jueves, 10 de noviembre de 2011

¿Deben pagar más los ricos?

Jordi Évole (El follonero), en su programa “Salvados”, realizó un reportaje que intentaba arrojar luz sobre esta incómoda pregunta. Para ello, entrevistó a personas cuyas ideas ilustraban ambas caras de una misma moneda: la economía. Por un lado, a personas afines a ideologías de izquierda, que están a favor de aplicar políticas fiscales redistributivas y que, por tanto, graven más a las grandes fortunas de nuestro país. Y por otro lado, a personas afines a posiciones ideológicas de derechas o neoliberales, o simplemente a empresarios, como José María Castillejo (creador de la marca “Pocoyo”), que abogan por todo lo contrario: porque se alivie aún más la carga impositiva sobre las grandes fortunas y las grandes empresas. Aunque también hubo cabida para entrevistar a personas que en cierta forma respondían a una posición más neutral y que aportaban datos objetivos, como es el caso de Manuel Redal, miembro del Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda.

Aquellos que defienden que hay que seguir mimando a los ricos, aún más si cabe en tiempo de crisis, afirman que si se aplica una mayor presión fiscal, las fortunas de este país trasladarán más recursos a los denominados paraísos fiscales, o incluso harán directamente las maletas para emigrar a climas más cálidos, fiscalmente hablando. Es decir, para ellos mayor presión fiscal sobre las rentas más altas es sinónimo de fuga de capitales. Para justificarse, aducen que estas fortunas son, al fin y al cabo, las que tienen mayor capacidad de consumo y de creación empleo y que, por ello, deben ser privilegiadas fiscalmente si se desea estimular la economía. Por lo tanto, su solución al desempleo en España pasa por hacer fiscalmente más atractivo este país a los inversores, esto es, a los ricos. Esto - dicen - creará más riqueza, porque se crearán más empresas y los bancos recabarán más recursos, por lo que también incidirá positivamente en la fluidez del crédito. Una tesis que el PP, esta misma mañana, ha defendido en los Desayunos de la 1, a través de su portavoz, Esteban González Pons. Quieren rebajar impuestos para incentivar las inversiones y la contratación por parte de las empresas, porque, según su visión de los hechos, la solución viene desde arriba, a través del siguiente esquema: los bancos conceden créditos a las empresas, las empresas contratan empleados, los empleados consumen, hacen rentables a las empresas y éstas, a su vez, a los bancos.


Por el contrario, los analistas de izquierdas ven en esto un enorme equívoco, por no decir abiertamente que se trata de una gran mentira. Señalan que el problema está, en primer lugar, en que el número de ricos representa una minoría dentro del conjunto de la población, por lo que su consumo particular apenas incide realmente en la economía. Y en segundo lugar, denuncian que la mayoría del capital (plusvalías) obtenido por estos empresarios no se reinvierte en «economía productiva», sino en «economía especulativa», es decir, en potenciar las rentas del capital; las cuales, para más inri (como bien indica Manuel Redal), tributan en España nueve puntos menos que las rentas del trabajo. Y claro, si el nivel adquisitivo de las clases medias y bajas se reduce, la demanda de bienes y servicios cae, y con ella la economía en general. Porque aunque el empresario tenga acceso al crédito y pague el sueldo mínimo interprofesional a sus empleados, si no hay demanda, no hay negocio. Y el principal problema de España, que hace que los inversores sean reacios a invertir en capital riesgo, es que la demanda de bienes y servicios es muy pobre, porque el nivel adquisitivo de los consumidores también lo es (por endeudamiento privado, por precariedad salarial y laboral, o por desempleo). Por lo cual, entiendo que el esquema de crecimiento propuesto por el PP se viene abajo si sólo se atienden los intereses de los empresarios y de las entidades financieras; porque si los trabajadores obtienen salarios cada vez más bajos en condiciones más precarias, la demanda global es imposible que repunte y, por ende, que la economía crezca realmente. Porque - y esto es un aspecto clave - durante los años de bonanza económica de este páis, la única manera de mantener el nivel de consumo de las clases populares, ha sido acudir al crédito, incentivar el endeudamiento privado (el cual anda en la actualidad en nuestro país por niveles estratosféricos). Dicho de otra manera, para estos señores la única manera de crecer es que las clases medias y bajas vivan por encima de sus posibilidades a base de estímulos crediticios, porque desde las empresas (incluidas las empresas o entidades bancarias) se ha fomentado, y se sigue fomentando, que las clases trabajadoras sean económicamente cada vez más débiles, con vistas a favorecer la acumulación de las rentas del capital (que es lo único que le interesa realmente a los empresarios y a los bancos). De ahí que sea muy acertado afirmar que el Capitalismo Neoliberal es sinónimo de polarización extrema de las rentas y desigualdad social.

Por otro lado, si el I.V.A. y el I.R.P.F. se ceban con las clases trabajadoras, es decir, con aquellos que viven de las rentas de su trabajo, y los empresarios invierten su dinero en potenciar las rentas del capital, porque les procuran más beneficios en un espacio más corto de tiempo (lo que, a su vez, les supone que les sea más atractiva la idea de reducir plantilla y recortar salarios), llega un momento en que la concentración de capital es tan acentuada que los bancos (que son los depositarios de dichas fortunas) especulan y arriesgan cada vez más (porque así lo desean los clientes que quieren vivir de las rentas del capital, suscribiendo fondos y productos de inversión), y ellos mismos tienen que endeudarse con otros bancos (como así le ha sucedido a los bancos españoles con los bancos alemanes durante el “boom” inmobiliario), por lo que si se produce una apuesta equivocada (como así ocurrió con la burbuja inmobiliaria), se expone a toda la economía a sufrir las terribles consecuencias de un efecto en cadena: los bancos hacen caer las bolsas para recuperar liquidez, cierran el grifo del crédito a las empresas, las empresas no pueden pagar a sus empleados, y los empleados no pueden pagar sus deudas. Por lo tanto, el desempleo aumenta, los ingresos al Estado descienden y surge el problema del déficit y el endeudamiento públicos. Porque si los que más tienen tributan menos, y los que menos tienen tributan más, pero sobre rentas cada vez más bajas, y encima es cada vez mayor el gasto público destinado a cubrir la creciente tasa de desempleo, la balanza inevitablemente sufre una descompensación brutal. Si a esto sumamos que cuanto mayor es el desempleo más se reduce la solvencia de un país, más problemas tiene éste para colocar su deuda en los mercados, teniendo que afrontar además intereses cada vez más altos. ¿Y este es el modelo que el PP quiere recuperar para España?

En síntesis, ¿cuál ha sido el verdadero problema?
El problema es que se han desregularizado de tal forma los mercados (financieros y laborales) y aplicado tales políticas fiscales, que se ha permitido a los empresarios acumular e invertir lo que les ha dado la gana en economía especulativa (que no produce nada y está enfocada exclusivamente a rentabilizar su capital), y a los bancos y entidades financieras hacer cualquier cosa para conseguirles esta rentabilidad. Si los diferentes Estados, a nivel global, hubieran obligado a las empresas a reinvertir su excedente en fomentar la economía productiva y en mejorar las condiciones laborales de las clases trabajadoras, y a los bancos se les hubiera prohibido desde el principio ejecutar maniobras especulativas, nunca se habría producido la crisis. Ergo, para superar esta crisis, es imprescindible reformar radicalmente o cambiar el actual sistema económico.

Manuel G. Sesma
Migajas

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