Es fácil criticar a toro pasado, pero estas declaraciones dejan pocas dudas sobre el problema de la maltrecha a la CAM: el ladrillo y su peor deriva, el suelo. Si a esta droga se añade la enorme injerencia política de Francisco Camps y de su antecesor en la presidencia de la Generalitat, Eduardo Zaplana, que se valieron de gestores dóciles, el naufragio de la caja estaba servido. La CAM, al igual que Bancaja, financió la faraónica Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, la Ciudad de la Luz, de Alicante, que iba a ser un plató cinematográfico más grande que los de la Paramount, y el ruinoso parque temático de Terra Mítica. Además, prestó 780 millones a la Generalitat y está en los charcos de Polaris Word de Murcia, Martinsa y es uno de los principales financiadores de viviendas vacías de la ciudad fantasma de El Pocero en el erial de Seseña (Toledo).
Pero lo peor es que está entre los que más crédito promotor acumulan: admitió tener 11.000 millones, pero algunos estiman que estará cerca de los 16.000 millones, casi el 30% del total del crédito. Además, participa en 66 sociedades con promotores y constructores que son una caja de sorpresas porque pueden tener suelo a un precio imposible de recuperar. Estas sociedades, creadas por muchas más cajas y bancos, son uno de los agujeros negros del sector. En 2010 la CAM renegoció 2.100 millones en ladrillo para evitar que entraran en morosidad, cuya ratio oficial es del 8,7%. Las apuestas en el mercado son que se doblará en pocos meses.
En resumen, la entidad creció sin seguir el manual del buen gestor financiero: en poco más de tres años, entre 2003 y 2005, en lo mejor de la burbuja, duplicó el balance. En el caso de su eterno rival, Bancaja, tardó cuatro años. Como récord, no está mal.
Estas losas pesaron mucho en la frustrada formación del Banco Base, la alianza en la que estaba la CAM, Cajastur, Caja Cantabria y Caja Extremadura hasta el miércoles pasado. Los problemas de solvencia de los alicantinos, según sus exsocios, y su falta de agilidad para aceptar una salida pactada, propiciaron el fracaso. Tras perder el escudo del grupo, las vergüenzas de la CAM han quedado al descubierto cuando se ha visto obligada a pedir 2.800 millones al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) para alcanzar el 10% de capital mínimo exigido por el Gobierno.
Los expertos creen que esta enorme inyección de dinero provocará que el Estado controle la caja al hacerse con la mayoría (entre el 55% y el 75% de las acciones) del banco al que la CAM trasladará su negocio financiero. "La clave es saber en cuánto valoran los competidores a la entidad. Eso determinará su posible colocación", señala Joaquín Maudos, catedrático del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE). El sector no se cree que se pueda adjudicar sin que el FROB (es decir, todos los españoles) entregue un cheque a fondo perdido por más de 2.500 millones. El Santander es el mejor colocado, pero el BBVA y La Caixa también lo estudiarán.
Llegan momentos difíciles para López Abad, economista y máster por el IESE, que alcanzó su puesto después de que Zaplana fulminara a su antecesor, Juan Antonio Gisbert, considerado cercano a los socialistas, por oponerse a la fusión de Bancaja con la CAM. También son tiempos amargos para el presidente Modesto Crespo (Elche, 1943), empresario que inició su carrera con un concesionario de coches y llegó al puesto en 2009, bajo la tutela de Camps. Su antecesor, Vicente Sala, dejó el sillón tras cumplir 70 años. Previsiblemente en próximas semanas, el fondo de rescate sustituirá a los gestores por otros directivos bancarios prejubilados.
Ejecutivos de otras cajas, que piden el anonimato, explican que "todo esto no ha ocurrido por mala suerte. El problema de jugar a la política y a las finanzas es que cuando explota la entidad resulta muy cara de reconstruir y los pagamos entre todos".
Tampoco es casualidad que las tres entidades financieras valencianas atraviesen momentos difíciles. Además de los problemas de la CAM, calificada como bono basura por la agencia Fitch, Bancaja, incorporada a Bankia, fue la que reconoció tener más inmuebles adjudicados. Ahora Bankia, capitaneado por Caja Madrid, ha admitido ser el dueño de más suelo de toda España, incluidas las inmobiliarias. Por último, el Banco de Valencia, filial de Bancaja, ha sido considerado bono basura por Moody?s.
Pese a este panorama, la CAM rompió con los asturianos. Desde el Banco Base afirman que se frustró porque a última hora presentó unas cuentas que triplicaban el agujero, que llegaba a los 5.000 millones. Esa ruptura no fue una novedad para los alicantinos. Ya lo hicieron antes con Bancaja, Caja Murcia, BBK, y Caja Madrid. Los competidores comentan que la CAM es consciente de su dura realidad cuando negocia. La mejor prueba es que el miércoles pasado, poco antes de pedir ayudas públicas, aprobó dar dividendos a sus cuotas participativas, que no se han hundido en Bolsa porque las sostiene su gestora "El acuerdo más completo era el de la BBK. Aportaba capital y equipo de gestión, mejor que el que tiene Cajastur. Quién sabe si ahora no lo volverá a intentar con las cajas vascas... Aquel acuerdo lo rompió Camps porque no quiso ceder la sede en Alicante ni bajar del 50% el capital del banco", dice un ejecutivo conocedor de la operación. El sarcasmo mayor lo protagonizó el presidente Camps, el miércoles pasado cuando declaró que "toda la culpa de lo que le ha ocurrido a la CAM la tiene el Banco de España". El supervisor se pasó un año avisando, pero sin forzar un acuerdo, por lo que será criticado en esta crisis. Pero sin duda Camps podrá ayudar al supervisor a detectar los agujeros de la entidad alicantina.
Íñigo de Barrón.
El País
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