Han transcurrido once años desde que apareciese en Le Monde Diplomatique el artículo de su director, Ignacio Ramonet, Desarmar los mercados financieros, y que sin duda fue premonitorio entonces.
Las bolsas de medio hemisferio habían padecido el tifón provocado por la profunda crisis financiera que azotó por aquellos años las economías asiáticas. «La mundialización -decía Ramonet-, cuyo principal motor es la optimización a escala planetaria del capital financiero, está poniendo a los pueblos en estado de inseguridad generalizada». No se equivocaba. La avidez especulativa y la desregulación de las transacciones financieras, actuando al margen del poder democrático de los estados, se han encargado de hacer cierto aquel presagio. Una dejación que ha permitido que el capital financiero haya creado su propio estado supranacional, «que dispone de sus aparatos, de sus redes de influencia y de sus propios medios de acción». Ahí están el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OCDE y la Organización Mundial del Comercio.
Su discurso de la exaltación de las «virtudes del mercado» y de su presunta capacidad de «autorregularse», convertidos en la regla de oro de la economía, han conseguido sumirla en la profunda crisis que ahora padecemos. Los incontestables hechos recientes han triturado en mil pedazos tanta palabrería interesada.
La avidez especulativa, que ha transformado en moneda de cambio cualquier activo intercambiable en los mercados financieros -detrayendo recursos de la economía real-, es la responsable del hambre y de la pobreza que padecen millones y millones de seres de nuestro planeta.
Ramonet tenía razón: «El desarme del poder financiero debe convertirse en un objetivo de interés cívico de primera magnitud», y en ese sentido proponía tres medidas para conseguirlo: «Supresión de los paraísos fiscales; aumento de la fiscalidad en las rentas del capital; aplicación de tasas sobre las transacciones financieras.»
Aquel famoso editorial dio su fruto. Un año después se creaba en Francia la organización altermundista Attac (Asociación por una Tasa de las Transacciones Financieras Especulativas y Ayuda al Ciudadano). La idea de Attac se esparció rápidamente por todo el mundo, fundándose los distintos Attac en Europa, América Latina, Norte de África.
Durante esta década, Attac ha participado en los foros sociales mundiales que se han organizado; en plataformas de la lucha contra la pobreza en el mundo; en la defensa de los Objetivos del Milenio establecidos por Naciones Unidas, cuya consecución parece cada día más imposible dada la insuficiencia de recursos que actualmente se destinan como ayuda al desarrollo -ridículos en comparación a los miles de millones de dólares, libras y euros dedicados a salvar al sistema bancario internacional-; ha publicado documentos en contra de la actual deriva neoliberal por la que transcurre el proceso de construcción europea, así como emitido análisis sobre la actual crisis sistémica que padecemos (financiera, económica, alimentaria y medioambiental); organizado multitud de seminarios por toda España difundiendo sus objetivos y propuestas, etc.
Sus planteamientos han sido tan coherentes para tratar de combatir este neoliberalismo depredador, que se han sumado a su causa, como miembros de su comité de apoyo, intelectuales como Federico Mayor Zaragoza, José Luis Sampedro, José Saramago, José Vidal Beneyto, Víctor Erice, Carlos Berzosa, Caballero Bonald, entre otros -imposible citar a todos en tan breve espacio-, respaldando con su presencia este combate cotidiano por una justicia fiscal global.
Attac, que no opta por alcanzar poder político alguno ni trata de establecer una determinada forma de organización de la sociedad -cree que deben ser los ciudadanos y ciudadanas quienes elijan aquello que prefieran-, sí está comprometida en difundir su discurso altermundista para que la ciudadanía decida poner fin al enloquecido modo en el que se está gobernando esta infernal globalización neoliberal, diciendo basta a tanta injusticia planetaria.
Es por ello que Attac defiende con firmeza:
- La desaparición, ya, de los paraísos fiscales, refugio de capitales de procedencia criminal, del fraude y de la evasión fiscal.
- La democratización de los organismos internacionales (FMI, BM, OMC), ampliando la participación de países en su gobierno y toma de decisiones.
- La implantación de un impuesto o tasa sobre las transacciones financieras internacionales (el 0,1%) para combatir la pobreza en el mundo, administrado por un nuevo FMI.
- La implantación de sistemas fiscales progresivos que eviten la competencia fiscal desleal entre países, con potentes sistemas de inspección que castiguen la evasión y el fraude.
- La construcción de una Europa de los ciudadanos en la que sean los principios democráticos y representativos los que inspiren el funcionamiento de sus instituciones.
Y ello nos exige un permanente diálogo con las distintas organizaciones progresistas de la sociedad civil. Porque es evidente que cuantas más ciudadanas y ciudadanos tomemos conciencia de estos problemas y unamos nuestros esfuerzos, antes los poderes públicos se verán obligados a rectificar. Un diálogo también con los partidos políticos, que dejando clara nuestra absoluta autonomía respecto a ellos, en absoluto nos molesta -todo lo contrario-, que incorporen en sus discursos nuestras reivindicaciones y propuestas, como parece ser el caso de algunos partidos progresistas, aunque mucho mejor sería las trasladasen a sus decisiones de gobierno.
Afortunadamente, en fin, el mensaje de Ramonet no cayó en el vacío. Hoy, miles y miles de ciudadanas y ciudadanos de todo el planeta, en nombre de Attac, están junto a otros muchos, combatiendo esta globalización neoliberal tan destructiva, con la ilusionada fuerza que proporciona la convicción de que otro mundo es posible.
