domingo, 26 de mayo de 2013

El factor C: Crisis y cooperativismo (I)

Desde que estalló la crisis se han publicado numerosos informes y estudios en los que se muestra que las empresas cooperativas y otras fórmulas de la economía social y solidaria están soportando la crisis mejor que otras formulas empresariales capitalistas. Las estadísticasdemuestran que éstas destruyen menos empleo y que se crean en mayor número en tiempos de crisis que en tiempos de bonanza. Estos datos nos invitan a visibilizar y poner en valor una realidad económica, que aunque no está exenta de numerosas contradicciones, se propone como referencia obligada cuando pensamos en cómo podemos abordar el futuro para impulsar transformaciones profundas en el sistema económico que, al igual que en el plano político, sean una oportunidad para  democratizar la economía y ponerla al servicio de las necesidades reales del 99% de la ciudadanía. 
Cuando analizamos las causas que se encuentran detrás de este fenómeno, los principios y valores que orientan a las empresas cooperativas aparecen como elementos clave para entender el comportamiento de éstas en contextos de crisis como el actual. En este sentido, factores internos asociados a la gestión democrática, la propiedad de la empresa por parte de las personas trabajadoras, o la flexibilidad para adecuarse a las especificidades de clientes y sectores productivos aparecen como algunos de los factores diferenciales que ayudan a explicar este fenómeno. Al conjunto de estos factores combinados, lo hemos denominado factor C.

Una de las singularidades de las empresas cooperativas –así como de otras empresas de la economía social- es que la propiedad de la empresa se encuentra vinculada a sus trabajadores y trabajadoras. Este aspecto resulta fundamental para entender un  modelo empresarial que se encuentra orientado a la generación de empleos de calidad para las personas implicadas en la actividad productiva, y no a la generación de beneficio empresarial. Asimismo, esta circunstancia supone una mayor implicación en la actividad económica por parte de los y las trabajadoras, que se traduce en el mantenimiento de los empleos cuando se produce una reducción de los ingresos de forma significativa, en lugar de su destrucción, aunque esta circunstancia pueda suponer en ocasiones un deterioro importante de las condiciones de trabajo por debajo de lo que sería deseable-. 

De forma complementaria, la gestión democrática de la empresa, que se produce sobre todo en las pequeñas y medianas cooperativas, permite a los trabajadores y trabajadoras participar en la toma de decisiones estratégicas y genera una fuerte implicación de éstas en la actividad y los resultados de la empresa, especialmente cuando las condiciones externas son difíciles. Esta circunstancia nos permite explicar la capacidad de adaptación o resistencia frente al cambio en las condiciones del mercado, basada en unos niveles mayores de autonomía y autogestión. Una cooperativa que ha aprendido a tomar decisiones importantes  de forma dialogada -ya sean éstas positivas o negativas- es mucho más consciente de sus capacidades. Al mismo tiempo, la gestión democrática de la empresa ayuda a dar legitimidad a las decisiones acordadas y aumentar la corresponsabilidad en la gestión por parte del conjunto de personas implicadas en la misma.

Por último debemos de destacar la intercooperación o el trabajo en red como otro de los factores clave que aplican las cooperativas más inteligentes como medio para prosperar o resistir los embates de la crisis. La participación en grupos cooperativos, redes, coordinadoras u organizaciones más o menos formales, nos dibuja un tipo de empresa que adquiere diferentes pertenencias con su contexto sociocultural y que entiende que las relaciones de colaboración son complementarias, y en muchos casos más eficientes, que las relaciones de competencia.

Estos factores, tenidos en cuenta de forma conjunta y asociados a los principios que los sostienen, nos ayudan a explicar, aunque sea parcialmente, porque las empresas cooperativas son más resistentes. Pero sobre todo nos dan algunas claves sobre cómo las empresas, que suponen la principal de las instituciones en las que se sustenta el sistema económico; cuando son de propiedad colectiva y buscan la igualdad con democracia interna y prácticas de intercooperación; pueden suponer una referencia a la hora de dibujar cualquier proyección que nos permita salir de la crisis a través de una transición postcapitalista.

Iñigo Bándres y Fernando Sabín
Diagonal

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