Desde que estalló la crisis se han publicado numerosos informes y estudios en
los que se muestra que las empresas cooperativas y otras fórmulas de la
economía social y solidaria están soportando la crisis mejor que otras
formulas empresariales capitalistas. Las estadísticasdemuestran que
éstas destruyen menos empleo y que se crean en mayor número en tiempos
de crisis que en tiempos de bonanza. Estos datos nos invitan
a visibilizar y poner en valor una realidad económica, que aunque no
está exenta de numerosas contradicciones, se propone como referencia
obligada cuando pensamos en cómo podemos abordar el futuro para impulsar
transformaciones profundas en el sistema económico que, al igual que en
el plano político, sean una oportunidad para democratizar la economía y
ponerla al servicio de las necesidades reales del 99% de la
ciudadanía.
Cuando analizamos las causas que se encuentran detrás de este
fenómeno, los principios y valores que orientan a las empresas
cooperativas aparecen como elementos clave para entender el
comportamiento de éstas en contextos de crisis como el actual. En este
sentido, factores internos asociados a la gestión democrática, la
propiedad de la empresa por parte de las personas trabajadoras, o la
flexibilidad para adecuarse a las especificidades de clientes y sectores
productivos aparecen como algunos de los factores diferenciales que
ayudan a explicar este fenómeno. Al conjunto de estos factores
combinados, lo hemos denominado factor C.
Una de las singularidades de las empresas cooperativas –así como de
otras empresas de la economía social- es que la propiedad de la empresa
se encuentra vinculada a sus trabajadores y trabajadoras. Este aspecto
resulta fundamental para entender un modelo empresarial que se
encuentra orientado a la generación de empleos de calidad para las
personas implicadas en la actividad productiva, y no a la generación de
beneficio empresarial. Asimismo, esta circunstancia supone una mayor
implicación en la actividad económica por parte de los y las
trabajadoras, que se traduce en el mantenimiento de los empleos cuando
se produce una reducción de los ingresos de forma significativa, en
lugar de su destrucción, aunque esta circunstancia pueda suponer en
ocasiones un deterioro importante de las condiciones de trabajo por
debajo de lo que sería deseable-.
De forma complementaria, la gestión democrática de la empresa, que se
produce sobre todo en las pequeñas y medianas cooperativas, permite a
los trabajadores y trabajadoras participar en la toma de decisiones
estratégicas y genera una fuerte implicación de éstas en la actividad y
los resultados de la empresa, especialmente cuando las condiciones
externas son difíciles. Esta circunstancia nos permite explicar la
capacidad de adaptación o resistencia frente al cambio en las
condiciones del mercado, basada en unos niveles mayores de autonomía
y autogestión. Una cooperativa que ha aprendido a tomar decisiones
importantes de forma dialogada -ya sean éstas positivas o negativas- es
mucho más consciente de sus capacidades. Al mismo tiempo, la gestión
democrática de la empresa ayuda a dar legitimidad a las decisiones
acordadas y aumentar la corresponsabilidad en la gestión por parte del
conjunto de personas implicadas en la misma.
Por último debemos de destacar la intercooperación o el trabajo en
red como otro de los factores clave que aplican las cooperativas más
inteligentes como medio para prosperar o resistir los embates de la
crisis. La participación en grupos cooperativos, redes,
coordinadoras u organizaciones más o menos formales, nos dibuja un tipo
de empresa que adquiere diferentes pertenencias con su contexto
sociocultural y que entiende que las relaciones de colaboración son
complementarias, y en muchos casos más eficientes, que las relaciones de
competencia.
Estos factores, tenidos en cuenta de forma conjunta y asociados a los
principios que los sostienen, nos ayudan a explicar, aunque sea
parcialmente, porque las empresas cooperativas son más resistentes. Pero
sobre todo nos dan algunas claves sobre cómo las empresas, que suponen
la principal de las instituciones en las que se sustenta el sistema
económico; cuando son de propiedad colectiva y buscan la igualdad con
democracia interna y prácticas de intercooperación; pueden suponer una
referencia a la hora de dibujar cualquier proyección que nos permita
salir de la crisis a través de una transición postcapitalista.
Iñigo Bándres y Fernando Sabín
Diagonal
No hay comentarios:
Publicar un comentario