El capitalismo es una doctrina económica, a la par que un sistema político-económico, de condición y de usos en ocasiones positivos aunque con frecuencia perversos, que después de la incorporación de las experiencias antagonistas o alternativas -Rusia, China, países emergentes, etcétera- a la sola filosofía y práctica del mercado y del beneficio, se ha convertido en un modelo único en la realidad del mundo, casi también en la esfera del pensamiento. Esta presencia gloriosamente omnipotente y unánime se ha visto sacudida por la corrupción en su funcionamiento, resultado de los numerosos desafueros que bajo su advocación se han perpetrado y que han acabado convirtiendo el latrocinio en regla. Todo ello además, viniendo de donde venía. Pues frente a la consideración de que la práctica religiosa es enemiga de la actividad económica, fue ella la que, con la aparición del protestantismo y, más aún, del calvinismo, supuso un soporte decisivo para el surgimiento y la difusión de los valores del capitalismo.
Dos pensadores son los heraldos de esta posición. En primer lugar, Max Weber, que parte de la constatación de que los países protestantes son, en el siglo XIX, los que están en cabeza del desarrollo económico, debido a su identificación con los valores del capitalismo. En su obra matriz La ética protestante y el espíritu del capitalismo, la esencia del capitalismo está en la voluntad de trabajo, simultánea con el fervor por el ahorro. Comportamientos ambos que no pueden ser sólo individuales pues su efectividad exige que lo sean de todo un pueblo, y para ello fruto de unas convicciones que son sobre todo de naturaleza religiosa. En este caso esas convicciones comunes proceden del calvinismo que descarta el consumo, condena el disfrute y el gasto y exalta el trabajo considerado como ejercicio religioso, secularizando con ello el ascetismo y elevando el trabajo profesional a la condición de práctica religiosa por excelencia. Que deviene así obra de Dios. Esa santificación del trabajo ordinario que opera el calvinismo y que saca a los creyentes de los oratorios y los lanza a la conquista del mundo profesional, sigue resonando en muchas organizaciones religiosas contemporáneas, tanto moderadas -Opus Dei, Kikos, etcétera- como progresistas -Focolares, Comunidad de San Egidio, etcétera-.
Richard H. Tawney en
Era difícil de imaginar desde tan razonables y esperanzadores inicios, que la generalización de la trampa y de la rapiña en los ámbitos económico y financiero llevase a un triunfo tan absoluto de la economía criminal. De manera decisiva ha contribuido a ese resultado la mitificación unánime del enriquecimiento como referencia única del éxito, la celebración de lo que Oskar Lafontaine ha llamado
Los estragos y la desmoralización causados por estos pillajes desde las alturas, han venido acompañados por la incitación al fraude, resultante de la extraordinaria expansión del crédito, que al coincidir con el fuerte abaratamiento del costo del dinero, tenía que producir la deriva monetaria y los efectos perversos que ha conllevado. Pero, además, esa orgía financiera dispuso para su celebración de un abultado arsenal de instrumentos, producto de una brillante ingeniería financiera que los había elaborado y puesto en acción durante la última década. Motejados de tóxicos, por su capacidad disruptiva y malignizante, su circulación y uso aumentaron de día en día. Entre ellos los Fondos Especulativos o hedge funds, más familiarmente fondos-basura, quizás los más repudiados; aunque sus efectos perturbadores sean menores que los de los fondos de private equity, instrumento privilegiado por los especuladores para comprar sociedades y pagarlas sin dinero propio, revendiéndolas luego y vuelta a empezar. Aunque sin olvidar que todos los otros fondos, incluyendo los venture-funds e incluso los fondos soberanos, a pesar de su naturaleza pública, no se han librado de ese destino especulador. Y así se ha originado este descalabro mayúsculo que algunos veníamos anunciando/denunciando desde hace tiempo (Vid mis seis columnas en este diario El capitalismo contra el planeta, de febrero a marzo de 2007, las dos de Fondos-Buitre, del 7 y 13 de julio del mismo año, o últimamente Capitalismo sin limites y Noticias del caos). Descalabro que difícilmente podremos superar porque los planteamientos, las soluciones y los actores sigue siendo los mismos. Y para quienes lo duden, ahí está para probarlo
José Vidal Beneyto. El País
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