En mi opinión, no es una buena respuesta a la opaca situación en la que se encuentra nuestro sistema bancario.
Principalmente significa dar “manos libres” al Banco de España y esto, aunque se acepte como una especie de mandamiento inexcusable, no es más que la manifestación de que nuestra democracia es una democracia limitada porque la deliberación y la participación de los ciudadanos no llega a donde está el dinero, lo que significa que no tienen nada que decir sobre las cuestiones de las que en realidad depende su bienestar y sus condiciones de vida. Como ha explicado claramente en esta misma página Vicenç Navarro el Banco de España es responsable del desempleo que sufre nuestra economía y es fácil adivinar las consecuencias de dejar que los recursos que se suponen que han de salvar a los bancos se apliquen a partir de sus principios liberales.
El dinero del fondo es de los españoles y por eso debería estar sometido al mismo debate y control que cualquier otro recurso público y no debería ponerse a disposición de los banqueros sin más, sobre todo, porque ya hemos podido comprobar hasta qué punto su comportamiento es irresponsable y capaz de destrozar la economía.
Seguramente, España esté siendo en estos momentos el país que ha hecho y esté haciendo un esfuerzo mayor en relación con su PIB para rescatar directa o indirectamente a su sistema financiero (a pesar de que su crisis aún no se ha manifestado en toda su crudeza y extensión) y, sin embargo, es muy posible que sea también en donde la situación de los bancos se ha abordado con menos transparencia. ¿Cómo es posible que nos quedemos tan tranquilos o que aceptemos sin rechistar que se pongan miles de millones de nuestros euros al servicio de la banca sin que previamente se haya hecho un diagnóstico de lo que verdaderamente le ocurre? Y si se ha hecho, ¿cómo es que nada de eso se puede saber? ¿Cómo creer que su situación es ejemplar si al mismo tiempo se reclaman ayudas multimillonarias? Y si no lo es, ¿cómo poner dinero sin conocer las causas y a los responsables del problema, sin analizar lo que haya podido provocar la situación cuya solución resulta ahora tan onerosa para los contribuyentes? ¿Es lógico utilizar por las buenas el dinero de los ciudadanos para dárselo a bancos o cajas que en lugar de financiar a las empresas y a los consumidores se dedican a abrir sucursales o a comprar bancos en otros países, a amortizar la deuda con la que han obtenido rentabilidades altísimas, aunque socialmente irresponsables, a moverlo en paraísos fiscales, a seguir especulando en los mercados internacionales, o, aunque sea solo una pura expresión simbólica pero significativa, a financiar la compra de futbolistas millonarios?
El Fondo va a dedicarse a reordenar el sistema financiero, lo que en román paladino significa que va a financiar la concentración bancaria mediante fusiones y absorciones que lógicamente desean y siempre van buscando los bancos de más dimensión para ganar mercados (o incluso los virreyes de las cajas para seguir en sus poltronas). Pero eso no es nada neutral. Por un lado, esconde, como tendremos oportunidad de ver, lo que llaman la “despolitización” de las cajas que en realidad va a suponer que los intereses sociales tengan una representación mucho más limitada.
Se puede tener la valoración que se quiera del papel que han tenido las autonomías, los ayuntamientos y los partidos en la gestión de estas entidades. Y muy posiblemente se pueda concluir que no ha sido precisamente ejemplar desde el punto de vista de la transparencia ni el mejor para fomentar el desarrollo integral y sostenible de nuestra economía. Pero eso no puede llevar a intervenir por la puerta de atrás, bordeándose las leyes generales e incluso la propia Constitución.
Por otro lado, la reordenación que persigue el Fondo (o mejor dicho, que persigue la banca) en realidad está dirigida a recapitalizar bancos proporcionando a los más poderosos un reparto del mercado mucho más favorable sin que tengan que fotografiarse y enseñar las vergüenzas acumuladas en estos años anteriores de alegría financiera.
Se pone en marcha este proceso de concentración sin valorar previamente los efectos que va a tener sobre la competencia y sin considerar, o al menos sin plantear públicamente, que el mayor tamaño de las entidades bancarias no ha sido precisamente una garantía de seguridad y solvencias financieras sino más bien todo lo contrario. Lo que puede provocar que con este fondo se financie precisamente una reordenación del mercado que, sin la regulación más estricta que es de todo punto necesaria, puede provocar a medio plazo nuevos problemas bancarios de mayor envergadura. Un remedio, quizá, peor que la enfermedad.
Y, sobre todo, se pone en marcha el Fondo y los recursos sin tener en cuenta lo que ha sucedido con los que hasta ahora se han movilizado, sin previsiones sobre su impacto real y, lo que quizá sea más importante, sin que las autoridades monetarias hayan dado ni un solo paso decisivo y contundente para poner en marcha una nueva regulación, un nuevo orden financiero que evite los males de fondo que han provocado la crisis.
Es natural que los bancos hayan dado la bienvenida al fondo, a su fondo. Ellos sabrán lo que han tenido que hacer en los entresijos para lograr salir de la situación que han creado prácticamente sin despeinarse. Pero no creo que la solución adoptada dé la necesaria seguridad financiera a los ciudadanos y a las empresas. La banca se ha vuelto a llevar el gato al agua.
Artículo publicado en Sistema Digital.
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