La otra gran recesión (casi depresión) fue el fin de la II Guerra Mundial en Europa. El desempleo era masivo y las economías europeas estaban en una situación muy precaria. Las salvó una enorme expansión del gasto público, junto con el Plan Marshall, que estimuló la demanda y con ella la economía. Es más, la influencia de las izquierdas en los gobiernos europeos facilitó el aumento de los salarios y la notable expansión del estado del bienestar.
Ahora, sin embargo, se está intentando salir de la crisis a base de austeridad del gasto público, reducción del estado del bienestar y disminución de los salarios, todas ellas medidas que retrasarán todavía más el crecimiento económico y la creación de empleo. La evidencia de ello es abrumadora, siendo Grecia el caso más claro. A más recortes, mayor recesión, mayor déficit y mayor necesidad de endeudamiento. Las políticas que se están siguiendo en la Unión Europea son las contrarias a las que las economías necesitan para salir del agujero en el que se encuentran. Esto debería ser obvio para cualquier persona que mantuviera la capacidad de analizar la realidad económica sin estar imbuida por el dogma neoliberal promocionado por la banca, que es, por cierto, el único grupo fáctico que se beneficia de esta situación en que los países están profundamente endeudados. En realidad, toda la austeridad impuesta a los estados es para asegurarse que la banca no pierda su dinero prestado, y continúa recibiendo enormes cantidades de dinero como forma de pago de los elevados intereses de los bonos del estados, elevados com consecuencia de la percepción de gran riesgo que las agencias de evaluación de bonos (que son meros instrumentos de la banca) promueven. De ahí que todas las políticas de austeridad se justifiquen bajo el argumento de “dar confianza a los mercados financieros”
La otra intervención que un estado debe hacer para salir de la recesión es el cambio monetario. Es decir, que el país en recesión disminuya el precio de su moneda, con lo cual los productos y bienes que produce son más baratos y pueden exportarse más competitivamente. Ahí, el centro de la estrategia es hacerse más competitivo a base de reducir los precios, incluyendo el precio de la moneda. Así, cuando Argentina estaba en una profunda recesión en el año 2001, decidió abandonar su moneda desligándola de la paridad con el dólar que le había impuesto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como medida de garantizar los intereses de la banca y que habían tenido un impacto muy negativo en su economía, sumergiéndola en una profunda recesión, algo semejante a lo que le está pasando a Grecia. Cuando Argentina “salió del dólar”, los productos argentinos se abarataron y Argentina se recuperó, creciendo un total del 63% en seis años.
Ahora bien, esto no lo pueden hacer los países miembros de la eurozona, pues la política monetaria es responsabilidad del Banco Central Europeo, que en realidad es un lobby de la banca. De ahí que los países PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España) tengan un problema gravísimo, impuesto por la manera como funciona la eurozona y el control que las derechas (y la banca) tienen sobre tales instituciones. Por un lado no pueden seguir políticas expansivas, y por otro no pueden reducir el precio de la moneda para poder salir de la recesión. Es imposible que tales países puedan salir de la recesión a base de tales políticas. Así de claro.
La solución que dan las derechas es que, si no pueden reducir el precio de la moneda, deben reducir dramáticamente los salarios. Es lo que se llama la “devaluación doméstica”, lo cual contribuye todavía más a la recesión. Y así estamos. La situación actual, además de indignante, es insostenible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario