Algunos científicos sociales tenemos el objetivo de comprender la 
dinámica de la sociedad e identificar aquellos aspectos que nos parecen 
injustos para así poder transformarlos. Para ello, creemos necesario 
explicar el porqué de los mismos pero sin ninguna intención de 
aleccionar ni de imponer las normas de funcionamiento de una nueva 
organización social. En este sentido, consideramos que la posibilidad de
 un espacio de creación común de una sociedad nueva sólo existirá tras 
un cambio de fondo. ¿En qué se puede basar el desarrollo de una 
conciencia social que sea funcional a este cambio social?
Pensamos que un concepto que casi ha quedado relegado a libros 
antiguos de algunas bibliotecas tiene una vigencia total en la 
actualidad. Nos estamos refiriendo a la explotación de la cual somos 
objeto los trabajadores. La concepción más extendida actualmente entre 
el conjunto de trabajadores es que sólo existe explotación cuando hay 
malas condiciones de salubridad, cuando se trabajan más horas de las que
 establece el contrato, etc.
Sin embargo, nosotros tratamos de reivindicar que la explotación es 
algo inherente al trabajo asalariado, la cual se refiere a una parte de 
la producción generada durante la jornada laboral que es apropiada por 
los empresarios. Y no es que ellos sean malas personas, sino que la 
actual formación social legitima dicha apropiación debido a diferentes 
criterios como el espíritu innovador o el riesgo a invertir, dándole una
 importancia central a la “aportación” que hace el capital al producto.
Para evidenciarlo, gracias a una investigación más amplia, mostramos 
una aproximación al tiempo de trabajo que dedica el conjunto de 
asalariados del Estado Español a producir el equivalente a su salario 
(tiempo de trabajo necesario), así como el tiempo de trabajo que  es 
apropiado por el conjunto de empresarios (tiempo de trabajo excedente). 
El cálculo está hecho a partir de datos del INE sobre las remuneraciones
 de asalariados y datos de AMECO sobre el PIN (Producto Interno Neto). 
Evidentemente, no pretendemos mostrar una medición exacta, sino que el 
objetivo es realizar una aproximación a estos fenómenos a través de los 
datos disponibles.
Como se puede observar en el gráfico 1, el tiempo de trabajo 
necesario está alrededor de los 25 minutos por cada hora, es decir, sólo
 son necesarios 25 minutos para generar  la riqueza equivalente al 
salario. En el periodo que va de 1995 a 2008, la evolución se 
caracteriza por un leve crecimiento y, posteriormente, dos años 
continuos de descenso. Por su parte, el tiempo de trabajo del que se 
apropia el empresario ronda los 35 minutos y desde el estallido de la 
crisis experimenta una tendencia creciente.
El cambio de tendencia experimentado, a partir de 2008, se debe 
fundamentalmente a que la productividad está creciendo por encima de los
 salarios reales, lo que posibilita reproducir el salario del trabajador
 en un menor tiempo. Por tanto, dada esta situación, el empresario puede
 apropiarse de una mayor parte de lo producido durante la jornada 
laboral.
Como se puede observar en el gráfico 2, la tendencia de la 
productividad presenta un estancamiento general hasta dos años antes de 
la crisis, cuando más decrece, y un crecimiento bastante intenso en los 
dos últimos años del periodo seleccionado. Esto último se debe 
fundamentalmente al efecto del desempleo y no a un progreso técnico que 
haya dotado de nuevas capacidades productivas a las empresas españolas. 
Es importante destacar que al darse un aumento de la productividad 
después del estallido de la crisis y al mantenerse el nivel de 
producción estable (gráfico 3) en un contexto de aumento del desempleo, 
esto nos indica que se ha intensificado el trabajo de los individuos 
ocupados. Además, bajo este razonamiento, podemos afirmar que el 
estancamiento de la productividad sigue siendo uno de los problemas más 
importantes de la economía española.
Por otro lado, la evolución de los salarios reales (gráfico anterior)
 muestra un descenso en las tasas de crecimiento aunque sólo 
experimentan tasas negativas después del estallido de la crisis, cuando 
retroceden intensamente. Esto muestra cómo, desde 2008, los avances de 
la productividad están siendo apropiados por la clase empresarial, ya 
que gracias a la complicidad del gobierno, ha conseguido imponer 
retrocesos salariales generalizados. En este punto también es importante
 mencionar que la existencia de una masa de desempleados tan numerosa es
 asimismo funcional al descenso salarial de aquellos que todavía 
mantienen el empleo.
La condición de explotación entendida, más allá de la dureza de las 
condiciones laborales, como tiempo de trabajo no remunerado es la 
esencia misma del sistema capitalista, actualmente en crisis, como se 
manifiesta particularmente en el caso español. Además es importante 
resaltar que dicha crisis no afecta por igual a la sociedad en su 
conjunto, ya que hay una clase social que no solamente no se ve 
perjudicada, sino que además mejora su condición económica.
Esto se constata, en el gráfico 4, por el cambio de la proporción de 
la ganancia con respecto al total de la renta nacional (beneficio 
relativo), la cual pasó del 46% en 2008 al 50% en 2010. Durante los años
 previos, la evolución del salario relativo y del beneficio relativo era
 ínfima, hasta que en 2006 el salario relativo empieza a aumentar lo que
 significaba un crecimiento de la participación de los trabajadores de 
la riqueza creada. Pero a partir de 2008, como hemos mencionado antes, 
esta tendencia se revierte en beneficio de los empresarios. En 2010 se 
llega casi a una paridad en la distribución de la renta nacional entre 
asalariados y no asalariados pero con una tendencia a la baja de la 
parte destinada a retribuir a los trabajadores que evidentemente son los
 más afectados por la actual crisis.
La explotación y la distribución del ingreso son aspectos de nuestra 
sociedad que creemos que condicionan en gran medida la calidad de vida 
de la mayoría de la población. Y sí, es de la mayoría de la población 
porque la suma de los trabajadores asalariados y de los desempleados 
llega casi al 90% de la población desde la década pasada.
Con este argumento, tratamos de demostrar que es necesario plantearse
 una serie de transformaciones estructurales que tengan como fin último 
eliminar la creciente desigualdad social y mejorar la calidad de vida de
 los trabajadores, permitiéndoles apropiarse de los frutos de su propio 
trabajo sin que nadie tenga la lícita capacidad de arrebatárselos.
Bibliografía
•             Guerrero, Diego. Acumulación de capital, distribución 
de la renta y crisis de rentabilidad en España. España: Editorial de la 
Universidad Complutense de Madrid, 1989.
•             Marx, Carlos. Teorías de la plusvalía. México: FCE, 1980
•             Marx, Carlos. El Capital. México: FCE, 1998
•             Shaikh, Anwar. Valor, acumulación y crisis. Ensayos de economía política. Colombia: Tercer mundo editores, 1990
•             Valenzuela, José. “El sector de la construcción: 
salarios, tecnología, rentabilidad”, en Denarius, n° 17, noviembre de 
2008. México, UAMI
•             Valenzuela, José y Egurrola, Isaac. Explotación y 
Despilfarro: Análisis Crítico de la Economía Mexicana. México: Plaza y 
Valdes, 1999.
 Iván Moisés Camacho Aparicio, Carolina Hernández Calvario y Alfredo del Río Casasola (UNAM, UCM)
EconoNuestra

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