Manuel Moret. Presidente de Attac-PV.
Las bolsas de medio hemisferio habían padecido el tifón provocado por la profunda crisis financiera que azotó por aquellos años las economías asiáticas. «La mundialización -decía Ramonet-, cuyo principal motor es la optimización a escala planetaria del capital financiero, está poniendo a los pueblos en estado de inseguridad generalizada». No se equivocaba. La avidez especulativa y la desregulación de las transacciones financieras, actuando al margen del poder democrático de los estados, se han encargado de hacer cierto aquel presagio. Una dejación que ha permitido que el capital financiero haya creado su propio estado supranacional, «que dispone de sus aparatos, de sus redes de influencia y de sus propios medios de acción». Ahí están el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OCDE y la Organización Mundial del Comercio.
Su discurso de la exaltación de las «virtudes del mercado» y de su presunta capacidad de «autorregularse», convertidos en la regla de oro de la economía, han conseguido sumirla en la profunda crisis que ahora padecemos. Los incontestables hechos recientes han triturado en mil pedazos tanta palabrería interesada.
La avidez especulativa, que ha transformado en moneda de cambio cualquier activo intercambiable en los mercados financieros -detrayendo recursos de la economía real-, es la responsable del hambre y de la pobreza que padecen millones y millones de seres de nuestro planeta.
Ramonet tenía razón: «El desarme del poder financiero debe convertirse en un objetivo de interés cívico de primera magnitud», y en ese sentido proponía tres medidas para conseguirlo: «Supresión de los paraísos fiscales; aumento de la fiscalidad en las rentas del capital; aplicación de tasas sobre las transacciones financieras.»
Aquel famoso editorial dio su fruto. Un año después se creaba en Francia la organización altermundista Attac (Asociación por una Tasa de las Transacciones Financieras Especulativas y Ayuda al Ciudadano). La idea de Attac se esparció rápidamente por todo el mundo, fundándose los distintos Attac en Europa, América Latina, Norte de África.
Durante esta década, Attac ha participado en los foros sociales mundiales que se han organizado; en plataformas de la lucha contra la pobreza en el mundo; en la defensa de los Objetivos del Milenio establecidos por Naciones Unidas, cuya consecución parece cada día más imposible dada la insuficiencia de recursos que actualmente se destinan como ayuda al desarrollo -ridículos en comparación a los miles de millones de dólares, libras y euros dedicados a salvar al sistema bancario internacional-; ha publicado documentos en contra de la actual deriva neoliberal por la que transcurre el proceso de construcción europea, así como emitido análisis sobre la actual crisis sistémica que padecemos (financiera, económica, alimentaria y medioambiental); organizado multitud de seminarios por toda España difundiendo sus objetivos y propuestas, etc.
Sus planteamientos han sido tan coherentes para tratar de combatir este neoliberalismo depredador, que se han sumado a su causa, como miembros de su comité de apoyo, intelectuales como Federico Mayor Zaragoza, José Luis Sampedro, José Saramago, José Vidal Beneyto, Víctor Erice, Carlos Berzosa, Caballero Bonald, entre otros -imposible citar a todos en tan breve espacio-, respaldando con su presencia este combate cotidiano por una justicia fiscal global.
Attac, que no opta por alcanzar poder político alguno ni trata de establecer una determinada forma de organización de la sociedad -cree que deben ser los ciudadanos y ciudadanas quienes elijan aquello que prefieran-, sí está comprometida en difundir su discurso altermundista para que la ciudadanía decida poner fin al enloquecido modo en el que se está gobernando esta infernal globalización neoliberal, diciendo basta a tanta injusticia planetaria.
Es por ello que Attac defiende con firmeza:
- La desaparición, ya, de los paraísos fiscales, refugio de capitales de procedencia criminal, del fraude y de la evasión fiscal.
- La democratización de los organismos internacionales (FMI, BM, OMC), ampliando la participación de países en su gobierno y toma de decisiones.
- La implantación de un impuesto o tasa sobre las transacciones financieras internacionales (el 0,1%) para combatir la pobreza en el mundo, administrado por un nuevo FMI.
- La implantación de sistemas fiscales progresivos que eviten la competencia fiscal desleal entre países, con potentes sistemas de inspección que castiguen la evasión y el fraude.
- La construcción de una Europa de los ciudadanos en la que sean los principios democráticos y representativos los que inspiren el funcionamiento de sus instituciones.
Y ello nos exige un permanente diálogo con las distintas organizaciones progresistas de la sociedad civil. Porque es evidente que cuantas más ciudadanas y ciudadanos tomemos conciencia de estos problemas y unamos nuestros esfuerzos, antes los poderes públicos se verán obligados a rectificar. Un diálogo también con los partidos políticos, que dejando clara nuestra absoluta autonomía respecto a ellos, en absoluto nos molesta -todo lo contrario-, que incorporen en sus discursos nuestras reivindicaciones y propuestas, como parece ser el caso de algunos partidos progresistas, aunque mucho mejor sería las trasladasen a sus decisiones de gobierno.
Afortunadamente, en fin, el mensaje de Ramonet no cayó en el vacío. Hoy, miles y miles de ciudadanas y ciudadanos de todo el planeta, en nombre de Attac, están junto a otros muchos, combatiendo esta globalización neoliberal tan destructiva, con la ilusionada fuerza que proporciona la convicción de que otro mundo es posible.
Manuel Moret. Presidente de Attac-PV.
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