“¿Dónde hay que firmar? ¿Dónde hay que ir (físicamente hablando), coger pico y pala, arremangarse y empezar…?” (…) “He llegado a un punto de desánimo tal, que me agarro a lo primero (o al primero) que me dé esperanzas, me merezca credibilidad y sienta que, siguiendo sus ideas, llegaremos a algo sólido y bien hecho”. Lo dice Arturo Espada en los comentarios de la entrada anterior, y me estremezco en el cíclico desconcierto que a todos, con cierta conciencia, nos acomete alguna vez. Está todo previsto y diseñado desde despachos privados que desconocemos.
Aquí no ha pasado nada, no nos engañemos. Hasta Angela Merkel alertaba esta semana del regreso a la “vieja arrogancia” de los bancos (léase empresas, gestores del capitalismo, partidos conservadores y hasta socialdemócratas acomplejados). La crisis provocada por ellos nos ha ahogado un poco más en el bolsillo, pero, especialmente, en el ánimo. El miedo como instrumento para desactivarnos, para hacernos más dóciles.
Padecemos hoy una nueva economía de guerra. Vivir como si fuera el último día de nuestra vida en lugar del primero, que son dos actitudes encontradas con las que uno afronta el presente y el futuro. Aceptar trabajos, remuneraciones, condiciones laborales, precios, que jamás se hubieran contemplado en otras situaciones. Agarrarse al clavo ardiendo de los visionarios de todo tipo, políticos y magos. ¿Queréis creer que hasta en El Corte Inglés vi el otro día un cartel que remitía a un puesto de tarot y quiromancia en alguna planta?
El sistema capitalista que vivimos está tan enfermo como el comunista que se escondía tras el Muro de Berlín –lo comenté el otro día en la SER-. Y su nomenclatura se atrinchera en el poder tanto como lo hacían los diferentes “Politsburós”. La enorme dificultad es que a estos prácticamente no les conocemos, no les vemos la cara. Y el dinero parece ser motor más decisivo que el poder aparente. A los políticos les tienen amarrados con créditos. ¿Se puede operar ese enorme cáncer desde un país del sur de Europa, corrupto, analfabeto estructural y con un pasado dictatorial que hunde sus raíces en el presente?
La Wikipedia cita prometedores nombres en el llamado movimiento antiglobalización o antisistema. No os asuste la denominación, ni las imágenes de las teles en las que sólo muestran a exaltados tirando piedras, somos antisistema muchos más de los que creemos. De un saco altamente heterodoxo, entresaco algunos:
Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, fundador de ATTAC (Asociación por una Tasa a las Transacciones Financieras Especulativas para Ayuda a los Ciudadanos) y promotor del Foro Social de Porto Alegre.
Naomi Klein, escritora del famoso libro No Logo.
Susan George, directora asociada del Instituto Transnacional de Ámsterdam y vicepresidenta de ATTAC en Francia y autora de “Informe Lugano”.
Noam Chomsky, gran lingüista y duro crítico de la política exterior de EE.UU. Web oficial.
José Bové, líder agrosindicalista francés muy crítico con el sistema alimentario mundial, eurodiputado francés.
Michael Moore, documentalista.
Arundhati Roy, escritora y activista india.
Carlos Taibo, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid y escritor de temas geopolíticos de actualidad.
Jean Ziegler, relator especial de la ONU para el “Derecho a la Alimentación” y profesor de sociología.
Walden Bello, director ejecutivo del instituto “Focus on the Global South” por la democratización de la economía global con sede en Tailandia.
Hazel Henderson, experta en el desarrollo humano sostenible.
Diane Matte, miembro de la “Marcha Mundial de las Mujeres”, experta en el impacto que la globalización tiene en este sector de la población.
Trevor Wanek, de Soweto, Johannesburgo, Sudáfrica, es miembro del “Centro de desarrollo e información alternativos por la condonación de la deuda”.
Fred Azcárate, director ejecutivo de “Trabajo con Justicia” en EE. UU.
Njoki Njehu, director de la ONG norteamericana “50 years is enough” en EE. UU. Es un colectivo que trabaja por la transformación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
Serge Latouche, es un economista francés, ideólogo del Decrecimiento.
Yo añadiría a José Luís Sampedro y a José Saramago.
Y luego está la gente, la sociedad, aquí y allá, cada vez más harta. El capitalismo caerá con toda seguridad, por la rebelión de los desesperados o por propia consunción como le pasó al mundo irreal que había tras el Telón de Acero. Reavivado hoy, tardará 5 años, 10, 50, o 100, pero caerá. La información libre puede hacer mucho por acelerar el proceso. La sociedad tiene que tomar de una vez por todas, su papel protagonista en la Historia. Vivimos en una economía de guerra, pero la guerra es contra nosotros.
Rosa María Artal es periodista y escritora
http://rosamariaartal.wordpress.com
Fuente: El Plural
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