El gobernador enfatiza su reconocimiento de lo que ya es obvio, que estamos en “la crisis financiera más importante desde la gran depresión. Como crisis económica aún no es la más importante, pero financiera, sí; no ha habido nada parecido. Lo que estamos viviendo es de dimensiones históricas, con características globales, porque nadie se ha librado de ella”. E incluso admite sus efectos perversos que hacen que “la desconfianza es total” aunque no se adentra en las causas ni saca ninguna consecuencia práctica ni teórica que le concierna por su cargo, porque es un “espectador”.
Luego, con el proceder propio de los altos funcionarios y de los tecnócratas, el entrevistado manifiesta que “permitir la inversión en alto riesgo a grandes patrimonios no es perjudicial para el funcionamiento del sistema; el problema surge cuando se deja entrar al inversor que no está informado. Habría que impedir que el inversor normal pueda ser atrapado en este tipo de tramas; pero ¿se debe impedir que las grandes fortunas puedan invertir en productos de alto riesgo?”, se pregunta a sí mismo. Y le inquiere el periodista: “¿Usted que piensa?”. Y el gobernador contesta “Que no. Hay que proteger a quien no puede protegerse por sí mismo. Prohibir las inversiones de alto riesgo bajaría el potencial de la economía mundial”.
Si tenemos en cuenta que este gobernador del Banco central español no esta hablando de arriesgadas inversiones en I+D+I, ni en transporte intergaláctico u otras inversiones productivas de resultados muy aleatorios, sino que lo afirma para las inversiones financieras por no decir especulativas, resulta revelador su querencia por la economía del casino financiero que es la que ha generado la crisis económica que padecemos y que desde Attac hemos venido denunciando hace ya casi una década. Algo más que un problema de “cultura financiera” y de iniciados.
Vale que defienda la libertad en los juegos de azar y de los casinos prohibidos en otro tiempo; pero resulta muy inquietante que un gobernador de Banco central defienda la libertad absoluta y el descontrol de los mercados financieros. Porque esa libertad financiera para jugarse los cuartos puede aceptarse para la ruleta, el póker y los casinos recreativos o de lujo, donde por cuantiosas que puedan resultar las pérdidas del jugador carecerán de repercusión en el sistema económico.
Pero representa una amenaza social esa defensa que hace el gobernador del casino financiero, cuando sigue vigente un modelo en el que la actividad del casino está tan imbricada con el sistema financiero que rige la economía real que, como demuestra la experiencia que atravesamos, las pérdidas en ese juego financiero globalizado se están traduciendo en falta de créditos a las empresas y a los particulares y contaminando con incertidumbre todo la economía real. Mientras, ese modelo global sitúa a los gobiernos en la impotencia frente al predominio de la banca y los operadores financieros.
¿Cómo se pueden sostener tales afirmaciones cuando los ahorradores españoles, pequeños y grandes, que invirtieron en valores cotizados en bolsa, de empresas que siguen siendo rentables como lo eran antes, han perdido un 40 o un 50 % de sus ahorros desde que estalló la crisis de las subprimes?
Más aún, con suficiencia sostiene el gobernador en la referida entrevista que “aquí tenemos 150 bancos, casi 50 cajas de ahorros y 85 cooperativas de crédito y no ha habido ningún problema”. O lo que es lo mismo, nos está diciendo que no es un problema que el gobierno español haya tenido que dedicar un buen número de millones de dinero público a comprarle activos a la banca, que haya decretado un aval para su endeudamiento y que a pesar de todas esas medidas de emergencia, gran cantidad de empresas estén cerrando o se vean amenazadas de cierre porque la banca no facilita los créditos que alimentan la economía real.
Que “el problema es que los bancos no se fían unos de otros” es un Mediterráneo que nos descubre el gobernador, para afirmar a continuación que en años recientes “la explosión del crédito no se debió a que el Banco de España no hiciera nada (para evitarlo) sino que a que durante mucho tiempo los tipos de interés tan bajos estimularon el endeudamiento” y que tampoco pudo hacer nada en materia de sus competencias en los ámbitos de la supervisión y regulación. Y todo eso lo dice sin cuestionar al BCE ni la institucionalización de la UE y sin añadir la mínima argumentación. Siguiendo la mejor tradición funcionarial de defensa de lo establecido.
¿Con qué cara se puede afirmar a estas alturas que a los bancos “cuando no tienen dificultades, hay que dejarles que hagan lo que quieran”?. Dicho de otro modo, hay que dejarles que se autorregulen en tiempos de bonanza porque, cuando cambien las tornas y se acerquen al precipicio de la quiebra, estará allí el dinero público para rescatarles impidiendo que se nos caigan a todos encima. Es la nueva doctrina del nuevo socialismo para ricos y capitalismo neoliberal para los pobres.
Eso sí: el entrevistado no nos explica por qué los impagos de unas hipotecas sin garantías en Illinois han hecho perder valor a las inversiones en bolsa de muchísimos ahorradores. Pero, como medidas contra la crisis financiera global y considerando que es su obligación como gobernador del Banco de España, recomienda “la liberalización y privatización de un montón de actividades” y llevar a cabo una reforma del “mercado de trabajo” que revise la negociación colectiva con el fin de que el convenio colectivo no obligue a aquellos que no lo han negociado, ¡¡ignorando que cuando se eso sucede es porque la empresa o empresas han logrado borrar al sindicato del mapa!!.
He ahí las muestras prácticas de la independencia de los Bancos centrales que dejamos que introdujeran nuestros neoliberales de derecha e izquierda, sin darnos cuenta que el objetivo era la privación de recursos legales y políticos a los gobiernos democráticamente elegidos, que en adelante estarían sometidos al juicio severo de la banca y de los mercados financieros. Y por si eso fallaba, durante los años noventa nos cambiaron aquella Comunidad europea por el “espacio financiero europeo” llamado Unión Europea, pero sin fronteras para el capital ni supervisor para la banca y las bolsas.
Asombran estas manifestaciones del gobernador neoliberal defendiendo lo que ya se ha demostrado indefendible. Porque hace pocos días el máximo exponente del fundamentalismo del libre mercado, el mismísimo Bush declaraba ante las cámaras de televisión, en una especie política de confesión ante-mortem, que los hechos le habían obligado a renunciar a sus principios neoliberales para impedir el colapso del sistema creado por esos principios.