
que viven
de las rentas de su trabajo, y los empresarios invierten su dinero en
potenciar
las rentas del capital, porque les procuran más beneficios en un espacio
más
corto de tiempo (lo que, a su vez, les supone que les sea más atractiva
la idea
de reducir plantilla y recortar salarios), llega un momento en que la
concentración de capital es tan acentuada que los bancos (que son los
depositarios de dichas fortunas) especulan y arriesgan cada vez más
(porque así
lo desean los clientes que quieren vivir de las rentas del capital,
suscribiendo
fondos y productos de inversión), y ellos mismos tienen que endeudarse
con
otros bancos (como así le ha sucedido a los bancos españoles con los
bancos
alemanes durante el “boom” inmobiliario), por lo que si se produce una
apuesta
equivocada (como así ocurrió con la burbuja inmobiliaria), se expone a
toda la economía a sufrir las terribles consecuencias de un efecto
en cadena: los bancos hacen caer las bolsas para recuperar liquidez,
cierran
el grifo del crédito a las empresas, las empresas no pueden pagar a sus
empleados,
y los empleados no pueden pagar sus deudas. Por lo tanto, el desempleo
aumenta,
los ingresos al Estado descienden y surge el problema del déficit y el
endeudamiento
públicos. Porque si los que más tienen tributan menos, y los que menos
tienen tributan
más, pero sobre rentas cada vez más bajas, y encima es cada vez mayor el
gasto público
destinado a cubrir la creciente tasa de desempleo, la balanza
inevitablemente
sufre una descompensación brutal. Si a esto sumamos que cuanto mayor es
el
desempleo más se reduce la solvencia de un país, más problemas tiene
éste para
colocar su deuda en los mercados, teniendo que afrontar además intereses
cada
vez más altos. ¿Y este es el modelo que el PP quiere recuperar para
España?
En síntesis, ¿cuál ha sido el verdadero
problema?
El problema es que se han desregularizado de tal forma los
mercados (financieros y laborales) y
aplicado tales políticas fiscales, que se ha permitido a los empresarios
acumular e invertir lo que les ha dado la gana en economía especulativa
(que no produce nada y está enfocada exclusivamente a rentabilizar su
capital), y a los bancos y entidades financieras hacer
cualquier cosa para conseguirles esta rentabilidad. Si los diferentes
Estados, a
nivel global, hubieran obligado a las empresas a reinvertir su excedente
en fomentar la economía productiva y en mejorar las condiciones
laborales de
las clases trabajadoras, y a los bancos se les hubiera prohibido desde
el
principio ejecutar maniobras especulativas, nunca se habría
producido la crisis. Ergo, para superar esta crisis, es imprescindible reformar radicalmente o cambiar el actual sistema económico.
Manuel G. Sesma
Migajas
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